Un
interesante experimento
A su amplio y
valioso quehacer como poeta —en
la oralidad y en
la escritura— y como investigador,
Alexis
Díaz-Pimienta une sus brillantes desempeños
en la narrativa
y la enseñanza de la oralidad literaria.
En todos estos campos de la creación tiene una nutrida obra publicada en
libros, y ha merecido numerosos galardones. Recientemente nos hizo llegar a
varios de sus hermanos en la poesía este interesante experimento que luego
publicó en su blog Cuarto de
Mala Música, y que ahora compartimos con nuestros lectores. Damos la
palabra a Alexis:
Como todos sabemos, la décima es una estrofa clásica formada por diez
versos octosílabos con una estructura que responde al esquema abbaaccddc.
Como todos sabemos, la poesía beat (y el movimiento o generación beat),
es el nombre con que ha trascendido cierta literatura estadounidense de
mediados y segunda mitad del siglo XX, que dotó al universo poético de este
país (y del mundo) de obras trascendentales, conformadas por novelas y poemas
con una estética bien definida, signada por el crudo canto a lo cotidiano y al
ambiente citadino, decadente y fugaz de la convulsa sociedad de San Francisco y
Nueva York en esa época. Pues bien, para este libro hemos creado una nueva
estrofa, la décima beat, que conserva la estructura isométrica y
consonántica de la clásica estrofa española, pero que a su vez hace suyos el
tono áspero, el aire de libertad y de rebeldía estéticas (con versos de largo
aliento y estilo narrativo), de las obras de Jack Kerouac, Allen Ginsberg,
William Burroughs, Peter Orlovsky y otros poetas beats. Pero ojo:
también encontrarán aquí el aire transgresor de un Vladímir Mayakovski o de un
Yevgueni Yevtushenko (nada casual, por cierto), y la poética subversiva y
liberadora de un Virgilio Piñera. No digo más. Que lo disfruten.
DÉCIMAS BEATS PARA LIGAR MUCHACHAS JÓVENES "SIN LA AYUDA
DESINTERESADA DE LA UNIÓN SOVIÉTICA"
MIRADAS
En las calles de la ciudad donde nací (La Habana) las muchachas jóvenes
tienen algo que no tienen la mayoría de las jóvenes que he conocido en otras
ciudades:
cuando un hombre las mira directo a los ojos le sostienen la mirada con
tal honestidad que quien las mira termina creyéndose que fueron ellas quienes
lo han mirado.
Es algo, creo yo, relacionado con la cantidad de lluvia que cae en los
veranos, o con la verticalidad de las palmas que pululan en las calles de El
Vedado,
algo endémico, autóctono, un sello identitario más, un argumento que yo
no sé por qué nuestros políticos no usan para hablar de los atractivos de la
isla y sus bondades.
Lo curioso es que esa misma “honestidad óptica”, por llamarla de alguna
manera, esa limpieza en el mirar, las mujeres la pierden cuando dejan de tener
esas edades.
Es raro pero ocurre, lo tengo comprobado y me molesta de cierta forma,
porque es como si fueran otras al dejar de esconderse tras el velo feliz de las
hormonas.
La solución que han encontrado las más listas es llevar gafas de sol,
esos cristales oscuros tras los que se esconden, hasta que uno no sabe si son
afiches o personas.
Yo me quedo durante horas mirándolas pasar indiferentes e intentando
romper con la vista esos modernos cinturones de castidad que todas llevan en la
cara.
Mas ya estoy mayor, demasiado mayor, lo más que logro es que me digan la
hora cuando les pregunto o que me pidan fuego (yo no fumo) o que me midan ellas
con la misma vara,
aunque por suerte siempre pasa una joven, púber, adolescente, que se
queda mirándome como si fuese la solución a su próximo examen, y yo caigo en la
lona.
LECCIÓN DE ECONOMÍA
Hace años que el costo de la vida en La Habana es insufrible para la
mayoría de sus habitantes,
años que nadie lee el Granma ni ve noticias en la tele porque la
realidad es diferente.
Entre el poder adquisitivo y el salario promedio hay un abismo, bien lo
sabe aquella adolescente
que se ríe a mandíbula ventana en cuanto sus padres le hablan sobre lo
buena que era la vida de antes.
