martes, 11 de marzo de 2008


Polizón
en la aljaba
de Eros

Por Mariana Pérez Pérez

He decidido embarcarme como polizón en la aljaba de Eros. Cierta curiosidad me cosquillea en los ojos. Si estamos en febrero, cuando todos deciden acordarse del amor, creo que es el mejor momento para rastrear los viajes del niño más travieso por las páginas de la poesía. Aclaro: no toda la poesía, porque de ese modo no alcanzarían todos los febreros del tiempo, y mucho menos los de año bisiesto (como el actual). Solo voy a rastrear los impactos de flecha en las décimas de catorce autores, nacidos o residentes en Villa Clara, cuyos libros –diecinueve en total, más un folleto plegable– fueron publicados entre 1963 y 2007.

Comenzaré por el más antiguo, Donde canta el tocoloro, de Leoncio Yanes Pérez (Camajuaní, 1908 – Santa Clara, 1987). Resulta extraño que, en tan amplia compilación de lo que fueron textos repentistas, apenas se distinga el tema del amor; y digo extraño porque es bien sabido que ese tema nunca ha faltado en las canturías y controversias de poetas; en este libro, sin embargo, solamente encuentro cuatro títulos: “Invitación guajira”, “Guajira enamorada”, “De un guajiro a su guajira” y “ven, pinareña a Las Villas”, en los que prima la invitación a compartir un ambiente bucólico con un amplio regodeo en las bellezas del campo; de esas décimas tomo la que considero más hermosa y típica del estilo espineliano tradicional, aunque no se aprecia una referencia interiorizada al amor de pareja :

Mírate, hermosa sitiera,

en el espejo del río;

ven a beberte el rocío

de la rosa tempranera.

Verás el agua ligera

del rumoroso caudal

tan limpio como el cristal,

que constantemente llega

al torrente, salta y juega

con las flores del juncal.

(“Guajira enamorada”, primera décima)

En el libro, sin embargo, están presentes otros grandes amores como la madre, la patria, la poesía.

Un poeta, en cuyos libros este personaje –tras el cual me escondo– sí va dejando marcas incontables, es Ricardo Riverón Rojas (Zulueta, 1949). De esas marcas, arranco algunas flechas. En su libro Y dulce era la luz como un venado (Premio 26 de Julio, publicado en 1989) resaltan el poema “Tú”, “Del amor” y las secciones “Nada sin amor” (I-V), “Ella sueña con estrellas” (I-VI) y “Que me tenga cuidado el amor” (I-IV), aunque en otros también hay alusiones al tema. Todos son hermosas muestras, por eso escojo mi preferida:

La condeno a conocerme

y a recordar que me visto

con la ternura, que asisto

al sueño donde ella duerme.

La condeno siempre a verme

donde el viento hace un recodo.

La condeno a ver mi modo

de cantarle y mi palabra:

a entrar en mí cuando abra

su corazón hacia todo.

(“Ella sueña con estrellas”. V)

En La próxima persona (1993) también se hace difícil decantar una imagen nítida del amor porque éste se encuentra disperso por todo el libro; me limito a citar la primera de dos décimas que, deudoras de Emilio Ballagas, considero la muestra mejor; se trata de “El impuro nombre que padezco”:

Sobre esta cruz de silencio

que salvo de la ceniza,

pasas tú, mujer. De prisa

soy el que soy, y sentencio

las metáforas que agencio

para soñar que viví.

Pero soy torpe. Nací

de tus senos –de su imán–

y donde estén –si es que están–,

no preguntes por mí.

El tercer decimario de Riverón, Azarosamente azul (2000), aunque se trata de poesía más conceptual, apegada principalmente a una relación intertextualizada con poetas de renombre –como Machado y Lorca, entre muchos otros– no desprecia, sin embargo, a la cancionística popular; de él selecciono su décima endecasílaba “La barca”:

Tan leve es la distancia que separa

a la razón, de estar equivocados,

que al marcharme no sé si mis costados

se quedan donde estás. Qué luna rara

bate el bauprés, se lava con tu cara

mientras hundo mi remo en lo vivido.

