Tres
promociones
alrededor
del punto
La influencia de un libro emblemático de Adolfo Martí Fuentes en las siguientes promociones de escritores de décimas
Por Waldo González López
De su libro La décima dice más
(Editorial El Mar y la Montaña,
Guantánamo, 2005)
En 1971, un poemario y un decimario se convertían en instantes decisivos para no pocos creadores entonces jóvenes, quienes advertimos en ambos libros faros iluminadores. Son éstos Historia tan natural, de Félix Pita Rodríguez (del que me he ocupado en varias ocasiones) y Alrededor del punto, de Adolfo Martí Fuentes, que con la mayor fortuna inaugurara el premio de décima en el Concurso 26 de Julio, a tres años de creado.
Más tarde, en mi breve ensayo «La nueva décima: un logro cultural de la Revolución», subrayé que Alrededor... abre verdaderamente nuevas posibilidades a los poetas jóvenes, que lo consideran con razón, en esos instantes, motivo de referencia y fuerte influjo.1
Jesús Fuentes también señalaría en «Los puntos sobre las íes» (Premio Ensayo 1984 del IX Encuentro-Debate Nacional de Talleres Literarios) que ese volumen «marcó nuevos rumbos y posibilidades», pues «con él la décima alcanzó en aquel momento una imprescindible dignidad literaria, tanto desde el punto de vista temático como lingüístico. Y fue además punto de partida para nuevos creadores y empeños». 2
Y en 1986, a propósito de los tres lustros del decimario, comenté, en el diario (hoy semanario) Trabajadores, que «abrió nuevos cauces a esta estrofa en Cuba», ya que su incidencia sobre los creadores juveniles se percibe «en la apertura y amplitud de ideas novedosas, en ese registro de posibilidades que aportó este libro renovador en la poesía cubana de la Revolución».3
Tal emancipación de la estrofa no quedaría sólo en el clamor, lógico por demás de aquellos años fundacionales y feraces. En 1990, al evocar la prolífica década del 70 para la décima —en medio del denominado por Ambrosio Fornet «quinquenio gris» que acontecía en no poca de la narrativa publicada entonces—, uno de aquellos nuevos decimistas (según los llamé en mi ensayo de l978 ya aludido, tan polémico, por lo demás), Luis Beiro, desde República Dominicana, connotaría, en el ensayo que sirve de prólogo a su Panorama de la décima, que el libro de Martí Fuentes «introduce como pocas veces antes en la historia de la décima, el ingenio literario, al causar revuelo entre los jóvenes de esa década». 4
El prologuista del ya clásico volumen, Raúl Luis —quien integrara el jurado que lo premió, junto a Eliseo Diego y Luis Pavón— lo definía con razón como un «libro excepcional», gracias a los recursos empleados y a su «amplio registro de la escala estrófica», toda vez que su autor no se limita a los cánones octosílabos, sino que los viola, logrando dimensionar su diapasón expresivo, 5 arista analizada in extenso, su ensayo citado, por Jesús Fuentes.
Este aspecto, como otros, luego sería estudiado por Adolfo Menéndez Alberdi en La décima escrita, 6 donde el también poeta hurga en Alrededor... demostrando algo que ya sabíamos: muchas de las innovaciones de Martí Fuentes habían sido realizadas por poetas de diversas épocas, desde Sor Juana, Tirso, Quevedo, Góngora y Lope de Vega, ya en la Época de Oro. Pero —y aquí no concuerdo con Menéndez Alberdi— en el decimario de Martí Fuentes, como en los seguidores de mi promoción y las posteriores —que pronto veremos—, lo «nuevo» residía y reside en que esas violaciones de ciertas reglas se apoyaban y apoyan en un contenido que refleja la realidad de entonces y ahora con poesía, gracias a la hondura, el rigor y la cultura con que se asumió y asume la estrofa o, mejor, para decirlo con autor de Alrededor... «esta cárcel de aire puro», en su Décima final del volumen.
