domingo, 24 de agosto de 2008


De una mano diestra



Sobre el decimario

Confesiones
de una mano zurda
,
de Alexis Díaz-Pimienta,
Premio Iberoamericano
Cucalambé 2003


Por
Pedro Péglez González
(De su libro
El drama del iceberg. Los Premios Cucalambé en la ruta de los 90)


Tal vez uno de los saldos del actual proceso de revitalización de la décima escrita en Cuba sea descalificar la tendencia de los escritores españoles del siglo XVIII de negar a la estrofa valor estético por la frecuencia con que la tradición oral la empleaba para temas satíricos o humorísticos allegados a la inmediatez social.

Varios decimarios cubanos de la década de los 90 parecen corroborar tal presunción con pasajes donde la ironía y el humor, con elevado nivel escritural, trasuntan rebeldía contra angustias y males epocales. Tal es el caso, entre otros, de Robinson Crusoe vuelve a salvarse (Alexis Díaz Pimienta y David Mitrani, Premio Nacional Cucalambé 1993, Editorial Sanlope 1994); El libro de los cánticos (José Antonio Vilaseca, Premio Félix Pita Rodríguez 1999, Editorial Unicornio 2001); y Mi carne cruda (Giraldo Segura, Premio Ala Décima 2001, Ediciones Hipocampo 2002).

Ahora vuelve Alexis sobre estos rumbos con Confesiones de una mano zurda, obra que mereció el Premio Iberoamericano Cucalambé en el 2003 y que dio a la luz la tunera Editorial Sanlope.Alexis Díaz Pimienta (Ciudad de La Habana, 1966) nos entrega con este conjunto un fresco de la actualidad humana –a un tiempo, universal y nacional; a veces, marcadamente habanera- donde su vigoroso lirismo entabla complicidad, poniéndolas a su servicio, con sus conocidas excelencias de narrador y repentista:

El M-6 alborota/ las losas que ilustró Amelia./ David sale de Coppelia/ desnudo y nadie lo nota./ Un extranjero rebota/ sobre una grupa nocturna/ y le gusta, se embadurna/ de esa negritud cutánea:/ mixtura mediterránea,/ plebiscito ante esta Urna/ cuidada por Afrodita/ y Safo y Anaïs Nin/ y Ochún, Changó, el Yan y el Ying...

Páginas cimeras de la cultura cubana y universal encuentran en el decimario resonancias de fina evocación:

Bola ríe, Rita trata de que le compren maní, y Bola duerme a un negrito como él... No necesito nada más... Ya están aquí... Aplausos (¡Lo conseguí!) Aplausos. Les doy la mano. Los beso. ¿Mezzosoprano? ¿Tenor ronco? Ah, sí, perdón... Se van. Pero en el rincón ríe, llora, aplaude el piano.

¿Coloquialismo posmoderno? Puede ser. Dejo eso para el futuro y sus manías clasificadoras. Por ahora, un libro que se lee con deleite y conmoción. Un libro que aporta sus virtudes a los saldos de que hablé en el párrafo primero. Un libro que aborda la inmediatez y la trasciende hacia los inmitigables afanes del hombre, mediante una mano zurda que ante el espejo confiesa:

Frente al vidrio me sentí/ por primera vez derecha./ Y me quedé insatisfecha,/ y torpe y zocata y...

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