miércoles, 27 de agosto de 2008



Ecos
del 8º Festival
Internacional
de Villanueva
de Tapia

Por Philip Pasmanick

El festival de Villanueva de Tapia terminó hace rato pero sigo con el déficit de sueño. Entonces reciclo esta estrofa pertinente (o impertinente, según) y una vez más me dirijo a mis pacientes lectores para rendir un reporte sobre el Octavo Festival Internacional de Cante de Poetas (FICP).

Un paraíso infernal,
maquiladora del verso,

laboratorio perverso,
de la ciencia decimal.
Aquel esfuerzo era tal
era tanto nuestro empeño
en el suelo malagueño
para la improvisación...
bien lo dijo Calderón:
aquí sí la vida es sueño.

Como he informado reiteradas veces sobre este evento insigne en el mundo del verso improvisado, me abstendré de entrar en detalles sobre el pueblo placentero, el público entusiasta y entendido, la comodidad de la estancia, y la extraordinaria fraternidad que reina entre los compañeros poetas y músicos. Comentaré sobre algunas novedades, y luego, con su permiso, unas observaciones sobre mi experiencia personal. Dicho sea de paso, Villanueva de Tapia tiene su propio sitio en www.cantedepoetas.com, con una lista completa del elenco, el programa, y algunas fotos. Algunas actuaciones de los festivales de 2003-2007 salen en video en mi sitio: www.deciman.blogspot.com, pero sigo mi narrativa:

El elenco incluía personas de siete países: Argentina, Uruguay, Venezuela, Panamá, Puerto Rico, Cuba, y un servidor representando a EE UU. España se hizo presente con representantes de Islas Canarias (uno solo, el joven Yapci Bienes), las Alpujarras, y los Poetas del Genil, nuestros anfitriones. Las delegaciones de los primeros cuatro países se componían casi todas de gente nueva, asegurando una buena mezcla de sangre nueva y figuras conocidas.

Sin menospreciar a la gente nueva, eché de menos a mis amigos de otros festivales. Entre los ausentes estaba Alexis Díaz Pimienta, figura clave desde el principio como director, animador, y artista. Gracias al trabajo histórico de Alexis y del equipo local el evento procedió de forma ejemplar. Es una muestra de la madurez del festival que puede no solo sobrevivir, sino triunfar, con el reducido grupo de personal local que con tanto amor se dedica a este complejo y costoso encuentro internacional.

Quedamos todos juntos por vez primera en el hotel Borbolloners, a sólo 5 km de Villanueva; él era sencillo y cómodo, con piscina y buen trato del personal. Tenernos todos juntos alentaba la fraternidad y seguramente hizo más conveniente el transporte, el cual funcionó mejor que nunca, ahorrando tiempo (y dinero, me imagino).

El ayuntamiento organizó por primera vez giras turísticas. Uno de los recorridos era del pueblo de Antequera, un repaso de la historia de España que incluye dos dólmenes (edificaciones megalíticas celtas) baños romanos monumentales, restos de un castillo moro, una hermosísima plaza del siglo 16 temprano, y una importante plaza de toros.

Musicalmente gozamos de dos grandes lujos nuevos. Primero se destaca la figura de Edwin Colón Zayas, cuatrista de un virtuosismo extraordinario. Yo lo había descubierto en el internet y luego lo conocí cuando pasó en gira por San Francisco. ¡Qué sorpresa más agradable compartir un escenario con él!

También tengo que mencionar el trío venezolano que acompañó a los poetas Jesús Bellorín y Ernesto da Silva. Ellos no solo acompañaron a sus poetas, hicieron su propia actuación, y se unieron a los ”gauchos” de manera extraordinaria, creando un nuevo sonido en la milonga, digno de admiración.

En lo personal, había unas novedades también.

Por una serie de razones, sobre todo económicas, mi familia había decidido prescindir de nuestro viaje anual a España, pero cuando el festival me invitó, no pude negarles mi participación. Pero fui solo. Mis hijas me habían acompañado en el escenario en 2006 y 2007, y mi esposa me había ayudado con la videografía, pero no podía contar con su apoyo material y emocional esta vez. Por lo tanto decidí dejar mi equipo videográfico en casa. Resultó que los técnicos de sonido no sólo tenían su propio equipo de filmación, habían editado un DVD de 2007 que nos regalaron durante el evento.

