miércoles, 31 de enero de 2018

José Luis Serrano, Premio Nicolás Guillén


Con el libro Los perros de Amundsen
 
Por Rosana Rivero Ricardo


El poeta holguinero José Luis Serrano obtuvo el Premio de Poesía Nicolás Guillén 2018 por su libro de sonetos Los perros de Amundsen, galardón que se otorgará oficialmente el próximo 9 de febrero, en el marco de la Feria del Libro de La Habana.

A través de una estructura poética clásica y que al decir del autor es poco premiada en los concursos, Serrano desarrolla una gran metáfora sobre la existencia y los complejos tiempos postmodernos que le ha tocado vivir.

“Amundsen fue un explorador noruego que dirigió la expedición a la Antártida que por primera vez alcanzó el Polo Sur. Mientras su contrincante inglés empleó trineos motorizados, él conquistó el polo sur con 60 perros, de los cuales utilizó la mitad como alimento del resto. La estrategia lo ayudó a regresar con vida y ganar la carrera. Lo que tiene que ver esto con los tiempos que corren se lo dejo a los lectores”, incitó Serrano.

El volumen forma parte de un compendio bautizado como Trilogía acéfala. En ella se incluyen además los textos Más allá de Nietzche y de Marx y Geometría de Lobachevsky, este último galardonado con el Premio Adelaida del Mármol de 2015.

“Es una suerte ganar este premio que tiene un circuito de promoción representativo en Cuba. Lo obtengo después de nueve años de asedio en el que se perfeccionaron los libros y surgieron otros nuevos. Mi apuesta es usar en pleno siglo XXI el soneto, una estructura que suele verse devaluada, como el vehículo idóneo para expresar las grandes fracturas y las mixturas de situaciones que vivimos”, expuso Serrano.

Además del soneto, José Luis Serrano es un destacado cultivador de la décima. Ha obtenido, entre otros, el Premio Iberoamericano Cucalambé (1995 y 2001), el Buscando Nuevas Voces de la Poesía Holguinera (1995) y ostenta la Distinción por la Cultura Nacional. En Ediciones Holguín se desempeña como corrector y editor.

Tomado de aserranoss
Versión original en el periódico ¡ahora!


El poeta José Luis Serrano Serrano (Estancia Lejos, Holguín, 1971) es graduado de Ingeniero Eléctrico en el Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa en 1994, y cuenta con numerosa obra poética galardonada y publicada. Entre sus primeros reconocimientos estuvo el Premio Nacional Cucalambé (1995, con el decimario El mundo tiene la razón, escrito en coautoría con Ronel González Sánchez), así como el Premio Nacional Fundación de la Ciudad de Santa Clara en el apartado de décima (1998, 2002). El poemario Bufón de Dios (1997) fue la primera entrega de un volumen mayor: Mecánica clásica, del cual han aparecido, además, los cuadernos Aneurisma (1999), Examen de fe (Premio Iberoamericano Cucalambé 2001; Editorial Sanlope, 2002), La resaca de todo lo sufrido (2003) y El yo profundo (2005). Geometría de Lobachevski (Premio Adelaida del Mármol 2015) recibió además el Premio Nacional de la Crítica Literaria en el 2017. En el 2016 obtuvo el primer premio del concurso Trilogía decimal, dedicado a Carlos Manuel de Céspedes. Recibió la Distinción Por la Cultura Nacional en 2005.

Del decimario Examen de fe (Premio Iberoamericano Cucalambé 2001) vea los siguientes poemas publicados en nuestro sitio, mediante estos enlaces:


Otro acercamiento a la obra poética de José Luis en la antología on line Arte poética. Rostros y versos, poeta salvadoreño André Cruchaga.

