lunes, 29 de septiembre de 2008


De La Guantanamera,
un testimonio
excepcional

Por Olga Lidia Pérez
Foto: Cortesía de
Philip Pasmanick


“Yo fui testigo de cómo surgió esa tonada, esa música, porque yo fui un amigo entrañable de Joseíto Fernández”. Así inició su testimonio Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, aquella tarde del 5 de enero de 2001 cuando acudí una vez más a su sabiduría y gentileza.

Una investigadora habanera nos había solicitado con mucha antelación un espacio en la Casa de la Poesía para presentar su trabajo en torno a La Guantanamera, la mundialmente conocida composición de Joseíto Fernández, y su relación con la décima, pero unas horas antes llamó para cancelar su presentación. Con un público convocado y sin posibilidad alguna de divulgar con efectividad la suspensión, solicité el auxilio del poeta y amigo, Premio Nacional de Literatura, que puso en mis manos su testimonio excepcional.

Nadie como Naborí, cercano a Joseíto y conocedor profundo de la décima y su improvisación, de tonadas e improvisadores.

“La radioemisora CMQ estaba en Monte y Prado. Yo visitaba mucho esta emisora y tenía relaciones bien estrechas con Joseíto Fernández, que era la bondad personificada. Entonces soy testigo de cómo surgió La Guantanamera. La tonada no viene de ninguna música de Guantánamo, sino de una bella mujer de Guantánamo, que por los años en que te hablo visitaba la radioemisora a la hora del programa de Joseíto Fernández, y Joseíto Fernández cantaba La Guantanamera con el estribillo, era una manera de recordarla a ella, de popularizarla a ella, entonces así fue como cogió fama.

“Era un programa de música cubana donde él cantaba puntos cubanos, sones, boleros, guajiras. Entonces cantaba, casi todos los días, unas décimas que terminaban con La Guantanamera, con el estribillo en homenaje a esa bella mujer, que fue una mujer de la vida de Joseíto. Después la tonada sirvió para narrar sucesos sangrientos, trágicos, de celos, de crónica roja. Un programa que se transmitía diariamente en décimas que las escribieron varias personas, varios poetas, entre ellos Chanito Isidrón y yo”.

Ante mi pregunta sobre si ellos también cantaban esas décimas, aclaró:

“No, no, las cantaba Joseíto. Joseíto Fernández hacía toda La Guantanamera, combinándola con un tipo de zarzuela, de diálogo hablado y décimas…”

Eso ocurría en el programa llamado “El suceso de las tres de la tarde”, en la Cadena Azul, y se mantuvo con gran popularidad por no poco tiempo. La Guantanamera devino referencia, símbolo ya en el imaginario popular: si te ‘cantaban’ La Guantanamera, estabas viviendo sin dudas una ‘tragedia’. Así pues, no parecía que existiesen impedimentos para que los poetas repentistas acudieran a una melodía tan popular y tan vinculada a la décima cantada, para acompañar sus improvisaciones. Sin embargo, nunca se usaba tal recurso. ¿Por qué?

“Porque para cantar La Guantanamera —explica Naborí— hay que saber cantar, es decir hay que tener ritmo, hay que afinar. Cualquiera no puede cantarla”.

Y para ejemplificar acude a una anécdota memorable:

“Hay una cosa risueña de La Guantanamera y un poeta campesino que también se enamoró de una mujer, y esa mujer le dijo ‘a mí lo que me gusta mucho es La Guantanamera’. Era José Marichal, que tenía el deber de cantarla y entonces los poetas lo choteaban… —y añadió— ¿Por qué no llamas a Adolfo Alfonso y le pides que te la diga?”

Y Adolfo, Premio Nacional de Música, muy divertido relató que Marichal andaba enamorado y para congraciarse con la joven, cantó por radio, por la CMQ, La Guantanamera, y aquello constituyó un verdadero desastre, porque era en extremo desafinado. Días después, en la propia emisora, en un programa donde se enfrentaban los bandos Rojo y Azul, Rigoberto Riso, el gran poeta humorista de Madruga, en una simpática controversia con el propio Adolfo, comenzó a “maldecirle”, a desearle cosas “terribles”, y terminó aquella décima de manera lapidaria: “…que nunca tengas un real/ y que antes que te mueras/ oigas La Guantanamera/ cantada por Marichal”.

