jueves, 27 de octubre de 2011


Con la paciencia
de un miniaturista



Por Ronel González Sánchez


Nunca he perdido la fe en la décima. Saben los poetas y lectores de Holguín que la estrofa me deslumbró temprano y que, desde entonces, me he aferrado a los trillos métricos como a una entidad irremplazable, porque tengo la convicción de que es posible decir más, develar otros ámbitos significacionales, aunque no hagamos otra cosa que repetir lo que todos los aedas han atrapado en sus duinos de esplendor absoluto, sus humanísimos poemas de prodigiosa hondura y sus palabras garabateadas en la arena con grafía indeleble.

Asirme a una vetusta moldura retórica, cuando muchos hacedores contemporáneos la excluyen de sus cartapacios programáticos, indistinguen su perfecta maleabilidad cantábile que le permite asimilar cualquier vibración, incorporarse con entusiasmo al espíritu desobediente de la poesía epocal o elucidar derroteros otros, pudiera parecer una actitud retardataria, extemporánea e, incluso, romántica, en el sentido que le daban al término los artistas del siglo XIX, sin embargo, lo que quizás se pueda intuir como incapacidad para enhebrar la aguja articulante del informe tejido, no es más que voluntad para seguir intentando extraer el abalorio iridiscente de un ábaco revisitado con insistencia.

Por eso celebro, en soledad sonora, cuando otros arúspices han deslumbrado con poemas en décimas como las del monólogo de Segismundo en La vida es sueño, o las de “Décima muerte”, han apresado esencias trascendentes de imaginarios expresivos distantes y, a la vez, cercanos como las inmensas llanuras de Venezuela en las secuencias emotivas de Alberto Arvelo Torrealba, han desvestido y desgranado intensidades demoledoras en textos como “Doña Martina” y “La fuga del ángel”, o han erigido un orbe resistente en versos enrarecidos y disfónicos, pero de ímpetu primigenio y transgresivo, como los de “Agua oscura”.

Aplaudo igualmente la dilatación del coro insular que da a luz artífices asistidos por el milagro de la Poesía, como Roberto Manzano, quien dedica El bosque de los símbolos. Patria y poesía en Cuba, ese portento lírico, a su madre “que (le) enseñó la fuerza de la bondad y el amor a la décima cubana”, después de haber sutilizado décimas asombrosas en Synergos, el algodón más alto de la gajeante ceiba que es el Premio Nicolás Guillén; de cifrar magistralmente el espíritu cósmico en la síntesis más resonante que he visto en una estanza, como ocurre en el cuaderno La hilacha, y de haber dotado a la décima de cuerpo pensante o, para decirlo con los hermeneutas, de “organicidad sistémica”, en un libro poco citado: El racimo y la estrella.

Y es que la décima, ya no espinela, malara, naharra ni cuanto apellido altisonante o entorpecedor le endilguen, es décima a secas, haba de nuestro proceder silábico esencial, estrofa del pueblo cubano o estrofa nacional, de acuerdo… pero necesita sacudidas permanentes de verdaderos poetas que vean más allá de su relieve rapsódico y aparentemente infranqueable.

Por ahí andan Renael González, Pedro Péglez, Jesús David Curbelo, Alexis Díaz Pimienta, Carlos Esquivel, Odalys Leyva, Alexander Besú, José Luis Serrano, Diusmel Machado, Frank Castell, Jorge Luis Peña… en un esfuerzo supremo por garantizarle nuevas sístoles a la octosilábica criatura, pero la inexistencia de crítica literaria, la dispersión editorial y el cuestionable apoyo institucional a veces subsumen el cántico en estuarios de silencio, demasiado próximos, tal vez, a los invisibles jardines lezamianos.

Las preguntas sobran y obseden: ¿Por qué los filones promocionales del Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado (CIDVI) de Ciudad de la Habana y la Casa Iberoamericana de la Décima de Las Tunas están orientados, fundamentalmente, hacia la décima improvisada, en detrimento de la décima escrita, que también dignifica y apertura? ¿Por qué desapareció el importantísimo Premio 26 de Julio de las FAR, que durante años respaldó al movimiento de la décima cubana? ¿Por qué el Premio Iberoamericano de la Décima Cucalambé hoy parece proferir estertores junto a las ruinas de la otrora morada indigenista de Juan Cristóbal Nápoles? ¿Por qué los funcionarios del Sectorial Municipal de Cultura de Holguín cerraron filas para no volver a convocar el Premio de la Ciudad en décima, con carácter nacional?

