Manzano interroga a Péglez
Aparecido en la revista Amnios, este intercambio entre el profesor de literatura y poeta Roberto Manzano Díaz y el poeta Pedro Péglez González, presidente del Grupo Ala Décima, es una aproximación a la actualidad de la poesía escrita en estrofas de diez versos y la vida literaria en torno a ella, a partir del surgimiento de agrupaciones espontáneas
PRESERVAR,
DEFENDER Y ELEVAR
LA
POESÍA ESCRITA EN DÉCIMAS
Entrevista
al poeta cubano Pedro Péglez González
Revista
Amnios No. 19-2016
Si hay un nombre del campo poético cubano que
reúne en su vida y obra toda un área de creación, capital para la justicia y el
entendimiento global de la escena lírica cubana actual, es el de Pedro Péglez González (La Habana, 1945). No sólo es uno de los cultivadores de la
décima escrita esenciales de los últimos tiempos, sino también su promotor más
leal y eficaz. Disfruta de respeto y admiración en todo el país, y mucho más
allá del país, en ambos costados —el artístico-literario y el
organizativo-promocional. Nadie tan autorizado en Cuba como Pedro Péglez
González para hablar de las circunstancias, los valores, las figuras, las
maneras, los obstáculos, las ganancias, los itinerarios y los horizontes de la
extraordinaria poesía que se ha escrito en décimas siempre y ahora mismo entre
nosotros.
La décima ha signado tu trayectoria poética.
¿Cómo ocurrió ese proceso de identificación entre esta difícil estrofa y tu
vocación creadora?
A ciencia cierta, no sé. Imagino que puede estar
relacionado con el hecho de que nací y me crié en un hogar muy humilde de la
barriada de Jesús del Monte, que a pesar de los escasos recursos contaba con un
radiecito, en el que escuchábamos con frecuencia programas musicales
campesinos. Hay que recordar que mis años de niño se corresponden con la etapa
que se ha dado en llamar la primera Edad de Oro del repentismo cubano y aquello
tenía mucha difusión radial. No sólo la difusión de las controversias, sino
también la décima incorporada a otros espacios, como el de Clavelito, por
ejemplo, que mi madre escuchaba. Pero está también la admiración enorme que mi
padre sentía por el Indio Naborí, y
yo por mi padre. Entre mis lecturas de poesía, en la niñez y la temprana
adolescencia, junto a los estremecimientos que me provocaban los textos en
verso y prosa de José Martí, está el magnetismo que para mí tenían la sección Al son de la historia, de Jesús Orta
Ruiz, en el periódico Hoy, y la
compilación de la poesía de Rubén Martínez Villena. En la primera, aparecía la
décima con frecuencia. En la segunda, junto al influjo que producía en mí la
personalidad del autor de La pupila
insomne, estaba su maestría en las estructuras cerradas, como el soneto y
la décima. Todavía recuerdo de memoria su poema en estrofas de diez versos Peñas arriba.
Pero hay algo más: por algún factor que yo al menos
no puedo desentrañar, siempre he tenido propensión a las formas de expresión
injustamente subvaloradas. Mis necesidades de expresión plástica o gráfica las
encaucé en la historieta; las de expresión periodística no las encaucé en el
periodismo informativo, sino en el periodismo para niños y adolescentes
(trabajé, como sabes, en el semanario Pionero durante veintún años, ocho de ellos como director, y me
trasladé de ese órgano por razones más bien ajenas a mi voluntad); las de narrativa,
también para ese público (aunque esos libros míos se hayan ido quedando en el
olvido, entre ellos mi novela para niños Guaminiquinaje, laureada en un concurso internacional y publicada
en dos ediciones: una ecuatoriana y una cubana, y también galardonada con el
Premio La Rosa Blanca en el 2000); las de expresión en versos, aunque,
como sabes, he trabajado tanto estructuras cerradas como abiertas, las encaucé,
con especial delectación, en la décima. Y mientras más comprobaba el
menosprecio que sufría, más me sentía estimulado a contribuir a su elevación
estética.
Distingues muy bien una tradición de la
décima oral y otra de la décima escrita. ¿Cómo han interactuado ambas en el
campo poético cubano?
Esa
interacción de las tradiciones oral y escrita de la décima ha sido estudiada en
profundidad por diversos autores de relieve en nuestras letras, entre otros
Samuel Feijóo, Jesús Orta Ruiz (el Indio
Naborí) y más cerca en el tiempo, el Doctor en Ciencias Filológicas Virgilio
López Lemus.