Otro matiz singular, ¿verdad?, de la ya bien nutrida leyenda de la más conocida canción cubana en el mundo.


Publicado originalmente en el sitio web de Radio Ciudad de La Habana.

jueves, 18 de septiembre de 2008



Argel Fernández:
Un rayo con versos
en la punta

Por Olga Lidia Pérez

Si se duerme mi voz ¿Dónde me escondo / para que Cronos no pregunte nada? / ¿En qué cuerpo me ajusto la alborada? / Ante el juicio final ¿Cómo respondo? / ¿Seré un silencio pávido, sin fondo, / o el vuelo frágil de una mariposa? / Imposible, mi lengua luminosa / es un rayo con versos en la punta / y responde con luz a quien pregunta: / -me queda por decir no sé qué cosa-.

Poeta intenso e indagador, de verso cálido que arropa, Argel Fernández, quien también cultiva la narrativa y la traducción literaria, aborda en su poesía temas como la existencia, el amor, la muerte, sin desdeñar inquietudes sociales.

“Hay una mezcla de conciencia e inconciencia en mi poesía, pues las imágenes nacen siempre de algún hecho o palabra que estimula, pero el hecho mismo de la creación poética es un misterio aún para los propios poetas, a veces he escrito poemas que cuando los leo más tarde me parece que no han sido escritos por mí”, afirmó en una entrevista reciente.

Licenciado en Estudios Socioculturales, trabaja como especialista en la Casa Iberoamericana de la Décima Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, en la capital tunera, y es sin dudas un promotor cultural que se entrega con pasión y un comunicador natural que destaca por la sinceridad de su entrega.

Su obra ha sido publicada en antologías y revistas nacionales y extranjeras, como Historia soñada y otros minicuentos, de Ediciones Luminaria, 2003; La décima cósmica de Las Tunas, del Frente de Afirmación Hispanista, A. C. México, 2001, Antología de la décima tanática cubana, Tomo II, del Frente de Afirmación Hispanista, A. C. México 2007, y en las revistas La Pedrada, (Sancti Spíritus), Del Caribe (Santiago de Cuba) y Revista Cultural Quehacer (Las Tunas). En el año 2005 la Editorial Sanlope publicó su poemario Casi todo, la noche y lo demás, un especial homenaje a la poeta Ada Elba Pérez.

Lo que pudiera ocurrir si asistimos a una lectura suya comentada, Argel parece anunciarlo desde su “Mutismo”:

A veces los poetas somos mudos,
las palabras nos niegan su sonido
y los labios, como volcán dormido,
amenazan romper los pétreos nudos.
Avanzamos detrás de los escudos
por temor a decir nuestras verdades.
Por testigos tenemos las edades
aunque todo el orgullo se nos pierda,
pero somos el Sol, siempre recuerda
que en silencio se toman las ciudades.

martes, 16 de septiembre de 2008


Sobre el concurso
Cucalambé, su historia
y
Figuraciones de la luz,
de Ramiro Duarte

Por Leticia Fernández
Especialista de la
Casa Iberoamericana
de la Décima El Cucalambé
, de Las Tunas



En el año 1967 se convoca oficialmente este certamen con carácter nacional, dentro de las festividades de la Jornada Cucalambeana, fundada en la década del 60 por Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí), Manuel Fernández García, José (Pepe) Ramírez Cruz y otros.

Este concurso al paso del tiempo ha ido desarrollándose y en la década del 90 toma un vuelco diferente, las bases que se solicitaban era la presentación de un cuaderno de 40 a 60 cuartillas, pues con el surgimiento del Centro Provincial del Libro y la Literatura y la Editorial Sanlope, los auspiciadores declararon la publicación del libro como parte del premio. Participaron escritores de todo el país hasta alcanzar la cifra de medio centenar de libros.

A partir de 1991, la Editorial Sanlope comenzó a publicar la obra premiada como libro, pues desde sus inicios la obra ganadora vio la luz en diferentes medios de prensas nacionales, particularmente la revista ANAP, publicación de la Dirección Nacional de esta organización campesina.