Al margen de la posibilidad permanente de publicación que ofrecen las editoriales y los centros encargados de difundir lo más significativo de cada territorio, las lluvias que deben acompañar a la germinación estrófica no son las más propicias, sin embargo, confío en los nuevos registros que se encargan de avivar los rescoldos, o para estar a tono con las últimas tecnologías, de internetizar la antífona: El canto, las inmanencias / del canto, lo que se junta / turbándose, la pregunta / generatriz, las cadencias / de la pregunta: insolvencias / orquestables. Todo en pos / de una juntura veloz, / que lo anarquizante tacha. / Todo anegamiento y racha. / Dolmen. Pez. Desierto. Voz.



Además de su obra en versos, a Ronel González Sánchez hay que agradecerle su labor de investigación, compilación y análisis. De su cosecha es por ejemplo Árbol de la esperanza, antología de décimas hispanoamericanas, publicada por
la Editorial Arte y Literatura —una importante selección cuyo prólogo Ronel escribió totalmente en espinelas, aunque dispuestas al modo de la prosa—, estudios de mucha utilidad como Alegoría y transfiguración; la décima en Orígenes, y otros que nos asoman al fértil antecedente en el territorio: Selva interior, estudio crítico de la poesía en Holguín (1862-1930) y La noche octosilábica; panorama de la décima escrita en Holguín, en cuya introducción argumenta Ronel sobre la necesidad del volumen: “Estudiar la décima como complejo cultural, entendido como la relación existente entre la décima y el conjunto de elementos culturales con los que interactúa en sus manifestaciones oral y escrita”.

Acercamientos a su obra poética desde el exterior pueden verse en los sitios Arco y espuela, de Guillermo Aldaya, y Laberinto del Torogoz y Arte poética, ambos de André Cruchaga.


Vea en nuestros archivos:
Ronel González y una solicitud a los escritores



domingo, 16 de octubre de 2011

La poesía está en todo

Para el joven improvisador avileño Reiber Nodal, dos veces campeón del Concurso Nacional de Repentismo Justo Vega, la décima y las tonadas campesinas son una pasión irrefrenable

Reiber en una canturía, acariciando el verso. Foto: Argel Fernández Granado


Por Jesús Arencibia Lorenzo
Tomado de Juventud Rebelde


Peinado «pepillo». Pulóver ajustado. Arete. El nombre de su amada tatuado en el brazo. A simple vista cualquiera diría que este joven nada tiene que ver con la poesía y las tradiciones campesinas cubanas. Pero los estereotipos suelen ser engañosos: no dejan ver lo esencial.

Con sus 20 años, el avileño Reiber Nodal ha triunfado en las ediciones del 2010 y 2011 del Concurso Nacional de Repentismo Justo Vega, el más importante de su tipo en el país, convocado en el contexto de la Jornada Cucalambeana.

Egresado de los talleres de repentismo de su provincia, con una herencia de verso y tierra adentro impulsándole las ilusiones, amante del béisbol y las lecturas abstractas, y dueño de una rapidez impresionante para improvisar, Reiber parece poseído por la décima cada vez que se sube al escenario.

Arma y cuenta versos en la mente. Se mueve inquieto de un lado al otro. Conversa consigo mismo y casi moldea con las manos el traje de aire de la décima que está imaginando. Cuando llega al micrófono dispara de arriba abajo estrofas de una belleza e ingenio admirables. Con él conversamos, bajo el único y mayor pie forzado de la poesía.

—Llevas dos años consecutivos ganando el Justo Vega. En una nación que ha dado tan buenos repentistas, ese debe ser un traje que pese mucho...

—¡Y dilo!... Yo siempre quise estar entre los primeros lugares en esta competencia de El Cornito (Las Tunas), porque desde niño venía al evento, y me admiraba ver a los grandes de la improvisación. Me fui preparando y el año pasado obtuve el primer lugar. Este año competí sin pensar en repetir la hazaña, porque uno no puede creerse cosas, menos en una competencia que cada vez eleva más su nivel; pero bueno, gané nuevamente. ¿Que si pesa el traje? Fíjate que yo todavía no me lo creo.

—¿De dónde te viene el arte de improvisar?

—Mi papá, Marcelino Nodal, es poeta profesional de Ciego de Ávila. Mis dos abuelos no improvisaban, pero hacían décimas. Mi mamá, sin saber cantar, cogía una tonada y se grababa en una grabadora vieja para nosotros poder afinar escuchándola. Con esas influencias, mi hermano empezó a improvisar a los ocho años y yo, a los 13. La décima es un bichito que cuando te pica, te enamora para siempre.