A mí
siempre me gusta decir que somos protagonistas de un complejo
artístico-literario que tiene dos columnas vertebrales paralelas: la décima
oral improvisada y la décima escrita, con vasos comunicantes mutuamente
gananciosos entre ellas, y que irradian su influencia más allá de ellas mismas,
hacia el extenso universo de la música y la danza campesinas por una parte, y
por otra parte hacia las artes plásticas, el teatro y otras vertientes, no
rurales, de la música, como es el caso de la trova. Recordemos, a modo de botón
de muestra, los salones de décima mural que se han ido haciendo cada vez más
frecuentes en todo el país; la existencia de canciones trovadorescas que llevan
textos en décimas, aunque el espectador a veces no se percate de ello (tales
son los casos de Tu mirada, con
estrofas de Renael, o Yo soy de donde hay
un río, de Silvio); y las experiencias recientes de obras de teatro
realizadas a partir de la estrofa de diez versos y la reaparición de la novela
en décimas. Estas dos últimas manifestaciones han tenido, en lo más cercano en
el tiempo, resurgimientos que si bien han sido tímidos, pudieran ser
esperanzadores. Y en todo caso creo que respaldan el concepto de complejo
artístico-literario que antes dije.
Todas
esas interacciones de la décima con otros universos, no sólo en el campo
literario, sino en el campo artístico en general, igual las considero
mutuamente beneficiosas y enriquecedoras.
Larga es la historia cultural de la décima en
Cuba. Establéceme tu parecer sobre las relaciones entre décima e identidad en
Cuba.
Virgilio
López Lemus ha dicho (cito de memoria, lo cual siempre es riesgoso) que es
preferible afirmar que la décima es identidad ella misma más que portadora de
identidad. Eso viene ya implícito en aquellos versos de Mirta Aguirre
refiriéndose a la estrofa: porque ella
nació primero / y nuestro pueblo después. Para mí el quid está en que la poesía
en estrofas de diez versos, y específicamente la décima en su formato más
convencional (llámese espinela o del modo que se quiera, la que encontramos con
la combinación abbaaccddc, en octosílabos
de rima consonante) es uno de los componentes del proceso de conformación de la
identidad nacional cubana. Recordemos que, tras las largas oleadas de
inmigración que protagonizó la estrofa, en los desempeños orales de numerosos
peninsulares que se asentaron en Cuba para intentar fortuna desde la producción
agrícola, y también transportada, en la medida en que se fundaban las villas,
por gente de teatro y misioneros religiosos, aparece en forma escrita en fecha
tan temprana como 1608, de modo muy rudimentario, en el Motete de Espejo de paciencia, de Silvestre de
Balboa, obra considerada como el primer monumento de la literatura escrita por
residentes en la isla. (Está el caso anterior del poema La Florida, descubierto hace poco relativamente, pero ya sabemos que
su autor fue un visitante y no un poblador). Ya en 1730, cuando no se puede
hablar aún de una identidad nacional cristalizada, aparecen décimas propiamente
literarias —no abundantes— en El príncipe
jardinero o fingido Cloridano, de Santiago Pita.
Más aún
tiene que ver con el proceso de conformación de la identidad cubana el hecho de
que en 1762, tras la toma de La Habana por los ingleses, una dama de la alta
sociedad habanera, la Marquesa Jústiz de Santa Ana, envía al Rey de España una
queja, escrita en una larga tirada de décimas, por la ineficacia e indolencia
con que las tropas españolas habían defendido la ciudad principal de «la
siempre fiel Isla de Cuba». No hay en la Marquesa, como no hay en la
intelectualidad y la población de ese tiempo todavía, un sentido de pertenencia
a una nueva nación, pero hay un sentimiento filial incipiente en relación con
la tierra en que se ha crecido, y en cuyas tradiciones se ha bebido, y con cuya
urdimbre cultural se ha venido interactuando para satisfacer las propias
necesidades espirituales, que van siendo otras distintas a las de la metrópoli
colonizadora.
De modo
que la propensión a este molde estrófico se va convirtiendo en uno de los tantos
modos en que el nacido aquí, y también el aquí naturalizado, va participando de
otras maneras culturales en sentido general, va siendo protagonista de ellas, y
se va gestando con ello una «manera otra» de ser, de expresarse, de actuar, que
integra en un corpus único a todos los factores socioculturales emanados de los
distintos grupos humanos que se insertan en la sociedad colonial española en
Cuba, para dar lugar a lo que, como sabemos, Fernando Ortiz bautizó
sabrosamente como ajiaco. En él está la décima, como uno de sus ingredientes
fundadores.
¿Qué cultores de la décima escrita no
dejarías de mencionar en un itinerario de esta estrofa a través de sus mejores
figuras?