Entre el 1991 y 1999 salieron a la luz diferentes libros de un alto vuelo poético, los escritores son verdaderos renovadores de la décima, cada uno con un estilo que los caracteriza, entre los que se encuentra Figuraciones de la luz, de Ramiro Duarte (Mención).

En el año 2000 el concurso alcanzó dimensión internacional, cuando se libró la convocatoria para todos los escritores de Iberoamérica. Se convierte en el Concurso Iberoamericano Cucalambé en Décima Escrita.

El libro Figuraciones de la luz, de Ramiro Duarte Espinosa, es un cuaderno de nostalgias y sueños, donde el poeta, con desenfado asombroso, recorre los vericuetos más disímiles del alma. Hacia dónde se dirige el hombre, qué fuimos, qué somos y qué queremos ser. El amor a la mujer.

Ramiro Duarte Espinosa (Las Tunas, 1940) es miembro de la UNEAC, narrador, poeta, investigador literario, tiene publicados varios libros entre los que se destacan Sobre el óseo perfil de mi esqueleto (poesía); Balada de los perros brujos; (poesía) y Ciudad deshabitada (poesía).



NO VOLVERÉ A VERTE MÁS

Di adiós al huésped que se va
y borra la huella de su paso.

Rabindranath Tagore


No volveré a verte más,
si un día tu cuerpo baja
envuelto en una mortaja
a la sombra pertinaz.
Y no escucharé jamás
tus pasos en el camino.
Como el humo peregrino
se disipará tu huella,
como voladora estrella
en polvo de remolino.



Jurado:

Sigifredo Álvarez Conesa
Luis Beiro Álvarez
Virgilio Martinto


Tomado del sitio de la Casa Iberoamericana
de la Décima El Cucalambé
, de Las Tunas

viernes, 5 de septiembre de 2008



Elier Fonseca,
el laudista

zurdeto


Por Bárbara Hernández
Especialista del CIDVI
(Centro Iberoamericano
de la D
écima y el Verso Improvisado)



Nunca había oído hablar de él. Pero en el año 2004, casualmente, vi un documental de la Televisión Serrana:
“Mi querer y tu sentir”. Me quedé fascinada con aquel hombre de poco más de cinco pies de estatura, con su laúd al hombro por las montañas, tocando en los guateques y también en los camiones que llevan y traen a los pobladores de intrincados pueblos de la Sierra Maestra, alegrando los viajes con su simpatía.

En mayo del 2008 fui a Bayamo al Seminario Nacional de Niños Improvisadores de las provincias orientales. Y me encontré con Elier Fonseca en pleno bulevar, apenas salido de la emisora radial donde acababa de trasmitir el programa campesino. Concertamos una cita para la tarde y allí, sentados, Elier con su laúd entre las manos, hice la entrevista. ¿Cuánto de real? ¿Cuánto de fantasía? Queda al lector valorar la palabra de este hombre maravilloso:


Yo soy Elier Reinerio Fonseca Machado, del municipio Buey Arriba, provincia Granma. Soy nacido en una finca llamada Finca Ramírez en San Pablo de Yao, en el corazón de la Sierra Maestra. A los cuatro años yo vi por primera vez a un hombre tocando guitarra y a una mujer cantando en una junta de amarre de tabaco: campesinos que cortan tabaco y lo amarran con yarey para ponerlo a secar, y hacían juntas, mataban un puerco, y tocaban música y cantaban; y yo, desnudito en pelota, como de cuatro años, voy allí de pendenciero, y a mí aquello se me quedó en la mente y me surge la idea de tener una guitarra para tocar y voy y busco un pedazo de yagua. Un pedazo de palo. Yagua seca. Y busqué liguitas como para hacer tirapiedras, las picaba finitas para hacer las cuerdas o si no, le cogía los blumers a mi mamá y les sacaba el elástico, y los cogía también para cuerdas. Pero bueno, ese instrumento, como que no se oye, yo me lo ponía en la cabeza para sentir el sonido en el cerebro y buscaba el sonido, todo lo que yo tenía en la mente. Entonces, cuando cumplo cinco años tengo un tío que tenía un tres, y le dijo a mi papá: “Mira, yo le voy a prestar el tres, pero si aprende, se lo regalo, que yo hace veinte años que tengo ese tres y nunca he aprendido nada”. El tres lo había hecho un fabricante muy bueno, campesino, pero era un tres muy bueno, de una sonoridad muy dulce y me presta el tres. Me lo lleva para mi casa. Mi papá tocaba, pero no un tres especial, y me lo afinaba. Pero yo soy zurdeto y aprendí con el tres a dar derecho, tocando al revés, de abajo para arriba. Esto que te voy a decir se cuenta y no se cree, pero te lo tengo que decir. El creer es voluntad. El mismo día por la mañana que me presta el tres, yo empiezo y hago tres pedacitos de melodía… Por ejemplo, estaba “La cocaleca” y había otros números de guaracha. Tres pedacitos de esos números. Y por la tarde me lleva con mi tío y le dice: “Mira, para que escuches estos numeritos que él te trae”. Y le toco los tres pedacitos de los números y ¡óigame! me da cuatro nalgadas con los dedos aquellos tan gordos, que me dejó privado. Yo creo que me pegó por la admiración, la sorpresa aquella de ver que él me presta el tres y yo enseguida le saqué la melodía y él al cabo de tantos años no aprendió nada. Entonces mi papá me cargó, cogió el tres y me lo llevó para la casa. Bueno, yo no quería tres ni nada de eso de la gritería que formé. Y entonces, al cabo de unos días yo volví a cogerlo. Incluso me recuerdo cuando nos trasladábamos en una carreta de allá de San Pablo de Yao, y yo venía enhorquetado en un pilón de pilar café. Yo me recuerdo de eso.

Ya a los ocho años empecé a ir a la escuela a aprender las primeras letras: a, e, i, o, u, y esas cosas. Y cuando yo fui a aprender esas cosas ya yo tocaba y cantaba, desde los cinco años. Entonces, ¿qué pasaba?, que tenía que llevar todos los viernes el tres a la escuela a tocar el Himno Nacional. Tú sabes que se cantaba el Himno, se saludaba la bandera y lo cantaban los alumnos y yo lo tocaba en el tres. Bueno, a los ocho años yo dejé el tres y cogí la guitarra. Cogí el mismo tres, mi papá me compró unas cuerdas de guitarra y se las puse y aprendí a tocar la guitarra solo. Eso sin enseñarme nadie, porque la verdad es que yo no fui a ninguna escuela, nadie se preocupó y en aquel tiempo no había nadie que tocara por allí. Y entonces en el mismo tres ya preparado aprendo a tocar la guitarra.

Ya a los catorce años me topo con Mariano Hernández, uno de los grandes poetas de aquí de Cuba, aquí en Bayamo, y me dice: “Oye, ¿tú sabes acompañar punto guajiro?” Y le digo “Bueno, sí, yo creo que sí”, y me lleva a su casa. Él tocaba laúd. Me lleva a su casa y ensayamos y me dice: “¿Vamos a empezar mañana un programa en Radio Bayamo?” Y le digo: “Sí, vamos.” “¿Tú te atreves a acompañarme?” “Sí, no hay problema, vamos.” Y al otro día comenzamos un programa a las cinco y media de la tarde llamado… Deja ver si me acuerdo… Atalaya campesina era como se llamaba. Comenzamos el 3 de febrero del año 59. Y seguimos ese programa después.

Aquí había dos emisoras en Bayamo. Y en las dos emisoras teníamos programa: uno a las siete y media de la mañana y el otro a las cinco y media de la tarde. Al triunfo de la Revolución yo vine para la casa de una tía mía aquí en Bayamo, y me acabó de criar y me quedé aquí con Mariano Hernández, ya haciendo el programa y parando en casa de la tía mía, hasta que por fin a muy corta edad me dio por llevarme a una muchacha que cantaba conmigo.

