Una
estremecedora visión
de José Martí
en versos
Dice el
también hermano poeta Alexander
Besú que por más que
lee este poema, siempre lo estremece. Así nos pasa a muchos. El peso de la cruz, de Ronel
González Sánchez, es un texto que oprime el corazón por su capacidad
milagrosa —milagro es la buena poesía— de colocarnos junto al Maestro en los
últimos, infaustos y gloriosos momentos de su existencia física. El texto pertenece
al poemario Teoría del fulgor accesorio, dado a
la luz por la Editorial Ácana, de Camagüey, el pasado año.
EL PESO DE LA CRUZ
Escribo, poco
y mal, porque estoy pensando
con zozobra y
amargura.
José Martí:
Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos,
14 de mayo de 1895.
Agua del Contramaestre.
Agua turbia.
Agua crecida.
¿Hasta qué punto la vida
es un cántico silvestre?
Entre el fango,
lo terrestre va enmaniguándose.
Un vado al muslo.
El cuerpo angustiado
y, en el sopor que lo inhibe,
la noche bella proscribe
el sueño del Delegado.
Un río.
Un caballo.
Un hombre.
El sol licuando la piel.
El croquis de un coronel
en la sabana sin nombre.
Un río.
Un caballo.
Un hombre.
Un paredón de humo infame.
No importa que alguien se llame
Ángel, si en vano custodia,
ni que entonen la rapsodia
un fustete y un dagame.
Las bayonetas a un palmo
de los fervores solícitos,
los desencuentros ilícitos,
el verso indómito o calmo.
¿Hay entre el augusto salmo
y la pólvora
nefasta
algún vocablo entusiasta,
alguna zona intermedia
que disfrace la tragedia
de “episodio iconoclasta”?
Hay criaturas sin derecho a ser felices. Hay seres
que, entre la cruz y placeres, optan por llevar al pecho el manuscrito deshecho
de una fortuna reacia,
y sobre el hombro la audacia temeraria del novicio,
que al más febril sacrificio entran
de un tiro de gracia.
Algo.
Alguien se encamina
hacia un cuerpo.
Alguien apunta el odio de una pregunta
y, al gloriarse, se anodina.
Sangra la maleza indina.
Nadie es sacro o pusilánime.
Algo serpentea exánime.
No plañe ni un rostro magro
y nada invoca un milagro
en la soledad unánime.
Ser héroe nunca es ser Dios,
aunque ambos se transfiguren.
Por más que sus obras duren
no hablan con la misma voz.
Hay un intersticio atroz,
un filamento vibrante
que los envela un instante
y el héroe se enmarmoliza,
sin dar tiempo a que la brisa
espiritual lo levante.
es un afán manco
si sobre un caballo blanco
la sangre sigue al galope.
A veces la selva inope
en torno quiere enramarse,
pero la
Luz vuelve a darse
a los discordes montíos,
y entonces,
todos los ríos
vuelven a transparentarse.
2 comentarios:
Una alegrìa infinita la publicaciòn de este poema en el sitio de la dècima cubana, una alegrìa atormentada porque s etrata de la muerte de nuestro Martì, un hombre con el que no podemos compararnos, un ser que desde hace mucho tiempo dejò de ser mito y sìmbolo para ser REALIDAD, vitalidad palpable, un Nous -como decìan los griegos- que nos acompaña y nos da aliento. Gracias al poeta Pedro Pèglez muchas personas se aproximaràn al còmo se hizo carne Martì en la sala de mi casa mientras le escribìa con amor doloroso estas dècimas donde èl vive, para mì, otra vez.
Muy profundo como todos los poemas de Ronel
Publicar un comentario