Antonio Gutiérrez Rodríguez también precisa que Martí Fuentes «es quien dinamiza ese movimiento creativo de la décima irregular» que aún persiste con fuerza en nuestro país, y enseguida añade: «La mejor y más saludable crítica cubana ha destacado sus portes estructurales, variaciones de la forma y soluciones novedosas relacionadas con la construcción de esta estrofa». Y añade algo muy significativo: «a temas viejos les incorpora poesía nueva», 7 lo que entronca, sin duda, con la avidez por la mejor poesía universal contemporánea —y no sólo los clásicos—, por parte de sus continuadores jóvenes; desde la generación del 27 hasta Navarro Luna, Guillén, Ballagas, Florit, Félix Pita Rodríguez y Eliseo Diego, entre otros, algo que luego harían la segunda y tercera promociones.
De Eliseo no poco se tomó formalmente; además, mucho influyeron —e influyen aún en los ahora jóvenes— sus motivos intimistas, de una poética «más de adentro» por personal y sugerente. Pero quiero decirlo con Jesús Fuentes, quien, al abordar la décima de Eliseo La guerra —incluida en su poemario de 1958 Por los extraños pueblos—, define aspectos que muy bien se avienen con los presupuestos de las tres promociones posteriores a Alrededor...: La articulación rítmico-melódica discrepa con la lógica-sintáctica, produciéndose un marcado encabalgamiento en casi todos los versos, ya que la idea no se completa en el octosílabo, sino que se extiende hasta ocupar otras sílabas en otros versos del poema. El poeta busca con ello, además, una intención coloquial, íntima, neutralizando todo efecto declamatorio. 8
El influjo de Martí Fuentes se da, claramente, como dije antes, en tres promociones con diversos autores. La primera —de los años 70— incluye, entre otros, a Ramiro Duarte y David Chericián (nacidos en l940; el segundo fallecido en el 2001), Luis Hernández Serrano y Waldo Leyva (en 1943), Renael González y Alberto Vega Falcón (1944), Pedro Péglez González y Ernesto Carralero (1945), Osvaldo Navarro, Virgilio López Lemus, Luis Rogelio Nogueras, Mariano Ferrer y Waldo González López (1946), Alberto Serret (1947-2001), Raúl Hernández Novás (1948-1994), Aramís Quintero (l948), Ricardo Riverón y Roberto Manzano (l949), Luis Beiro Álvarez, Luis Toledo Sande, Luis Álvarez Álvarez, Efraín Morciego y Antonio Gutiérrez Rodríguez (1950).
La segunda —de los 80— reúne a María Josefa Acosta y Orlando González Esteva (nacidos en 1952), Rodolfo de la Fuente (también trovador y compositor), Fermín Carlos Díaz, Sergio Morales Vera y María Josefa Reyes (1954), Juan Manuel Herrera (1956), Reina Esperanza Cruz y Adalberto Hechavarría (1956), Felicia Hernández Lorenzo y Alexis Castañeda Pérez de Alejo (1957), María Liliana Celorrio y Agustín Serrano (1958), Fernando García, Alfonso Quiñones, Alberto Lauro y Antonio Arias (1959).
Por su parte, la tercera —de los 90— es tan numerosa que prefiero agruparla por regiones. De tal suerte, se nuclean en Las Tunas —uno de los más sólidos bastiones de nuestra estrofa—, entre muchos otros: Carlos Téllez (1960), Adriano Galiano, Domingo Mesa y Daniel Laguna (1961), Carlos Zamora y Antonio Borrego (1962) y Leonel Pérez (1966). A esta cohesión de Las Tunas colaboran el Concurso Cucalambé, de larga vida, y la Editorial Sanlope, que publica los premios de ese certamen nacional, así como otros volúmenes que divulgan los mejores autores del país, sin menoscabos generacionales, como debe ser. Ya en el 2000 el Cucalambé amplió sus fronteras y devino iberoamericano. En ese año y el siguiente (2001) los Premios recayeron en tres cubanos de distintas promociones (al del 70 y del 90): Pedro Péglez González, con (In)vocación del paria (2001), José Luis Serrano, con Examen de fe (2002) y María de las Nieves Morales Cardoso, con Otra vez la nave de los locos (2003).
Villa Clara —otro punto decisivo en la décima que, por suerte, dispone de las Ediciones Capiro y Sed de Belleza— agrupa, entre otros, a Arístides Valdés Guillermo (1960), Jorge Luis Hernández Pérez (1961), Jorge Luis Mederos (1963), Frank Abel Dopico (1964), Williams Calero (1965) y Yamil Díaz (197|1). También, del centro de la Isla, en Cienfuegos, son Alpidio Alonso (1963), Fernando J. León Jacomino (1968) y Joel Garnier (1971).