MÁS INFORMACIÓN SOBRE EL AUTOR:



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El peso de la cruz, poema de Ronel


Una estremecedora visión
de José Martí en versos
 

Dice el también hermano poeta Alexander Besú que por más que lee este poema, siempre lo estremece. Así nos pasa a muchos. El peso de la cruz, de Ronel González Sánchez, es un texto que oprime el corazón por su capacidad milagrosa —milagro es la buena poesía— de colocarnos junto al Maestro en los últimos, infaustos y gloriosos momentos de su existencia física. El texto pertenece al poemario Teoría del fulgor accesorio, dado a la luz por la Editorial Ácana, de Camagüey, el pasado año.






EL PESO DE LA CRUZ

Escribo, poco y mal, porque estoy pensando
con zozobra y amargura.

José Martí: Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos,
14 de mayo de 1895.


Agua del Contramaestre.
Agua turbia.
Agua crecida.

¿Hasta qué punto la vida
es un cántico silvestre?

Entre el fango,
lo terrestre va enmaniguándose.

Un vado al muslo.

El cuerpo angustiado
y, en el sopor que lo inhibe,
la noche bella proscribe
el sueño del Delegado.

Un río.
Un caballo.
Un hombre.

El sol licuando la piel.

El croquis de un coronel
en la sabana sin nombre.

Un río.
Un caballo.
Un hombre.

Un paredón de humo infame.

No importa que alguien se llame
Ángel, si en vano custodia,
ni que entonen la rapsodia
un fustete y un dagame.

Las bayonetas a un palmo
de los fervores solícitos,
los desencuentros ilícitos,
el verso indómito o calmo.

¿Hay entre el augusto salmo
y la pólvora nefasta
algún vocablo entusiasta,
alguna zona intermedia
que disfrace la tragedia
de “episodio iconoclasta”?

Hay criaturas sin derecho a ser felices. Hay seres que, entre la cruz y placeres, optan por llevar al pecho el manuscrito deshecho de una fortuna reacia,
y sobre el hombro la audacia temeraria del novicio,
que al más febril sacrificio entran
de un tiro de gracia.

Algo.
Alguien se encamina
hacia un cuerpo.

Alguien apunta el odio de una pregunta
y, al gloriarse, se anodina.

Sangra la maleza indina.

Nadie es sacro o pusilánime.

Algo serpentea exánime.

No plañe ni un rostro magro
y nada invoca un milagro
en la soledad unánime.

Ser héroe nunca es ser Dios,
aunque ambos se transfiguren.
Por más que sus obras duren
no hablan con la misma voz.
Hay un intersticio atroz,
un filamento vibrante
que los envela un instante
y el héroe se enmarmoliza,
sin dar tiempo a que la brisa
espiritual lo levante.

Pedir que la piedra arrope al polvo
es un afán manco
si sobre un caballo blanco
la sangre sigue al galope.

A veces la selva inope
en torno quiere enramarse,
pero la Luz vuelve a darse
a los discordes montíos,
y entonces,
todos los ríos
vuelven a transparentarse.






 

domingo, 21 de enero de 2018

Alexis Díaz-Pimienta y sus décimas beats


Un interesante experimento
 
A su amplio y valioso quehacer como poeta —en la oralidad y en la escritura— y como investigador, Alexis Díaz-Pimienta une sus brillantes desempeños en la narrativa y la enseñanza de la oralidad literaria. En todos estos campos de la creación tiene una nutrida obra publicada en libros, y ha merecido numerosos galardones. Recientemente nos hizo llegar a varios de sus hermanos en la poesía este interesante experimento que luego publicó en su blog Cuarto de Mala Música, y que ahora compartimos con nuestros lectores. Damos la palabra a Alexis:

Como todos sabemos, la décima es una estrofa clásica formada por diez versos octosílabos con una estructura que responde al esquema abbaaccddc. Como todos sabemos, la poesía beat (y el movimiento o generación beat), es el nombre con que ha trascendido cierta literatura estadounidense de mediados y segunda mitad del siglo XX, que dotó al universo poético de este país (y del mundo) de obras trascendentales, conformadas por novelas y poemas con una estética bien definida, signada por el crudo canto a lo cotidiano y al ambiente citadino, decadente y fugaz de la convulsa sociedad de San Francisco y Nueva York en esa época. Pues bien, para este libro hemos creado una nueva estrofa, la décima beat, que conserva la estructura isométrica y consonántica de la clásica estrofa española, pero que a su vez hace suyos el tono áspero, el aire de libertad y de rebeldía estéticas (con versos de largo aliento y estilo narrativo), de las obras de Jack Kerouac, Allen Ginsberg, William Burroughs, Peter Orlovsky y otros poetas beats. Pero ojo: también encontrarán aquí el aire transgresor de un Vladímir Mayakovski o de un Yevgueni Yevtushenko (nada casual, por cierto), y la poética subversiva y liberadora de un Virgilio Piñera. No digo más. Que lo disfruten.



DÉCIMAS BEATS PARA LIGAR MUCHACHAS JÓVENES "SIN LA AYUDA DESINTERESADA DE LA UNIÓN SOVIÉTICA"



MIRADAS

En las calles de la ciudad donde nací (La Habana) las muchachas jóvenes tienen algo que no tienen la mayoría de las jóvenes que he conocido en otras ciudades:

cuando un hombre las mira directo a los ojos le sostienen la mirada con tal honestidad que quien las mira termina creyéndose que fueron ellas quienes lo han mirado.

Es algo, creo yo, relacionado con la cantidad de lluvia que cae en los veranos, o con la verticalidad de las palmas que pululan en las calles de El Vedado,

algo endémico, autóctono, un sello identitario más, un argumento que yo no sé por qué nuestros políticos no usan para hablar de los atractivos de la isla y sus bondades.

Lo curioso es que esa misma “honestidad óptica”, por llamarla de alguna manera, esa limpieza en el mirar, las mujeres la pierden cuando dejan de tener esas edades.

Es raro pero ocurre, lo tengo comprobado y me molesta de cierta forma, porque es como si fueran otras al dejar de esconderse tras el velo feliz de las hormonas.

La solución que han encontrado las más listas es llevar gafas de sol, esos cristales oscuros tras los que se esconden, hasta que uno no sabe si son afiches o personas.

Yo me quedo durante horas mirándolas pasar indiferentes e intentando romper con la vista esos modernos cinturones de castidad que todas llevan en la cara.

Mas ya estoy mayor, demasiado mayor, lo más que logro es que me digan la hora cuando les pregunto o que me pidan fuego (yo no fumo) o que me midan ellas con la misma vara,

aunque por suerte siempre pasa una joven, púber, adolescente, que se queda mirándome como si fuese la solución a su próximo examen, y yo caigo en la lona.



LECCIÓN DE ECONOMÍA

Hace años que el costo de la vida en La Habana es insufrible para la mayoría de sus habitantes,

años que nadie lee el Granma ni ve noticias en la tele porque la realidad es diferente.

Entre el poder adquisitivo y el salario promedio hay un abismo, bien lo sabe aquella adolescente

que se ríe a mandíbula ventana en cuanto sus padres le hablan sobre lo buena que era la vida de antes.

Eso que llaman “producto interno bruto” del país ha servido de inspiración a algunos comediantes,

pero los chistes fáciles (y estos son fáciles) siempre me han parecido una ofensa a nuestra inteligencia,

así que, serio, me siento a contar guaguas como el que cuenta olas en una terapia contra la impaciencia

y cuando voy por quince pasan unas jóvenes de unos quince años bebiendo noche a pico de botella

y yo, perrito de Pávlov, observo a una y no contengo las ganas de irme a beber noche junto a ella,

pero saco la cartera y es muy alto el precio de la noche para alguien que ya no está en la adolescencia.



DÉCIMAS PARA LIGAR MUCHACHAS JÓVENES “SIN LA AYUDA DESINTERESADA DE LA UNIÓN SOVIÉTICA”

para Claudia Acevedo

I

Siendo adolescente, a mediados de los años ochenta, las muchachas más bellas con las que compartía clases y bailes siempre estaban enamoradas de sus profesores.