Eso que llaman “producto interno bruto” del país ha servido de
inspiración a algunos comediantes,
pero los chistes fáciles (y estos son fáciles) siempre me han parecido
una ofensa a nuestra inteligencia,
así que, serio, me siento a contar guaguas como el que cuenta olas en una
terapia contra la impaciencia
y cuando voy por quince pasan unas jóvenes de unos quince años bebiendo
noche a pico de botella
y yo, perrito de Pávlov, observo a una y no contengo las ganas de irme a
beber noche junto a ella,
pero saco la cartera y es muy alto el precio de la noche para alguien que
ya no está en la adolescencia.
DÉCIMAS PARA LIGAR MUCHACHAS JÓVENES “SIN LA AYUDA DESINTERESADA DE LA
UNIÓN SOVIÉTICA”
para Claudia Acevedo
I
Siendo adolescente, a mediados de los años ochenta, las muchachas más
bellas con las que compartía clases y bailes siempre estaban enamoradas de sus
profesores.
En esa época empezó, secretamente, la “tembofilia” de las adolescentes y
el “lolitismo” de los adultos, una actitud nabokoviana hasta entonces mal
vista.
El caso es que todas aquellas niñas comestibles, púberes, a las que el
sexo les olía a naranja y se pintaban los labios con el color de la bandera
comunista
actuaban como absolutas criminales con sus congéneres del sexo contrario,
que teníamos que conformarnos con las anécdotas soeces de sus educadores.
En realidad, no eran soeces los comentarios, sino burlescos, con ese tono
de burla compasiva que solo son capaces de lograr ciertas personas mayores.
Yo estaba loco por llegar a esta edad en la que la mayoría de los hombres
exhibimos “barriguitas de casado”, según ciertas ninfas preocupadas por la
estética.
Una edad en que la mezcla de vigor y experiencia constituyen un cóctel
explosivo en el imaginario transgresor de jóvenes que separan el placer de la
ética.
Y aquí estoy ahora, yo, como un auténtico “pureta”, un “temba”, un
“cuarentón interesante”, un vulgar “papirriqui” en el argot actual de las
Odalys y de las Yunis-locas,
esas jóvenes extrovertidas, poseídas por el don de la locuacidad, que
caminan como si tuvieran dos ombligos y ríen como si tuvieran varias bocas,
un tipo de mujeres nacidas en La Habana (la Moscú del Caribe), a las que
uno les gustaría conquistar, pero “sin la ayuda desinteresada de la Unión
Soviética”.
II
Decidido a ligar a una de estas Lolitas “sin la ayuda desinteresada de la
Unión Soviética” comencé a darle protagonismo a mi Yo más canalla y cartesiano.
Recordé cómo actuaban los profesores del preuniversitario y la Cujae
cuando yo era un joven flaco y con patillas, y mis amigas unos panes con
faldita corta.
Pero ya saben lo que dice la sabiduría popular (aunque en otros
contextos), algo fácilmente aplicable a esta exacta situación: que “el tamaño
sí importa”;
de poco me ha servido posar ante estas “odalyscas” del siglo veintiuno
con herramientas del veinte, pues ellas parecen mayores que yo, lo saben todo
de antemano.
Las jóvenes de hoy son hippies sin tener que escaparse de casa o
ser militantes de la contracultura, son unas simone-frida-woolf eternamente en
ropa de verano.
Y cuando esgrimo mi necesidad de equilibrar sexo y amor (lo más heavy que
se me ocurre en estas circunstancias), ellas me hablan del “sexo platónico” y
del amor carnal.
Lo de “sexo platónico” me parece un hallazgo, pero a ellas les parece
gracioso lo de hallazgo y me miran como si no supieran si soy animal o vegetal.
Entonces yo pongo cara de alumno de Grotowski, vestido de negro, para que
no interpreten mal mi desnudez ni mis protuberancias tan indisimulablemente
adultas.
Y ellas me sacan la lengua con un gesto infantil, se muerden los labios
con un gesto muy adulto, y se me acercan y se me alejan con un gesto de claras
intenciones ocultas,
mientras yo busco algún soldado ruso, mejor dicho soviético, que me
enseñe a romper el cerco a Stalingrado si el enemigo usa el arma secreta del
deseo sexual.
III
Porque un “temba” que ejerce bien de “temba” no debe caer en esos tópicos
de las discotecas, el alcohol, el cine porno y otros trucos tan mal vistos a
ciertas edades.
Nabokov no es Humbert Humbert como Adrian Lyne no es Jeremy Irons ni Irons
es Humbert Humbert, del mismo modo que todas las Lolitas que sueñan ser Lolita
no son como Lolita.