Más poetas jóvenes de esta promoción están dispersos en otras provincias: en La Habana, Elizabeth Álvarez Hernández (1976); en Pinar del Río, Alberto Peraza (1961) y Nelson Simón (1965). Y en la capital, Alexis Díaz Pimienta y David Mitrani (1966), Damaris Calderón (1967)...
Otros autores individualmente descuellan en sus pueblos o ciudades. Valgan los ejemplos de José Manuel Espino (1966), en Colón, Matanzas; José Luis Serrano y Ronel González (1971), en Holguín. 9
Diversos recursos redescubiertos por Martí Fuentes han sido y son utilizados por sus continuadores de las mencionadas promociones. Ante todo, el encabalgamiento, que sirvió para que la décima no pareciera tal para los prejuiciados, al romper el esquema gráfico-sonoro-sintáctico a que el primigenio repentismo la había sumido por sus temas, además, carentes de poesía y excedidos de narración monda y lironda. Muchos son los autores que utilizan este procedimiento de encabalgar, sobre todo los más jóvenes como José Manuel Espino, Ronel González, Domingo Mesa, Jorge Luis Mederos y Carlos Zamora. De este último escojo, como muestra, Del tiempo:
Espanta la mordedura
del tiempo, su venenosa
conspiración. No reposa.
Mercader, cuida la altura
de sus cuentas y no apura
venganzas. Sobre la mesa
deja naipes y corteza.
Infalibles ministerios
le cuidan, trazan muy serios
las fronteras mas no cesa. 10
La inclusión, como epígrafes y motivos, de versos no comúnmente socorridos por el repentismo y debidos a significativos poetas contemporáneos, fue otra de las claves de Adolfo Martí Fuentes para quedar entre esas promociones aludidas. En su libro hay todo un muestreo de la mejor poesía cubana, desde Silvestre de Balboa, pasando por MiIanés, Martí y El Cucalambé, hasta llegar incluso a sus propios colegas, como Navarro Luna, Guillén, Mirta Aguirre, Ángel Gaztelu, Eliseo Diego, Cintio Vitier y Roberto Fernández Retamar.
Tal vertiente ha sido muy bien asimilada por sus continuadores. Así, en gran número de los decimarios publicados —o en estrofas incluidas en poemarios y plaquettes— las distintas promociones glosan, parafrasean u homenajean versos de sus colegas.
La huella de Alrededor... se expresa, además, en los muchos motivos tomados de este libro fundacional, sobre todo por la última promoción, buen ejemplo de lo cual es Zunzún, de Espino, que incluida en su decimario de 1989, Sueño de una noche de verano, glosa el verso reiterativo o anáfora de la décima homónima de Martí Fuentes: «Zunzún, detalle del viento».
El propio Espino es, por cierto —entre los autores de las tres promociones— quizás el que más elabora los estrambotes, procedimiento empleado por Adolfo en su libro, como se observa en sus textos «Fantasía» y «Nómina» (que para Menéndez Alberdi son apenas décimas «alargadas». Ello, sin embargo, no es práctica común entre sus seguidores, como sucede con las decimillas (que en Alrededor... no aparecen). Pero en las siguientes promociones sí se adoptarán los mas variados metros de arte menor, hasta llegar a Antonio Borrego, quien —en su Primera Mención Cucalambé de 1992, Terrenal— muestra la siguiente, cuyo título es más extenso que la suma de los versos monosílabos que la componen: «Cuando nada importa y la gente anda buscando un túnel». Y dice así:
Huel-
ga
ya:
piel,
miel,
tú.
Su
crin
sin
luz.
Otro ejemplo es Ronel González y su Decimilla tetrasílaba para elogiar tu voz:
Es tu voz
diferente
como un puente,
tan veloz
que una adiós
no la ignora.
Voz que añora
lo soñado,
cruel venado
de la aurora.
