"Elpidio Valdés"
y otros
filmes cubanos
Fragmento inicial del ensayo
“Décima y cine: Lenguaje
de confluencias. Acoplamientos”
Por C
Es laudatoria la indiferencia del cine con otras formas de la poesía. Lo dijo Marguerite Duras en “El Cine del desgarro”. No es forzoso admitirlo, es el desfase a una continuidad que los espejos prevén: el ojo, el ojo de la cámara, el ojo de la palabra, la revelación de un fenómeno que el espacio de la ficción condiciona a lo desconocido. Quién se atreve, quién se asoma ante el cristal. ¿Pasolini? Es una administración de los demonios. ¿Cocteau? Una pintura animal, intensa en la disolución de las siluetas del espejo.
El Cine es más que un acoplamiento, o una representación habitada y habitable, y la literatura es el techo a esos gritos humanos que escarban las almas de Moliére o Balzac. Eso y más. ¿Y la décima: divergente, y peligrosa, palabra? ¿Contaminación en off de una cortina del texto?
La forma de expresión contamina al Cine, recuerdo, y recuerden, los cuerpos literarios de Orson Welles, las magulladuras poéticas de Pudovkin, el montaje de Chaplin, o los montajes de Chaplin, que acaso imagino en la comprobación de los poemas de Frears. ¿Ciudadano Kane, con su gramatología retórica y alienada, con su montaje capcioso, no podría ser el Ulises fílmico? Es mi apuro filosófico lo que da el vacío. Georges Dracco, Lawrence Ferlinguetti, Fina García Marruz, Novás, Pare Lorentz y John Ascham buscaron allí. La Poesía está más cerca del infierno, pero ambas tienen que pasar por el purgatorio.
¿Y la décima, y ese capricho engordado temerosamente como una víbora africana, que muerde, corroe, sopla, mata? Como un fénix inmortal el ritmo clásico se impone, la décima gobierna una zona de esa criatura poética cubana de comienzos del siglo XXI. Parece utópico intentar un acercamiento entre la Décima (una forma metro, un subgénero) y el Cine. La retroalimentación y la intertextualidad, condicionan los gérmenes plurales que accionan al arte. Un estudio con mayor profundidad sólo podría aseverarlo el futuro.
Tres etapas o características sustentan mi análisis:
1 - La Décima en el Cine.
2 - El Cine en la Décima.
3 - Conjuntos recíprocos en la Décima y el Cine.
1 - LA DÉCIMA EN EL CINE
¿Cómo distinguir la propia sujeción de los filmes cubanos al encuentro del ritmo y la frescura de la llamada estrofa nacional?
Estrofa que se desvanece, retorcida como un fantasma, suicidada, pero acusadora. En muy pocas películas, el verso espineliano mueve a una racionalidad afectiva, a una instrumentación simbólica en el hecho textual.
“Las aventuras de Juan Quinquín” (1966), de Julio García Espinosa, y sobre la novela “Las aventuras de Juan Quinquín en Pueblo Mocho”, de Samuel Feijoó, dibuja el criollismo de los personajes, la utilidad dialógica del choteo típico campesino y una irreductible metáfora de la amistad a partir de los moldes heredados del Quijote y Sancho, y de Tom Sawyer y Huck Finn. La Décima es más que un efecto colectivo, que un salto esporádico y estructural dentro del organismo fílmico, se canta, se hace ceniza en ese amianto que las llamas necesitan.
En el muy conocido filme de dibujos animados “Elpidio Valdés” (1979), de Juan Padrón, se inserta como escapatoria dramática o como hilo al clímax secuencial una controversia cantada por el mismísimo coronel mambí Elpidio Valdés y por el cabecilla voluntario “Media cara”:
MEDIA CARA:
Pero miren quién va ahí,
ese pillo manigüero,
que esconde tras el sombrero
su cara de “yo no fui”.
Se va apurado de aquí
como una frágil chiquilla,
con frío en la rabadilla,
sin aire fiero ni saña,
porque los guardias de España
le hacen temblar las rodillas.
ELPIDIO:
No me tiemblan las rodillas
como no tiembla mi gente (se repite)
que no hay gente más valiente
que mi gente en esta villa.