Decidí hacer algo nuevo para mi actuación, y la Orquesta Nacional Criolla Mapeyé gentilmente accedió a mi petición de acompañarme en una actuación de plena, un estilo afroboricua basado en tres panderetas, cencerro, y güiro, además de las cuerdas y coro. Mapeyé trajo una sola pandereta, pero Gary, su bongocero, ofreció usar mis “boncongas” (dos garrafones de plástico) y yo toqué el cencerro. Cabe mencionar que fabriqué mis nuevas boncongas con garrafas de tres galones (hasta ahora he usado las de cinco galones) y un sistema de suspensión más sencillo y cómodo, y funcionaron muy bien).

Con antelación yo preparé ocho canciones de plena, y con Mapeyé escogimos cuatro de ellas. Digo canciones, pero son más bien estribillos. Para las primeras dos canté solo, con pregones que había preparado según temas y siguiendo una sola rima. Los poetas que lean esta misiva verán enseguida que me puse una tarea mucho más fácil que en otros años. No solo no estoy improvisando de verdad, memorizar este tipo de cosa es mucho más fácil porque tener un solo tema y una sola rima hace más fácil recordar, y no importa el orden de los pregones. Pero quedaban dos coros más, y allí me atreví a improvisar de verdad. Tenía unas cuartetas en reserva, pero me lancé a improvisar con Omar Santiago, escuchar lo que me decía y responder. Y eso muy poco lo he hecho en el escenario, por el temor de meter la pata en mayor o menor escala, o peor, quedar en blanco.

El formato, aunque absolutamente nuevo, me favorecía. Obviamente la cuarteta, normalmente abcb, es más fácil de lograr que una décima espinela, y no exige impecables octosílabos ni rimas consonantes. Además, y eso no había tomado en cuenta, hay un estribillo doble entre cada pregón, lo cual da tiempo amplio para pensar. Finalmente Omar enunciaba con absoluta claridad y lanzaba cada cuarteta cariñosamente para que yo le pudiera regresar la pelota con éxito. En fin, un lujo. Y les digo, pienso que por vez primera realmente gocé en el escenario. Me divertí, y creo que el público se divirtió también, y eso al fin y al cabo es mi meta. Terminamos con un son montuno y ya, eran casi 20 minutos y sentí que eran cinco.

Logré improvisar una décima con Mapeyé también, en una tardeada en la casa de Jesús Labrador, un conocido escultor y amigo del festival. Después de un opíparo almuerzo Mapeyé le dedicó unas estrofas siempre con el mismo pie forzado, “a don Jesús Labrador”. Me puse a pensar furiosamente, pero terminaron antes de que yo pudiera meter la cuchara. Pero me levanté y canté a capella, según me acuerdo, lo siguiente, y pienso sin repetir las rimas que los poetas de Mapeyé ya habían gastado:

Hay un ilustre andaluz
que aquí en Archidona mora
donde paciente elabora
obras de bronce y de luz.
Me refiero a don Jesús
el eminente escultor
y para rendirle honor
yo voy a hacer el intento
y una décima le invento
a don Jesús Labrador.

¿Poesía? Lo dudo. Pero cumplí con mi deber.

En la despedida, donde todos llegamos al escenario y lanzamos una última estrofa, recurrí a una de mis nuevas décimas didácticas:

Mi querida Andalucía
la tierra de mil dulzuras
producto de tres culturas
la mora, cristiana, y judía.
Ojalá que esta armonía
y fecunda convivencia
estuviera en la conciencia
de toda la humanidad
porque la fraternidad
de la paz será la esencia.

Quería cantar en milonga argentina pero el acompañamiento era otra cosa...ni modo, adelante, encontré la melodía (más o menos) y a por ellos. (Sé que la mentada convivencia de las tres culturas era un período corto durante los casi 800 años de domino musulmán en la península. Pero como símbolo es importante).

