jueves, 17 de abril de 2008

Versar el Cielo

Crónica de viaje de una expedición de poetas, entre otros, miembros
de los grupos Zona Franca (y su vertiente de artistas plásticos, OMNI)
y Ala Décima, al pico Turquino



Por Karel Leyva
Vicepre
sidente del Grupo Ala Décima



El pasado 17 de marzo, con el sueño de tocar el cielo de la Isla, nos aventuramos en un imposible tren regular salido de las entrañas de la Estación Central de La Habana hacia la calidísima Santiago, tomándonos previamente una foto en la fachada de la Casa Natal de
nuestro José Martí, esta vez nos habíamos trazado la meta de conquistar la cima de Cuba para desde ahí en vísperas al solsticio de primavera, Día Mundial de la Poesía, realizar una lectura poética. Idea más bellamente loca no se nos había ocurrido antes y lo pienso ahora pasado casi un mes después de iniciado el viaje. Simbólicamente éramos 11, nada abstractos, pero sí con una disposición de gallo para echar la pelea que en realidad se presentó difícil pero algún bicho raro nos pico que todo obstáculo se deshizo aparentemente. El grupo, bien variopinto, aunque sí integrado en su totalidad por amantes o mejor dicho adictos a la poesía, incluía a Irasema Cruz Bolaños, poeta y actriz (miembro del Grupo Ala Décima), Amilkar Feria, poeta e ilustrador gráfico, Patricio Martínez, miembro del taller Rolando Escardó, Liván K´weiro, escritor y músico, Amaury Pacheco, Luis Eligio Pérez, Nilo Julián y David Escalona, estos últimos miembros del multifacético grupo OMNI; amigos que al llamado del grupo de trabajo de la Casa de la Poesía de la Oficina del Historiador de la Ciudad de la Habana dieron el paso sin dudar, y encabezando el pelotón Laritza Simeón, directora de la Casa, Racso Pérez y Karel Leyva, promotores de la institución habanera.

Diecinueve horas después arribamos a la indómita ciudad de Poveda, Cos Cause, Heredia, Hernández Millares, Portuondo, Lino Hurrutinier y muchos bardos más, luego de haber realizado los pertinentes intercambios de poemas, comentarios de toda índole, compartir una jarana y el consabido choteo a todo lo humano y divino que una mole de hierro como esa oferta en su periplo por la isla. Teníamos la esperanza de encontrar un transporte para llegar a más de cien kilómetros de la ciudad casi al final del municipio Guamá y a una decena de kilómetros de la Base del parque nacional Turquino, ese lugar de cuyo nombre jamás podremos olvidarnos, se nombra la Mula, campismo cuyo personal fue uno de los mejores premios a nuestros esfuerzos por realizar la simbólica ascensión. Esa ruta fue recorrida pero se debió fletar un carro particular pues gracias al retraso no quedaría más opción que hacer el viaje en dos etapas que fácilmente se remontarían en dos días de expedición. Así que nos lanzamos a someter a nuestro bolsillo a una nueva tortura y arribamos en cuatro horas al campismo llenos de esperanza, polvo y sudor de una carretera aún en restauración luego del último ciclón que la dejó casi herida de muerte.

Los primeros pasos por el área, el persistente voto de silencio de Amaury, las miradas nuevamente extrañadas hacia nuestras extenuadas figuras y la sonrisa burlona de algunos cuando supieron del anhelo poético que nos había llevado hasta ahí. Finalmente instalados en las cabañas justo al lado derecho del campo Santo de la Mula, recibimos la breve bienvenida de Echeverría, nuestro ángel de la guardia y decidimos atacar las ofertas de comida para luego bañarnos e incorporarnos a un silencioso y reparador descanso con vistas a estar listos para lo que se avecinaba. La mañana del diecinueve de marzo nos graduamos de exploradores cuando en grupo fragmentado visitamos la escuela primaria Camilo Cienfuegos con dos aulas multigrados, las casas de los vecinos y el lecho del río Turquino que alternaba su paisaje árido con hermosas pocetas de cristalinas aguas y luego en la tarde lo hacíamos con la playa de Bella Pluma y el pueblo de Ocujal donde se pretendía encontrar un transporte que nos acortaran los diez kilómetros hasta la entrada al Parque Nacional, finalmente Racso y Amilkar hallaron una respuesta positiva en el Curro, dueño de un tercio de camión, quien además de transportarnos nos imponía el nuevo reto de atrevernos a montar en su transporte. En la noche del diecinueve luego de la comida los amigos del campismo nos ofrecieron sus oídos para las rarezas a las que nosotros nos atrevemos a llamar poesía o textos.

Así con el arsenal de chistes en plena descarga nos fuimos a las literas esperando que el amanecer nos favoreciera para iniciar nuestra graduación de alpinistas. Una ceremonia tras los primeros sin el asomo del camión fue abierta por los cánticos de Luis Eligio y David sirviendo todos de cuerpo de baile y coro de manera simultánea hasta que al fin a las 6 y 20 minutos de la mañana se escuchó el atronador sonido del dinosaurio que nos acercaría a Las Cuevas, entre risas y un frío que no se portó demasiado agresivo recorrimos la primera distancia y al descender le apuntamos al Curro la hora de recogida casi ocho horas después la cual fue buenamente escuchada por el experto hombre que entendía que jamás sería esa la hora real. Buscamos rápidamente varas de apoyo y tras la explicación del recorrido a realizar junto al guía nos dispusimos a transitar los 11 kilómetros hasta la base del busto martiano, todo comentario preventivo para desalentarnos o hacernos ver que era sobrehumano lo que pretendíamos hacer con nuestra sedentaria formación artística, quedó entonces aclarado ante las severas condiciones de la ascensión por la vertiente santiaguera que posee más de 7 kilómetros de escaleras cuyo alivio consiste en la belleza del paisaje, el objetivo inicial de acceder antes de las dos de la tarde a la cima de nuestro sueño y a los ánimos que los íbamos brindando cada vez que las montañas nos invitaban a desistir.

Frisando el horario de las dos de la tarde pudo completarse la ascensión y una lectura impensada protagonizó los siguientes minutos K´weiro recalcando a una filmación perdida luego que a sus cuarenta con miles de deseos aún por cumplir estaba ahí y del cofre la memoria dedicó una décimas a los amigos, Amilkar con sus “Dulces Horas”, Patricio con sus versos de despedida a la infancia, el poema Hierro de Luis Eligio y otros versos que se fueron sumando a la silente lectura de Pacheco y la simbólica parada de cabeza de David a los casi veinte minutos de palabra y gesto lírico. A las 2 y 30 de la tarde recomenzamos el viaje ahora descendiendo esos mismos once kilómetros que nos comenzaban a multiplicar mientras el sol aceleraba su caída para regalarnos una linterna lunar que nos guiaría a los ultimos en completar el recorrido cerca de las nueve de la noche, catorce horas después de iniciado el ascenso. Todos entre contentos y extenuados subimos al camión del paciente Curro, quien llegó a la hora citada con el conocimiento de que no sería hasta trescientos minutos que se completaría la llegada de toda la tropa. En todo el recorrido nos repetíamos aquella máxima martiana de que verdaderamente subir montañas hermana hombres, sobre todo por el apoyo que los integrantes de OMNI dieron a los que en peores condiciones quedamos luego de la violenta subida y el menos sofocante y doloroso descenso incluido en ello la ruptura del voto de silencio de Pacheco para ofrecer su apoyo a un compañero.