Niña o mujer, por olvidarte pido

recuperar –para perder– mi fe,

pues nadie sufre sin saber por qué

dicen que la distancia es el olvido.

Por último, entro en su decimario Bajo una luz que no existe (2005), el cual continúa en la cuerda de la nostalgia por la infancia, con todos sus objetos, personajes y fantasmas, a la vez que sigue tomando préstamos de los poetas preferidos. La sección III –“Amar tras la cortina de papel”– se encuentra, como en otros libros, y en primer lugar, la esposa, pero también: personajes del cine, como Vivien Leight; de la literatura, Emma Bovary, la Rita de Vallejo; de la música, María Bonita, para finalizar con “Carmen mía”, bella glosa de los versos de José Martí –Aquí está el pecho, mujer / que ya sé que lo herirás / más grande debiera ser / para que lo hieras más– que finaliza:

Y yo debiera estar lejos

de estas ganas de existir,

porque el arte de morir

nos acecha en los espejos.

Con mis versos, óleos viejos,

debo, sin mirar atrás,

llegar al mundo en que estás

(toda de espuma en el lecho)

y decirte: aquí está el pecho

para que lo hieras más.

El libro premiado en la I Bienal de la Décima, Villa Clara, 1992, fue Otro nombre del mar, de Jorge Luis Mederos (Veleta) (Santa Clara, 1963). Como su título indica, es el mar –con sus correspondientes marineros borrachos– una presencia que recorre las ventiocho páginas del cuaderno, pero ello no entorpece el deslumbramiento amoroso ante la belleza femenina, como ocurre con “Diálogo sostenido con los ojos de una mujer que pasa”, poema, ya antológico, que se halla también en diversas publicaciones. En él se utilizan elementos comunes (agua, pez, mirada, casa, luz...) que, por la gran destreza del poeta en el manejo de las imágenes, la puntuación y el encabalgamiento, forma un todo, contemporáneo y fresco, que debe mucho a la expresividad del cine:

Barco sin paz, de una ola

tus ojos son la silueta.

Son tus ojos: la viñeta

de una playa. Nunca sola

tu mirada me enarbola

sobre el mar y luego yace.

Luego se va. Luego nace

la sombra y el barco es nada.

Luego no estás. La mirada

se va, se va... se deshace.

Alpidio Alonso Grau (Venegas, Sancti Spíritus, 1963) fue el poeta premiado en la II Bienal de la Décima, Villa Clara, 1994, con Alucinaciones en el jardín de Ana, libro complejo, no solamente por su amplitud y número de secciones, sino por la manera hondamente humanista con que enfrenta dos temas cruciales, el amor y la muerte, grandes preocupaciones dentro de las que palpitan otras: la soledad, la solidaridad, la sinceridad y la naturaleza. Muchas son las excelentes décimas donde percibo el roce de Eros, pero selecciono “Apuntes asonantados de un diario” por su juego simpático y desenfadado –obsérvese en el puente la intertextualidad con “Los zapaticos de rosa”, de Martí:

Hace como treinta besos
que no sé nada de ti,
veinte trenes que me fui
y como quince embelesos.

Hace dos pájaros presos
que nos estamos carteando.

Hace que te estoy llamando
cien teléfonos dispersos.
Y como quinientos versos
de que te estoy extrañando.

Entre los libros de este autor, también de 1995, se encuentra La casa como un árbol, en él sólo aparece una décima –“X (palabras)”– y en ella, una velada alusión al rostro amado: Lejana, uno se asoma y ya no encuentra / tu rostro en los oscuros ventanales, / detenido y fugaz tras los cristales / hasta mi corazón...