Terminé mi estadía en España con una visita de tres días a Granada, donde vivimos por un año sabático (2000-2001). Visité a unos amigos muy queridos y comí algunos manjares que soñamos todo el año. La última noche mi amiga me invitó a un concierto de flamenco, allí por el Paseo de los Tristes, a lado del río, al pie de la Alhambra. La actuación era modesta (guitarra, voz, y bailaora, más unas muchachas extranjeras que hacían de palmas y jolgorio, y muy bien lo hicieron) pero era de calidad y sinceridad, muy íntimo, y genuino. Me dio piel de gallina y hasta lloré de pura emoción... estos eran gitanos que vivían en una cueva en el Sacromonte, y cantaban sus blues, sus rumbas, sus penas, pues.

Al salir mi amiga me los presentó, y pude decirles esto:

Yo les quiero saludar
en esta noche de zambra
a la sombra de la Alhambra
(señalándola con el dedo)
y las gracias quiero dar.
Les quiero felicitar
por esta noche encantada
tenía la piel erizada
(gesto correspondiente)
gracias a todo el elenco
que hizo vibrar el flamenco
esta noche aquí en Granada.

Y sentí que de alguna manera les había honrado con mi arte como ellos me habían honrado a mí con aquella espléndida actuación.

Y de pronto, de regreso. Por fortuna me tocaron tres rumbas en los días inmediatamente después de mi regreso, y yo cantaba ENCENDIDO de rima y de energía. Lo mismo me pasó el año pasado... regreso muy estimulado para cantar. Y aquí en el lejano San Francisco, a las orillas del Pacífico, tengo la inmensa fortuna de contar, y cantar, con

…una gran comunidad
que canta con virtuosidad
el folklore afroantillano
con sabor californiano
y con sincera amistad.

Así que empiezo un año nuevo, y con novedades: Natalia empieza sus estudios universitarios este otoño y se mudará a vivir en el recinto universitario. Es en Berkeley, a poca distancia, pero una hija se nos va. Y yo tengo el desafío de mi nueva escuela, donde sobreviví el primer año pero ahora tengo que forjar un programa sólido e implementarlo metódicamente pero con creatividad y brío. Por eso doy gracias a las musas, y todos los compañeros poetas y músicos, y sabio público oyente, por el regalo del verso musical y fraterno que me prodigan año tras año.

Visita http://www.deciman.blogspot.com



INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA DEL CENTRO IBEROAMERICANO DE LA DÉCIMA Y EL VERSO IMPROVISADO (CIDVI)

La localidad de Villanueva de Tapia (Málaga, España) reunió a finales del pasado mes de Julio, como en ediciones anteriores, a los mejores especialistas del mundo en poesía improvisada, un arte poético y musical tradicional, de hondo arraigo en la cultura andaluza y en distintos países de Europa y América.

El Festival Internacional de Cante de Poetas de Villanueva de Tapia es el más importante que se celebra en España, y en esta edición acogió a repentistas de ocho países: Argentina, Uruguay, Panamá, Venezuela, Cuba, Puerto Rico, Estados Unidos y España. Entre los estilos de improvisación españoles, este año se pudo disfrutar de los cantes de la Alpujarra almeriense.

El presidente de Diputación, Salvador Pendón, y la alcaldesa de Villanueva de Tapia, Encarnación Páez, inauguraron el festival en una gala en la que se rindió homenaje al poeta y trovero andaluz Ildefonso Pérez, alias El Caco’.

Durante todas las actuaciones se mezclaron el humor, la picaresca, la ironía, entrelazados a través de ingeniosos juegos de palabras, a los acordes y ritmos de la milonga, el punto y la rumba cubanos, los fandangos, los seises puertorriqueños o el toque por malagueñas. Todo ello caracteriza una modalidad poética y musical cuyas raíces se remontan a la Edad Media.

La alcaldesa de aquella villa destacó el “enorme esfuerzo que supone organizar un festival de la entidad del nuestro en un pueblo de 1.700 habitantes”, pero aseguró que “como alcaldesa, es un honor poder ofrecer a los habitantes de mi pueblo y a los visitantes una cita cultural y musical única, y una muestra de una manifestación cultural ancestral que sin embargo sigue vigente en muchos países del mundo”.