En esa época empezó, secretamente, la “tembofilia” de las adolescentes y el “lolitismo” de los adultos, una actitud nabokoviana hasta entonces mal vista.

El caso es que todas aquellas niñas comestibles, púberes, a las que el sexo les olía a naranja y se pintaban los labios con el color de la bandera comunista

actuaban como absolutas criminales con sus congéneres del sexo contrario, que teníamos que conformarnos con las anécdotas soeces de sus educadores.

En realidad, no eran soeces los comentarios, sino burlescos, con ese tono de burla compasiva que solo son capaces de lograr ciertas personas mayores.

Yo estaba loco por llegar a esta edad en la que la mayoría de los hombres exhibimos “barriguitas de casado”, según ciertas ninfas preocupadas por la estética.

Una edad en que la mezcla de vigor y experiencia constituyen un cóctel explosivo en el imaginario transgresor de jóvenes que separan el placer de la ética.

Y aquí estoy ahora, yo, como un auténtico “pureta”, un “temba”, un “cuarentón interesante”, un vulgar “papirriqui” en el argot actual de las Odalys y de las Yunis-locas,

esas jóvenes extrovertidas, poseídas por el don de la locuacidad, que caminan como si tuvieran dos ombligos y ríen como si tuvieran varias bocas,

un tipo de mujeres nacidas en La Habana (la Moscú del Caribe), a las que uno les gustaría conquistar, pero “sin la ayuda desinteresada de la Unión Soviética”.

II

Decidido a ligar a una de estas Lolitas “sin la ayuda desinteresada de la Unión Soviética” comencé a darle protagonismo a mi Yo más canalla y cartesiano.

Recordé cómo actuaban los profesores del preuniversitario y la Cujae cuando yo era un joven flaco y con patillas, y mis amigas unos panes con faldita corta.

Pero ya saben lo que dice la sabiduría popular (aunque en otros contextos), algo fácilmente aplicable a esta exacta situación: que “el tamaño sí importa”;

de poco me ha servido posar ante estas “odalyscas” del siglo veintiuno con herramientas del veinte, pues ellas parecen mayores que yo, lo saben todo de antemano.

Las jóvenes de hoy son hippies sin tener que escaparse de casa o ser militantes de la contracultura, son unas simone-frida-woolf eternamente en ropa de verano.

Y cuando esgrimo mi necesidad de equilibrar sexo y amor (lo más heavy que se me ocurre en estas circunstancias), ellas me hablan del “sexo platónico” y del amor carnal.

Lo de “sexo platónico” me parece un hallazgo, pero a ellas les parece gracioso lo de hallazgo y me miran como si no supieran si soy animal o vegetal.

Entonces yo pongo cara de alumno de Grotowski, vestido de negro, para que no interpreten mal mi desnudez ni mis protuberancias tan indisimulablemente adultas.

Y ellas me sacan la lengua con un gesto infantil, se muerden los labios con un gesto muy adulto, y se me acercan y se me alejan con un gesto de claras intenciones ocultas,

mientras yo busco algún soldado ruso, mejor dicho soviético, que me enseñe a romper el cerco a Stalingrado si el enemigo usa el arma secreta del deseo sexual.

III

Porque un “temba” que ejerce bien de “temba” no debe caer en esos tópicos de las discotecas, el alcohol, el cine porno y otros trucos tan mal vistos a ciertas edades.

Nabokov no es Humbert Humbert como Adrian Lyne no es Jeremy Irons ni Irons es Humbert Humbert, del mismo modo que todas las Lolitas que sueñan ser Lolita no son como Lolita.

A esto unos le llaman concupiscencia, otros lujuria, otros lascivia, o calentura o apetito venéreo o “titimanía”, mas yo lo llamo el síndrome del “quita-quita”;

o lo llamo por su nombre científico: “Poetijuvenilia” adquirida de carácter benigno, clasificada así en el Expediente Equis de las enfermedades

y reconozco (debo reconocer), admito (debo admitir), sin que vean jactancia en esta afirmación, que yo he sido asediado durante muchos meses en varias ciudades

por jóvenes amantes de la poesía que actúan como amantes de la prosa en un claro adulterio emocional que no existía antes en este lado del Telón de Acero.