Otro espirituano que asumimos como villaclareño es Noel Castillo González (Sancti Spíritus, 1968), quien obtuvo el premio del Concurso Nacional Décimas para el Amor, Las Tunas, 1997, con su poema “Roca de Leucade”, el cual –como casi todos sus textos– se inicia, a la usanza antigua, con una amplia aclaración del contenido: “Roca de Leucade. Amanece. Entre las piedras hallo fina tablilla encerada (último vestigio de otro amante suicida). A su lado el estilo que trazara tristes rasgos... Leo:”. A continuación aparece entonces el poema en décimas octosilábicas, que por su extensión no puedo transcribir; basta la imagen final para comprobar su calidad: “... ¡qué urgencia / de compartir con las olas, / de macerar las corolas / que algún corazón evade / contra los riscos! Leucade, / amar es caer a solas.” Su poemario El pecho de los ángeles (2001) contiene solamente cuatro poemas en décimas, que bastan para considerar al poeta como un decimista de enorme fuerza expresiva y dominio de la estrofa. Uno de ellos, quizás el mejor, se vale del género epistolar apócrifo para trabajar el tema histórico: “Tordecillas, 25 de diciembre de 1535: (última carta a la Reina de Inglaterra)”. Con el fin de acercarse más a la escritura de la época que está reflejando, emplea una nota final: POST SCRIPTUM: Catalina de Aragón, Reina consorte de Inglaterra, nunca leyó la carta: murió a las dos de la tarde del día 7 de enero de 1536. Juana le sobrevivió 19 años, recluida en Tordecillas, fortalecida por el fantasma de Felipe, “El Hermoso”. Creo que no le importó si su misiva llegó a buenas manos; me parece que ya no recordaba haberla escrito. Es acertada la elección del verso endecasílabo, por la fuerza que confiere al poema. Entre las décimas publicadas en los últimos veinte años existen pocas con la pasión y belleza de éstas, que recrean una historia de amor, y en cuyo juego de verdad y fantasía radica la fuerza fundamental del discurso. Ejemplificaré con los seis versos finales de la tercera décima:

Como a un hijo de mí, como a un reproche

lo aguardé trece años... y el empeño

me saja todavía cuando sueño

que es polvo entre mis dedos su figura,

que el tiempo me ha burlado siendo pura

muy pura para Él, mi sol, mi Dueño.

Arístides Valdés Guillermo (Corralillo, 1960), desde la década de los 80 –a cuya promoción pertenece– ha hecho de la décima su oficio principal –junto a la Medicina– si bien a veces emplea el verso libre; con ella ha obtenido importantes premios y reconocimientos, como el Premio Iberoamericano Cucalambé (mención, 1992) y el Ala Décima (premio, 2003). En 1992 vio la luz Las puertas de cristal; en él dedica especialmente al amor cuatro décimas, bajo el título “Miriam, el mar y algunos sueños”, empleando un lenguaje metafórico que combina la ternura y la sensualidad con el paisaje marino. Este poema también se encuentra, con una disposición muy personal de los versos, en su libro Esbozos con figura de muchacha (1999), el cual se dedica por completo al amor, como indica su exergo, tomado de José Martí: “El amor, como el árbol, ha de pasar a semilla, a arbolillo, a flor y a fruto”. Esbozos… está compuesto por secciones que siguen el orden de la sentencia martiana, todo él, por tanto, constituye un gran canto al amor. Personalmente, creo que uno de los más bellos y delicados textos decimísticos cubanos es “En la luz de tu boca el viejo amor”, cuya primera décima expresa:

muchacha

cuando te pones

a la distancia de un beso

regocija el embeleso

la savia de sus botones/

un manojo de canciones

por la sonrisa te asoma

y repartiendo el aroma

que de tus labios arranca

vas imitando la blanca

presencia de una paloma.*

El último libro publicado por Arístides Valdés Guillermo es Meditaciones del náufrago, que obtuvo el Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2006. Del mismo tampoco se ausenta Eros, pero esta vez –por tratarse de una poesía que presenta mayor madurez– ha sido más osado en la búsqueda de la carnalidad, sin desobedecer la voz de la ternura y del dolor que provoca la soledad; en la última estrofa de “La soledad herida” se lee:

La noche así se atavía

de humedades, y elocuente

acoge rabiosamente

las metáforas del día.

