Por los cien años del poeta
Francisco Riverón
Hernández
Ampliado de
Cubaliteraria
Empecé a
escribir en 1970. En 1975 me vinculé, con agudo temor de principiante, al
taller literario del municipio de Camajuaní. Enseguida me preguntaron si era
pariente de Francisco
Riverón Hernández,
gran poeta al que la mayoría identificaba como decimista. Ese mismo año, el 13
de enero, había fallecido el bardo y yo lo ignoraba, pues la prensa cubana,
salvo alguna estación de radio, no reseñó su muerte.
La gran
popularidad de Riverón se la debía, en buena medida, al texto "Epístola a
José Martí", que a partir de la segunda edición se publicó como "José
de los cubanos" (1), un poema impecablemente construido alternando
heptasílabos y endecasílabos con rima asonante. Fue una composición muy
difundida en la década de los 50, y aun en los 60. La fuerza de sus imágenes y
su impecable versificación, muy familiares al oído cubano (pese al énfasis y la
compleja tropología) hicieron posible, además de la publicación, su exitosa
oralidad, tanto en actos públicos como en la radio.
"Es
posible que seamos familia, pero yo no lo sé" –respondí a mis contertulios
de 1975– y aunque la interrogante sigue sin respuesta definitiva, la amistad
que desde 1982 sostengo con su hijo, Efraín
Riverón, contribuyó a
la casi certeza de que no tenemos antecedentes comunes, al menos a la vista de
tres generaciones.
"José de
los cubanos" es un poema que vivió un azaroso trayecto. Juan
Carlos García Guridi,
en su valioso estudio-compilación Entre
el lápiz y la horma, relata cómo el poeta, debido a la popularidad del
texto, se vio precisado a marcharse de Güines, su terruño, para evadir la
represión de la policía de Batista. De igual forma refiere que el poema:
Escrito en
1953, Año del Centenario de Martí, fue presentado a concurso y sacado por la
tiranía del grupo de trabajos que debían evaluarse. Se publicó en Bohemia en 1955 y (...) fue prohibida su
recitación por radio y televisión, durante los dos últimos años de la
dictadura... (2)
En su
antología de poemas dedicados a Martí, El
amor como un himno, (3) de 2008, Carlos Zamora y Arnaldo Moreno hacen referencia
también al incidente, en nota al pie. En
la poética de Riverón se aprecia un profundo fervor por la figura de Martí,
como señala el mismo Guridi con varios ejemplos, tanto en el libro citado como
en el artículo, "José Martí en Francisco Riverón: ocho décimas
inéditas". (4)
Resulta
imposible que "José de los cubanos" dejara indiferente a los
represores de la dictadura de Batista:
Te he sentido crecer junto a los
pobres,
he bebido de ti donde estás vivo
te conozco sudando de talleres
en un juntar de brazos oprimidos,
(...)
Escúchame, José de los cubanos,
alguien quiere creer que estás
dormido.
Mira cómo ha crecido lo más triste
donde fuiste cuajado en alma y carne,
mira lo que le han hecho al sueño
libre
que abanderó tu voz en todas partes;
porque los que se dicen tus hermanos
han dejado morir lo que sembraste,
(...)
José de los cubanos,
Cuba quiere sentir que te despiertas.
Hay que romper un sol sobre la noche.
Hace falta tu voz, José... ¡Despierta!
En el prólogo
a Entre el lápiz y la horma, Virgilio
López Lemus puntualiza variados elementos de valor en la obra de
quien, antes de poeta, fuera zapatero y a expensas de un notable afán de
superación y mucho talento llegó a ser: escritor, repentista, lírico, autor
musical, compositor y director de programas radiales y televisivos. El popular
espacio televisivo Palmas y Cañas lo
tuvo como su primer guionista, y su reiterada presencia en las páginas de la
revista Bohemia en determinado
momento le ganó el apelativo de "El poeta de Bohemia". Entre los más interesantes juicios críticos de López
Lemus resalto el siguiente: "Junto con Jesús
Orta Ruiz, Indio Naborí, formó el «dúo» de los renovadores
más intensos de la décima cubana en
la década de 1950". (5)
Virgilio,
como algunos otros críticos, lo aprecian vinculado con el llamado neopopularismo español de la generación
del 27. Waldo
Leyva por su parte,
en el artículo "La décima", le
señala (no solo a Riverón, sino también a todo su grupo generacional) cercanía
con el sistema tropológico de Lorca. (6)
De interés
también resulta el juicio del crítico cienfueguero Jesús Fuentes Guerra, quien
le atribuye a la creación de los decimistas cubanos influencias de Campoamor y
Núñez de Arce (posrománticos), Pobeda, Fornaris y El Cucalambé, y concluye que
la principal fuente que nutrió a Riverón Hernández fue la de los dos primeros,
porque: "a pesar de sus logros desde el punto de vista de sistema de
lenguaje, tiene en su décima un aire bohemio, neorromántico, que lo lleva a un
lirismo de desahogo y no a un lirismo de ahondamiento". (7)
Con el
respeto que me merecen los tres críticos citados, no creo que el
encasillamiento propuesto represente a una poética que hizo uso de las formas
métricas tradicionales (décima y soneto principalmente) y del verso libre, y que
además ahondó en la poesía cívica, en la paisajística, en la de amor, y en la
filosófica, con diversos abordajes. Un autor que escribe versos como La calle va estirándose / en un aburrimiento
de neumáticos, aun cuando ese no sea su estilo prevaleciente, acusa buenas
semejanzas con la vanguardia.