Y claro, uno está mayor, y están clarísimos sus puntos débiles y lo del equilibro entre fondo y contenido y “el carácter irreversible de la historia, ¡compañero!”

Así que al enemigo “ni un tantico así”; por eso cuando me emocionan las púberes condescendientes con los “tembas” dedicados a los músculos de la literatura

me protejo y me refugio en la distancia que dan los libros gruesos (no los buenos, los gruesos), y disfruto a plena conciencia de la parte adolescente de una mujer madura

que no entiende qué tiene que ver la Unión Soviética con mi manera de abrazarla, quitarle la ropa, evocar nuestras adolescencias respectivas y decir “te quiero”.



ARTE POÉTICA Y FINAL

para Roly Ávalos, otra vez

Según mi sobrino, el poeta Roly Ávalos, estos poemas tienen un “amargo y nostálgico tono crítico al sistema y las influencias y flatulencias del pasado”.

Lo de las “influencias y flatulencias del pasado” me ha gustado muchísimo, concretamente, me interesa ese concepto tan personal de “flatulencias influyentes”.

Lo del pasado puede ser discutible. Por eso siempre digo que los poemarios crípticos solo deben ser leídos por poetas sensibles o muy inteligentes.

Lo de “amargo” y “nostálgico”, dichas estas palabras a la vez por un poeta de su edad, demuestra que aún quedan ciertas esperanzas, que, pese a todo, no todo está ganado.

Dígole: estos poemas no son poemas, son raros textos que he bautizado como décimas beats, una mezcla de géneros, un auténtico ornitorrinco literario.

Décima, prosa poética, microrrelato a veces, poesía ensayística, ensayo en verso y algo de crónica: los limpios reportajes del dirty realism necesario.

Porque, ¿a quién hacen falta tantas definiciones y para qué?, me pregunto yo y debe preguntarse el joven poeta Roly Ávalos, ¿quién necesita de tantas etiquetas?

¿La Habana es una isla dentro de una isla?, como dicen algunos, ¿La Habana es la ciudad sin puertas ni ventanas que vive defendida por los catéteres y por las libretas?

¿Y por qué “amargos”?, ¿“nostálgicos” de qué?, ¿y qué tipo de mala digestión o alimento ideológico nos llega desde el pasado hasta convertir el pre-siempre en flatulento?

¿Un “tono crítico al sistema”? ¿A qué sistema? ¿De verdad hacen falta eufemismos sistémicos? Dígole: ¡ojo! Toda arte poética es un ejercicio de amaneramiento.

Dicho esto, lo peor que le pueda pasar a la poesía es que las chicas jóvenes, ahora que ya no existe la Unión Soviética, no les sirvan de excusa a los poetas.


Versión original en Cuarto de Mala Música.


De los numerosos lauros merecidos por este autor en la disciplina de la décima escrita, el Premio Iberoamericano Cucalambé 2003, por Confesiones de una mano zurda, es solamente un botón de muestra. De ese libro hemos publicado, entre otros, los poemas Mensaje urgente para mi hijo Axel, después de releer El Principito, Un pagaré para las azoteas y Cine perdido. También en nuestros archivos, pueden verse sus Décimas contra la guerra, sus estrofas improvisadas en el programa televisivo Con dos que se quieran y el encuentro de Alexis y Philip Pasmanick con el Grupo Ala Décima. Más recientemente su poema costumbrista Habana WiFi, de fino humor popular, y su texto Baracoa, mon amour, en solidaridad con el pueblo de esa ciudad, azotada por el huracán Matthew. Acercamientos a la obra de Alexis, en la antología on line Arte poética. Rostros y versos, del poeta salvadoreño André Cruchaga. Una información más abarcadora puede encontrarse en el sitio web de Alexis Díaz-Pimienta, en su blog Cuarto de Mala Música y en el blog de su Proyecto Oralitura.