El sol audaz desafía

con un gesto a la penumbra,

descorre un párpado, alumbra

los desórdenes de un lecho,

y a otra herida sobre el pecho

la soledad se acostumbra.

“La cierva de oro” es una sección en décimas del libro El peligro del viaje (2001), de Jorge Ángel Hernández Pérez (Vueltas, 1961); algunos de estos poemas muestran la impronta del erotismo, como esta décima atípica (de fórmula abb.ca.cd.dc.d):

Ardo en la sal que desgrana

tu surco de luz. Desnuda,

rompe el arpegio en la duda.

Rompe el cruento sinsabor

que en la miseria te hilvana.

Ardo, feliz, en tu olor

de cobre animal en celo.

Ardo en el mínimo duelo

de tu fugaz esplendor.

Ardo en ti que eres el cielo.

En el año 2001 aparecieron tres decimarios. Me aproximaré solamente a dos porque uno de ellos es Cierta llama, escrito por esta polizón, y no resulta ético husmear en las páginas propias, aunque todas y cada una estén encomendadas al niño sobre cuyas espaldas viajo. Quedan, pues, Razones de infortunio, de Blanca Blanche Hernández (Sagua la Grande, 1968), y Soldado desconocido, de Yamil Díaz Gómez (Santa Clara, 1971).

Razones de infortunio es –en el decir de su prologuista, Michel Martín– un “poemario delirante”. Como ya lo he reseñado en otra parte (1), me limitaré al tema del amor. Encuentro dos poemas: “De la plática con Kali" (2) y “Sed del querer”; tomaré la segunda estrofa del primero:

Amé con tal donosura

pero, verás, confundida;

ay diosa, y por darle vida

a mi amor di sepultura,

y si creí en el que augura

y si temí por mi suerte

y si fingí conocerte

fue porque quise lograr,

a mi fe, resucitar

al sentir que le di muerte.

Por su parte, Soldado desconocido, de Yamil Díaz Gómez, uno de los más reconocidos decimarios cubanos de los últimos años, obtuvo el Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara en el 2000. Aunque el libro centra su discurso en temas como la guerra y la familia, por sus altos valores humanistas es obvio que no podía faltar el amor. “Casi alondra” presenta a la primera novia con toda la candidez de la adolescencia; “Que volveré mañana” refleja, a través de la intertextualidad con una canción popular, la despedida del soldado que se marcha a la guerra: No llores más, ángel mío: / no escucho ya la corneta / sino una risa secreta / que escondiste en el rocío. “Postales de antaño I; glosando a Navarro Luna” encierra, en dos versos de la segunda décima, una fina metáfora: Y lloverá en tu mirada / eternamente, mujer. La sección “Últimas cartas de Cyrano”, inspirada en la obra teatral acerca de Cyrano de Bergerac (3), hace del amor su tema principal, y mantiene un digno y sostenido nivel tropológico con preciosas imágenes:

Tus manos que sigilosas
tejen, Roxana, mi suerte,
laten igual que la muerte
dentro de todas las cosas.

Callo mi amor.
Y te posas
en mi hombro derruido.
Callo mi amor, y es sonido
tu esplendor, que me lacera
como si la muerte fuera
no más que un leve zumbido.

El 2002 fue el año en que aparecieron Saco los sueños, la bruma, de Raúl Alemán Santana, y Mujer que pasó la noche quemando hojas secas, de Lisy García Valdés, que contiene una sección en décimas.

Raúl Alemán Santana (Quemado de Güines, 1961), quien obtuvo el Premio de Erotismo en el Concurso Ala Décima 2001, incluye en su decimario algunos textos de esa línea, tales como “Asombro y humo” y “La flauta de cristal”; tomo esta décima (única) que posee un exergo de Tirso de Molina: “Amor, como ciego y loco, / puede mucho y sabe poco”:

Amor, como ciego y loco,

me lanzo desde la sombra.

Si el heraldo que te nombra

puede mucho y sabe poco:

de las infamias que toco

flotando en tu vendaval,

guirnaldas hago del mal,

campanas de un verso aciago

y del frío viento hago,

una flauta de cristal.