Alteraciones como los versos irregulares (se aprecian en Girasol, Ceiba y otras de Alrededor...), entre ellos los de «cabo roto» (buen ejemplo es A Ernesto Che Guevara) y los versos sueltos (como Saludo), tendrían igualmente seguidores en poetas de las mencionadas promociones. La reiteración en Alrededor... se ofrece en diversas formas. Desde la anáfora o repetición de un verso y la casi completa de otro en Zunzún, hasta la del mismo adjetivo en Ciclón («ciega bestia, ciego toro»), pasando por la recurrencia continua de un vocablo, incluso en el título, Amor: «mudo amor, ceñido amor, / mágico amor asombrado, / tenue amor enamorado».
En otros momentos, como en Mar de Cojímar, la reiteración va más allá, ya que además de que en cada una de sus seis décimas se repite el cuarto verso de la primera, en el quinto de la final se retoman los versos iniciales.
En el caso de Cocuyo, el primer verso: Por ti, capellán alado, juega con el último: mi pequeño capellán, al abrir y cerrar con el mismo sustantivo. Algo asumido —en Dulce era la luz como un venado, Premio 26 de Julio en 1989— por Ricardo Riverón en De flores.
En realidad, todos estos recursos ya existían, como ha demostrado Menéndez Alberti, pero Martí Fuentes los supo recrear con indudable maestría y aliento lírico. Por ello, tanto aportó y aporta aún este volumen, al descubrir, en un momento crítico para la décima en Cuba, que nuestra estrofa puede y debe ser ni más ni menos Poesía.11 De ahí que algunos de sus temas fueran asumidos por no pocos de sus «hijos poéticos».
Por otro lado, sus Décimas truncas —que para Menéndez Alberdi son «simples sextillas»— influirían sobre Luis Beiro en su volumen El mundo que nos rodea, particularmente en su preámbulo Respuesta, como en Criterios (I), Leyenda de Roxy y Decisión. Beiro igualmente incluye décimas truncas de seis, ocho y hasta menos versos, como sus Proverbios, en realidad conjunto de redondillas y hasta pareados, tal «Cuando la amistad se asome / hay que ver quién la propone», así como décimas monorrimas (Guitarra). Este libro —valga decirlo— es el más irregular de los publicados tras la edición de Alrededor... cuya estética continúa con fidelidad como ningún otro.
En Alrededor... además, Martí Fuentes acude a versos sueltos, algo que continúan algunos de sus seguidores. Dice Adolfo:
El dolor no tiene casa,
siempre vive en el camino,
y es tan taimado y mezquino
que al hogar de quien lo encuentra
se apresura, toca y entra
sigiloso y clandestino.
En Leyendo a Granma se combinan versos asonantados, consonantados y sueltos. Este recurso en estilo cortado, a la manera periodística, sería empleado mucho después por Alexis Díaz-Pimienta y David Mitrani en Robinson Crusoe vuelve a salvarse que premiáramos en la edición de 1993 del Cucalambé —compartido con Sábado solo, de Renael González— Nieves Rodríguez, Virgilio López Lemus y yo.
Otras irregularidades realiza Martí Fuentes, que no serían tan apreciadas por sus continuadores, como las décimas-romances, por así llamarles. De tal suerte, en las cuatro de Aprendiendo a bailar la samba, reitera los dos versos iniciales y el primero en el noveno, por dar más musicalidad a sus estrofas. Para lograr aún mayor ritmo repite el sustantivo esclavos entre el quinto y el octavo versos, y el adverbio de negación, hasta resultar cercano a la poesía sonera de Guillén:
La samba nació en un morro:
fue en Mangueira que nació.
La samba nació en un morro:
fue en Mangueira que nació.
Esclavos la amamantaron,
esclavos con su tambor,
esclavos son todavía,
esclavos no serán, no.
La samba nació en un morro:
y del morro se escapó.
Lo repetitivo o anafórico —siempre en ascenso cualitativo, nunca gratuito— adquiere ribetes rítmicos, como en el ejemplo anterior, o líricos, incluso en un motivo tan utilizado en la décima como en el girasol. Y a pesar del peligro de los lugares comunes, Martí Fuentes logra, con recursos entonces novedosos, un resultado de alta calidad. En la mencionada décima se vale igualmente de lo lúdrico de la jitanjáfora, tan cara a Alfonso Reyes y a los vanguardistas Mariano Brull y Emilio Ballagas y tan utilizada, tras la edición de Alrededor... en la poesía para niños, que llegaría a fatigar. Asimismo, la adición de dos versos, la enumeración de vocablos y la rima interna cruzada le sirven al poeta para enriquecer su caudal expresivo. Veamos, entonces Girasol:
Gira-luna, gira-sol,
gira que gira, girando
mi girasol, ¿dónde?, ¿cuándo?
piernas de aceite y alcohol.