—¿Cuáles son los recursos que crees te funcionan más para improvisar?

—Una de las técnicas —porque toda la décima además de arte es técnica—, es usar un lenguaje lo más sencillo y explícito posible. Porque no es querer decir las cosas, es decirlas. No haces nada con un lenguaje muy rebuscado y que no te entiendan. El jurado está formado por poetas igual que tú, y tiene que admirar el mensaje por su belleza, pero primero entenderlo.

«Lo otro es la rapidez, que es un método para impresionar. Impresiona al jurado, al público y hasta te impresionas tú mismo también, te das confianza. Ahora, no te puedes mandar a correr sin tener la décima hecha en la mente. Si no la tienes completa, nada de alardes. Pero si ya la dibujaste en la mente, adelante».

—Viéndote improvisar notaba que tú haces el primer par de versos y cuando «te lanzas» después tienes la décima armada totalmente...

—Casi siempre canto los primeros dos versos para ganar tiempo en revisar mentalmente la décima completa, pero ya la tengo desde que comienzo a cantar. Lo que sucede es que la reviso en mente tres o cuatro veces, para estar seguro de la ilación, de la lógica y de la hermosura de lo que improviso. Siempre es un reto inmenso encerrar en el molde de diez versos una historia, una metáfora.

—¿Y qué es lo que más te presiona en ese instante de tensión?

—El tema que te caiga en competencia. Hay temas que te inspiran, por tus vivencias, por tus conocimientos o por lo «anchos» que son, pero con otros debes inventar de lo lindo para poder decir algo inteligente.

«Por ejemplo, en la última ronda de este año salieron temas como “el hogar”, “la inocencia”, y otros aparentemente más estrechos como “el pañuelo”. Ante uno de estos, el poeta tiene que catapultarse. No quedarse encerrado en lo aparente: el pañuelo en el bolsillo para secar el sudor de la frente. ¿Cuánto sufrimiento o dicha de una persona conoce calladamente su pañuelo? ¿Con él, en silencio, cuánto se conversa? La poesía está en todo, el problema es hallarla».

—Aparte de improvisar y asistir a canturías, ¿qué te gusta hacer? ¿Qué te emociona y te entretiene?

—Lo que más me gusta en la vida es cantar, improvisar. Fuera de eso, la artesanía. Trabajo la piel, y he tallado también en madera. Escuchar temas de Ricardo Arjona y Joaquín Sabina. Leer décimas de Naborí, Valiente, Francisco Riverón y otros libros sobre temas abstractos como la Filosofía y la Psicología.

«También me gusta jugar pelota. Desde niño estuve en equipos de Ciego, porque me apasiona este deporte. Y como soy de semilla espirituana, mis ídolos son de allá: Frederich Cepeda y Yuliesky Gourriel».

—Ya las competencias de improvisación más que duelo son diálogos en los que cada uno trata de poner el nivel poético-literario más alto. ¿No crees que este concentrarse más en el lirismo que en la esgrima, desluzca un poco el espectáculo?

—Para nada. Todo en la décima no es atacar al contrario con más o menos ingenio, y en el peor de los casos decirse: feo, flaco y cabezón. La controversia no es solo eso, sino esencialmente una contraposición de ideas. Si uno dice que el dolor es blanco y el otro dijo que es negro, cada uno debe explicar el porqué, y ahí está el duelo.

«Improvisar por temas, a mi juicio, tiene mucha más altura, porque constantemente el repentista está obligado a superar las similitudes e imágenes de su contrincante y hacerlo con rapidez, claridad y elegancia. De todas formas, la competencia, fraterna, siempre se establece».

—Algunos jóvenes consideran a la décima, y más a su vertiente oral, como algo «cheo» o anacrónico. ¿Qué piensas de eso?

—No sé, pero me parece que no se podría generalizar. Por ejemplo, a todos los amigos míos desde que estaba en la secundaria, y ahí los hay con características diversas, a todos les gusta la décima. Y salimos, bailamos, vamos a las discotecas como cualquiera, pero junto a eso está el amor por estos poemas que son tradición en Cuba. Recuerdo desde los instantes en que me decían: «tengo una novia y me hace falta que me hagas una décima», y yo se las hacía, hasta los actos políticos o culturales en la escuela, en los que hacía espinelas y gustaban muchísimo.