Una
relatoría tal es de síntesis muy difícil y sumamente riesgosa. Aunque, claro,
me pides mi personal punto de vista. Pero es que yo tengo un modo un poco extraño
de ver este asunto de las figuras, en el caso de los movimientos literarios (en
otros casos también, pero estamos hablando de literatura). Para mí, por una
parte, cada figura puede tener significación no solamente por el valor estético
de su obra, sino también por el papel que desempeñó en la vida literaria de su
tiempo, sin desconocer que los valores estéticos de una obra no pueden
juzgarse, por supuesto, al margen de las nociones estéticas de esa época determinada.
Pero por otra parte, para mí también esa significación de una figura es una
significación de representación: cada individuo cuyo nombre es relevante en un
lapso dado, más allá de las virtudes que deba reconocérseles, es testimonio de
la casi segura existencia de un conglomerado anónimo que no trascendió, y con
el cual el trascendido seguramente interactuó y se nutrió. Cada figura,
entonces, para mí, es mucho menos que la punta de un iceberg, que ya se sabe
cuánto deja fatalmente escondido bajo las aguas.
Por
ejemplo, dos figuras del llamado período neoclásico (no sin discusión
terminológica, como dijera Virgilio López Lemus): la Marquesa Jústiz de Santa
Ana y el Padre Capacho, más por el papel que desempeñaron que por los valores
estéticos de su producción literaria, al menos según los parámetros estéticos
con los cuales, desde el ahora, evaluamos esa producción. Entonces, para mí
esas dos figuras tienen un valor de representación del referido período dentro
del itinerario decimístico.
En el
siglo xix me parece emblemático,
como coinciden casi todos, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, pero sin dejar de mencionar a José Fornaris (a quien
se atribuye la consideración de la décima como la estrofa nacional, aunque tal
aserto no está documentado), y de ambos, sus corrientes siboneyista y
criollista (que según explica Virgilio, fueron consideradas por Feijóo como la
primera autoctonía lírica cubana) en lo que hemos dado en llamar primer período
romántico.
Ya en
el segundo período romántico, como sabemos, el predominio es para el decimismo
patriótico, verbigracia, los poetas de la guerra; decimismo patriótico
explícito y consciente, porque el canto diferenciador a la naturaleza cubana de
la finisecularidad dieciochesca era ya un decimismo patriótico, implícito e
inconsciente. De esta etapa, me gusta siempre aludir al indispensable José
Martí. No fue lo que se dice un cultivador de la estrofa de diez versos. La
empleó en su teatro que, como se sabe, fue escaso, y en su poesía de ocasión
(que era poesía de ocasión, pero de José Martí). Sin embargo, en su limitada
producción decimística, hay una estrofa de relieve estético para todos los
tiempos: «A bordo». La aprecio como una representación cabal de la elegancia a
que puede elevarse la épica.
El
siglo xx es más complejo, pues en
su transcurrir el discurso decimístico escrito se va haciendo cada vez de mayor
plurivocidad y policromía. En la primera mitad fulgura, en el quehacer oral
improvisado, su ya mencionada primera época dorada, lo cual influyó en la
vertiente escrita y aportó la figura que considero tutelar para toda la
centuria: Jesús Orta Ruiz, el Indio
Naborí, que sintetizó en un alto plano lo llamado popular y lo llamado
culto, emblema de toda una pléyade de maestros del repentismo que también
cultivaban la estrofa en letra impresa, como ese otro grande que fue Francisco
Riverón Hernández.
Es de
interés para mí también Eugenio Florit con su Trópico, como también lo es —y esto acaso es una herejía— el
abordaje experimental de la estrofa por los poetas de Orígenes, aunque no tenga
claro —ni lo voy a averiguar, porque en mi opinión carece de importancia— si
Lezama, Cintio, Fina y otros genios poéticos de esa agrupación tenían
certidumbre de que estaban haciendo décimas irregulares, en muchos casos
similares a las ya clasificadas por los estudiosos como preespinelianas; si
tenían intencionalidad al hacerlo; o si sencillamente el resultado de sus
estrofas era la evidencia de su no dominio. Es un hecho la décima de los
maestros origenistas, y hay que ir a él, conocerlo y aprender de su nivel de
representación para la historia de la estrofa. Del mismo modo, aunque en otra
dirección bien distinta, hay que ir a la producción en décimas de Nicolás
Guillén, a más de su precisión formal, por su asunción de la voz del hombre
humilde cotidiano, en la zona de su quehacer decimístico más abundante, y por
su proyección hacia la fenomenología social que de ese quehacer trasciende.
Otro
movimiento, aunque tal vez no con tanta estructura de agrupación, es el de la
llamada poesía de la tierra, con
figuras de relieve indiscutible —no te me ruborices, hazte la idea de que estoy
hablando de alguien que no eres tú— como Roberto Manzano y Alex Pausides, entre
otros muchos, que aportaron sin duda un corpus poético —con presencia
considerable de la décima, sumamente atendible en sus proyecciones estéticas—
que ha sido hasta ahora insuficientemente estudiado. Sobre esta corriente
lírica comenté, hace casi una década, que de sus enfoques ideotemáticos
trasciende «el ámbito no como fin expositivo, sino como punto de
partida reflexivo y revelador de nuevos —a veces insospechados— horizontes».