Como novedad en la presente edición, hay que destacar el acto de hermanamiento entre improvisación y hip-hop, estilos que paulatinamente tienden a hermanarse en el escenario. Dos manifestaciones culturales muy alejadas pero muy próximas, aunque formalmente una sea representativa de la tradición y la otra tenga un espíritu rupturista y muy juvenil, pero en ambas se plasma la fuerza irresistible de la improvisación literaria.

Tomado de Diversarima

domingo, 24 de agosto de 2008


De una mano diestra



Sobre el decimario

Confesiones
de una mano zurda
,
de Alexis Díaz-Pimienta,
Premio Iberoamericano
Cucalambé 2003


Por
Pedro Péglez González
(De su libro
El drama del iceberg. Los Premios Cucalambé en la ruta de los 90)


Tal vez uno de los saldos del actual proceso de revitalización de la décima escrita en Cuba sea descalificar la tendencia de los escritores españoles del siglo XVIII de negar a la estrofa valor estético por la frecuencia con que la tradición oral la empleaba para temas satíricos o humorísticos allegados a la inmediatez social.

Varios decimarios cubanos de la década de los 90 parecen corroborar tal presunción con pasajes donde la ironía y el humor, con elevado nivel escritural, trasuntan rebeldía contra angustias y males epocales. Tal es el caso, entre otros, de Robinson Crusoe vuelve a salvarse (Alexis Díaz Pimienta y David Mitrani, Premio Nacional Cucalambé 1993, Editorial Sanlope 1994); El libro de los cánticos (José Antonio Vilaseca, Premio Félix Pita Rodríguez 1999, Editorial Unicornio 2001); y Mi carne cruda (Giraldo Segura, Premio Ala Décima 2001, Ediciones Hipocampo 2002).

Ahora vuelve Alexis sobre estos rumbos con Confesiones de una mano zurda, obra que mereció el Premio Iberoamericano Cucalambé en el 2003 y que dio a la luz la tunera Editorial Sanlope.Alexis Díaz Pimienta (Ciudad de La Habana, 1966) nos entrega con este conjunto un fresco de la actualidad humana –a un tiempo, universal y nacional; a veces, marcadamente habanera- donde su vigoroso lirismo entabla complicidad, poniéndolas a su servicio, con sus conocidas excelencias de narrador y repentista:

El M-6 alborota/ las losas que ilustró Amelia./ David sale de Coppelia/ desnudo y nadie lo nota./ Un extranjero rebota/ sobre una grupa nocturna/ y le gusta, se embadurna/ de esa negritud cutánea:/ mixtura mediterránea,/ plebiscito ante esta Urna/ cuidada por Afrodita/ y Safo y Anaïs Nin/ y Ochún, Changó, el Yan y el Ying...

Páginas cimeras de la cultura cubana y universal encuentran en el decimario resonancias de fina evocación:

Bola ríe, Rita trata de que le compren maní, y Bola duerme a un negrito como él... No necesito nada más... Ya están aquí... Aplausos (¡Lo conseguí!) Aplausos. Les doy la mano. Los beso. ¿Mezzosoprano? ¿Tenor ronco? Ah, sí, perdón... Se van. Pero en el rincón ríe, llora, aplaude el piano.

¿Coloquialismo posmoderno? Puede ser. Dejo eso para el futuro y sus manías clasificadoras. Por ahora, un libro que se lee con deleite y conmoción. Un libro que aporta sus virtudes a los saldos de que hablé en el párrafo primero. Un libro que aborda la inmediatez y la trasciende hacia los inmitigables afanes del hombre, mediante una mano zurda que ante el espejo confiesa:

Frente al vidrio me sentí/ por primera vez derecha./ Y me quedé insatisfecha,/ y torpe y zocata y...

lunes, 11 de agosto de 2008

Aportes a la cultura
nacional desde la décima
en Pablo Armando Fernández
y Waldo González López

Ponencia leída en el coloquio
de la XLI Jornada Cucalambeana

Por Antonio Gutiérrez Rodríguez

(En la imagen, de izquierda a derecha, el autor de este texto, Waldo y Pablo Armando.
Foto:
Mayra Hernández)

Desde el momento que una obra participa y aporta valores a la tradición de un país ya nos identifica por resultar sustento y esencia de su raíz; por ello, tradición e identidad asumen e incorporan elementos de nuestro hacer decimístico. Cuando la obra es auténtica se queda. Para conceptualizar el resultado al que hacemos referencia en el título de este trabajo queremos dejar claro nuestro posicionamiento, ya que partimos de los conceptos de tradición e identidad.