La llegada al campismo con la preocupación de cómo haríamos para desplazarnos pues los dolores ahora aumentaban y fue necesario administrarnos una dosis alta de analgésicos y antinflamatorios para al menos cinco de los alpinistas el resto del grupo pudo incluso bailar un rato con los animadores del campismo y así tranquilizar a algunos amigos campistas que pensaban con razón que algo nos había pasado. Luego de la cena decidimos pasar revista a nuestras pertenencias y preparar el equipaje pues temprano en la mañana saldríamos para la ciudad de Santiago, esta vez en el espacio libre de la guagua del campismo entre risas, flirteos, emociones encontradas y nuevamente un repaso al paisaje que ahora pudimos disfrutar mejor. Estábamos a la expectativa de qué nos esperaba en la ciudad, cuáles serían los nuevos obstáculos que tendríamos que enfrentar en este viaje pero nada fue suficiente para amargarnos el final del viaje. A nuestro arribo participamos en la lectura del poeta y dramaturgo Marcial Lorenzo Escudero, en la tertulia Cantapalabra, en la Casa del Caribe, ultima actividad oficial que se realizaba por la dirección provincial del libro en el día mundial de la poesía, que abrazó la madrugada del día veintidós en una descarga continuada que parecía no terminar nunca. Por supuesto los inquietos miembros de OMNI salieron a explorar la ciudad grabando entrevistas y el sonido propio de la urbe en lo que sería el inicio de su segundo momento en el recorrido pues haría un recorrido por doce provincias durante casi veinte días.

Luego de un brevísimo descanso decidimos visitar el cementerio de Santa Ifigenia y el Centro de la Ciudad, concluyendo nuestro recorrido en la mañanera tertulia del Centro Cultural “Amado Ramón”, que esta vez ofertaría la presentación del libro mas reciente del poeta Reynaldo García Blanco, quien amablemente compartió su lectura con nuestra tropa. Una despedida demasiado larga fue para nosotros ese sábado que se culminaría en la arrancada de un viaje de veinte horas hacia la ciudad de La Habana en la torturante mole ferroviaria, esta vez con un agotamiento manifiesto que nos llevó a realizar comentarios bajos, velar de manera alterna el sueño de unos y otros así como dedicarnos a soñar nuevas maneras de Versar el Cielo de la Isla.

miércoles, 16 de abril de 2008




La décima cantada
en el Caribe



Por Consuelo Posada
(Universidad de Antioquia,
Colombia)
Tomado de Diversarima



La décima cantada en el Caribe
y la fuerza de los procesos de identidad

(Profundo análisis de una de las señas
de identidad más peculiares de los pueblos caribeños)



La décima cubana

En Cuba, la décima es la única forma métrica utilizada en la improvisación. Los trovadores sólo hacen estrofas octosílabas, consonantes, de diez versos, donde la rima se acomoda: 1 con 4 y 5, 2 con 3, 6 con 7 y 10 y 8 con 9, en un esquema abba/accddc. Otra de sus características es que siempre se canta con acompañamiento musical. La décima fue en España una estrofa culta, empleada en la poesía y en el teatro, con un auge notable a lo largo del siglo XVII, en una época que coincide con el proceso de colonización española en América (López, 1986: 121). Los investigadores se apoyan en esta utilización de la décima para defender el papel de los colonizadores cultos, de las obras de teatro y de los sacerdotes españoles en su llegada a la isla cubana entre los siglos XVII y XVIII (López, 1986: 124).

En América, la décima culta fue adoptada como poesía popular y es reconocida su presencia en países como Chile, Panamá, México, Colombia y Venezuela. En algunos casos, como en Cuba, la décima llegó a popularizarse más que en España. En décima se cantaron los cantos a la patria cubana, en las primeras luchas de independencia contra España y en décima se hicieron los versos a la revolución socialista del 59. A lo largo del siglo XX y hasta nuestros días, todos los poetas renombrados en Cuba han cultivado la décima, desde José Martí, Nicolás Guillén, Samuel Feijóo, hasta José Lezama Lima y Cintio Vitier.

Esta apropiación cubana de la décima tuvo aportaciones importantes: así Samuel Feijóo argumenta que la musicalización de esta estrofa es un asunto cubano, pues el modelo español no era cantado (López, 1986:125). También López Lemus precisa que este proceso de popularización de la décima española fue la primera nacionalización que por cuenta propia realizó el pueblo cubano y cita, para ilustrarlo, los versos de Mirta Aguirre:

Décima es caña y banano,
es alma, ceiba y anón.
Décima es tabaco y ron,
café de encendido grano.
Décima es techo de guano,
es clave, guitarra y tres.
Es taburete en dos pies
y es Cuba de cuerpo entero,
porque ella nació primero
y nuestro pueblo después.

(López, 1986: 124)

Hoy la décima está fuertemente unida al ámbito rural en todo el territorio cubano, y su utilización como modelo melódico en muchas canciones, en las que predomina la temática campesina, ha contribuido a su permanencia y difusión. En toda Cuba se organizan las llamadas canturías, donde espontáneamente se reúne el público para un enfrentamiento concertado previamente. En una casa grande, generalmente en las afueras de la población, los espectadores van llegando y se acomodan en bancas improvisadas. Predominan los hombres mayores, pero hay también muchos jóvenes, porque entre los enfrentados de ese día se presentan muchos conocidos de la región. Todos escuchan con atención y silencio absoluto, aunque después de cada tanda de décimas, animados por el ron y las cervezas, haya explosiones de euforia, con risas y entusiasmo. La devoción por la décima hace que los seguidores conserven las grabaciones de muchas canturías, y los fanáticos vuelven a oír muchas veces las estrofas, que se graban y circulan entre los aficionados. Antes del inicio de cada espectáculo, como parte del calentamiento, se oyen amplificadas las grabaciones de otras controversias, que el público reconoce y escucha con interés.



La fiesta cucalambeana

La fiesta cucalambeana, en honor a Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, en la provincia de Las Tunas, es una de las más importantes celebraciones de la cultura campesina cubana. Desde la mañana hasta la noche, un gran grupo de improvisadores repentiza décimas, en controversias bien organizadas que se llevan a cabo en un espacio campestre en las afueras del pueblo conocido como El Cornito. En este escenario natural, donde vivió el poeta Nápoles Fajardo entre palmas y bambúes, se muestra la fuerza de la décima cantada como expresión de identidad regional. El espectáculo es abierto y gratuito para todos los habitantes, y la gente se congrega masivamente para oír a sus poetas.

