jueves, 17 de abril de 2008

Versar el Cielo

Crónica de viaje de una expedición de poetas, entre otros, miembros
de los grupos Zona Franca (y su vertiente de artistas plásticos, OMNI)
y Ala Décima, al pico Turquino



Por Karel Leyva
Vicepre
sidente del Grupo Ala Décima



El pasado 17 de marzo, con el sueño de tocar el cielo de la Isla, nos aventuramos en un imposible tren regular salido de las entrañas de la Estación Central de La Habana hacia la calidísima Santiago, tomándonos previamente una foto en la fachada de la Casa Natal de
nuestro José Martí, esta vez nos habíamos trazado la meta de conquistar la cima de Cuba para desde ahí en vísperas al solsticio de primavera, Día Mundial de la Poesía, realizar una lectura poética. Idea más bellamente loca no se nos había ocurrido antes y lo pienso ahora pasado casi un mes después de iniciado el viaje. Simbólicamente éramos 11, nada abstractos, pero sí con una disposición de gallo para echar la pelea que en realidad se presentó difícil pero algún bicho raro nos pico que todo obstáculo se deshizo aparentemente. El grupo, bien variopinto, aunque sí integrado en su totalidad por amantes o mejor dicho adictos a la poesía, incluía a Irasema Cruz Bolaños, poeta y actriz (miembro del Grupo Ala Décima), Amilkar Feria, poeta e ilustrador gráfico, Patricio Martínez, miembro del taller Rolando Escardó, Liván K´weiro, escritor y músico, Amaury Pacheco, Luis Eligio Pérez, Nilo Julián y David Escalona, estos últimos miembros del multifacético grupo OMNI; amigos que al llamado del grupo de trabajo de la Casa de la Poesía de la Oficina del Historiador de la Ciudad de la Habana dieron el paso sin dudar, y encabezando el pelotón Laritza Simeón, directora de la Casa, Racso Pérez y Karel Leyva, promotores de la institución habanera.

Diecinueve horas después arribamos a la indómita ciudad de Poveda, Cos Cause, Heredia, Hernández Millares, Portuondo, Lino Hurrutinier y muchos bardos más, luego de haber realizado los pertinentes intercambios de poemas, comentarios de toda índole, compartir una jarana y el consabido choteo a todo lo humano y divino que una mole de hierro como esa oferta en su periplo por la isla. Teníamos la esperanza de encontrar un transporte para llegar a más de cien kilómetros de la ciudad casi al final del municipio Guamá y a una decena de kilómetros de la Base del parque nacional Turquino, ese lugar de cuyo nombre jamás podremos olvidarnos, se nombra la Mula, campismo cuyo personal fue uno de los mejores premios a nuestros esfuerzos por realizar la simbólica ascensión. Esa ruta fue recorrida pero se debió fletar un carro particular pues gracias al retraso no quedaría más opción que hacer el viaje en dos etapas que fácilmente se remontarían en dos días de expedición. Así que nos lanzamos a someter a nuestro bolsillo a una nueva tortura y arribamos en cuatro horas al campismo llenos de esperanza, polvo y sudor de una carretera aún en restauración luego del último ciclón que la dejó casi herida de muerte.

Los primeros pasos por el área, el persistente voto de silencio de Amaury, las miradas nuevamente extrañadas hacia nuestras extenuadas figuras y la sonrisa burlona de algunos cuando supieron del anhelo poético que nos había llevado hasta ahí. Finalmente instalados en las cabañas justo al lado derecho del campo Santo de la Mula, recibimos la breve bienvenida de Echeverría, nuestro ángel de la guardia y decidimos atacar las ofertas de comida para luego bañarnos e incorporarnos a un silencioso y reparador descanso con vistas a estar listos para lo que se avecinaba. La mañana del diecinueve de marzo nos graduamos de exploradores cuando en grupo fragmentado visitamos la escuela primaria Camilo Cienfuegos con dos aulas multigrados, las casas de los vecinos y el lecho del río Turquino que alternaba su paisaje árido con hermosas pocetas de cristalinas aguas y luego en la tarde lo hacíamos con la playa de Bella Pluma y el pueblo de Ocujal donde se pretendía encontrar un transporte que nos acortaran los diez kilómetros hasta la entrada al Parque Nacional, finalmente Racso y Amilkar hallaron una respuesta positiva en el Curro, dueño de un tercio de camión, quien además de transportarnos nos imponía el nuevo reto de atrevernos a montar en su transporte. En la noche del diecinueve luego de la comida los amigos del campismo nos ofrecieron sus oídos para las rarezas a las que nosotros nos atrevemos a llamar poesía o textos.