En rubio mar caracol,
¿cómo?, ¿por qué?, a rey brillante
semblante contra semblante,
latido contra latido,
mi girasol sorprendido,
triste, loco, mudo, lerdo:
él, esclavo del recuerdo
y yo, dueño del olvido.
Por cierto, esta décima alargada hasta doce versos descuella entre las mejores del libro. Incluida en la primera sección Dos puntos, es notable lo mucho que se aproxima por su valía a Ceiba —también dodecasílaba— y Flamboyant. Del propio modo, en esta parte del volumen está la animalia muy bien conseguida por el autor: Zunzún, Sinsonte y Cocuyo, momentos de alto vuelo —y valga la imagen.
Otro de los aspectos representativos de Alrededor... es que, a partir de su aparición, puso en boga el predominio de una sola décima, lo que en muchos de sus seguidores de las dos primeras promociones se tornó distintivo. Valgan, en la primera, los casos de: Osvaldo Navarro, Luis Toledo Sande, Virgilio López Lemus, Alberto Serret, Luis Beiro y Waldo González López. De la segunda, eligen esta manera sobre todo: Fermín Carlos Díaz, Rodolfo de la Fuente, Alberto Lauro, María Josefa Acosta, Juan Manuel Herrera y Adalberto Hechavarría.
Otra característica que vincula definitivamente al poeta con sus continuadores es que durante más de dos décadas, y tras resultar premio en 1971 en el 26 de Julio, fue jurado en este certamen, donde galardonara —junto al siempre recordado Raúl Ferrer y Jesús Orta Ruiz— 12 un haz de volúmenes que, sin dudas, brillan entre todo lo aparecido por esta importante vía divulgativa. Los días y los hombres (1975), de Osvaldo Navarro; Tú eres mañana (1978), de Carilda Oliver Labra; Paisaje y pupila (1982), de Rodolfo de la Fuente, y Soldado del tiempo (1988), de Luis Beiro, todos Primeras Menciones o Menciones que están al mismo nivel (y en ocasiones superan) los premios de esos años.
Por fortuna, merecerían los máximos lauros, en distintos momentos, libros de este jaez: De donde crece la palma (1983), de David Chericián, Una cosa es con guitarra (1988), de José Luis Rodríguez Alba, Y dulce era la luz como un venado (1989), de Ricardo Riverón, y Días de naipes (1990), de Nieves Rodríguez (si bien en esta última edición no participó como jurado, por decisión propia, Martí Fuentes).
En otros eventos, también el poeta dejó sus huellas, al escoger los mejores libros de autores jóvenes, según aconteciera, por poner un ejemplo, en el Premio de la Ciudad, en Holguín, donde distinguiría, en 1991, Algunas instrucciones para salir del sueño, de Ronel González (quien, por cierto, continuaría mereciendo consecutivamente dicho galardón hasta 1994).
El Concurso 17 de Mayo —de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP)— también solicitaría la colaboración de Martí Fuentes como jurado durante muchos años. Y en todas sus ediciones, el autor seleccionó lo que más valía, casi siempre de noveles poetas, acorde con su estética renovadora. Por ello, la admiración y el apego a su quehacer se corroboran en diversos autores de las tres promociones de distintas formas: desde la dedicatoria de un cuaderno (como Hambre del piano, Premio Cucalambé 1992, de Carlos Téllez), hasta glosas, paráfrasis y citas, muestras de fiel pupilaje que evidencian su maestrazgo en la estrofa hispanocubana.