A este certamen popular antecede, cada dos años, un evento académico sobre oralidad, la improvisación y la poesía escrita, que es conocido como el Encuentro-Festival Iberoamericano de la Décima; a él asisten, además de investigadores y académicos, poetas de la oralidad y la escritura. Esta participación permite un interesante proceso conjunto de reflexión, al que no estamos acostumbrados en otros países. Quiero decir que no es sólo el debate, que desde la academia se da entre nosotros; allá es posible avanzar en el análisis de la improvisación o la música popular, con la participación de músicos e improvisadores. Así, este año se presentó en la misma comisión el trabajo de María Teresa Linares sobre los “bailes zapateados” y la ponencia de un decimero sobre “Las tonadas usadas para acompañar las décimas”. Además, la presencia combinada de poetas de la palabra oral y la escritura genera una saludable corriente de unión entre ambos. Los improvisadores estudian y conocen la décima escrita, y, por su lado, los poetas letrados escriben poesía en décimas y, aunque no practican la improvisación ni participan en controversias, se interesan por las reglas de la poesía oral y conocen las creaciones de los poetas clásicos de la oralidad.

La asistencia de personajes renombrados de la literatura refuerza este cruce entre la oralidad y la escritura, pues atrae a los interesados en ambos temas. Entre los jóvenes poetas que asisten se siente el respeto y la simpatía por los mayores y su interés por estudiarlos y aprender de ellos. (2)

También en la fiesta cucalambeana, en El Cornito, hay espacios para la décima improvisada y la décima escrita. Aquí, paralelo al evento repentista, se da una jornada de la poesía escrita, y los jóvenes poetas, ansiosos de difundir su trabajo, esperan su turno para leer un poema y muestran sus versos, impresos siempre en modestas presentaciones. Allí se organizan sesiones de lectura de poesía escrita y de discusión de los poemas, y los asistentes participan en el concurso que premia a los mejores. Pero no se trata de principiantes, sino de todo tipo de amantes de la poesía; allí uno ve, por ejemplo, que el joven que acaba de leer sus poemas y los reparte en una hoja humilde fue premio Casa de Las Américas el año anterior.



La décima improvisada

Una controversia enfrenta a dos improvisadores alrededor de un tema. Los participantes son generalmente hombres, pero en Cuba existe una improvisadora mujer. Se llama Tomasita Quiala; es una joven ciega de nacimiento y reconocida como la mejor, como la más grande en el repentismo actual. Una de sus destrezas reconocidas es la improvisación sobre un pie forzado, que es un verso que el público pide y que debe estar integrado con naturalidad al final de la estrofa, de tal manera que no se note que ha sido agregado. Aunque este es un ejercicio normal en la improvisación, su maestría está en componer, a la velocidad del repentismo, una estrofa que integre, no uno, sino cuatro pies forzados que el público le dicte y después cantar la misma décima con los versos en el orden invertido, de abajo hacia arriba, es decir, al derecho y al revés, pero de manera que las estrofas conserven una unidad semántica. (3)

En el año 2002, en una de las actuaciones públicas, ella pidió los cuatro pies forzados para la hazaña que la distingue, y se reunieron los siguientes: “en las ruinas del Cornito”, “no nos abandonarás”, “todo el mar que necesitas” y “Chancho de tantas locuras”. (4) Ella inmediatamente le pidió al conjunto musical la nota con la que cantaría y entonó la primera estrofa:

Siento cómo resucitas,
Chancho, de tantas locuras,
y que en el aire saturas
todo el mar que necesitas.
En esta y otras citas
no nos abandonarás,
has cantado y cantarás
en las ruinas del Cornito.
Otros no te ven, Chanchito,
pero, ¿quién duda que estás?

Y enseguida la segunda estrofa:

Pero, ¿quién duda que estás?
Otros no te ven, Chanchito;
en las ruinas del Cornito
has cantado y cantarás.
No nos abandonarás
en esta y en otras citas,
todo el mar que necesitas
y que en el aire saturas;
Chancho de tantas locuras
siento cómo resucitas.

Ella es una mujer, un ejemplo de la presencia femenina en las controversias, pero las canturías son, en general, fiestas masculinas, encuentros que refuerzan fraternidades entre los hombres. Los contendientes muestran el trato amable, aun en los momentos de más duro antagonismo; después de cada estrofa “hiriente” hay sonrisas entre ellos, gestos de simpatías, manos que se tocan en el aire, abrazos fuertes que celebran el ingenio de una décima.

Los temas son escogidos para rivalizar, y el desarrollo de las contiendas funciona como un alegato. Los iconos que la tradición ha heredado complementan esta imagen de lucha entre opuestos. En Antioquia, los enfrentamientos de trovadores a principios de siglo se ilustraban con dos cuchilleros que, envueltos en atuendos típicos, mostraban cada uno su arma afilada. Hay también, como en España y Cuba, imágenes de gallos de pelea, y el desarrollo de la controversia se adoba con frases de los espectadores que instigan al ataque, como “¡pica, pollo, pica!”.

El público es parte fundamental del espectáculo, y su entusiasmo le da la temperatura que sube por momentos: ellos animan la contienda y toman partido. Después de cada round, se levantan de los asientos, mueven los brazos, gesticulan o alzan el puño en actitud triunfante. Pero aun en los temas espinosos hay un fondo cordial entre los contendientes. Ese año, en Las Tunas, se enfrentaban el poeta Alexis Díaz-Pimienta con Juan Antonio Díaz y Luis Paz Esquivel, alias Papillo, dos conocidos repentistas. Alexis Díaz-Pimienta había iniciado la contienda solo y había estado acorralado por el ingenio de la pareja de improvisadores, pero también por la desigualdad numérica. Así que el momento de la llegada tardía de su compañero de equipo, Emiliano Sardiñas (5), acaloró el debate:

Llegó Emiliano al final,
y ha de venir otra vez,
porque una mesa con tres
patas se sostiene mal.
Llega, mi pariente oral,
ven a darme tu semilla,
tu verso, tu maravilla,
tu repentismo, tu gesto,
que los dos blanquitos estos
me están cayendo en pandilla.

Primero Emiliano responde aceptando la invitación de Alexis:

Después de pasarme el día
con gárgaras en el viento,
con ron y medicamentos
para la ronquera mía,
una llegada tardía
la salvación representa
de la mano más atenta
que ha levantado una voz,
para evitar que estos dos
se comerán a Pimienta.

A partir de aquí, el tema del enfrentamiento se centró en la pigmentación oscura de la pareja Alexis y Emiliano, opuesta a las pieles claras de Juan Antonio y Papillo: se habló de blancos y negros, africanos y españoles, enfermos y sanos, pero con estrofas matizadas por el humor o por curvas de elegancia. Un contrincante de Alexis y Emiliano les canta:

Menos mal, llegó Emiliano
entre aplausos y picualas;
la tarde con cuatro alas
saldrá a volar por el llano.
Como se sumó a ese plano
donde el verso es un pensil,
tendrá la mesa viril,
y al repentismo le auguro
dos patas de ébano puro
y dos patas de marfil.