Por
esta época Adolfo Martí Fuentes, con su poemario Alrededor del punto, representa un llamado de atención hacia la
necesidad y factibilidad de ensayar otros senderos para la poesía decimística,
e inaugura una nueva etapa de búsquedas que tienen su mayor representatividad
en los cuadernos que fueron ganando los lauros principales del concurso 26 de
Julio, que en los 70 y los 80 fue el certamen que resultó un termómetro de alto
valor para el análisis de lo que estaba ocurriendo con la poesía en estrofas de
diez versos.
De todo
esto somos herederos los actuales protagonistas del decimismo escrito cubano.
Todo lo hasta aquí respondido en cuanto a su ruta crítica, es legado para la
aparición de lo que hemos dado en llamar su proceso de revitalización, cuyos
inicios convenimos en situar a fines de los 80 y principios de los 90, cuando
estaban en escena muchos de los elementos expresados en los dos párrafos
anteriores (recordemos siempre que hablamos de un itinerario que es también, en
dimensión mayor, un proceso) y cuando aparecen en la literatura escrita cubana,
acaso aisladamente, poemarios en décimas que empiezan a marcar ciertas
diferencias en los planos ideotemático y tropológico.
Con ese
crecimiento se producen también tres circunstancias de singular connotación
para la vida literaria del decimismo escrito cubano: primero, la creación del
taller literario Cucalambé, alrededor de los 80, en la ciudad de Las Tunas,
donde se forjaron muchos decimistas que devendrían adelantados de la nueva
etapa renovadora. En segundo lugar, por esa misma época, el fortalecimiento del
Premio Cucalambé, que pasa a ser el certamen más importante de la décima
escrita y comienza a dar a la luz numerosos poemarios de interés.
Y tercero,
la creación por Renael González Batista, en febrero de 1993, en el tunero
municipio de Puerto Padre, del Grupo Espinel-Cucalambé, que constituiría
escuela para la comunidad de los ya significativos escritores decimistas
puertopadrenses y abriría en lo adelante, con el nacimiento de nuevas
agrupaciones, la respuesta de los creadores de casi todo el país a la necesidad
de unirse alrededor de la estrofa. Ese año, por cierto, es significativo
también por otras dos fundaciones: en julio nace en Alamar, La Habana, la peña
semanal que siete años más tarde sería sede del nacimiento y ulterior
funcionamiento del Grupo Ala Décima, y en diciembre se abre la Casa
Iberoamericana de la Décima El Cucalambé,
en la ciudad de Las Tunas. De modo que el surgimiento de las agrupaciones coincide
en el tiempo con el surgimiento de las instituciones, en lo que al itinerario
de la décima se refiere.
Volviendo
a la producción literaria propiamente dicha, el avance de los 90 fue testigo de
una densificación en los planos de los alcances tropológicos e ideotemáticos
—verbigracia, los asuntos poco o nada explorados como las angustias
existenciales y las búsquedas ontológicas—, junto con las aplicaciones de
procederes de la intertextualidad, propios de la dominante cultural de la
posmodernidad, con abundante recurrencia a figuras y hechos del tesoro cultural
de la humanidad para recontextualizarlos con el hoy y ahora, así como
experimentaciones en los planos de la presentación formal, con la ruptura del
esquema gráfico-sintáctico-sonoro.
Estos
fenómenos pudieran ser quizá —es un asunto propio para una exploración más
detenida— una inclinación del discurso decimístico hacia un área más
«internizadora» de la poesía cubana en estrofas de diez versos, para emplear un
término de Cintio Vitier en Lo cubano en
la poesía. Ello pudiera sustentar una posible equiparación de niveles
estéticos, en ese período, entre la poesía en décimas y la poesía en general.
Esa
densificación de la segunda mitad de los 90 influye decisivamente —desde luego
que junto a otros factores— en la adjudicación del carácter iberoamericano en
el 2000 al Premio Cucalambé, con lo cual aparecen poemarios en los que prosigue
la densificación apuntada en lo tropológico, lo ideotemático y lo experimental
en la forma. ¿Qué hay de nuevo aquí? Hay de nuevo que las exigencias de la
convocatoria obligan a un libro más voluminoso (de ochenta a cien estrofas), y
por tanto pasa a un plano de mayor desafío el asunto de lograr un trabajo
artístico superior en la conformación de la arquitectura del libro de décimas.
Autores ganadores de la etapa anterior del certamen repiten aquí con volúmenes
más ambiciosos y más sólidos.