«Quizá lo que sucede con los jóvenes que miran como algo viejo a las tradiciones es que no las conocen bien. Si las décimas les llegaran como me han llegado a mí y a muchos otros, de seguro les encantarían. Ahora mismo quiero presentarme a pruebas de ingreso y obtener una carrera universitaria, pero siempre seguiré mi amorío con la décima y el campo».

—Yanny Suárez, tu esposa, está esperando ahora mismo una niña de ambos. Quisiera que finalmente improvisaras sobre cómo le llevarás la poesía a tu pequeña.

—Cuando nazca mi chiquilla,/ diosa de luz en exceso,/ un metafórico beso/ le pondré en cada mejilla./ Le fabricaré una hebilla/ con sueños de Riverón./ En cuna de tradición/ pondré su cuerpo genial./ Con versos haré el pañal/ y a rimas el biberón.

«Cuando nazca le hablaré/ de Valiente, de Martí,/ de Chancho, de Naborí,/ y el viejo Cucalambé./ Le diré: “tu abuelo fue /y es del verso admirador,/ y tu padre tanto amor/ le brindaba a la espinela,/ que en el vientre de tu abuela/ ya era un improvisador.

«Si después de tanto esfuerzo/ y plática con mi rosa/ más la complace otra cosa/ y no le interesa el verso.../ Si aunque mucho le converso/ por otro placer se guía,/ y no ama la poesía/ que cultivó Naborí,/ no me echen la culpa a mí, /que ya la culpa no es mía».


Versión original, mediante este enlace, en Juventud Rebelde.




viernes, 14 de octubre de 2011



Iscajim opina:
“Las mariposas
nocturnas también
tienen alas”

Participante asiduo en los intercambios poéticos publicados en nuestro sitio, el periodista, humorista y poeta Israel Castellanos (Iscajim) nos hizo llegar recientemente esta valoración, acompañada de varias estrofas y relacionada con el contrapunto —tan antiguo como los orígenes mismos del Arte y la Literatura— entre lo llamado “culto” y lo llamado “popular”.


Por mi formación profesional y encontrarme situado dentro de la categoría de los "intelect
uales", me pronuncio sinceramente por la necesidad de una superación constante personal y colectiva de los decimistas, y la búsqueda de la perfección en todo lo que hacemos, así como una constante labor por elevar en lo posible el nivel de instrucción y cultura general de los demás.

Eso esté claro. Pero al mismo tiempo siempre he guardado cierta dosis de benevolencia y, sobre todo, respeto hacia el esfuerzo de aquellos que comienzan, o que están ubicados en otros contextos socioculturales. Nunca me ha gustado estigmatizar, ni mofarme, ni mucho menos emitir diatribas y sarcasmos contra personas que siembran sus arbolillos en este complicado bosque de estructuras y rimas tan académicas y pulidas. No me gusta discriminar ni en poesía. Soy enemigo de todos los extremos, entre ellos la enfermedad del elitismo. Creo que en poesía son válidas las categorías como en el boxeo, y que puedan subir al mismo cuadrilátero los "pesos completos" y también los "minimoscas". Los veo como se ven en la plástica a los pintores naïf, para los cuales también hay espacio en las salas de exposiciones. O como en el teatro, donde pueden compartir el mismo escenario un refinadísimo espectáculo de ballet, nacido en los salones de la más rancia aristocracia europea, con una danza folklórica traída de alguna tribu de bantúes analfabetos o una rumba de cajón nacida en las callejuelas de un barrio marginal.

Para mí, las obras imperfectas desde el punto de vista técnico, pueden tener sus valores en lo emocional, en la frescura, la gracia que expresan o en la inspiración silvestre que las generó. Amo al colorido guacamayo pero no desprecio a la lechuza; cada uno tiene sus encantos, y merecen una rama en la arboleda. Sin considerarme un gourmet, me encanta la buena mesa y la excelente bebida, pero no desprecio un tamalito casero o un pru oriental (aunque soy habanero). Me encanta beber el café capuchino en tacita de porcelana, pero he tomado con gusto un café carretero o colado en una teta de tela y servido en una jícara.

Si no pensara así, no podríamos haber mantenido, desde hace 50 años, la página de décimas campesinas que actualmente atiendo en el periódico cubano Palante, que se lee en todo el país con una tirada de cien mil ejemplares. Eso lo aprendí con mi gran amigo y colega Naborí, del cual fui "jefe" periodístico y al mismo tiempo alumno poético. Y para demostrar de modo palpable que mi pluma responde preferentemente al influjo de los sentimientos y del disfrute que me proporciona la inspiración espontánea, les voy a entregar un par de poemas, que de antemano sé que "padecen" de aliteración, jitanjáfora y otras figuras de dicción, y me he tomado licencias no siempre bien vistas por los fundamentalistas de la lengua.