Tampoco las estrofas que producían hilaridad entre el público llegaron a ser ofensivas. Uno diría que los contrincantes se acariciaban con los insultos y que la ofensa no cuajaba.

La gente quiere, Papillo,
que vengamos a matar,
y ¿a quién vamos a enterrar,
si Alexis no tiene brillo
y este pobre Lazarillo,
con la garganta borrosa,
que estuvo enfermo en su choza
y entre nosotros está,
si tú lo miras, bien da
más lástima que otra cosa?

Al final, los ataques se resolvieron en un abrazo cordial, y Papillo, del equipo blanco, intervino para llamar a la unidad de razas:

Siempre que entro en un combate
y enseño la claridad
me tomo la libertad
de decir un disparate,
pero después del dislate,
donde la noche se estira,
más allá del tira-tira
que hace reventar las manos,
nosotros somos hermanos
de la décima guajira. (6)

Para explicar el gran número de poetas, la calidad de los versos, el buen momento de la poesía escrita y oral en Cuba, se ha hablado de las dotes musicales de los cubanos, de su facilidad histórica para versificar. Pero diversos motivos se combinan para lograr este momento de la poesía cubana, y se deben mostrar razones, unidas a la formación, a la preparación integral y al trabajo de respaldo a los artistas de la palabra.

Después de la Revolución, los repentistas alcanzaron una alta categoría social. Ahora son reconocidos como "poetas" y adscritos al Ministerio de Cultura. Están al servicio del país y trabajan para el Estado, en representaciones oficiales y en espectáculos públicos y se desplazan por todo el país, en distintos eventos. Ellos hacen parte del ambiente oficial de ritualidades en el que abundan las distinciones, los reconocimientos, en eventos plenos de medallas, banderas, insignias y condecoraciones, y en las que hay siempre un poeta repentista, escogido para adornar con versos la ceremonia. Gracias a este reconocimiento, se les asigna un salario fijo y "ya no tienen que vender galleticas en la calle", como cuenta el Indio Naborí, aludiendo a grandes improvisadores que, hasta los años sesenta, debían inventarse formas de subsistencia. Además de este cambio en la condición de vida de los improvisadores, está el trabajo permanente con actividades organizadas para preparar a los improvisadores y mejorar la calidad de los poemas. Los festivales, como las Jornadas Cucalambeanas, son sólo mostradores que exhiben a los escogidos como los mejores. Los asistentes a los festivales vienen de Casas de la Cultura de esa y de otras provincias, y antes de cualquier competición los seleccionados han tenido preparación continua y sus capacidades se estimulan en fogueos permanentes, en municipios vecinos, en círculos y comités de trabajo.

Así que la destreza de los repentistas no es sólo facilidad genética y herencia cultural. Hay también un largo trabajo de preparación, que arranca con la formación de niños repentistas y que ayuda a mantener viva la tradición. Y de esta manera, la manía versificadora ha sido estimulada, dirigida y cultivada. A la combinación de todas estas condiciones se debe agregar el alto nivel de escolaridad entre los improvisadores, que corresponde al nivel de escolaridad de todos los cubanos.



La décima y el Caribe hispánico

La décima es la medida estrófica preferida en Cuba y en la oralidad de todo el Caribe hispánico y se conserva como la forma poética predominante. La costa atlántica de Colombia es una de las pocas regiones donde tiene presencia actual la décima. Su práctica ha estado unida a los gustos de la población rural, y en los pueblos donde quedan decimeros la décima se conoce como un verso de "diez palabras".

Las investigaciones sobre la décima en el Caribe defienden la tesis de un antiguo triangulo comercial, que podría explicar las afinidades de nuestras décimas con las de México, Cuba y Puerto Rico, y la pertenencia a la tradición decimera es, todavía hoy, una de las vinculaciones de la costa colombiana con todo el territorio del Caribe continental. Cuba fue el centro donde se cargaban las embarcaciones que viajaban hacia el resto de América, y esta ruta marítima, que enlazaba Puerto Rico, Colombia y Venezuela y Argentina, explicaría también la ruta de difusión de la décima (López, 1986: 124).

La improvisación unida a la décima forma parte de la oralidad costeña, y aunque se haya extinguido casi completamente en muchas regiones, está viva en la memoria reciente de nuestros pueblos. Jorge García Usta, entre otros, confirma la pérdida de la tradición decimera. En Diez juglares en su patio se refiere a Cico Barón como el último decimero. En su trabajo recuerda los combates poéticos de las primeras décadas del siglo XX, con decimeros trashumantes, quienes, acompañados del fervor campesino, iban por los caminos recientes, de fiesta en fiesta, cantando y creando décimas y, en ocasiones, sosteniendo prolongados combates en poesía, que se extendían un día y una noche ante el deslumbramiento del público, con peones, lavanderas, prostitutas y con algunos hacendados que llevaban mazos de billetes para ofrecer a los trovadores triunfales (García Usta, 1994: 13-20).

Hoy, tristemente, los materiales de los eventos académicos de la última década realizados en Las Islas Canarias y en Almería, España, dan por “casi desaparecida” la tradición de la décima en Colombia. Aunque todavía algunos pocos compositores escriben décimas, y quedan algunos decimeros, esas piquerías interminables en la zona del viejo Bolívar y de toda la sabana costeña, que se continuaron cantando con los diez versos originales de la décima clásica, ya no existen (7).

También George List comprueba en su investigación sobre un pueblo de la costa que “Antiguamente se realizaba piquerías en Evitar, pero actualmente no”. Además de reportar pocos decimeros, List aclara que, a pesar del máximo prestigio social que conlleva la habilidad para componer una décima, los jóvenes no muestran interés en aprender la técnica (List, 1994: 395).

La pérdida de las tradiciones decimeras forma parte de la desaparición gradual de muchas tradiciones en nuestras regiones. Los testimonios que nos toca recoger en los trabajos de campo coinciden con un tiempo pasado de fiestas, de bailes de tambores y caja, al que se opone el tiempo presente, con los pico (8) y los discos grabados comercialmente y en el que ya no se cantan los poemas tradicionales.

La fiesta de la décima está ligada a otros rituales de la oralidad. Quiere decir que la décima necesita, para sobrevivir, que se mantengan vivas otras formas de oralidad que nutren la improvisación. Del trabajo de George List sobre los decimeros en Evitar y en los pueblos del entorno se deduce que las décimas se hacen para producir el goza propio y ajeno, pero que debe relacionarse siempre con los amigos, el trago y los domingos y días festivos (List, 1994: 395). Además, la décima es una expresión de la oralidad poética de la región y por esto se alimenta de los versos regionales. Esto es, que la décima es parte de la poesía tradicional, y en la elaboración de los versos, el decimero siempre repite, aunque con variaciones, otros versos ya hechos. Por esto la presencia rica de muchos versos de la oralidad.