El libro Mujer que pasó la noche quemando hojas secas, de la poetisa Lisy García Valdés (Santa Clara, 1973), dedica una sección, “Heraldos”, a la poesía rimada con los siguientes títulos: “Antigua la voz sin velo” (4 décimas), “Díptico del olvido” (dos sonetos), “Otra vez el ábrego” (6 décimas) y “Heraldos” (5 décimas). Se trata de una poesía basada en la metáfora, visionaria; no obstante, las huellas de Eros pueden observarse, si se buscan con cuidado, en “Heraldos”. La cuarta décima es el ejemplo más nítido:

Importa el beso ya apenas

bajo esquelas. Somos reos

del sol, de antiguos torneos,

fundidos a las cadenas.

En el regazo envenenas

la beatitud del despojo

que cobrara. Cae el ojo

amargo donde la aurora

sin respuesta me demora

y el aire bate a su antojo.

Irina Ojeda Becerra (Santa Clara, 1976) incluye, entre otras, a la estrofa de diez versos en la sección “Breves voces” de su libro Temblando bajo la fronda (2005). Se trata de siete poemas en décimas, los cuales están marcados por la sencillez y la transparente delicadeza que caracterizan una amplia zona de la mejor poesía cubana. Por el erotismo que fluye suavemente desde el primero hasta el décimo verso, propongo “Desnudo de un ángel”:

Era tu cuerpo desnudo

el de un ángel que agoniza.

Era tu cuerpo la brisa

helada del patio mudo.

Caballero sin escudo,

dormías en las arenas

y yo rasgaba tus penas

con mi silencio de ave.

Tu desnudo era la nave

tirada por mis cadenas.

Eros, aunque se ocupe de un problema de adultos, es todavía un niño, y por esa razón escogió, como final de viaje, el libro Días de hechizo, de Mildre Hernández (Jatibonico, 1972) –¿cuántos espirituanos hay en Villa Clara?– Me consta que mi hospedero posee buen gusto literario, pero este libro, además, obtuvo el Premio Sed de Belleza 2006 y fue finalista del Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños (México, 2003). La importante escritora Julia Calzadilla dijo de él: “Un poemario, pues, verde y lozano; fresco como una lechuga”. Como lo que más resalta es el tratamiento lúdico del amor, Eros y yo nos divertimos mucho con estas extrañas cartas de amor que se envían, a veces por correo electrónico, una tojosita y un rinoceronte. Optamos por la primera y la última:

CARTA DE AMOR # 1

Mi tojosita del monte
entre paréntesis loma.
Te escribo esta carta coma
que te llevará el sinsonte.
¿Quién soy? Un rinoceronte
que quiere pedir tu pata
punto y seguido Qué ingrata
esta distancia sin ti.
Dime, tojosa, que sí.
Te quiero coma y postdata.

CARTA DE AMOR # 4

Mi rinoceronte Punto
El servidor está roto,
pero en esta hoja de loto
te mando un abrazo adjunto.
Espera un correo. ¿Asunto?:
que te olvides de tu peso.
Quiero, mi rino, por eso,
que des clic derecho en mi alma:
tojosita arroba palma
punto ce ú
... otro beso.

Eros se sienta en un banco del parque Vidal y deja caer la aljaba; yo, al salir, le sonrío, y él me mira entre asombrado e iracundo. Suspira, recoge sus flechas y, ya liberado de mi terrible peso, se va sin despedirse.

Santa Clara, 14 de febrero de 2008



BIBLIOGRAFÍA

ALEMÁN SANTANA, RAÚL. Saco los sueños, la bruma. – Santa Clara : Ed. Capiro, 2002. – 35 p. – (Colección Faz).

ALONSO GRAU, ALPIDIO. Alucinaciones en el jardín de Ana. – Santa Clara : Capiro, 1995. – 70 p. – (Colección Premio).

