Inquieto oficio, una selección
de sus poemas
inéditos
El Grupo
Ala Décima, adscrito al Centro
Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado, del Ministerio de Cultura, prosigue
su afán de sumarse al tributo que muchos poetas, sobre todo de Las Tunas,
rinden al bardo Gilberto
E. Rodríguez, considerado el más significativo escritor de esa provincia en
el siglo XX —a pesar de lo cual es casi desconocido en el panorama literario nacional—,
en ocasión de cumplirse, el próximo 5 de junio, los 110 años de su nacimiento.
A su legado se rendirá homenaje al inicio del XVIII
Encuentro Nacional Ala Décima, previsto para celebrarse en Alamar,
La Habana, el 5 de febrero.
Ahora,
gracias a la generosa y fraterna colaboración del hermano poeta Argel
Fernández Granado, ofrecemos un adelanto de la amplia selección por él
preparada, y aún no publicada, de poemas inéditos del Maestro Gilberto. La
primicia consiste en el prólogo escrito por Argel y un botón de muestra de los
textos seleccionados. El antologador es miembro
del Grupo Ala Décima desde el 2006 y desde agosto del 2010 preside la filial
provincial de nuestra agrupación en Las Tunas. En diciembre pasado presidió
el Jurado
del XVIII concurso Ala Décima, que contempla un premio especial (segundo
lugar del certamen) con el nombre de Gilberto
E. Rodríguez.
Inquieto
oficio
Con transparencia sonora
vuelve Gilberto E. Rodríguez
Estas palabras son lo que pretenden: solo una
presentación. No puede ser de otro modo, pues si en alarde de teórica
pedantería convirtiese un simple prólogo en ensayo, seguramente no tendría la
aprobación de Gilberto, el escritor tunero del siglo XX. Con esta advertencia
quiero llegar a ti, lector que te has atrevido a penetrar, quizás por vez
primera, en el multiverso poético de un hombre que, tras haber publicado muy
poco, según algunos conocedores, dejó una veintena de poemarios inéditos.
Gilberto E. Rodríguez, Montaraz (Victoria de Las
Tunas, 1908-1989), es un poeta ignorado por la historia: no aparece en el
Diccionario de la literatura cubana (Instituto de Literatura y Lingüística), ni
en el Diccionario biográfico cubano, de Fermín Peraza Sarausa, como bien dice
Carlos Tamayo Rodríguez en sus palabras prologales a la primera edición de Migajas de luz (1988).
A pesar de los esfuerzos de amigos, colegas e
instituciones por mantener viva su memoria, que con este ánimo publicaron (en
vida y post mortem) algunos de sus
libros y hasta realizan cada año una jornada poética en su honor (alrededor del
5 de junio, fecha de su natalicio). Esta jornada es un justo homenaje y un
hecho de justicia literaria, según publicó en un artículo digital el poeta
Samuel Perdomo Fuentez; sin embargo, Gilberto sigue siendo un desconocido. Los
jóvenes de hoy no lo conocen.
Loable es el intento de su ferviente discípulo
Antonio Gutiérrez Rodríguez, quien en su libro Un poeta cerca del olvido (2009), trató de hacer justicia a la
escasa divulgación de su obra que perduró durante muchos años. Aún así, vive la
esperanza, porque Montaraz es capaz de estremecer a los seres sensibles como el
poeta y trovador Freddy Laffita López, quien escribió el día 5 de junio del año
2010: Yo no conocí a Gilberto./ Quiero
decir: yo no he sido/ tan colosal, o engreído/ como para dar por cierto/ que se
conoce al que ha muerto/ de pura luz. Caminante:/ Gilberto es como un instante/
colgado del porvenir./ Su soneto es como herir/ la sombra con lo brillante.
Todo lo hecho es poco.
Por esta razón dediqué muchas horas a buscar textos
que aún no habían visto la luz pública, para seleccionar algunos y conformar
una propuesta literaria novedosa por desconocida, necesaria por imprescindible,
gracias al espaldarazo de Carlos Tamayo y a la paciencia sin límites de Rafael
Rodríguez, uno de los herederos del poeta, quien me facilitó una gran cantidad
de manuscritos originales. El resultado de esa selección es este libro, donde
hallarás amor, entrega filial, filosofía, patriotismo y apego fraternal;
muestra de diferentes etapas en la obra creadora de G.E.R., poeta al que
resulta imposible encasillar en ismos (en esto coinciden todos los escritores,
críticos y especialistas que han abordado su obra de una u otra manera), porque
escribió como quiso y cuanto quiso, preocupado solo por decir lo sentido, lo
vivido, por darse completo, iluminado por el ritmo y la metáfora.