Para Puerto Rico, Córdoba Iturregui (1994) muestra que, aunque los trovadores tienden a esconder o minimizar la presencia de la décima tradicional, es fácil constatar que se han apropiado de la riquísima tradición oral del decimario puertorriqueño, y que las décimas nuevas están alimentadas de otras antiguas o recientes:

La Décima improvisada es inevitablemente y necesariamente un texto oral que se mueve, se alimenta y se nutre de un campo poblado por otros textos orales, escritos o grabados […]. Se podría decir que se trata de una voz que puede hablar porque otra multitud de voces anónimas le susurran al oído la posibilidad de su decir (Córdoba, 1994:90).

No existe la creación pura: en el momento de la improvisación el trovador repite fórmulas nemotécnicas y versos cantados por otros. Cada décima se apoya en otras décimas viejas y nuevas, de las miles que están en el depósito de tradición oral. Esto no hay que entenderlo como un señalamiento despectivo, sino como una regla de todas las elaboraciones de las tradiciones orales en el verso. Los trovadores reelaboran versos aparentemente nuevos combinando materiales ya existentes. También para Puerto Rico, Ivette Jiménez de Báez (1964:75) mostró este proceso como un camino de difusión de la poesía popular. Para ella, la tradición oral se apoya en la memoria y se reelabora continuamente por medio de las variantes.

List acepta, para la Costa Atlántica colombiana, que los decimeros experimentados generalmente tienen una reserva de décimas con técnicas comunes, que utilizan con cambios improvisados en una piquera (List, 1994:395). Esta riqueza en la oralidad significa, entonces, que los decimeros necesitan el conocimiento de muchos versos para componer y adobar sus décimas.



Propuesta final para Colombia

Para Colombia no existen investigaciones importantes sobre la Décima, como las que se han realizado para Cuba, México o Puerto Rico, y , en general, el trabajo de recolección de la poesía oral en el litoral Atlántico es muy pobre. No se encuentran recogidos los textos de las canciones tradicionales, ni existen cancioneros que transcriban la música, y por esto los investigadores deben anteponer a su análisis la conformación de un corpus previo, con etapas de audición y trascripción.

Pero mientras en otras zonas del Caribe hispánico esta forma de poesía improvisada se conserva y se estudia con rigor, en Colombia languidece pobremente. Aquí los académicos no se ocupan del asunto, y los grupos y los individuos decimeros no reciben ningún apoyo estatal. Este descuido forma parte de la falta de respeto a los fenómenos de la oralidad. Es, en palabras de Paul Zumthor, el efecto de las culturas urbanas, donde se ha extinguido la pasión por la palabra viva; por eso nos resulta difícil reconocer la validez de lo que no está escrito. La oralidad debería ganar el reconocimiento suficiente para que las instituciones la incluyan en los planes curriculares de los estudios de pre-grado y pos-grado. (9)

Hoy es necesario emprender, desde la academia y desde los grupos que puedan hacerse oír, un trabajo sistemático de estudio y apoyo. Aquí hacen falta trabajos que se ocupen del estudio conjunto de la poesía cantada y escrita, como el realizado por Cintio Vitier y Fina García Marruz sobre la poesía popular cubana. Considero que, ante todo, no se ha reflexionado con fuerza en la importancia del estudio sistemático de la oralidad en el Caribe, como un elemento de identidad y de integración regional.



Notas al margen

1.- Aunque el esquema de arriba delineado - invento de Vicente Espinel - surgió a fines de ese siglo y se expandió en el XVII; se caracteriza, además, por el corte de sentido que se produce tras el verso 4 [N. de la R.].

2.- Ese año, entre los asistentes estuvieron Jesús Orta Ruiz, conocido como el Indio Naborí, y Alexis Díaz-Pimienta. El Indio Naborí, Premio Nacional de Literatura, es una de las glorias de la literatura cubana. Fue en su juventud uno de los grandes del repentismo y es, además, reconocido por “escrito”. Alexis Díaz-Pimienta no sólo es improvisador destacado, sino un poeta y un narrador galardonado con importantes distinciones internacionales. Finalmente, Waldo Leyva, presidente de la Asociación Iberoamericana de la Décima y el Verso improvisado, es estudioso de la oralidad, pero es también poeta de la escritura, con destacadas publicaciones.

3.- Según Waldo Leyva, en la conferencia pronunciada en el mencionado evento, "este tipo de décima se denomina de calcetín” (1999: 16, n. 1).

4.- Se trata de Francisco Pereira, conocido como Chancho o Chanchito, uno de los más grandes repentistas cubanos de este siglo, maestro y guía de casi toda la generación actual de improvisadores, quien murió a principios de este año de 2002.

5.- Véase en este mismo número la entrevista que Rosa Sánchez hizo a Emiliano Sardiñas.

6.- En Cuba este tipo de retos se conoce como tira-tira.

7.- En una investigación ya terminada, realizada con un equipo interdisciplinario de la Universidad de Antioquia, en la cual me interesaba, entre otras cosas, el tema de la oralidad, fue ya difícil encontrar a los decimeros de la región. Debo aclarar que, aunque en algunos pueblos subsistan decimeros aislados, estoy refiriéndome a la desaparición de la décima como institución, como fenómeno colectivo.

8.- Se refiere al Cancionero Picot [N. de la R.].

9.- Adicionalmente, puede influir el menosprecio que entre los habitantes de las ciudades de la costa atlántica se alimenta por la ruralidad. Mientras en regiones como Antioquia el origen campesino se exhibe con orgullo, aquí casi siempre se esconde con vergüenza.



Bibliografía citada

CÓRDOVA ITURREGUI, Félix, 1994. “Los trovadores puertorriqueños: algunas consideraciones sobre el arte de la improvisación”. En La décima popular en tradición hispánica. Actas del Simposio Internacional sobre la Décima, comp. Maximiano Trapero. Las Palmas de Gran Canaria: Universidad de Las Palmas / Cabildo Insular de Gran Canaria.

LEYVA, Waldo, 1999. “Oralidad y escritura en la décima hispanoamericana”. En La Luz de tus diez estrellas. Memorias del V encuentro-festival iberoamericano de la décima. La Habana: Letras Cubanas.

LIST, George, 1994. Música y poesía en un pueblo colombiano. Santafé de Bogotá: Patronato Colombiano de Artes y Ciencias.

LÓPEZ LEMUS, Virgilio, 1986. “La décima cubana”. Revista de Literatura Cubana 4 (6).

JIMÉNEZ DE BÁEZ, Ivette, 1964. La décima popular en Puerto Rico. Jalapa: Universidad Veracruzana.

GARCÍA USTA, Jorge y Alberto SALCEDO RAMOS, 1994. Diez juglares en su patio. Santafé de Bogotá: Ecoe.

