“Siempre con voluntad de llegar”
Entrevista realizada al poeta
Lorenzo
Suárez Crespo por Iris L. Madera Iglesias, estudiante de Periodismo
Viernes
santo, 10:00 am. Helechos y orquídeas se ensortijan en el portal de esta casa
ubicada casi al final de la calle Vandama, en la ciudad de Pinar del Río. Debo
realizar una entrevista narrativa. Traigo una cámara de video para registrar cada detalle.
La
sonrisa de un hombre me saluda en el umbral. Viste pantalón carmelita y camisa
beige, pero sus sandalias aportan un tono hogareño que delata una personalidad flexible. A los setenta años se
siente feliz, ama la amistad, detesta la envidia. En escribir poesía y promover
el arte en la Casa
de la Décima halla el recodo para sus sueños.
Su
nombre es Lorenzo
Suárez Crespo y no imagina una Cuba sin esos versos octosílabos que
cronican en rima: “El quehacer de poetas e improvisadores es un acto continuo y
espontáneo como las aguas de un río, que nunca puedes detener su corriente. La
décima seguirá adelante, siempre ganando espacio, pues cada día son más los que
la aman”.
Poco
resuelve la tecnología si los sentidos no hacen bien su parte, por eso mis ojos
persiguen a este ser delgado, de mediana estatura, cabellos negros y piel blanca, mientras, escucho su voz tibia como
caricia de ángel que me invita a pasar.
—Mi
casa es tuya. Acomódate— dice ofreciendo un
butacón.
—Gracias.
—Pero,
además de esta, tienes la Casa
de la Décima, que también es tu casa. Espera un momento, que voy a
buscar mis otros espejuelos. Los que llevo puestos solo sirven para ver de
lejos.
Aguardo
sentada al anfitrión, en tanto, alisto los materiales para registrar el
diálogo. Grabadora, libreta y bolígrafo sobre la mesita de centro, me dispongo
a preparar la cámara, pero falta el estuche con las baterías. Comienzo a hurgar
en la cartera, rezando a Cristo todopoderoso o alguna deidad patrona de los
periodistas novatos. Paso revista a cada objeto: billetera, espejo, lápiz
labial, computadora, un libro.... ¡uff!..., malditas baterías que no quieren
aparecer. Ocho veces las he buscado sin éxito, todo en escasos segundos.
Definitivamente se quedaron en casa. Estoy sudando. ¿Qué hago?
Absorta
en mis preocupaciones no he notado a Lorenzo que acaba de regresar.
—¿Qué
te pasa? ¿Se te ha perdido algo?— pregunta
al percibir mi descontrol.
—Disculpe,
pero creo que tendré entrevistarlo a la antigua —le explico con la voz en un
hilillo—. Se me han quedado las pilas de la cámara.
—¡Ah
Niña, eso no es problema! Espérame aquí, que voy a buscar la mía. No te
preocupes, a cualquiera le pasa.
—Muchísimas
gracias- simulo una sonrisa para disfrazar mi vergüenza y lo observo atravesar
una puerta pintada de blanco. La deferencia es una de sus tantas cualidades.
Mientras
espero nuevamente al poeta, escudriño la sala. Seduce el naranja rojizo de las paredes, desprovistas de
flores, fotos familiares o algún otro adorno. Solo hay cuadros, como en una
galería. Uno de ellos recrea un corazón que lacta una ubre asida a la anatomía
del mapa de Cuba.
—¿Interesante,
no? —Otra vez me sorprende Lorenzo— Estas pinturas son de mi yerno Iván
Morales, joven promesa de la plástica en Vueltabajo.
—¿Otro
creador en la familia?
—Sí,
aquí todos amamos el arte. Mi esposa Irma trabaja en la Editorial Cauce, Iván
pinta, mi hija es médico pero tiene una gran sensibilidad y mi nieta Carolina
es el alma de este hogar, le gusta cantar, bailar y dibujar. Esta es mi familia
pequeña; la más grande habita en la Casa
de la Décima Celestino García.
—¡Que
también es mi casa! —Interrumpo parafraseándolo.
—¡Sí!