Analizando las ideas de pensadores como: Jorge Núñez, Virtudes Félix, Luis Figueras, Orlando Vergés Martínez, Carlos Tamayo y otros, llegamos al concepto de que la tradición es la expresión de los pueblos, transmitida de generación en generación, de sujetos, grupos, etc; de lo que se infieren transformaciones por el devenir del tiempo, y a la vez preservación y continuidad, categorías inmanentes al fenómeno social. Incluye todo lo que un pueblo ha ido formando como costumbres, lenguaje, literatura escrita y oral, arte, leyenda, mitos, refranes, conjuros, juegos, religiones, bailes, arquitectura, vestuario, comidas e ideas, entre otros aspectos. Todo esto complementa y existe dentro de la identidad que es la forma en que se asumen esos valores junto a los estéticos y morales, donde unos y otros se conocen y reconocen, tanto a sí mismos como a los que les rodean, sujetos al mundo social, histórico y cultural que los identifica y distingue, haciéndolos iguales a la vez que diversos.

Atendiendo este criterio emplazamos el estudio con relación a los aportes realizados por estos dos autores desde la décima a la cultura nacional.

Pablo Armando Fernández (Delicias, Las Tunas, Cuba, 1930), Premio Nacional de Literatura (1996) y Premio Casa de Las Américas (1968), conocido internacionalmente como narrador y poeta, incursiona en la décima de forma novedosa; se apropia de un elemento universal “la luz”, como símbolo y simiente para llegar a la eternidad, o sea, en un sentido más intelectual: el hombre eternizado por la palabra.

La autenticidad de la décima de Pablo no está solo en su autoctonía, su apego a lo cubano, sino a la vez en su negación al facilismo: no escribir una décima complaciente. Martínez Estrada afirma al respecto: “la décima de Pablo no le hace ninguna concesión al lector”, lo obliga a pensar, a convertirse en coautor, cocreador de sus versos. Ese es un aporte: obliga al lector a crear, reflexionar, sobre la base del enriquecimiento no solo en el lenguaje sino del pensamiento interno de la estrofa. Tuve muy de cerca esta zona de la obra de Pablo, la estudié con profundidad, pues en Cuba fui el primero en proponerle que hiciéramos una selección de sus espinelas a lo que él accedió; luego fui su editor y la compilación se publicó por la Editorial Sanlope bajo el título Hoy la hoguera (2001). En este volumen por primera vez se agrupan y ven la luz sus décimas. Otro de sus aportes es la autenticidad de la voz, en la que se aprecia un reciclaje del discurso empleado por la generación del 50 (Retamar, César López, y Virgilio Piñera entre otros). Es una voz firme, con trasuntos de lo coloquial, individual y, a la vez, colectiva.

Incluye lo testimonial, los hechos de la lucha rebelde poetizados, el ímpetu primero de la palabra, la luz y el sol del Caribe. De acuerdo con Martínez Estrada, es “un fruto sabroso nutrido en razón”. A Pablo le tocó también hacer de la décima un hecho no solo de los libros e impresos, sino también de la calle y las tribunas. En New York, cuando recogía fondos para el Movimiento 26 de Julio, leía décimas de exhortación a los aportes para la lucha. También lo ha hecho en La Habana, en diferentes lugares públicos, en la UNEAC, los recintos feriales, en Las Tunas (en El Cornito, en el Centro Universitario Vladimir I. Lenin, escuelas y centros de trabajo), con una humildad y modestia que enaltecen su décima. Varios ensayistas han reconocido su magisterio sobre nuevas generaciones cultivadoras de la Estrofa Nacional. Otro aporte radica en su manera personal de mezclar y fundir el pensamiento filosófico con lo popular, a través del uso de vocablos cercanos a lo bucólico.