¿Crees que los cultivadores de la décima
escrita reciben la suficiente atención de la crítica literaria cubana?
Ni los
creadores de la décima escrita ni los de la décima oral improvisada. Estos
últimos se quejan bastante de la inexistencia de una crítica especializada
sobre su quehacer. Ellos, claro, tienen la ventaja natural de que su arte se
realiza de inmediato, en el espectáculo, mientras que los escritores tienen que
esperar, para la cristalización de su obra, por la posibilidad de la
publicación en una revista, en una antología, o en —para muchos, un milagro
cada vez más difícil— un poemario de autor. La lectura en público de la poesía
escrita, es sabido, tiene los inconvenientes de someter a la consideración
masiva algo que ha sido concebido para la complicidad íntima entre el lector y
el texto impreso. Pero improvisadores y escritores están necesitados por igual
de una mirada valorativa externa, con las buenas intenciones, por supuesto, que
siempre deben acompañar a la verdadera crítica artística y literaria. En el
caso de la vertiente escrita, hemos terminado siendo los propios escritores los
que hemos ensayado la crítica del fenómeno que nosotros mismos protagonizamos,
y ya se sabe los riesgos de ser juez y parte, sin desconocer la pequeña ventaja
de ser enjuiciadores de una especialidad que nosotros conocemos mejor que los
que no la ejercen. Ya sabemos también que todo en la vida tiene ventajas y
desventajas.
Después de 1959 la décima cubana ha ido
evolucionando cada vez más aceleradamente hacia determinados puntos temáticos y
estilísticos. Si estás de acuerdo con esta afirmación, ¿podrías ofrecer tus
perspectivas sobre esos probables cambios?
Párrafos
atrás creo haber respondido tangencialmente esa pregunta, sobre todo en la
«mecánica» que puede percibirse en este proceso. En esto, como en otros
aspectos, es necesario profundizar los estudios, pero a mi modo de ver, esa
evolución que mencionas, para volver a decirlo interpretando a Cintio, es la
transición de una estética «externizadora» a una «internizadora», y desde luego
que los límites entre ambas no pueden «cortarse con tijeras», así como es conveniente
no perder de vista que ambas áreas tienen zonas en que se yuxtaponen, y que
ambas áreas son imprescindibles y consustanciales. Decía Cintio refiriéndose a
la primera de ellas: «Esa superficie, cuando no se adultera ni traiciona,
también nos interesa, porque tiene la fuerza de un relieve vital, de una
manifestación de nuestro ser en la luz».
Algunos afirman, incluso entre los propios
decimistas, que en este momento la estrofa se encuentra detenida si se compara
con sus exploraciones en el pasado inmediato. ¿Qué piensas de esta opinión?
Estancada,
ha sido el término empleado (que es más o menos lo mismo). No me parece, como
dicen ahora los muchachos. Pero sé que no es determinante que a mí me lo
parezca o no me lo parezca. Lo que sí rechazo es lanzar un criterio con viso
conclusivo, sin haber realizado un estudio. Hasta donde tengo información, no
hay resultados de un estudio realizado que pueda concluir, ni que «la décima
actual está estancada», ni que «la décima actual no está estancada».
Entonces
todo queda por el momento en el terreno de las percepciones. Y si de percepciones
se trata, creo que hay que tener en cuenta, por los razonamientos que antes
hice, lo que está pasando a resultas de los certámenes, ya que tenemos por
saldo esa «punta del iceberg». Antes me referí in extenso a los Premios Cucalambé (obvié, por no extenderme, los
excelentes textos provenientes de su «pariente menor» en la Jornada
Cucalambeana, el concurso nacional de glosas Canto alrededor del punto), a los
Premios Fundación de Santa Clara, a los Premios Ala Décima, a los Premios
Décima al filo y Toda luz y toda mía.
Pero
hay otros concursos que divulgan, por ganadores, nuevos textos poéticos en décimas,
como el concurso nacional de glosas Indio
Naborí, y concursos de poesía en general que tienen un premio en décimas,
como el concurso nacional de poesía Regino Pedroso, donde se da un Premio Ala
Décima desde el 2004. O concursos de poesía en general que a veces son ganados
por cuadernos en décimas (son pocos pero
son…, con permiso de Vallejo). No olvidemos, por ejemplo, que en 1999 un
decimario singular como El libro de los
cánticos, de José Antonio Vilaseca —donde lo humorístico se expone con un
alto nivel estético que haría morir de envidia a los poetas españoles
dieciochescos—, mereció el Premio de Poesía Félix Pita Rodríguez, por un jurado
de poetas versolibristas muy reconocido y autorizado, pero que nada tenía que
ver con las reverencias a la poesía en décimas.