—sonríe— aquella también es tu casa. Allí tengo a mis amigos, admiradores y a
todos los cultores de la décima y la música campesina, somos una familia
gigante, hispanoamericana. Cada sábado se reúnen personas de distintos grupos
etarios y extracciones sociales. Como cénit cultural de la comunidad, hemos
revolucionado el reparto Celso Maragoto.
“Nuestro
cometido es continuar la tradición de la décima escrita e improvisada, además
promocionar la labor de los escritores y poetas que la defienden. Para atesorar
estos valores hemos creado un centro de documentación llamado Amauta. Lo más
importante es brindar a la colectividad alimento para el espíritu”.
—¿Amauta?
—En
las antiguas civilizaciones de Hispanoamérica se les llamaba amautas a los sabios
de las tribus, hombres de gran espíritu. Denominamos así a nuestros archivos
pues hoy nos encargamos de salvaguardar las obras de nuestros creadores.
Acreedor
de la Medalla
de Oro José Vasconcelos, otorgada por el Frente
de Afirmación Hispanista de México, Lorenzo hace gala de sus
conocimientos de la historia y literatura iberoamericanas. Además de su obra
literaria, no abandona su vocación de maestro, licenciado en Humanidades desde 1979.
—¡Ay,
con tanta charla, ya se me olvidaba! Aquí tienes mi cámara, cuando quieras
puedes comenzar.
—Un
millón de gracias —respondo mientras me dispongo a filmar, aunque, a decir
verdad, esta película ha comenzado desde hace rato.
1,2,3.
¡Grabando!
Bahía
Honda, segunda mitad de la década de 1940. En la quietud del campo, juega un
niño con sus cinco hermanos. Se llama Lorenzo, tras el vuelo de zunzunes viaja
en sus fantasías. Ama los libros y admira mucho al padre, quien a pesar de ser
guardia rural es un hombre íntegro y noble.
La
madre es ama de casa. Cocina, friega y limpia entonando décimas sobre las
hazañas de nuestros héroes en las guerras independentistas.
—Cuando
terminen sexto grado, deben seguir estudiando —aconseja a los hijos. Ella quiso
ser maestra, pero sus padres lo impidieron, por eso hoy se ha convertido en
preceptora de sus pequeños.
Lorencito
siempre la escucha. Cursa mecanografía, taquigrafía e idiomas. Años después, el
magisterio lo atraparía en sus redes, al igual que una muchacha matancera que
lo haría partir dejar su querido pueblito. Este primer matrimonio sería fragua
de caminos en Cárdenas.
“Allí
comencé a escribir para niños. Fui metodólogo de Español y participé en
talleres literarios, además, publiqué mi primer libro titulado Una pluma en la corriente, cuenta las
aventuras de una ranita que se desprende de una rama y navega río abajo”.
Pero
pronto aquella décima amiga que lo acompañaba desde su infancia centra su obra poética.
Cárdenas, dulce recreo
reliquia de inspiración,
Así
le cantaba el poeta pinareño a la ciudad que lo acogió como hijo.
“Desde
aquella época ya me interesaban los temas existenciales, en esa línea salían a
relucir la amistad, el amor, los asuntos patrióticos, pasiones humanas, las
inquietudes y añoranzas. Fueron años muy felices, hasta que, por razones
familiares, decidí regresar a Bahía Honda en 1989. Allá viví hasta el año 2000,
fecha en que llegué a la ciudad de Pinar del Río con mi esposa actual y mi
hija.
“Como
ves, he tenido una vida azarosa, pero, de cierta manera, toda vida es compleja,
llena de vicisitudes.....” —insinúa una sonrisa melancólica que saca a la luz
mis “dotes” de psicoanalista. Me pregunto qué malos recuerdos asedian la mente
de Lorenzo en estos instantes. Pero, bueno, dejémosle eso a Freud, yo solo
puedo ayudarle cambiando de tema:
—Hablemos
de literatura infantil, ¿cómo puede imprimirle novedad a sus décimas para niños
sin renunciar a lo tradicional implícito en este género?
—Antes
de contestar a tu interrogante revisa bien, no vaya a ser que se llene la
memoria de la cámara o se le acaben las baterías—. Simplemente, mi interlocutor
no deja escapar un detalle.