Así recuerdo:

¡Qué mirada temblorosa
acecha, encendida el alma,
la muerte tras de la palma,
el ateje y la yagruma:
misión que medra en la bruma
y es queja y es grito y es calma!

En sus “Décimas de las armas no son de hierro” maneja la repetición del consonante con toda intención, para reforzar el pensamiento filosófico (en la actualidad hay jóvenes que han usado esto creyéndolo algo nuevo):

Para ennoblecer la muerte
y que la sangre madure
no es preciso que el mal dure,
ni someterlo a la muerte.

Asimismo, resalta, su alto poder de convocatoria desde una humildad y sencillez impresionantes en un Premio Nacional de Literatura, lo que no implica ingenuidad en esas décimas, todo lo contrario, pues él sabe que el mundo del conocimiento llega a magnitudes inmensas.

La décima de Pablo Armando Fernández marca con el pulso del poeta las pausas rítmicas transgresoras del lenguaje meramente de palabras para llevarnos a ese otro lenguaje profuso y único, misterioso y hondo de la poesía; es como si repartiera su corazón, quiero decir, su esencia, por todas partes. Desde lo más sencillo a lo más complicado, es una décima con paso de muchedumbre. Así su labor decimista transustanciada se queda con nosotros para toda la vida: la eternidad mediante la palabra.

Por su parte, es distinto el canto y el discurso, pero también son válidos los aportes de las décimas escritas por Waldo González López (Puerto Padre, Las Tunas, 1946), quien busca la autenticidad de forma consciente. Él se impone realizar una décima distinta sin desprenderse de las tradiciones y raíces cubanas.

El propio autor lo confiesa cuando afirma en su décima: “La mano, el poema”:

Mi mano el poema escribe
que no escribirá otra mano
(¿es el poema lo arcano?)

Y acto seguido nos anuncia que para que su décima viva tiene que nutrirse con la luz del mundo:

Si el poema no percibe
la luz del mundo no vive:
se va en lenta despedida
y yo pierdo la partida.

Y para no perder la partida aporta la sinceridad; sajadura y herida resulta el verso entonces:

Si el poema es verdad, quema
como zarza ardiendo —emblema—
con el fuego de la vida.

Nótese ya aquí con claridad los códigos que van a guiar la imago del poeta a través de sus octosílabos. Tiene que ser verdad el poema, el poema tiene que ser verdad.

Recuérdese que hay quienes han hecho del verso pirotecnia: muchas luces y brillos y poca alma.

En el caso de Waldo hay algo muy particular y es que en la cultura cubana ha entregado largas jornadas, días, meses y años para difundir lo que otros han escrito, así que a nadie le resulte extraño que haya publicado una veintena de antologías en teatro, ensayos, poesía y sobre todo de la décima. Ha traducido a varios autores importantes al español: Yeats, Prevert y otros. Ha organizado eventos, tertulias, peñas; aún hoy conduce una en el Centro Cultural Arte-Habana. Crítico preclaro, ha sido muy exigente con su propia obra y ha encontrado tiempo para llevar adelante una valiosa creación decimista. En conversaciones, en la UNEAC, en El Cornito, en el Hotel Las Tunas, en su casa y otros lugares me ha confesado que son sacrificios que le provocan placer; se refiere a sus entregas como antólogo, investigador, crítico, promotor y la realización del periodismo cultural desde las páginas de Bohemia, Mujeres, Muchachas, Juventud Rebelde, Granma, La Letra del Escriba, La Gaceta de Cuba y en otras publicaciones especializadas.

Sus aportes a la décima y la cultura cubana, aparte de lo ya apuntado, han devenido en cuidadoso tratamiento de la estrofa sin permitirse desliz alguno. En torno ha esto ha reconocido que fue Félix Pita Rodríguez quien dijo que su décima es “una llama y su fulgor”, a la vez que exaltaba su dominio en el oficio.