¿Incoherencia en el mensaje?, ¿carencia de lirismo?, ¿falta de pulcritud en el manejo del vocabulario? Es posible. Pero, los escribí con tanto gusto como si fuera el agua que brota de un manantial serrano, burbujeando con generosidad para todas las plantas sedientas. Las disfruté sacándolas del manto freático del alma, y a muchas personas a quienes las he leído, les han gustado, y eso recompensa las heridas que pueda recibir de otros críticos más cultos, ortodoxos y exigentes. Así que ahí se las envío como constancia gráfica de que las mariposas nocturnas de la poesía, feas y monocromas, también tienen alas.



JITANJÁFORA JOCOSA


Trapatiesta en el fandango
como se come un chayote,
cha cha cha en el chapapote
y Mongo se manga un mango.
Mefistófeles va al fango
vestido de boda en bembé
Yemayá le dio a Yeyé,
Burundanga bailó en tanga
cuando pelaron malanga

la cucaracha escaché.


—2—

Llevo aguacate en la guagua
donde trabaja Trebejos
y voy vendiendo conejos
de Madruga hasta Managua.
La lluvia llenó una yagua
que la yegua se llevó
en un "tin marín de do..."
Lava con jabón la jaba
y del jamelgo la baba,
querequeté rococó.


—3—

Fríen de frutas frituras
para osos melindrosos

rubicundos, ruborosos
de furibundas figuras.
Boniatillos, raspaduras,
quiero queques y maracas
y macacos sin casacas;
en dos dedos dame un dado
y colorín colorado:
son más felices las flacas.



ALITERACIÓN NADA LÍRICA


Rasca la rosca Rosquillo
del quinqué de la quincalla
y si Cundo va a la playa
mueve Pepa su fondillo.
¿Acaso le pica el tobillo
porque nunca sale sola?

Hacen ondas como de ola
las buenas carnes que valen
¿Y por qué no se le salen
las perinolas a Lola?


—2—

¡Qué alboroto esa mulata!,
¿le pesa la espesa pasa?
¿o le sobra santa masa
que las costuras desata?
Es salsosa, es gata sata,
trepidando su trasero
que estremece al mundo entero
y a muchísimos mirones.
Se alebrestan los varones
como mosca en hormiguero.


—3—

La rubia Rita arrebata
con sus curvas cadenciosas,
su par de piernas preciosas
que se asoman de su bata.
Se me tensa la corbata
y se me paran los pelos
con sirenas que son cielos...
Y como causa cabal:
calentamiento global
y se derriten los hielos.


Iscajim

Imagen: Hombre riendo, de Rembrandt


El autor es
integrante del colectivo de la revista humorística Palante, tiene un blog personal titulado De Cuba con humor y amor, y de él hemos publicado, además de sus décimas
en los intercambios poéticos, su poema humorístico Poniendo a prueba al poeta, así como Iscajim contra el bloqueo, décimas suyas dedicadas a cada uno de los presidentes estadounidenses que han ejecutado el criminal bloqueo contra Cuba.




domingo, 2 de octubre de 2011

Desde San Miguel del Padrón

Resultados del III concurso
de glosas Jesús Orta Ruiz

Por segundo año consecutivo, un escritor
veinte
añero merece el galardón

En representación de su familia, Alba Orta, hija de Naborí, entregó el premio a Jesús Arencibia. Al centro, Bertha María Gómez.
Foto: Zulema Colomé.


Con su obra Corta carta cursi, el poeta Jesús Arencibia Lorenzo (Pinar del Río, 1982; residente en La Habana) conquistó el premio del III concurso nacional de glosas Jesús Orta Ruiz, Indio Naborí, convocado por la Cátedra que lleva su nombre, perteneciente a la filial número 6 de la Universidad de La Habana en su municipio natal de San Miguel del Padrón, así como el
Proyecto Naborí, que integran la UNEAC sanmiguelina y otras instituciones del territorio, entre ellas la filial del Grupo Ala Décima. Es la segunda ocasión consecutiva que el lauro corresponde a un autor novel, pues en la pasada edición lo mereció el también veinteañero Leonardo Estrada, de la capital.