POSADA, Consuelo. “La décima cantada en el Caribe y la fuerza de los procesos de identidad”. Revista de Literatura Populares III-2 (2003): 141-154. Resumen. A partir de una exposición detenida sobre las técnicas, las prácticas y los contextos de la décima improvisada en Cuba, se estudian aquí las escasas supervivencias de este género en el Caribe colombiano.

martes, 15 de abril de 2008




Un prólogo
“sostenible”

Prefacio al libro Examen de fe,
de José Luis Serrano, Premio
Iberoamericano Cucalambé 2001;
Editorial Sanlope, 2002



Por Fr
ancisco de Oraá

No me esperaba un libro como este: sorpresa fue para mí, junto a otros de lenguaje muy elaborado y distinguido pensamiento. Insólito incluso si lo acercamos a la décima culta, cuánto más si a la décima oral (que con frecuencia no es menos escrita) y su acostumbrada tradición de ingeniosos e ingenuos pensamientos y consecuente lenguaje retórico, dulzón. De entrada nos asaltó su atrevimiento de buscar tutela en una filosofía – con la que sin embargo no se alinea mansamente, unilateralmente – y cuya protección en ciertas actitudes esenciales y títulos ostenta (“Así hablaba Zaratustra”, “La muerte de Dios”, “La voluntad de poder”, etcétera, pero también y sorprendentemente de Eliseo Diego nada menos: “Segundo discurso” y sucesivos, y hasta de Duchamp: “ El gran vidrio”, sean ejemplos) entre dispares referencias cultas y citas intratextuales o no, como la del Eclesiastés y la muy principal y oportuna de Carlos Galindo Lena: “en el subsuelo/ Zaratustra nos impone su canto”. No se alinea porque sufre las contradicciones del desesperado, pero es de suponer que este libro habría sido grato a aquel “don Juan de las ideas”. A esa secuela del evolucionismo (al cual confluyen tanta líneas del pensamiento en el XIX), del que Nietzsche hizo una ética (“el hombre es algo que debe ser superado”, al fin y al cabo finalidad de todo moralista) y un perspectivismo existencial (dado ya en el concepto de selección natural del más apto) incluso historizante – puede entenderse así – (“lo que se puede amar en el hombre es que es un tránsito (...) un punte y no una meta”) opone, para nuestra sorpresa, lo que parece afirmaciones religiosas y de lo contrario, de manera tremenda. ¡Rara raíz en nuestro suelo! Por lo tanto, hay aquí un abierto abanico de contactos con diversas tendencias de pensamiento:

Con la filosofía existencial: de entrada, su elección de la cita de Galindo, rechazo de la vida inauténtica: “No sigas dejándote vivir como un payaso torpe”, y en sus propios versos: “Siempre hay dos alternativas / como mínimo”, “Hay dos opciones”, “escoger es una cruz / que cargarás mientras vivas”, “Nos morimos por costumbre”, “Morir es algo más serio”, “Felices a la manera / de los ebrios y los tontos”.

Con el epicureísmo: “mientras Dios observa mudo”, “Pero Dios no vino”, “despertará Dios con hambre / del espantoso letargo”, “la amnesia / (que es atributo de Dios)”.

Con cierto modo de determinismo: “Un simple golpe de dados / puede abolir el azar”, “Caemos por gravedad”.

Contra la reducción al materialismo propia de la ciencia: “Los sabios quieren hallar / a Cristo con una lupa”.

Y dando una aroma de alta teología (¿budista? ¿hegeliano?): “ ¿Dios ha sido / la concreción de la Nada?” ¡Pensamiento admirable!

Por supuesto, todas estas aproximaciones son tentativas en el prologuista y cuando la poesía las hace carne propia las transforma y desecha, son otra cosa (ya lo dije: expresiones del desesperado) en el poeta. Pero ¿adónde irá a parar este abarrote; a lo más drástico: nihilismo, a lo más suave: escepticismo?

¿Este libro es, tanto como confiesa el autor un deliberado, expreso examen de lo que heredó, lo que le enseñaron, y de lo que siente de la realidad? Está entre “la mística y la inquietante estadística” la ciencia que “son sus mitades”, está entre ambas y en busca de su fe, fijo entre dos temas esenciales: la muerte y el conocimiento. Pero ¿cuáles son esos “pensamientos clandestinos” que dice tener? Esa palabra que resume su personal finalidad. Según la cita de Nietzsche, “si la supiera no la diría”, no la dice.

Y según aquella contradicción es su palabra escrita: atrevida, violenta, tremenda a veces, tosca o sencilla, rondando el coloquio popular y el concepto raso pero necesario en su momento, o con excelentes síntesis verbales (quiero decir: formalmente poéticas) y riqueza de difíciles rimas, perfecta factura de las estrofas, soluciones con gracia y hábiles neologismos, incorporación del léxico científico, humor e ironía o sinceridad (no se sabe cuándo una u otra) y como resumen una espléndida unidad temática.

Haciendo valer la frase de Borges sobre la filosofía, diríamos que este libro es también una suma de las perplejidades del hombre. Para romper una salida, lo que procede (también para el autor) es ascender a la serenidad de la cumbre y dar el salto. Todo salto es, por definición, cualitativo, y hay que elegir: la destrucción o el amor. Pero al desesperado lo traban sus paradojas, sus aporías; es un inválido. Y el filósofo al que advocó el autor había elegido – como es de suponer según su procedencia y porque vio en qué consiste el impulso de la Vida (entendida esta palabra según su antecedente, su maestro) – y valorado la fuerza y al individuo (consecuentemente, porque él era débil y enfermizo, aunque mostró la dureza de su condición en su posición negativa, trágicamente heroico en su soledad frente al mundo, en su enrarecida, irrespirable cumbre). Pues si el hombre (no el individuo ahora) es un puente y no una meta en sí mismo, ¿dónde está su trascendencia? No en lo divino sino en un ente (propone pero no explica en qué consiste el Superhombre) con que la imaginación apuesta a un conjetural futuro: improbable utopía del individualismo, pero considerable como acto poético. ¡Un nihilista que ansiaba la Eternidad! Para finalizar, y como el autor comprueba que “existir es inhumano”, es “repugnante”, el prologuista se atreve a proponer por él, como salida, un salto no hacia abajo sino un paso hacia atrás — hacia el antecedente del filósofo, y aún mucho más atrás — al sentimiento de piedad o compasión (o cualquiera otra forma de de la simpatía, si el amor al prójimo no es acaso posible) para seguir después hacia delante.

jueves, 3 de abril de 2008




Pórtico
de la décima

(Prólogo al poemario
(In)vocación por el paria,
de Pedro Péglez González,
Premio Iberoamericano
Cucalambé 2000,
publicado por la Editorial
Sanlope
en el 2001)


Por César López

Elegir una forma cerrada como la décima supone un riesgo poético, una aventura signada aparentemente por el referente conceptual tradición. Tradición de lo culto y lo popular. De Calderón de la Barca a los repentistas cubanos. Todos con deslumbrante vigencia. Pero habíamos deslizado un simpático adverbio: aparentemente y ello se explica porque en algunos casos en esa misma tradición está contenida la ruptura. De eso se trata en este libro, decimario heterodoxo si se quiere. De la tradición y la ruptura de la estrofa elegida.
En Cuba no resulta sorprendente oír hablar -y cantar, desde luego- a los decimistas, de poesía, me atrevería a usar mayúsculas altísimas, cuando están limitando la enunciación a la décima. Dicen saber sólo de décima. La poesía es la décima. La décima es la poesía. Lo demás, caso de existir, es otra cosa. No es la ocasión de profundizar en esta enrevesada situación y deslindar espacios y tiempos... y mucho menos precisar aquello de décima culta, como si existiera o pudiera existir una décima inculta y la juglaría y la clerecía estuvieran a su vez reñidas con la cultura, la gracia y la sabiduría.