Recientemente
(en 2013) se rescató el Concurso de Décima Francisco Riverón Hernández, cuya
primera edición se premió en 1999. Su formato es similar, en extensión quiero
decir, al Cucalambé. Y una vez más llamo la atención sobre el amplio diapasón
de modos de hacer que puede apreciarse en la poesía decimista de la actualidad.
O sea, por si acaso, pongo el parche antes de que salga el grano: para
establecer el posible estancamiento o no, hay que definir también qué se
entiende por tal, y cuidarse de no entender solamente lo experimental más
atrevido como no estancado.
De
todos modos, en cuanto a lo experimental hay suficientes muestras en lo más
reciente premiado: valgan solamente como ejemplos Al revés de lo contrario y El
aeroplano amarillo, de Herbert Toranzo (Premios Santa Clara 2008 y 2012) y Extraños ritos del alma. Antología de voces
en la niebla, de Junior Fernández Guerra, Premio Cucalambé 2015.
Un
proceso tan largo como éste que llamamos de revitalización de la décima
escrita, tan extendido en el tiempo, lógicamente ha de presentar «baches» en su
trayectoria. Recuerdo que en el primer lustro posterior al año 2000 percibí en
una zona del país una tendencia a la repetitividad en muchos cuadernos de
décimas que estaban participando en concursos como Ala Décima y Décima al filo,
al punto de que se podían leer una estrofa de cada uno de ellos y parecía que
se estaba leyendo una zona de un solo cuaderno. De eso conversamos en su
momento con creadores a quienes competía el asunto, y considero que al menos en
aquel momento aquella tendencia fue reconocida y corregido el rumbo por los
creadores involucrados en ella.
Pero
con todo, vuelvo al inicio de esta larga respuesta: hace falta el estudio, con
los instrumentos más científicos posibles, y con el acopio de toda la
información que se necesita para ello, para poder llegar a conclusiones del
estado actual real de la estrofa en su vertiente escrita. Y ese estudio va a
chocar siempre con la descomunal falta de información que ha habido
históricamente, y hay todavía, sobre las realizaciones de la décima escrita
actual, incluso sobre esas «puntas de iceberg» que han sido los libros
galardonados. Siempre pongo el ejemplo de que un volumen que en su momento
significó un giro cualitativo, El mundo
tiene la razón, de José Luis Serrano y Ronel González Sánchez (Premio
Cucalambé 1995, Editorial Sanlope 1996) tuvo entonces una tirada de solamente
300 ejemplares.
Ciertos sectores afirman que no debe
separarse la décima escrita de los concursos y otros fenómenos de la vida
literaria del curso promocional predominante de la poesía cubana. Expresa tu
acuerdo o desacuerdo y argumenta brevemente tu posición.
La discriminación de la estrofa (sin entrar ahora en
largas disquisiciones en cuanto a los porqué de tal relegación) no ha
desaparecido del todo, pero ya no estamos en la misma situación de una o dos
décadas atrás. Por tanto, ya hay que desdramatizar un poco, pienso yo, todo
este asunto: si hay concursos específicamente de décimas, eso nos conviene,
pues en ellos se privilegia esa composición estrófica. Si un concurso dice que
«convoca poesía (incluyendo décima)», eso también nos conviene, y poco importa
si antes ambos fenómenos daban testimonio de la discriminación de la
especialidad: ahora, de lo que dan testimonio, es de la imposibilidad de
soslayarla.
Coméntanos tu experiencia acerca del
desarrollo agrupacional de la décima escrita en Cuba en los últimos años y su
vinculación con otras partes del mundo.
Este
tema merecería una entrevista aparte. Se trata de una tendencia propia del movimiento
decimístico cubano, en particular de su vertiente escrita, muy poco conocida en
el volumen informativo cultural del país. A veces ni los propios poetas decimistas imaginamos la existencia de
un grupo en tal o más cual municipio, en tal o más cual provincia del país. El surgimiento de esa
tendencia al agrupamiento espontáneo tiene un «telón de fondo»: la propia
necesidad de los escritores de interrelacionarse, a causa de la naturaleza solitaria
del trabajo del escritor, a diferencia del trabajo de los poetas
improvisadores, los repentistas, que es por naturaleza colectivo. Por otra
parte, hay una fraternidad encantadora por lo general en el
universo decimístico de cada localidad. Tú mismo te referiste a esto en una
entrevista que te hicieron hace años y testimoniabas tu experiencia de que
cualquier poeta decimista le «mapea» al visitante la situación autoral de la
décima en su territorio, y lo atribuías, con razón a mi modo de ver, a que el
poeta decimista tiene lo «popular» muy cerca, por mucho que se trate de un
poeta «culto».