El jurado de la presente convocatoria, integrado por los poetas Idel Rosa Velázquez, Fidel Antonio Orta y Pedro Péglez González, otorgó además la condición de finalistas a los textos presentados por Giselle Lucía Navarro, Arassay Carralero y Giraldo Segura, de la capital; Juan Carlos García Guridi, Marlén Moreira y Damaris Romero, de Mayabeque; Caridad González Sánchez y Leonardo Albelo Valdés, de Villa Clara; Gladys Torres Marrero, de Camagüey; Luis Mariano Estrada y Miguel Mariano Piñero, de Las Tunas.

Fotos: Anays Almenares Ávila

El encuentro de premiación tuvo lugar en el Museo Municipal, en la peña mensual que rinde tributo al poeta, conducida como siempre por la poetisa Bertha María Gómez, y celebró así el 30 de septiembre, aniversario 89 del nacimiento de Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí (1922-2005; Premio Nacional de Literatura 1995), fecha considerada desde 1998 como Día de la décima iberoamericana.

La cita, cargada de emotividad, contó con la presencia de los más cercanos familiares del autor de Viajera peninsular: su compañera en la vida, Eloína Pérez, y los hijos de ambos: Alba María, Jesús y Fidel Antonio. En ella se rindió homenaje también al recientemente fallecido Camilo Cid, compañero de infancia del bardo y promotor incansable de su obra. En representación suya participó su sobrina, Viviana García. Otro amigo entrañable de Naborí, Orlando Laguardia, repentista de larga trayectoria que ha representado a Cuba en numerosos festivales internacionales, tomó parte del encuentro.

En la imagen superior, el joven laureado Jesús Arencibia con Eloína, compañera de Naborí de toda la vida. En la imagen de abajo, de izquierda a derecha, Fidel Antonio, Orlando Laguardia, Alba María, Jesús Arencibia y Jesús Orta Pérez.
Fotos: Anays Almenares
Ávila

El poeta laureado, Jesús Arencibia, recibió de manos de Alba María el diploma que acredita el premio, así como una pintura del también joven artista de la plástica Enrique Guisado Triay, de San Miguel del Padrón, quien ha colaborado con las tres ediciones del certamen.

Especialistas e investigadores, profesores de la Educación Superior y funcionarios de Cultura asistieron a esta tarde poética, entre ellos Adela Ramos Leal, secretaria ejecutiva nacional de la Sociedad Cultural José Martí; Patricia Tápanes, especialista del Centro de Investigaciones y Comunicación del Ministerio de Cultura; Mayra Vistel Columbié, directora de la filial universitaria municipal; Tamara Ronda, directora municipal de Cultura; Cándida Sánchez Villalobos, directora del Museo Municipal; María Eugenia Azcuy (Maruly), quien fuera ayudante personal de Naborí, actualmente profesora del Instituto Superior de Diseño, y Bárbara Hernández Tápanes, investigadora del Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado; las dos últimas, integrantes del Grupo Ala Décima como Idel Rosa y Bertha María.


CON EL JOVEN POETA LAUREADO

Al habla con quien escribe estas líneas, Jesús Arencibia —antes ganador, en el 2010, del concurso nacional de glosas Canto alrededor del punto, en Las Tunas— comentó que “el encuentro fue conmovedor, por la cariñosa compañía de la familia del Indio Naborí, cuyo magisterio fue y sigue siendo una guía para mí, aunque no lo pude conocer personalmente. El anuncio del premio colmó la emoción, y sólo atiné a mirar a mi lado, a mi novia Anays, que no pudo contener las lágrimas como si fuera ella la premiada.

“Después —prosiguió el joven autor— habló Fidel Antonio y destacó el aliento naboriano de mi poema, y me dijo: ‘No por casualidad también te llamas Jesús’. Y entonces fue a mí a quien se le hizo un nudo en la garganta, al recordar a mi abuelo, por quien me pusieron ese nombre, y que era un ferviente admirador de Naborí, al igual que mi madre. Tantos fueron los sentimientos agolpados, que cuando me pidieron leer el poema no podía articular las palabras. Tuve que hacer un esfuerzo para calmarme y al fin pude leer el texto”.


EN NUESTROS ARCHIVOS:

Resultados del I concurso de glosas Jesús Orta Ruiz 2009.

Proyecto Naborí por la memoria del poeta.

Sobre la Peña y el Parque Naborí, y la filial de San Miguel.

Sexto aniversario de la filial de Ala Décima.

Resultados del Primer evento científico Jesús Orta Ruiz.

Resultados del II concurso de glosas Jesús Orta Ruiz 2010.