—No,
no se preocupe, todavía nos queda espacio y baterías.
—¡Uff!,
qué bueno —sonríe—.Volviendo a tu pregunta, la esencia está en que cuando se
escribe una décima de este tipo debemos emitir un mensaje edificador y sobre
todo, lograr que este mensaje llegue; hacer que el pequeño se sienta contento y
que a la vez aprenda algo. Con los niños en las peñas, siempre entablamos una
conversación y, si, por ejemplo, estoy hablando de números les digo esta
décima:
El 1 le dice al 2
Hay fiesta en casa del 3
Mientras el 4, a su vez,
llama al 5 en alta voz.....
Mientras
recita su estrofa, dibuja cada número con sus dedos, y yo me pierdo tras ellos
como una de esas niñitas que lo escuchan en las tertulias.
—Eso
les gusta muchisímo —asegura—, así combino la literatura con la parte lúdica,
como dijera Martí, fundir la utilidad y la virtud.
—Pero,
últimamente, la vorágine de la tecnología
distancia a los niños del libro.
—Es
muy difícil luchar contra eso. Ahora tengo esa experiencia muy cercana con mi
nieta. Siempre trato de acercarla a la poesía y otros géneros literarios pero
la costumbre de estar sentada frente a la computadora, viendo muñequitos, la
aleja un poco. Creo que la solución es saber combinar las cosas. En mis
encuentros con los niños intento inculcarles el amor por la lectura como la
premisa más importante pues el libro es insustituible.
Un
sabroso jugo de piña deviene pretexto
para este interludio. Irma, la esposa de Lorenzo, se luce como anfitriona. En
este punto de la conversación, es tiempo para conocer a una vocecilla que he
estado escuchando en off desde hace un ratico. Parece que su abuela la tenía “atajada”
para que no interrumpiera nuestro diálogo, pero el abuelo me complace y la
llama. Mientras esperamos, describe a su joyita:
—Carolina
es inquieta como los niños de nuestro tiempo, es como un cervatillo, muy ágil,
pero tiene cosas muy interesantes que me motivan para escribir. Le gustan mucho
los títeres, en el libro que estoy preparando aparecen poemas que reflejan sus juegos con estos personajes.
Entonces,
llega la “reina de Roma”. Trae en sus
manos un caracol y me regala un
besito de esos que se te quedan incrustados como calcomanía.
—Yo me llamo Carolina. Yo le dibujé una
casa a mi mamá, ....le hice caracole, lo caracole son pequeños y lo niños somo
grande...... a ver yo te lo enseño el caracol mío —Caro tiene casi cinco años, todavía habla un poquito
enredado, creo que esto es parte de su encanto.
—Le
encantan los caracoles —cuenta Lorenzo hinchado de orgullo—. Ella es el centro
de atención, el punto mágico a donde van las miradas en esta casa.
La
niña dice adiós, va de paseo con papá y mamá. Besa con picardía a su abuelito,
quien ahora me cuenta sobre sus textos publicados: Una pluma en la corriente, Ofrenda
Lírica, Leyenda de los números, Cantos del pequeño juglar, Daniela va al preescolar, Versiones sobre la nostalgia, Malaras refraneras... y más. En cada uno
late la historia de vida y los derroteros de este hombre, para él todos son
especiales.
—Las
antologías también me han reconfortado mucho —dice— pues recogen mi labor como
promotor. En este sentido, el Frente
de Afirmación Hispanista de México ha contribuido con su apoyo, por
ejemplo, publicaron, ente otras, la
primera Antología de la Décima en Vueltabajo, que registra las obras de
más de 50 poetas que estaban en el anonimato pues desde 1875 no se acometía una
tarea como esta.
—A
propósito, usted obtuvo el Premio Nacional de Cultura Comunitaria y el Olga
Alonso, ¿qué opina sobre la promoción cultural en Pinar del Río?