La
trayectoria de este fenómeno de la vida literaria cubana contemporánea se
inicia, como antes dije, en febrero de 1993, con la fundación en Puerto Padre,
provincia de Las Tunas, del Grupo Espinel-Cucalambé, creado por Renael González
Batista y un grupo numeroso de poetas decimistas. Esta es la agrupación,
digamos, insignia de esta tendencia al agrupamiento —insisto: espontáneo— de los poetas decimistas, ya sea en grupos propiamente
dichos o alrededor de espacios como es el caso de las tertulias. Esto último es
lo que hemos dado en llamar sitios de agrupamiento, donde no incluimos por
supuesto a las instituciones, ya que ellas, de indudable importancia y
necesidad para el movimiento decimístico, no son de surgimiento espontáneo,
sino creadas por las estructuras gubernamentales de Cultura. Es el caso, para
ejemplificar, de la Casa Iberoamericana de la Décima El Cucalambé, en Las
Tunas; la Casa Naborí, en Limonar, Matanzas; el Centro Iberoamericano de la
Décima y el Verso Improvisado (CIDVI), perteneciente al Ministerio de Cultura;
y la Casa de la Décima de Mayabeque, centros surgidos en ese orden.
El propio CIDVI pidió al Grupo Ala Décima en el 2014
la exploración de la existencia de estos espontáneos grupos y sitios de
agrupamiento, y en cumplimiento de ello tenemos desde entonces un documento que
se va actualizando sistemáticamente, y donde hasta ahora tenemos recogidos, en
su orden de fundación —y reseñados brevemente sus características, actividades
y empeños—, una decena de agrupaciones o sitios de agrupamiento, de los cuales pudiera
hablarse in extenso. Ahora bien, a mi
juicio lo más importante es conocer que este movimiento agrupacional tiene las
siguientes características:
1. Actividad sistemática. Cada una de estas
entidades tiene su cita, casi siempre mensual, y varias de ellas tienen su
encuentro nacional. Algunas de las agrupaciones incluso tienen o respaldan más
de una tertulia conducida por sus miembros, tertulias que no tienen que ser
exclusivamente dedicadas a la décima, y ya hemos hablado de la asiduidad y
conveniencia con que la poesía cubana actual en estrofas de diez versos
aparece, en el panorama cultural, vinculada e interrelacionada con las
restantes disciplinas del arte y la literatura.
2. Vocación de inclusividad. Aunque la iniciativa en
cada caso, y su decurso, ha sido protagonizada por los escritores, toda su
actividad se desarrolla sin olvidar los vasos comunicantes imprescindibles y
deseables entre oralidad y escritura, inherentes a la naturaleza de la poesía
en décimas desde sus propios orígenes. No conozco un solo caso en que se
relegue a los creadores de la vertiente repentista en las citas de estas
agrupaciones o sitios de agrupamiento. Por el contrario, se les convoca a
participar junto con los escritores, y lo hacen de buen grado.
3. Singularidad. Cada una de estas entidades se
parece a su público, a su membresía y a las características de la creación
decimística en sus territorios, al tiempo que sus conductores principales le
han aportado a cada una, con la propuesta, anuencia y respaldo de sus
integrantes, un rostro propio que la distingue de las demás. No por desmarcarse
del resto, sino por necesidades propias de su surgimiento.
4. Vocación de servicio comunitario. Toda la
actividad de estos grupos y sitios de agrupamiento involucran a la comunidad en
que están asentados. Sus encuentros son siempre con entrada libre. Se trata,
pues, de trabajo cultural comunitario en el sentido más amplio del concepto. La
población y los creadores entran así en una interrelación mutuamente beneficiosa.
5.
Sentido de comunión. El nacimiento de cada grupo o sitio de agrupamiento ha
sido recibido con los brazos abiertos por los ya existentes, y nunca se han
hecho esperar los ofrecimientos de colaboración de los ya asentados con la
recién creada entidad, así como la cristalización de esos ofrecimientos.
6.
Articulación de trabajo. Prácticamente todas estas entidades, por su propia
voluntad, se han articulado para su trabajo. Hoy por hoy constituyen todo un
sistema de labor entre entidades hermanas que coordinan entre sí la promoción
de sus empeños, sus concursos (casi todas han creado certámenes y cada grupo
entrega premios en los concursos de las otras) y sus encuentros nacionales (por
ejemplo, los grupos Décima al filo y Escritores Rurales coordinan desde hace
años, para diciembre, la realización de sus citas consecutivamente una tras la
otra, y coordinan con la Casa Iberoamericana de la Décima El Cucalambé, de Las
Tunas, para que la secuencia concluya con la celebración del aniversario de esa
institución; el resultado es una verdadera gira de la actividad decimística por
el territorio oriental).