Gilberto se nos revela como un conocedor profundo de
las formas estróficas de la lírica en lengua hispana, recorre con su pluma
desde nuestra tradicional espinela, con su molde extremadamente rígido de
métrica y de rima, la décima vanguardista, con su lenguaje al día, sus
encabalgamientos; el romance, con su asonancias y su ritmo perfecto; el soneto
en todas las variantes conocidas (algunos dicen que esta fue su estrofa
predilecta, y es probable), clásicos, modernos, posmodernos, insólitos,
atrevidos; el verso libre y blanco, libre en la más libérrima interpretación de
la palabra LIBERTAD, blanco por el color
de su ALMA, espíritu de bien que alumbró su piel oscura. Supo experimentar y
atreverse, como verás, lector, en el poema Trisagio
y lamentaciones y en muchos otros que conforman este libro, demostración
clarísima de lo dicho por tantos (Carlos Escalante, Ramiro de Armas, Carlos
Tamayo, Ramiro Duarte, Renael González, Ernesto Carralero, Antonio Gutiérrez, y
otros).
Te dejo, amigo lector, con estos poemas hasta ahora
inéditos, asómbrate y vive con ellos el inquieto oficio y la transparencia
sonora de Gilberto E. Rodríguez. También te dejo con esta advertencia del
propio poeta, publicada al inicio de Sementera
(1949), que bien puede aplicarse al presente poemario:
“Los poemas de que está compuesto este libro son
míos. No salen a la luz pública con el engolfamiento de la pedantería literaria
al uso, sino, por el placer de ver el sol. Sus defectos son humanos.
Exactamente igual que los de la vida. Tratar de corregirlos, es obligarlos a la
muerte, y ellos nacieron con el inocente júbilo de correr sobre las rosas sin
temor a las espinas; para andar como la luz por todos los rincones de la sombra
en busca de un columpio para pintar paisajes y sonreír a la belleza; para, como
el cielo, mirarse los ojos en las aguas del tiempo y beberse de un trago toda
la fantasía del mundo. Para eso nacieron a la luz estos poemas, si no logran su
objetivo, que la crítica no los persiga con la mediocridad de su estilo,
porque, quien sale a la calle, limpio de orgullo, y de vanidad, con el deseo de
asomarse a la ventana del asombro para sonreír en la alegría de los demás, no
es tiesto para sembrar envidias, misión de los que, inútiles para lo primero,
se gozan en quemar los sueños que cultiva el espíritu en los jardines del sol”.
Como botón de muestra de la selección preparada por
Argel, este poema en décimas del Maestro Gilberto:
POEMA POR TU DESDÉN
Puede que la luz no sea
luz en la sombra encendida,
que la razón de la vida
carezca de panacea.
Puede que el aire que crea
y da oxígeno a la flor
no tenga voz ni color…
pero la paz que persigo
en mis ensueños contigo
tiene raíces de amor.
Puede que nunca me quieras
ni que escuches mi querella,
que no me brindes la huella
de tus 20 primaveras.
Puede que nunca a mis eras
te acerques para sentir
mi sentimiento latir…
pero la ilusión suprema
de la pasión que me quema
es quererte hasta morir.
Puede que rías leyendo
el poema que te escribo,
que no creas que recibo
tu displicencia sufriendo.
Puede que sigas viviendo
sin darme tu pensamiento,
que la verdad que presiento
crucifique mi fervor
como al sueño el surtidor
aciclonado del viento.
Puede ser que nada, nada,
tenga yo en tu corazón,
que hasta mi pobre canción
se quede sin tu mirada.
Puede que sigas callada
sin oír lo que te pido
amoroso y conmovido,
pero en mi pecho cautiva
te llevaré mientras viva
como un tesoro escondido.
Pero si perdido estoy
“en callejón sin salida”,
porque tú casi ofendida
desprecias lo que te doy,
olvidando lo que soy
frente a tu cruel albedrío,
exclamo como un impío
sin esperar que me quieras:
¡tengo ganas de que mueras
para volver a ser mío!
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