Es, sin embargo, natural enfrentarse a estos problemas cuando se participa en la lectura de un conjunto de decimarios que compiten por alcanzar un premio de prestigio como el Iberoamericano Cucalambé de décima escrita. Y ya aquí sí aparece una distinción que matiza la convocatoria: Décima escrita. La gracia ligera del canto y la improvisación han de ser fijadas al andamiaje, a los cimientos dados por la palabra escrita.
Y en esta ocasión, con (In)vocación por el paria, llegó el deslumbramiento. Es este libro una fiesta de la estrofa, de la palabra, de la poesía. Para el oído y para el pensamiento. Y lo primero es ese título que revela audacia en su actualización moderna o postmoderna, qué más da. La invocación no es al paria, ni del paria y mucho menos para el paria. El paria ya está presente, fue convocado con anterioridad y se presentó. O estuvo siempre acechado por el poeta que ahora lo aborda, lo sacude, lo hace suyo en su propia transformación. Diurno doliente. Y sufriente en el verso y su proyecto.

Si en los inicios de estas líneas descubríamos una cierta oscilación, aspecto de una misma trama, entre lo culto y lo popular, ahora asistimos a la confirmación de lo culterano. Y a su verosimilitud.

Pedro Péglez no teme al verbo y se embriaga en una tropología propia, muy suya y, por lo mismo, paradoja lírica, perteneciente a la tradición que asume y a la vez rompe.

Neobarroco transgongorino que parece guiñar divertidamente a lo insular, en arco, desde Zequeira y Rubalcava, que pasa por Tristán de Jesús Medina, se regodea en Martí (con aquel entronque vallejiano del “bien, yo respeto”) que acaricia con las cadencias de Mariano Brull e inquieta y espanta en las honduras de José Manuel Poveda. Se aferra el poeta a su tradición, la asume y asimila y a la vez la tritura para volver a ella en una nueva manera. Pero, tal vez, en su misma esencia.

“Qué manera de la sed
para cómplices veranos
Qué ebrio engaste de las manos
a través de una pared”

La reminiscencia transforma el signo, lo vuelve mensaje que se diluye como el agua buscada. ¿Morirá el poeta insular como Villon “auprés de la fontaine” que en cubanísima trasposición cantabile, ¿popular?, corre el riesgo de “morir de sed habiendo tanta agua”? ¿O más bien permanecerá en su indagación respecto al paria?: Que es el poeta, la poesía, el poema.

Este autor que rompe su ensimismamiento hace de la décima, de sus engarces múltiples, de sus difíciles vericuetos un poema, en la concepción óntica de la extensión del poema que pidiera Lezama Lima. Lectura ardua. Aprehensión que reclama tenacidad. Diferencia y semejanza de la tradición y de la ruptura.

Al señalar estos datos surge la relación entre una clara resistencia por parte de la materia poética y la insistencia del poeta que trabaja y traba su proyecto. Tal vez por eso muchas veces la urdimbre logra una consistencia tal que hace falta un alto en el recorrido, una complicidad de la respiración, para descubrir la magnitud de la obra, su propuesta y su alcance. Apertura a una desafiante disciplina. Descubrimiento de la décima.

El lector ha sido llevado, o puede ser llevado, en su compartido forcejeo, a un nuevo reino, dominio vasto que, sin embargo, ya existía. Otro triunfo de la paradoja verbal, de la cárcel expuesta en forma cerrada. Arte mayor dentro del arte menor. O viceversa.
La poesía acoge la décima porque la décima es poesía. No es que el misterio quede totalmente develado, sino más bien ampliado en una nueva posibilidad.
Pórtico para entrar y para salir. Rico en volutas, ecléctico y ubérrimo, invita a permanecer. Funde la entrada y la salida. Ensancha y se ensancha.

En esa polisemia de lujo verbal el paria poetizado reina y el poeta de nupcias se desdobla, padre e hijo, con el soplo del verbo. Poesía que pide salvación por ella misma y por su entorno. Belleza audaz que no teme a los excesos, ni se fatiga en ellos.

Fusión y confusión. Padre e hijo. Papá. Y un Cupido también presidiendo, pícaro y vergonzante. Equívoco sin equivocaciones.

El reino está instalado desde los siglos, tal vez a partir de los años oscuros. Este libro ayuda con un poco de luz. Chorro. Ráfaga. Desenfado trémulo. Léase así. Y hay algo más allá.

“...adiós.”
”(El barco late como un corazón impuro)”.

martes, 1 de abril de 2008


Jesús Orta Ruiz,
el Indio Naborí

Entre la bandurria
y el espejo


(Entrevista realizada en el 2002,
cuando Naborí cumplió 80 años)


Por Pedro Péglez González
Foto: Tamara Gispert

Llegué, a la hora acordada para la entrevista, a su casa en el Vedado, donde paradójicamente se respira el “entre, y perdone usted” de los hogares campesinos. Cariñosa como siempre, me abrió la imprescindible Eloína, cuya amante misión de lazarillo ha cantado el poeta: ¡Ay, quién me diría que/ los ojos que ayer canté/ hoy fueran mis propios ojos!

-Naborí viene enseguida -disculpó la no presencia de su Jesús en la sala, mientras me acomodaba en un sillón- …es que anoche no durmió bien, por los malestares que tú sabes.

Sin embargo, en menos de diez minutos, del brazo de Eloína ya venía el Indio sonriente, inventándome en versos un inusual saludo:

-Primera vez en la vida/ que tú me encuentras dormido/ como un arcángel caído/ y dormido en la caída.

Para añadir de inmediato a la risa colectiva:

-Y luego tú dices que ya yo no improviso.

Por supuesto que todo era broma, porque ni estaba dormido, ni se considera arcángel -mucho menos caído- y porque él sabe que yo no he dicho que ya no improvisa: Aunque hace muchos años que no puede ejercer profesionalmente el repentismo, ese es un don que el poeta no pierde con la ausencia de los escenarios.

En su partida de nacimiento dice que el 30 de septiembre de 1922 vino al mundo un niño al que inscribieron como Sabio Jesús Orta Ruiz. Pero de su primer insólito nombre -¿inconsciente vaticinio?- no tuvo noción Naborí hasta que hizo falta, ya adulto, sacar certificado para algún trámite perdido en la memoria.