_________. X (palabras). – p. 49. – En su: La casa como un árbol. Santa Clara : Ediciones Sed de Belleza, 1995.

CASTILLO GONZÁLEZ, NOEL. El pecho de los ángeles. – Cienfuegos : Reina del Mar, 2001. – Contiene las décimas: Mensaje del magister Ludi.- Antonio José Ponte regala sus poemas manuscritos a J.L.L. en el parque de Sancti Spíritus.- Tordecillas, 25 de diciembre de 1535 (Última carta a la Reina de Inglaterra).- Roca de Leucade.

________. Roca de Leucade. – [Las Tunas] : Sanlope, 1997. – Folleto plegable. – Premio “Décimas para el amor 1997”.

DÍAZ GÓMEZ, YAMIL. Soldado desconocido. – Santa Clara : Ediciones Capiro, 2001. – 52 p. – (Colección Faz).

GARCÍA VALDÉS, LISY. Heraldos. – p. 21-30. – En su: Mujer que pasó la noche quemando hojas secas. – Santa Clara : Ediciones Sed de Belleza, 2002. – Contiene las décimas: Antigua la voz sin velo.- Otra vez el ábrego.- Heraldos.

HERNÁNDEZ BARRIOS, MILDRE. Días de hechizo. – Santa Clara : Ediciones Sed de Belleza, 2006. – 34 p. – (Colección Arca).

HERNÁNDEZ PÉREZ, JORGE ÁNGEL. La cierva de oro. – p. [33]-68. – En su: El peligro del viaje. – Sancti Spíritus : Ediciones Luminaria, 2001.

MEDEROS, JORGE LUIS. Otro nombre del mar. – Santa Clara : Ediciones Capiro, 1993. – 28 p. – (Premio). Premio I Bienal de la Décima “Villa Clara 1992”.

OJEDA BECERRA, IRINA. Temblando bajo la fronda. – Santa Clara : Ediciones Sed de Belleza, 2005. – (Colección Ábrego).

PÉREZ PÉREZ, MARIANA. Cierta llama. – Santa Clara : Ediciones Capiro, 2001. – 52 p. – (Colección página breve).

RIVERÓN ROJAS, RICARDO. Azarosamente azul. – La Habana : Ed. Letras Cubanas, 2000. – 78 p. – (Colección Cemí).

________. Bajo una luz que no existe. – La Habana : Letras Cubanas, 2005. – 84 p.

________. La Próxima persona. – Santa Clara : Ediciones Capiro, 1993. – 91 p. – (Colección Aldaba).

________. Y dulce era la luz como un venado. – La Habana : Ed. Letras Cubanas, 1989. – 91 p.

VALDÉS GUILLERMO, ARÍSTIDES. Esbozos con figura de muchacha. – Santa Clara : Sed de Belleza, 1999. – 64 p. – (Colección Manantial).

________. Meditaciones del náufrago. – Santa Clara : Ed. Capiro, 2007. – 76 p. – (Colección Premio).

________. Las Puertas de cristal. – Santa Clara : Ediciones Capiro, 1992. – 50 p.

YANES PÉREZ, LEONCIO. Donde canta el tocoloro ; Pról. Samuel Feijóo. – La Habana : Universidad Central de Las Villas : Investigaciones Folklóricas, 1963. – 122 p.



* Se ha respetado el uso de minúsculas y la disposición de los versos.

(1) PÉREZ PÉREZ, MARIANA. “La infinita paciencia de Blanca Blanche; acerca de su libro Razones de infortunio”. Umbral (Santa Clara) 7: 33-35, 2002.

(2) Kali —omnipotente, absoluta, y que todo lo impregna— está más allá del miedo y de la existencia finita y por eso se cree que puede proteger a sus devotos contra el miedo y proporcionarles una paz ilimitada.

(3) Savinien Cyrano de Bergerac (1619-1655), escritor francés nacido en París. Ingresó en el ejército como soldado, pero abandonó su carrera militar tras ser herido en combate. Edmond Rostand escribió en 1898 una obra dramática en verso sobre Cyrano y su prominente nariz. Esta obra ha sido objeto de diversas adaptaciones cinematográficas.

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