Durante muchos años he leído los manuscritos octosilábicos de Waldo y luego cuando los he releído, ya publicados, me percato de la gran laboriosidad y fuerza para el trabajo poético que guarda este hombre dentro de sí. Si alguien sale a pescar versos largos o cortos en su obra, no los encontrará, si quieren hallarle un asonante no lo van a ver ni descendido. Ese es un aporte innegable al respeto de la estrofa, el cuidadoso tratamiento estético. En este sentido el Indio Naborí afirmó: “Tus décimas son de perfecta esctructura clásica, sin asonancias, sin ásperas sinalefas, fluidas como un río por un cauce sin obstáculos”.

Otro de sus aportes es ser original en el tratamiento de temas, buscando no parecerse a nadie, cuidando cada detalle, unido esto a un tono sostenido y alto, a la vez que suave y musical. A Waldo le tocó una época en que había mucha fanfarria retórica y se refugió en la sencillez. Muchas veces se lo dije y él se reía y me decía: “Es verdad, es mi trinchera”. Así, la estructura y composición de sus décimas resultan sencillas pero al mismo tiempo albergan un profundo pensamiento.

Otro asunto digno de significar es el haber retomado la relación entre la luz y la sombra en un tono de ambivalencia. Desde los textos grabados en las pirámides egipcias ya estaba ese tema, pero Waldo lo retoma y le da otros matices, lo ilumina con nuevas luces. Waldo anda entre las décimas como él mismo dijera “con un fuego en cada mano”. Nos muestra que la sombra no es más que la ausencia de luz y ahí mismo trasmuta el concepto hacia lo filosófico.

Otro aspecto es el sistema dentro de la décima con elementos simbólicos y transgresores del símbolo mismo, tales como, luz, centellas, estrellas, sol, luna, día, y por otro lado sombras, noches, oscuridad, para luego integrar todo esto en tropos que conforman la décima. Ejemplo: “sismo y fuego, lluvia y noche” o “limpio fuego, girasol, sombras”. Así el sol puede ser una lámpara y la sombra una trinchera.

Referido al héroe dice “en él llamean crisoles”, para de inmediato subir la parada en “palabras como centellas”.

En su décima “Furia y bandera” (y continuamos hablando de aportes) nos entrega una idea muy original que recuerda la transustanciación a la que hiciera referencia Lezama; en esa décima el héroe al morir se insustancia en lo físico, pero se convierte en luz, lo cual nos hace pensar en permanencia y eternidad. Este asunto de la ambivalencia entre la luz y la sombra es como un leimotiv en toda su obra decimista. Así la luz puede ser “una mariposa blanca” y penetrar en las sombras y entonces ser el paso hacia la luz eterna.

Con estos y otros aportes como el de comparar a Martí con un sol, y su obra como fundamento de luz nos abre un diapasón en múltiples aristas difíciles de alcanzar y que sin embargo él logra plenamente. Ese desbordamiento enriquece la décima como elemento constitutivo de la cultura nacional. Dentro de los posibles discursivos es notable el emplazamiento consciente de hacer luz con la razón.

Así, los aportes estilísticos y conceptuales de Pablo y Waldo se imbrican dentro de la tradición decimística cubana como elemento constitutivo de nuestra identidad.

Bibliografía

Díaz Suárez, Rosalía: “Disertaciones filosófica en el debate de la identidad” en revista Honda. No. 4: año 2. C. La Habana, 2001.

Geertz, Clifford: “El impacto del concepto de cultura, en el concepto del hombre” : Galicia, Barcelona, España, 1987.

Rodríguez, Pedro Pablo: “En el fiel de América concepto de identidad... ” Revolución y cultura, época 4. Año 34. No. 3. La Habana. 1995.

Gómez, E: “El ensayismo y la identidad nacional en Cuba” Edit. Letras Cubanas. La Habana, 1993.

Vergés Martínez, Orlando: “Rasgos siginficativos de la cultura popular tradicional cubana. Revista del Caribe. No. 27. Santiago de Cuba. 1997.