El entusiasmo generado por este fundamental volumen durante los 70 —para decirlo con Antonio Gutiérrez Rodríguez— «crea una gran expectativa que entre los jóvenes llega a convertirse en verdadera euforia». 13 Pero tal exultación lírica llegaría hasta hoy, y no se quedaría sólo en esos años. Ya en ese tiempo, la promoción de los 70 comienza a publicar algunos títulos. Mas, sólo en la década siguiente ve la luz un buen grupo de decimarios que constatan la altura alcanzada por esta estrofa, gracias a la labor conjunta de numerosos poetas, y no solo decimistas «puros», que la enriquecen, siguiendo la pauta de los mejores ejemplos, entre los que se instala por derecho propio, Adolfo Martí Fuentes. Y en la década del 90, a pesar de las limitaciones económicas y materiales, en no pocas plaquettes y breves libros, incluyeron décimas los más jóvenes, lo que corroboraría el afán de continuar el enriquecimiento, la actualización y la renovación de los que diera pauta, en 1971, el poeta en su libro capital, donde evidencia su total rechazo al facilismo, el ripio: lo pedestre. 14
Por la riqueza de su propuesta, avalada por una honda cultura, el poderoso y germinador influjo de Martí Fuentes ha continuado, y continuará siendo motivo de atracción, gracias además a la simbiosis hispanocubana corroborada en su quehacer, desde su emblemático Saludo, pórtico triunfal de su Alrededor del punto. En este magnífico ejemplo «salutacional» en verso libre, acusa irónicamente a quienes miran sobre el hombro nuestra estrofa, olvidando que la Poesía, tal nos enseñara Lorca, es ese secreto o enigma de las cosas, para finalmente subrayar en impronta aunadora de esencias y presencias, y rematar con un verso prestado por uno de sus maestros: Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé. Quiero, pues, concluir estas reflexiones con esta hermosa décima:
SALUDO
(Punto de partida)
A alguno acaso lo ciegue
la luz de tus diez estrellas;
desdeñe tus dulces aguas,
tu sonante geometría.
Yo sigo con tu misterio
guardándome las raíces.
Yo sigo... busco la sombra
de tu obelisco montuno
Quién te escuchó y no te quiso
con un cocuyo en la mano?
Ciudad de La Habana, junio del 95–abril del 2003.
ANEXO
Decimarios publicados en Cuba por las tres promociones, entre1974 y el 2002:
1974. Sobre la tela del viento (Premio José María Heredia 1993, de Renael González.
1975. Los días y los hombres (Mención 26 de Julio 1975, de Osvaldo Navarro.
El autor intelectual, de David Chericián.
1978. Oficio de cantar (plaquette), de Ricardo Riverón.
Paisaje en la memoria (plaquette), de Renael González Batista.
1979. Tú eres mañana (Primera Mención 26 de Julio 1979), de Carilda Oliver Labra.
1980. Contrapunto, de Adolfo Martí Fuentes.
Flora cubana, de Luis Toledo Sande.
1981. Guitarra para dos islas, de Renael González Batista.
Décima y romance, de Raúl Ferrer. 15
Canción de agua (plaquette), de Renael González Batista.
Tengo un ala, de Encarnación de Armas.
Cartas a Roxana (plaquette), de Luis Beiro Álvarez.
Para que salte la vida (plaquette), de Waldo González López.
1982. Paisaje y pupila (Primera Mención 26 de Julio 1982), de Rodolfo de la Fuente.
Alrededor del punto (reedición de éste y Contrapunto), de Adolfo Martí Fuentes.
1983. El mundo que nos rodea, de Luis Beiro Álvarez.
Para que la vida crezca (Mención Cucalambé), de Sergio Morales Vera.
Que arde al centro de la vida, de Waldo González López.
Distancia sur (plaquette), de Renael González Batista.
1986. De donde crece la palma (Premios 26 de Julio y Especial Generación del Centenario), de David Chericián.
Desde el amor, de Ana Núñez Machín.
Estancias y otros modos (plegable), de José Manuel Espino.
1987. Cordeles de humo, de Alberto Serret.
1988. Piel de polvo, de Renael González Batista.
1989. Y dulce era la luz como un venado (Premio 26 de Julio 1989), de Ricardo Riverón.
Sueño de una noche de verano, de José Manuel Espino.
1990. Viajera peninsular, de Jesús Orta Ruiz.
Soldado del tiempo (Primera Mención 26 de Julio 1988), de Luis Beiro
Para que el amor no tarde (plaquette), de Fermín Carlos Díaz.
Con irreverencia y gratitud, de Felicia Hernández Lorenzo.
1991. Algunas instrucciones para salir del sueño (Premio de la Ciudad de Holguín de Ronel González Sánchez.
Feroz la vida, de Fermín Carlos Díaz.