Si están sanas tus costillas,
y no quieres verlas rotas,
trágate tus palabrotas,
sucias de fango extranjero,
pues tu lengua, pendenciero,
lame a los panchos las botas.
MEDIA CARA:
Mejor será si te callas,
hijo de aura y de mono,
que cuando me envalentono
mi revólver nunca falla.
ELPIDIO:
Tampoco mi brazo falla
cuando yo empuño el machete.
MEDIA CARA:
Te digo que me respetes.
ELPIDIO:
No respeto a una alimaña
que vende su patria a España.
Saca, cobarde, zoquete.
Prácticamente todas las generaciones de niños cubanos, a partir de 1979, han recitado estas décimas, de la autoría de Pedro Péglez González, poeta y periodista, figura clave en la renovación estructural y discursiva de esta forma poética en la actualidad, que mezcla, en este caso, entre ingenio y humor, una de las zonas salvables de la tradición oral cubana. Humor y cubanía también se complementan en “Guantanamera”, 1995, la última película realizada por Tomás Gutiérrez Alea, esta vez, al igual que en “Fresa y chocolate”, codirigida con Juan Carlos Tabío. La pieza de Joseíto Fernández nos va a versionar (como un narrador omnisciente burlón ) las crónicas versadas de un movie road cubano, un encuentro con la sátira negra, con el absurdo de la existencia y la muerte. Puntos altos para la utilidad preceptiva del collage. Al tono de Pedro Luis Ferrer, se revisa la picaresca de cuartetas redondeadas con el aire decimístico en las voces de Juan Miguel González y Gema y Pável.
La vida de Plácido inspira la realización de un filme que con el mismo titulo realizara Sergio Giral en 1986. Aunque el filme se resiente de un manejo esquematizado de las compilaciones biográficas, el valor final se encontrará en la composición de un itinerario lingüístico entre el poeta y su vida. Décimas y otros metros viajarán por la órbita literaria de la Matanzas de principio del siglo XIX. Plácido, espontáneo y sencillo, no destaca por el referendo composicional de la espinela sino por su extraordinaria capacidad como repentista.
Silvio Rodríguez canta unas décimas a su abuelo en “Yo soy donde nace un río”, 1989, de Constante Diego. Poetización ocasional, el poeta cantor deambula por la credibilidad de unos recuerdos que avalanchan adentro. Entre los proyectos futuros del cine cubano habrá que sopesar el homenaje fílmico que preveía Pastor Vega (antes de su lamentable y reciente fallecimiento) al bucolismo nacional, a la décima en su vertiente oral, o sea, a los poetas improvisadores, y en ellos a la figura cimera de su padre Justo Vega, verdadero juglar del repentismo cubano. Hay, en otros formatos (vídeo, televisión), acercamientos a figuras y sucesos importantes que poseen una relación directa con la décima y con su enfoque artístico o social: documentales sobre Chanito Isidrón, Jesús Orta Ruiz “El Indio Naborí”, Luis Gómez, Jornadas Cucalambeanas, y los ya edulcorados guateques de la campiña criolla.
Imposible simplificar el uso simbólico de la Décima como tradicionalidad campesina y lengua ontológica dentro del llamado Cine Rural Cubano. Sólo una decena de filmes, a partir de 1951, se han realizado en el país con el tema campestre. El juego retórico-rítmico, verbal y picaresco de la estrofa nacional asoma una posible lectura gnoseológica de esas películas: “Romance de un palmar” (Juan Orol), la mencionada “Aventuras de Juan Quinquín”, y otras como “De tal Pedro tal astilla” (de Luis Felipe Bernaza), “El corazón sobre la tierra” (de Constante Diego), “El brigadista” (de Octavio Cortázar) y “Jíbaro” y “Otra mujer” (de Daniel Díaz Torres).
Solamente la estabilidad de la industria cinematográfica podrá salvar a esta de caer en el vacío temático y argumental, en la falsedad de un lenguaje, en la repetición de una fórmula desangelada. Urgen los filmes y las epopeyas telúricas como identidad, arma de poesía.