—Bueno,
en ese aspecto estoy insatisfecho. A veces olvidamos que, en materia de
promoción, es importante divulgar obra y vida de los artistas. Existen muchas
alternativas que pueden explotarse, lástima que todo quede en pequeños eventos
al calor del momento, por ejemplo, el ejercicio práctico de la Casa
de la Décima ha logrado que las personas volteen la mirada, sin
embargo aún no son suficientes los programas de radio y TV que promocionen este
arte, aunque en Vueltabajo ya los medios comienzan a acercarse a nosotros, pero
todavía no podemos afirmar que la décima está bien tratada. Creo que deberían
existir más programas dedicados al arte y la literatura, pues, en ocasiones no
falla la tecnología, es que falta voluntad.
Diciendo
esto, toma un libro de sonetos que, sobre la mesita, atestigua nuestro diálogo.
—Esta
es mi última publicación. Se nombra Sin
pértiga y sin alas, y me llena de orgullo. Es como recoger toda la
esencia del desarrollo humano y de mí mismo como escritor, por eso, te lo voy
regalar.
Lorenzo
cambia sus anteojos. (Ahora entiendo para qué había traído esos que le ayudan a
ver de cerca). Escribe algo en la primera página que activa mis emociones.
Le
agradezco y noto que la tarjeta de memoria de la cámara está casi llena. Cuando
las almas se conectan, el tiempo escapa callado cual ladrón de instantes. Son
las 12: 35 pm, solo queda espacio para una última interrogante:
—Si
pudiera guardar en un cofre los objetos que lo definen como persona, ¿qué no
podría faltar?
—Bueno,
me has puesto a pensar...... —el dedo índice acaricia su barbilla—......Pienso
que guardaría tres libros, uno de décimas, uno de sonetos y otro de literatura
para niños. En ellos va mi madre, mi esposa, mi hija, mi nieta y toda la
familia (que incluye a las amistades). En mis libros va la impronta de mi vida.
No
encuentro mejor final para sellar más de dos horas de diálogo. Como en una
telenovela barata, la despedida es triste. Realizar una entrevista
narrativa era mi misión al llegar a esta
casa, pero, más que el afán de cumplir una tarea escolar, he alcanzado el éxito
mayor: conocer un amigo.
Sonrío
a ese hombre que me dice adiós entre helechos y orquídeas. Ahora leo la
dedicatoria que escribió en ese libro de
sonetos que guardaré para siempre. En portada, un corazón sobrevive atado a
tres palmas, ya puedo reconocer que es otra pintura de Iván Morales, pero, el
título de este volumen me atrapó desde la primera vez que lo escuché en la voz
de su autor:
“¿Por
qué Sin
pértiga y sin alas? Muy sencillo, porque al cabo de tantos años de
vida, llega la consagración y me siento feliz, pero volteo la vista y percibo
que he alcanzado este punto luchando en una cuerda floja. Unas veces peleando
contra las vicisitudes, otras, contando con el apoyo de los demás, pero siempre
con la voluntad de llegar.
“La
vida es una lucha de amores y desamores, comprensión e incomprensión. Se
necesita alas para volar y pértigas para mantenerse. Creo que, en la mía, han
predominado las alas, pero estas son
invisibles, por eso, hay que seguir luchando”.
DEL
ESCRITOR ENTREVISTADO:
Lorenzo
Suárez Crespo (Bahía Honda, Pinar del Río, 1943) Emblemática figura de la
poesía en décimas en la provincia. Licenciado en Literatura y Español. Cuenta
con una amplia trayectoria de trabajo cultural que le valió en 1999 el Premio
Nacional de Cultura Comunitaria, numerosos premios literarios y varios libros
publicados, entre los cuales tiene un peso considerable la poesía para niños.
De su decimario La brújula del viajero puede ver mediante este enlace el
poema ¿Por
quién doblan las campanas? También en nuestros archivos, su comentario
sobre el decimario Con mi guitarra de invierno, de la doctora
Lourdes de la Caridad Gutiérrez Álvarez, publicado por la Editorial Loynaz. Es un destacado colaborador de este sitio, al
que mantiene informado sobre las actividades de la pinareña Casa
de la Décima Celestino García; entre ellas, las tributadas a los fallecidos
José
Miguel Mederos y Polo
Montañez.
SUS
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