A esto unos le llaman concupiscencia, otros lujuria, otros lascivia, o
calentura o apetito venéreo o “titimanía”, mas yo lo llamo el síndrome del
“quita-quita”;
o lo llamo por su nombre científico: “Poetijuvenilia” adquirida de
carácter benigno, clasificada así en el Expediente Equis de las enfermedades
y reconozco (debo reconocer), admito (debo admitir), sin que vean
jactancia en esta afirmación, que yo he sido asediado durante muchos meses en
varias ciudades
por jóvenes amantes de la poesía que actúan como amantes de la prosa en
un claro adulterio emocional que no existía antes en este lado del Telón de
Acero.
Y claro, uno está mayor, y están clarísimos sus puntos débiles y lo del
equilibro entre fondo y contenido y “el carácter irreversible de la historia,
¡compañero!”
Así que al enemigo “ni un tantico así”; por eso cuando me emocionan las
púberes condescendientes con los “tembas” dedicados a los músculos de la
literatura
me protejo y me refugio en la distancia que dan los libros gruesos (no
los buenos, los gruesos), y disfruto a plena conciencia de la parte adolescente
de una mujer madura
que no entiende qué tiene que ver la Unión Soviética con mi manera de
abrazarla, quitarle la ropa, evocar nuestras adolescencias respectivas y decir
“te quiero”.
ARTE POÉTICA Y FINAL
para Roly Ávalos, otra vez
Según mi sobrino, el poeta Roly Ávalos, estos poemas tienen un “amargo y
nostálgico tono crítico al sistema y las influencias y flatulencias del
pasado”.
Lo de las “influencias y flatulencias del pasado” me ha gustado
muchísimo, concretamente, me interesa ese concepto tan personal de
“flatulencias influyentes”.
Lo del pasado puede ser discutible. Por eso siempre digo que los
poemarios crípticos solo deben ser leídos por poetas sensibles o muy
inteligentes.
Lo de “amargo” y “nostálgico”, dichas estas palabras a la vez por un
poeta de su edad, demuestra que aún quedan ciertas esperanzas, que, pese a
todo, no todo está ganado.
Dígole: estos poemas no son poemas, son raros textos que he bautizado
como décimas beats, una mezcla de géneros, un auténtico ornitorrinco
literario.
Décima, prosa poética, microrrelato a veces, poesía ensayística, ensayo
en verso y algo de crónica: los limpios reportajes del dirty realism necesario.
Porque, ¿a quién hacen falta tantas definiciones y para qué?, me pregunto
yo y debe preguntarse el joven poeta Roly Ávalos, ¿quién necesita de tantas
etiquetas?
¿La Habana es una isla dentro de una isla?, como dicen algunos, ¿La
Habana es la ciudad sin puertas ni ventanas que vive defendida por los
catéteres y por las libretas?
¿Y por qué “amargos”?, ¿“nostálgicos” de qué?, ¿y qué tipo de mala
digestión o alimento ideológico nos llega desde el pasado hasta convertir el
pre-siempre en flatulento?
¿Un “tono crítico al sistema”? ¿A qué sistema? ¿De verdad hacen falta
eufemismos sistémicos? Dígole: ¡ojo! Toda arte poética es un ejercicio de
amaneramiento.
Dicho esto, lo peor que le pueda pasar a la poesía es que las chicas
jóvenes, ahora que ya no existe la Unión Soviética, no les sirvan de excusa a
los poetas.
De los numerosos lauros merecidos por este autor en la disciplina de la
décima escrita, el Premio Iberoamericano Cucalambé 2003, por Confesiones
de una mano zurda, es solamente un botón de muestra. De ese
libro hemos publicado, entre otros, los
poemas Mensaje
urgente para mi hijo Axel, después de releer El Principito, Un
pagaré para las azoteas y Cine perdido. También en nuestros
archivos, pueden verse sus Décimas
contra la guerra, sus estrofas
improvisadas en el programa televisivo Con dos que se quieran y el encuentro de Alexis y
Philip Pasmanick con el Grupo Ala Décima. Más recientemente su poema
costumbrista Habana
WiFi, de fino humor popular, y su texto Baracoa,
mon amour, en solidaridad con el pueblo de esa ciudad, azotada por el
huracán Matthew. Acercamientos a la
obra de Alexis, en la antología on line Arte poética. Rostros y
versos, del poeta salvadoreño André Cruchaga.
Una información más abarcadora puede encontrarse en el sitio
web de Alexis Díaz-Pimienta, en su blog Cuarto de Mala Música y en
el blog de su Proyecto
Oralitura.