Así con el arsenal de chistes en plena descarga nos fuimos a las literas esperando que el amanecer nos favoreciera para iniciar nuestra graduación de alpinistas. Una ceremonia tras los primeros sin el asomo del camión fue abierta por los cánticos de Luis Eligio y David sirviendo todos de cuerpo de baile y coro de manera simultánea hasta que al fin a las 6 y 20 minutos de la mañana se escuchó el atronador sonido del dinosaurio que nos acercaría a Las Cuevas, entre risas y un frío que no se portó demasiado agresivo recorrimos la primera distancia y al descender le apuntamos al Curro la hora de recogida casi ocho horas después la cual fue buenamente escuchada por el experto hombre que entendía que jamás sería esa la hora real. Buscamos rápidamente varas de apoyo y tras la explicación del recorrido a realizar junto al guía nos dispusimos a transitar los 11 kilómetros hasta la base del busto martiano, todo comentario preventivo para desalentarnos o hacernos ver que era sobrehumano lo que pretendíamos hacer con nuestra sedentaria formación artística, quedó entonces aclarado ante las severas condiciones de la ascensión por la vertiente santiaguera que posee más de 7 kilómetros de escaleras cuyo alivio consiste en la belleza del paisaje, el objetivo inicial de acceder antes de las dos de la tarde a la cima de nuestro sueño y a los ánimos que los íbamos brindando cada vez que las montañas nos invitaban a desistir.

Frisando el horario de las dos de la tarde pudo completarse la ascensión y una lectura impensada protagonizó los siguientes minutos K´weiro recalcando a una filmación perdida luego que a sus cuarenta con miles de deseos aún por cumplir estaba ahí y del cofre la memoria dedicó una décimas a los amigos, Amilkar con sus “Dulces Horas”, Patricio con sus versos de despedida a la infancia, el poema Hierro de Luis Eligio y otros versos que se fueron sumando a la silente lectura de Pacheco y la simbólica parada de cabeza de David a los casi veinte minutos de palabra y gesto lírico. A las 2 y 30 de la tarde recomenzamos el viaje ahora descendiendo esos mismos once kilómetros que nos comenzaban a multiplicar mientras el sol aceleraba su caída para regalarnos una linterna lunar que nos guiaría a los ultimos en completar el recorrido cerca de las nueve de la noche, catorce horas después de iniciado el ascenso. Todos entre contentos y extenuados subimos al camión del paciente Curro, quien llegó a la hora citada con el conocimiento de que no sería hasta trescientos minutos que se completaría la llegada de toda la tropa. En todo el recorrido nos repetíamos aquella máxima martiana de que verdaderamente subir montañas hermana hombres, sobre todo por el apoyo que los integrantes de OMNI dieron a los que en peores condiciones quedamos luego de la violenta subida y el menos sofocante y doloroso descenso incluido en ello la ruptura del voto de silencio de Pacheco para ofrecer su apoyo a un compañero.

La llegada al campismo con la preocupación de cómo haríamos para desplazarnos pues los dolores ahora aumentaban y fue necesario administrarnos una dosis alta de analgésicos y antinflamatorios para al menos cinco de los alpinistas el resto del grupo pudo incluso bailar un rato con los animadores del campismo y así tranquilizar a algunos amigos campistas que pensaban con razón que algo nos había pasado. Luego de la cena decidimos pasar revista a nuestras pertenencias y preparar el equipaje pues temprano en la mañana saldríamos para la ciudad de Santiago, esta vez en el espacio libre de la guagua del campismo entre risas, flirteos, emociones encontradas y nuevamente un repaso al paisaje que ahora pudimos disfrutar mejor. Estábamos a la expectativa de qué nos esperaba en la ciudad, cuáles serían los nuevos obstáculos que tendríamos que enfrentar en este viaje pero nada fue suficiente para amargarnos el final del viaje. A nuestro arribo participamos en la lectura del poeta y dramaturgo Marcial Lorenzo Escudero, en la tertulia Cantapalabra, en la Casa del Caribe, ultima actividad oficial que se realizaba por la dirección provincial del libro en el día mundial de la poesía, que abrazó la madrugada del día veintidós en una descarga continuada que parecía no terminar nunca. Por supuesto los inquietos miembros de OMNI salieron a explorar la ciudad grabando entrevistas y el sonido propio de la urbe en lo que sería el inicio de su segundo momento en el recorrido pues haría un recorrido por doce provincias durante casi veinte días.

Luego de un brevísimo descanso decidimos visitar el cementerio de Santa Ifigenia y el Centro de la Ciudad, concluyendo nuestro recorrido en la mañanera tertulia del Centro Cultural “Amado Ramón”, que esta vez ofertaría la presentación del libro mas reciente del poeta Reynaldo García Blanco, quien amablemente compartió su lectura con nuestra tropa. Una despedida demasiado larga fue para nosotros ese sábado que se culminaría en la arrancada de un viaje de veinte horas hacia la ciudad de La Habana en la torturante mole ferroviaria, esta vez con un agotamiento manifiesto que nos llevó a realizar comentarios bajos, velar de manera alterna el sueño de unos y otros así como dedicarnos a soñar nuevas maneras de Versar el Cielo de la Isla.

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