Para
argumentar mi reticencia a la cota clasificatoria con que a veces se le mira,
bastaría leer su amargo "Canto final del poeta", del libro póstumo La isla perdida (editorial Iduna, Miami,
2009), inédito aún en Cuba, para encontrar ecos del Huidobro de Altazor, y
hasta del Vallejo de "Poemas humanos":
Ahora entro a mi cuerpo de azogue,
con su pared de agua
y su mundo a la inversa,
y veo delante una ventana
más ancha que mis hombros;
ayer estuvo en ella la luz cuadrada,
y también mi muerte
anduvo cerca de esos alambres
que tienen
a la luna colgada de sus postes. (8)
El paisajismo
o el hálito descriptivo de una zona de la poesía de Riverón lo siento más en
sintonía con el panteísmo de Samuel
Feijóo que a la
enumeración deslumbrada del Cucalambé. Los personajes protagónicos de sus
textos son por lo general personajes populares donde de alguna manera muy sutil
y respetuosa se siente latir un humor costumbrista. Un ejemplo lo consigna
Guridi en su libro, cuando reproduce la décima que improvisó ante el
desaguisado de una guayabera que le obsequiara, grande para la talla de
Riverón, el poeta Manuel Tejera Trujillo, conocido por Gareo: Yo tengo una guayabera
/ que me regaló Gareo, / ancha como mi deseo / y larga como mi espera. (9)
De su obra en
arte mayor (no solo endecasilábica) marco mi preferencia por "Soneto del
anciano ciego", que al parecer también cautivó a Samuel
Feijóo:
Le llamaban "El viejo
Cayetano".
Siempre le vi vestir de guayabera.
La angustia de pedir su amiga era
y el dolor de ser ciego era su
hermano.
Dos bastones llevaba aquel anciano
tarareando en los bordes de la acera,
haciéndole pensar al que lo viera
que andaba con un ojo en cada mano.
Suplicando limosna aquel mendigo
un gajo de limosna parecía.
(Yo lo llegué a querer como un amigo.)
Y presiento que pasa todavía
mirando sin mirar por mi postigo,
sonriendo a la noche en pleno día. (10)
Francisco
Riverón Hernández nació
en Güines el 2 de abril de 1917. Es decir, que en este año que concluye, se
cumplió su centenario. Este artículo tiene la pretensión de impedir que el año
termine sin una referencia al importante onomástico. La institución literaria
cubana actual, si bien en los márgenes provinciales, ha comenzado a desenredar
la madeja que relegó a Riverón al injusto silencio. La casa de la décima de
Güines lleva su nombre, como también lo lleva un concurso, auspiciado entre
otros por el Sectorial Provincial de Cultura de Mayabeque, que se convoca
anualmente. La publicación de Entre el
lápiz y la horma, en 2014, también constituye una buena señal. Pero este
poeta que publicó quince libros, algunos de ellos con varias ediciones, y que
matizó con buena letra la oralidad poética de la etapa en que vivió, merece ser
reconocido en su dimensión nacional, sobre todo con nuevas publicaciones en
editoriales de ese alcance.
Ni siquiera
por la suspicacia que pudiera despertar la coincidencia del apellido, comulgo
con el silencio. Y si alguien volviera a hacerme la pregunta que en mis días de
debutante me hicieron sobre nuestro posible parentesco, sin vacilación
respondería que somos hermanos –pese a la diferencia de edades– por parte de la
poesía y el amor a la patria.
Santa Clara, 18 de diciembre de 2017
NOTAS
1.- Epístola a José Martí, Poemas, Editorial
Pedreguera, Güines, 1953. José de los
Cubanos; 2ª edición aumentada, Talleres de Zitros, La Habana, 1960 (3ª y 4ª
ed. Id.).
2.- Juan
Carlos García Guridi: Entre el lápiz y la
horma, Ediciones Montecallado, Mayabeque, 2014, ISBN 978-959-7228-12-7, p.
24.
3.- Carlos
Zamora y Arnaldo Moreno: El amor como un
himno, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2008, ISBN
978-959-271-067-2, p. 135.
4.- Juan
Carlos García Guridi: "José Martí en Francisco Riverón: ocho décimaS
inéditas", Periódico Mayabeque, 22 de enero de 2016, disponible en:
http://diariomayabeque.cu/2016/01/jose-marti-en-francisco-riveron-ocho-decimas-ineditas/,
fecha de consulta, 17 de diciembre de 2017.
5.- Virgilio
López Lemus: "Invitación a la lectura", prólogo a Entre el lápiz y la horma, de Juan
Carlos García Guridi, p.7.
6.- Ver:
Waldo Leyva: "La décima" en La Jiribilla Nº 53-2002, La Habana,
disponible en:
http://epoca2.lajiribilla.cu/paraimprimir/nro53/1440_53_imp.html, fecha de
consulta, 17 de diciembre de 2017.
7.- Citado
por Juan Carlos García Guridi, en Ob. Cit. p.p. 19-20.
8.- Citado
del blog Gaspar, el Lugareño, 13 de noviembre de 2009, disponible en:
www.ellugareno.com/2009/11/canto-final-del-poeta-francisco-riveron.html, fecha
de consulta, 17 de diciembre de 2017.
9.- Citado por
Juan Carlos García Guridi en Ob. Cit. p. 11.
10.-
Francisco Riverón: "Soneto del anciano ciego", en Sonetos en Cuba, antología de Samuel
Feijóo, Dirección de Publicaciones de la Universidad Central de Las Villas,
Santa Clara, 1964, p. 364.
Versión
original en: Cubaliteraria
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