Ocho sílabas (cuaderno), de Renael González Batista.
Viajero del asombro, de Agustín Labrada.
1992. Todos los signos del asombro (Premio de la Ciudad de Holguín 1992), de Ronel González.
Las puertas de cristal, de Arístides Valdés Guillermo.
Escapar al olvido, de Alberto Peraza Ceballos.
En un sombrero de mago, de Antonio Rodríguez Salvador.
La luz me toma (plaquette), de Juan Manuel Herrera.
Cuando el silencio estremece (plaquette), de María Josefa Acosta.
Testigos de causa, de Daniel Laguna Labrada.
1993. Dictado del corazón (Premio de la Ciudad de Holguín 1993), de Ronel González.
Otro nombre del mar (Premio I Bienal de la Décima, Villa Clara, 1992), de Jorge Luis Mederos.
Donde rompe la crecida (Premio Cucalambé 1992), de Domingo Mesa Acosta.
Terrenal (Primera Mención Compartida Cucalambé 1992), de Antonio Borrego.
Hambre del piano (Primera Mención Compartida Cucalambé 1992), de Carlos Téllez.
Figuraciones de la luz (Mención Cucalambé l992), de Ramiro Duarte.
Parto de todos los días, de Daniel Laguna Labrada.
El Cornito teje espumas (plaquette), de Renael González Batista.
Para ocultar su dureza (cuaderno), de Joel Garnier Méndez.
Discurso en la ventana (plaquette), de Alexander Besú Guevara.
Fiesta de espinelas (selección de José Luis Rodríguez Alba): Testamento, de Daer Pozo, Al son de la
espinela, de Arsenio Valdés y Vuelo de guitarras, de María Josefa Reyes.
1994. Días de naipes (Premio 26 de Julio 1990 y Pinos Nuevos), de Nieves Rodríguez.
Sábado solo (Premio Compartido Cucalambé 1993), de Renael González Batista.
Robinson Crusoe vuelve a salvarse (Premio Compartido Cucalambé 1993), de Alexis Díaz-Pimienta y David Mitrani.
El tiempo y yo (Mención Cucalambé 1993), de Sergio Morales Vera.
Rehén del polvo (Premio de la Ciudad de Holguín 1994), de Ronel González.
1995. Beso que desata luz (Premio Cucalambé 1994), de Encarnación de Armas.
Es mayo y quiero cantar (Primera Mención Cucalambé 1994), de Nicolás Roberto González.
Alucinaciones en el jardín de Ana, de Alpidio Alonso Grau.
Aparente descuido, de Williams Calero.
1996. Alrededor del punto (Décimas Completas), de Adolfo Martí Fuentes (selección y prólogo de Waldo González López).
Urgencia por el alma, de Fernando García García.
Por la piel del calendario, de Alberto Vega Falcón.
Aguas del ciervo que canta (Antología de la nueva décima cubana), selección de Carlos Chacón Zaldívar y Antonio Gutiérrez Rodríguez, prólogo de Waldo González López.
Apuntes de verso y canto (plaquette), de Fernando J. León Jacomino.
1997. Mínimo paraíso, de Rafaela Chacón Nardi (compilación y prólogo de Mayra Hernández Menéndez a todas sus décimas).
Sitios de la voz (Premio Cucalambé 1996), de Agustín Serrano.
Bufón de Dios (Premio Fiesta de la Joven Décima, Holguín, 1996), de José Luis Serrano.
México lindo y querido. Décimas cubanas (publicado en México), de Renael González Batista.
1998. Decálogo del retorno (Premio Especial Cucalambé 1997), de Antonio Gutiérrez Rodríguez.
Sueños sobre la piedra (Premio Cucalambé 1997), de Alberto Garrido.
Los estertores del agua (Mención Cucalambé 1997), de Pedro Péglez González.
Nupcial en el extravío, de Alfredo Rodríguez Rojas.
Abril no tiene la culpa, de Encarnación de Armas.
De Madruga viene el canto (publicado en EUA), de Esther Trujillo.
Figuraciones, de Fernando J. León Jacomino
1999. La medida de un suspiro (publicado en Las Palmas de Gran Canaria), de Jesús Orta Ruiz.
Decimario mío, de Ángel Augier.