Dos
aspectos más son de ineludible mención en cuanto a este sistema de trabajo que
constituyen las agrupaciones decimísticas cubanas:
Uno es
el hecho palpable de que ellas ya son capaces —en no pocas ocasiones y por el
apoyo de los pobladores, los escritores y los artistas de otras manifestaciones
en sus localidades— de resolver necesidades propias que no pueden resolverles
las instituciones, por mucho que las instituciones las respalden con los
escasos recursos con que cuentan.
Y el
otro aspecto: las conmovedoras muestras de fraternidad que reinan en este
sistema agrupacional y que han alcanzado su máxima expresión en los casos en
que ha habido que enfrentar problemas serios de salud de alguno de los
creadores. Varios han sido los casos en los últimos tres años, algunos con
verdaderos dispositivos de apoyo conformados por decimistas para cuidar en su
ingreso hasta su recuperación a la hermana poetisa o el hermano poeta.
Lamentablemente, en uno de esos casos, el desvelo de los hermanos decimistas no
pudo impedir la pérdida física de un hermano poeta que tendremos siempre presente
en nuestros corazones: Juan Manuel Herrera.
En el
caso del resto de la región iberoamericana, hay todavía mucha distancia entre
las alturas del discurso estético de la décima cubana y la de otros lares, pero
en el intercambio más reciente que hemos tenido con ellos hemos percibido
significativos avances en lo escritural. De ello dan fe los espacios web que
han surgido con posterioridad al sitio Cuba
Ala Décima: el Rincón de la décima,
en México; La décima tiene nombre de
mujer, en Chile; y Guatemala en
décimas. Con todos esos espacios mantenemos vínculos y tratamos de ampliarlos
como podemos, aunque en los últimos dos años, al estar fuera de servicio la computadora
de Ala Décima por necesidad de reparaciones que no hemos podido sufragar, se ha
resentido notablemente el volumen de actividad internacional que veníamos
realizando. No obstante, mantenemos el contacto, actualizamos cada vez que
podemos los enlaces permanentes que están en la portada del sitio Cuba Ala Décima para reflejar la
creación decimística de los países del área, y de esos contactos virtuales se
han derivado otros, aunque pocos, como la participación de Bárbara Calderón
Romero, la presidenta del grupo chileno La décima tiene nombre de mujer
—aprovechando visitas suyas a Cuba con otros objetivos—, en uno de los
festivales de Toda luz y toda mía, en Sancti Spíritus, y en otras dos ocasiones
en tertulias de Ala Décima en La Habana.
A pesar
de lo escuálido de los resultados en la relación de los decimistas escritores cubanos
con sus colegas de otros países iberoamericanos, se observa la misma relación
fraternal que existe en el movimiento agrupacional cubano, actitud que debemos
preferir para que presida todo este movimiento de la poesía en décimas y de la
vida literaria de los poetas decimistas. Estoy convencido de que se trata de
una de las virtudes que nos define, que nos hará avanzar (porque significa la multiplicación
de nuestro mutuo enriquecimiento espiritual y nuestra capacidad para aportar al
enriquecimiento espiritual de nuestros pueblos) y por tanto hay que cultivarla
con esmero, y hay que defenderla. Como hay que evadir todo lo que nos divida.
Si hubiera que sintetizar todo esto en una frase, yo elegiría la tuya, en el
homenaje que te tributó hace años el espacio El autor y su obra: «La mejor
poesía es querernos».
Aunque tienes libros de poesía escritos en
versos libres, el campo literario cubano te identifica con el desarrollo de
esta estrofa. ¿Crees que ha valido la pena tu apuesta vital y creadora por esta
manera específica de ver la poesía?
Asumo que esa «apuesta vital y creadora» por la que
me preguntas no está solamente referida a mi obra creativa individual en esta
disciplina, sino también a mis humildes aportes a todo lo referido a su vida
literaria, incluido el movimiento agrupacional del que hemos hablado antes,
porque todo eso yo lo considero parte de mi obra. En primer lugar, no creo que haya
sido «una pena». Tampoco voy a caer en el eufemístico lugar común de decir que
«ha sido un placer». Creo más bien que se trata de un sino, de un amor difícil,
de una predestinación dolorosa no sólo hacia la poesía, sino hacia la poesía
más desprotegida y necesitada de amparo y aliento, más aún por su condición de
componente de la identidad nacional. Y creo que puedo responder como tú, con
versos tuyos, que simplemente soy «soldado de una milicia invisible y no
desertaré jamás».
Roberto Manzano (Ciego de Ávila, Cuba, 1949). Poeta y ensayista. Su
último libro de poesía publicado es El
forastero, por Ediciones Vigía, Matanzas. También ha aparecido El minotauro y la mariposa, un conjunto
de nueve entrevistas realizadas al autor, publicado por Sed de Belleza.