Zea, Leopoldo: Descubrimiento e identidad latinoamericana. UNAM. México. 1990.

sábado, 9 de agosto de 2008


Y el tiempo
vuelve a cantar

Prólogo al poemario
Guitarra gris con arco iris,
de Renael González



Por W
aldo González López

He aquí de nuevo y por fortuna, a este genuino poeta que, a lo largo de su vida, ha bebido de la más popular savia, acaso siguiendo la pauta de uno de sus maestros: el grande Antonio Machado, quien ansiaba escribir para el pueblo, como premisa de su creación.

La décima renaeliana está arraigada a las raíces del campesinado cubano, que tomó y transformó esta estrofa secular, asumida desde fines del siglo XVIII para hacerla otra y criolla. De hecho y por derecho propio, a partir del XIX la espinela es nuestra forma poética por excelencia y tendrá, ya en esa centuria, representantes a lo largo de la Isla, entre los que, por supuesto, descuella el inolvidable Cucalambé, aquel Juan Cristóbal Nápoles Fajardo que —no debe obviarse— cultivara además, y con no menor acierto, el soneto, el romance y otras estructuras métricas, en las que mostrara su alta cultura literaria, como nuestro poeta holguinero/tunero.

Guitarra gris con arco iris, pues, asume a conciencia ese legado de larga riqueza y honda sabiduría. Si bien Renael conoce a fondo la décima escrita (llamada “culta” o literaria por algunos que torpemente distancian ambas expresiones de valía, ¿olvidando o ignorando? que ambas reflejan nuestra cultura en su máxima acepción), se aproxima más a la canturía de deliciosa e histórica estirpe, afincado en la región que fuera cauce del cantor de Rufina, y donde reside desde niño. De hecho, su poesía ostenta ese indeleble sello de cubanía que, unida al suave humor, la fina ironía y otros rasgos definitorios, a un tiempo, le aportan frescura y sabiduría. Tal acontece en estos versos:

“Sueño es la vida al revés. / Andar en un espejismo. / Zambullirse en uno mismo. / Vivir en dos a la vez. / Es ser lo que no se es / y no ser lo que se era. / El sueño es una manera / de abrir las puertas sin llave, / pero el que sueña no sabe / si está dentro o está fuera.” (“Sueño”).

El modesto aire del guajiro que llega —sombrero en mano— y saluda con timidez y esmerada educación, está presente en las estrofas de esta Guitarra…, cuya alta tesitura convence. En sus textos dedicados a los más diversos temas, Renael muestra y demuestra, asimismo, que su poesía ha bebido en límpidas aguas, a través del límpido y transformador prisma de la nueva época.

Continuador —como otros de la promoción de poetas-decimistas de los ’70— de una poética imbuida de la vida y sus avatares, Renael González ha ofrendado a su quehacer espineliano el amor y el desamor, el anhelo y la nostalgia, lo cotidiano y lo insólito, la magia y la fugacidad de la existencia, entre otros temas que, recurrentes en su obra, son abordados por el conocido autor de esa clásica décima/canción Tu mirada con la impronta peculiar que identifica su verso.

Suerte de autoantología, este volumen reúne textos de lo mejor de la decimística cubana actual, gracias a ese tono de saudade que define la expresión renaeliana, caracterizada además por el intimismo y una cercana comunicación con el lector que, de ningún modo, significa simplismo ni banalidad.

Lo más opuesto: por su hondura conceptual, su auténtica vocación lírica y su calidad formal, Renael es uno de los mayores poetas-decimistas cubanos contemporáneos. Por ello, en otro lugar apunté, con razón, que es una de las voces distintivas de la décima escrita en la Isla.

El lector hallará en este libro hermosas estrofas ubicadas, por derecho propio, entre el mejor verso cubano de hoy, sin apellidos reduccionistas ni estériles prejuicios. De tal suerte, y como antes lo hicieron brillantes precursores en un amplio haz que va de los clásicos españoles del Siglo de Oro a los de la Generación del 27, pasando por los nuestros, con El Cucalambé en primera línea, el autor asume tales influjos y nos entrega su auténtica poesía, plena de ese sentir tan humano, demasiado humano, como dijo el filósofo-poeta.

Afincado entre la décima popular y la literaria, Renael González Batista nos ofrece una pequeña porción de su producción poética de valía en esta sonora y guajira Guitarra gris con arco iris.