-Yo pensaba -comenta- que me habían puesto Jerónimo Jesús, porque el 30 de septiembre es el día de San Jerónimo en el santoral. Muchas veces firmé así: Jerónimo Jesús. Cuando supe lo de Sabio me pareció muy raro, porque ese no es nombre. Fíjate que no hay San Sabio. Luego, en la universidad, lógicamente había bromas con eso. Raúl Roa, que fue profesor nuestro, hacía preguntas en el aula y a veces me señalaba: “¡Arriba, Sabio!” También a veces sucedía que yo no respondía bien, y entonces me decía: “Hoy no le hiciste honor a tu nombre”. Bueno, tú sabes cómo era Roa de ocurrente.

UNA DICOTOMÍA INTERACTIVA

Desde temprano en la vida, poesía y comunicación social germinaron en él como una dicotomía interactiva. Se sabe que de niño comenzó a improvisar versos en las canturías. Ya adolescente, publicó sus primeros poemas escritos en un periódico local de San Miguel del Padrón llamado Cooperación, donde también se estrenó como periodista. En 1948, su programa Décimas informativas, por CMQ Radio, no era otra cosa que un noticiero en versos que preparaba cada día. En 1957, ya reconocido como brillante repentista y como autor de libros de versos, empieza a escribir textos periodísticos para Bohemia.

Tras el triunfo de Enero de 1959, en el periódico Hoy, su firma podía verse lo mismo encabezando un reportaje que al pie de aquellos poemas de la sección Al son de la historia, crónicas en versos sobre la vibrante realidad cubana en los primeros años después de la victoria. Igual duplicidad protagonizó después, por mucho tiempo, en el diario Granma. Visto de conjunto, su quehacer periodístico abarca más de 700 textos.

-¿Y el periodismo ayudó a su poesía?

-Claro que ayudó. El periodismo ayuda a la poesía por el ejercicio constante hacia el dominio de la palabra. El periodismo requiere síntesis y la poesía también, aunque de otro modo, desde luego. Son dos artes diferentes, pero la primera, por su dinámica constante en busca de decir lo más posible en el menor espacio, va preparando la capacidad de resumen de quien escribe, si además es poeta, para apresar el destello de iluminación poética en la necesaria condensación del verso.

-Su vocación de servicio social me recuerda otra etapa de su trayectoria, quizá no tan conocida: aquella en que se desempeñó como Responsable Nacional de Cultura de la CTC

-Aquellos fueron años de extraordinarias experiencias, de mayor conocimiento del pueblo, de los trabajadores, y de la significación de su organización sindical. Creo que en ese tiempo, sobre todo por el aliento de Lázaro Peña, se dio un salto cualitativo en la cultura del movimiento obrero, en la formación de su gusto estético, y para eso contamos con el apoyo de muchas figuras importantes de la cultura nacional. Se dieron entonces muchos pasos iniciadores de cosas que ya hoy son costumbre, como los concursos literarios de cada sindicato, que confluyen al final en el concurso Rubén Martínez Villena. Ese nombre no se escogió por gusto: un poeta que fue secretario general de la Confederación Nacional Obrera de Cuba, antecedente de la CTC.

DÉCIMA… ¿Y PUNTO?

Considerado el decimista más significativo de la literatura cubana contemporánea, Naborí participó de modo protagónico en el fenómeno de renovación de la estrofa ocurrido en los años 40 y 50. En su caso, los alcances estéticos iban, en amplio diapasón, desde la elevación y enriquecimiento metafórico de la décima oral improvisada de raíz campesina hasta los relumbres líricos de la poesía escrita de la época, vertida en el molde estrófico espineliano. En pocas palabras, la concertación de lo popular y lo culto, tan necesaria a la décima, en un mismo creador.

Sus primeros cuadernos, Guardarraya sonora (1946) y Bandurria y violín (1948), publicados por una humilde imprenta de San Miguel del Padrón, fueron decimarios de fina raigambre popular no por ello exentos de altura lexical y tropológica. Sobre el segundo de esos títulos, el gran chileno Pablo Neruda, de visita en La Habana en 1961, le comentó a Naborí: “Leí tu libro. Oye, ¡es mucho violín para ser bandurria!”

-Al poeta que acuñó la décima cubana como Viajera peninsular, ¿qué opinión le merece la extraordinaria evolución que ha tenido la estrofa en las últimas dos décadas, en especial en los 90, tanto en la oralidad como en la escritura?

-En Cuba siempre hubo buenos decimistas, tanto en una como en otra vertiente, desde la larga nómina de improvisadores, muchos de ellos sorprendentes, hasta escritores como Eugenio Florit, los de Orígenes, Nicolás Guillén… es riesgoso decir nombres, porque son muchos. Es un inmenso y rico caudal el de los aportes que dieron a la décima, a lo largo de nuestra historia, tanto los poetas populares como los poetas de la escritura, los que hemos dado en llamar poetas de lo culto. Lo que ha sucedido en las décadas recientes, esa evolución que tú mencionas, con una masividad nunca antes vista en los decimistas, ese enriquecimiento del léxico y esa ansia en la búsqueda permanente de la poesía, parte de aquella herencia, y es resultado directo de la Revolución triunfante en 1959, que abrió para todo el pueblo las posibilidades de acceso a la educación y la cultura, liberó las potencialidades insospechadas de las grandes masas, borró progresivamente las fronteras entre la ciudad y el campo, y vertebró una política cultural cada vez más amplia, con hechos monumentales que van de la Campaña de Alfabetización de 1961 hasta la Universidad para Todos de nuestros días.

Pero el Naborí poeta -prolífico como el Naborí periodista, investigador y ensayista- no es únicamente un poeta de la décima. Con Martí, presencia vital siempre en él, piensa que cada emoción pide su métrica… o ninguna. Ahí están los poemas del Indio en versos libres, sus romances (¿quién no se conmueve aún con la Elegía de los zapaticos blancos? ) y sus sonetos. De estos últimos, por cierto, los agrupados bajo el título Una parte consciente del crepúsculo están considerados entre los mejores escritos en lengua castellana.

También los rumbos ideotemáticos de su obra en versos han sido tan disímiles como los de la vida misma. De sus decimarios germinales, con olor a tierra húmeda y a amor recién mojado, a la poesía social que toma el pulso a su tiempo, presente en libros como Al son de la historia y Esto tiene un nombre. De la poesía dolorosa por la pérdida del hijo en Elegías a Noel, a las evocaciones a la infancia y la familia en Entre, y perdone usted. De la búsqueda ontológica de Entre el reloj y los espejos, a la perspectiva desde la vejez y la pérdida visual y desde quien ha estado al borde de la muerte, transidas acaso con un tinte del grotesco del Siglo de Oro español, en Con tus ojos míos.

-Resulta fascinante un diapasón tan amplio en la obra de un poeta –le comento.

Y se sonríe. Y sólo me responde:

-¡Chico, es que yo he vivido ochenta años!