Estos malditos versos (publicado por la Casa Maya de la Poesía, Campeche, México), de Waldo González López
Perros ladrándole a Dios (Premio Cucalambé 1998), de Carlos Esquivel.
Aneurisma (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 1998), de José Luis Serrano.
Esbozos con figura de muchacha, de Arístides Valdés Guillermo.
Cantares de Novo-Hem, de Gleyvis Coro Montanet.
La suerte azogue, de Jorge Mario Corrales.
Lienzos y juglares, de Ernesto Martí Rivero.
2000. Rosa de mi mansedumbre, de Serafina Núñez (compilación y prólogo de Mayra Hernández Menéndez).
Debajo del seno izquierdo, de Carilda Oliver Labra (compilación y prólogo de Brígido Redondo).
Con esta leve oscilación del péndulo (Premio Cucalambé 2000), de Yunior Felipe Figueroa.
El cuerpo prometido, de Elizabeth Álvarez Hernández.
Meditaciones de Caín, de Rigoberto Fernández Castillo.
Un amor en la ciudad (novela en décimas), de Angelalberto Valdés.
Un espacio en tus besos, de Reynaldo Gil González.
El suave ruido de las sombras, de Frank Castell González.
Cantigas de escarnio, de Osmany Oduardo Guerra.
Donde el amor perdura (publicado en EUA), de Esther Trujillo.
2001 Viajera intacta del sueño. Antología de la décima cubana, selección, prólogo y notas de Waldo González López.
(In)vocación por el paria (Premio Iberoamericano “Cucalambé”), de Pedro Péglez González.
Décimas por un tomeguín, de Roberto Fernández Retamar (selección, edición, prólogo y notas de WGL).
Por tu milagro sonoro, de Jesús Orta Ruiz (selección, edición, prólogo y notas de WGL).
De sí mismo, de Virgilio López Lemus.
Últimas piedras contra María Magdalena, de Nuvia Estévez Machado.
Apuntes desde el filo de la navaja, de Ray Faxas Fernández.
2003.Este amor en que me abraso, de José Martí (compilación, prólogo y notas a todas sus décimas de Waldo González López).
De tu reino la ventura. Décimas a las madres (selección, edición y prólogo de Waldo González López).
CODA
Del 2003 a la fecha (mayo del 2006) han aparecido otros muchos decimarios, gracias a las ediciones territoriales del país, multiplicadas por las impresoras italianas Riso. Sólo llego hasta aquí, pues sería harto extenso este listado.
Por último, quiero dejar sentado que el propósito de este ensayo era y es demostrar con ejemplos mi tesis, aceptada por no pocos estudiosos: el impetuoso avance y desarrollo logrado por las tres promociones, desde la primera (durante la década de los grises años 70 para otras manifestaciones literarias, que no para la décima, como aquí se comprueba), pasando por la segunda (durante los ’80), para concluir en la tercera (en los ‘90), clímax y apogeo mayor del fenómeno sólo aquí acontecido, hecho sin precedente en Hispanoamérica, tal comprobamos desde años atrás quienes asistimos (en mi caso, como asesor y, por supuesto, como poeta-decimista) a las Jornadas Nacionales Cucalambeanas, así como a otros eventos nacionales sobre la estrofa del pueblo cubano, según la definiera ya en el siglo XIX José Fornaris, poeta y colegamigo de El Cucalambé.
WGL: “La nueva décima: un logro cultural de la Revolución”, Bohemia, no. 52, año 7, diciembre de l978, p. 11.
9. De 1995 a la fecha (agosto del 2002), han surgido nuevas voces en el ámbito de la décima en toda la Isla, lo que demuestra la vigencia y revitalización de esta estrofa en nuestro país (algunos con decimarios publicados y merecedores de lauros en el “Cucalambé”: Alberto Garrido (1966), Carlos Esquivel (1968) y María de las Nieves Morales (1969) y, sobre todo, los nacidos en la década del 70, como, entre otros, Nuvia Estévez y Alfredo Rodríguez Rojas (nacidos en 1971), Gleyvis Coro (1974), Pedro J. Medina (1974), Osmany Oduardo, Ray Faxas, Alexey Amarán y Adabys Aguirre (1975), Diusmel Machado y Frank Castell (l976), Junior Felipe Figueroa (1977) y Mayki Fuentes (1979).