Realmente a los dieciséis años me dio la idea de afinar la guitarra por el laúd de Mariano. Afino la guitarra por el laúd y le pongo una cejilla en el quinto traste a la guitarra y ya tenía un laúd. Y comienzo en la misma guitarra afinada por el laúd a tocar laúd. Bueno, en el año 63 yo me siento responsable para hacer un programa campesino solo: escribirlo yo, tocarlo yo… Y me voy para Radio Manzanillo. Y al otro día comienzo un programa allí —ahora es Radio Granma— y empiezo el programa Estampas guajiras. Era un programa que recibía cartas, correspondencia, diario, diario, pero bueno, yo no daba abasto, pero siempre complacía todo porque tenía diferentes temas. Escribía adivinanzas, escribía pies forzados, cantaba para cumpleaños, bodas, para todo el que pedía décimas. Cantaba muchas canciones mejicanas, porque yo canto mucho mejicano. Y escribo, porque soy compositor también. Pertenezco a la UNEAC. Yo desde niño, desde el principio, tocaba y me acompañaba, y acompañaba a más personas. Improvisaba y me acompañaba y hasta ahora sigo haciéndolo, claro, con un poquito más de calidad. Yo soy zurdo, pero puedo tocar guitarra también a la derecha. Claro, el derecho no puede hacerlo a la zurda, pero yo sí al revés. Y toco guitarra, guitarra acompañante, guitarra prima, tres, cuatro, laúd, mandolina española, charango, vihuela mejicana… Toco, sinceramente, cualquier instrumento, cualquier género, menos chino y americano, pero me gusta mucho la música latinoamericana. Incluso en el laúd toco números que parecen de arpa, pero ese es un secreto que uno tiene que dominarlo. Y nunca fui a escuela de arte, ni de superación. Nada, nada, yo soy empírico. Es decir que yo de la música no entiendo nada, en papel pautado, ni leer ni escribir ni nada. Sí hago música mental, la grabo… Hago rancheras, corridos mejicanos, hago boleros, toda la música cubana tradicional, hago guarachas. Cuando yo voy escribiendo un numerito, voy escribiendo, pero en la mente, con variaciones y todo y cuando ya está la música, que termino, voy y la grabo. Y la inscribo y se la doy a grupos que me la piden. También me gusta trabajar el humorismo, me encanta.

Me han puesto tantos seudónimos artísticos que de tantos que me han puesto no tengo ninguno. El primerito que me pusieron, fue “El orgullo de Tínima”, en Bueycito, y el otro día me mandan una carta con unas décimas y lo único que decía en el sobre era “Elier Fonseca” y ese seudónimo y la carta llegó. Me gustaba ese seudónimo, pero bueno, cambió el locutor del programa y se acabaron esos seudónimos. Entonces he hecho Palmas y cañas en provincias, y me dice Guardado, el locutor del programa: “El rey del laúd”. Hay quien me dice “El mago del laúd” también, porque lo toco en el pecho, lo toco en la cabeza, lo toco en el cerebro también, lo toco en la espalda y antes lo tocaba debajo de una pierna también, caminando con un solo pie, pero eso ya, al cabo de muchos años ya no es lo mismo. Pero todas esas maldades… Y hay mucha gente que me dice: “Oye, ¿por qué tú haces eso de ponerte el laúd ahí en la cabeza?, eso es monería”. Y yo le digo: “No, eso no es monería, eso es hacer del instrumento lo que uno quiera, eso se llama dominación del instrumento”. Y cuando yo estoy tocando lo mismo lo hago por debajo del diapasón que por arriba. A veces me pongo con un solo dedo a hacer una melodía ahí. Y dicen: “Oye, pero ¿por qué esa locura?”. Y digo: “No, yo no sé por qué sale esa locura así”. Y sale bien. Yo he tocado un número hasta con un vaso, una botella, una sola cuerda —igual que un violín—, con una fosforera mecánica. Una descarga. Esas son cosas que no aprendí con nadie, nada, que le salen a uno así. Nada, la idea de hacer algo en un instrumento que nadie ha hecho.

Yo siempre me llevé por la línea de uno de los mejores laudistas de Cuba que se llama José Manuel Rodríguez, del grupo “Los montunos”, porque ese era el papá del laúd, por el que yo me llevé siempre y también he imitado a Miguel Ojeda. Pero me gustó más, siempre, toda la vida, José Manuel Rodríguez. Incluso hay un laudista ahora que está con Ernestina Trimiño: ¡que no se aparte de esa línea, que está maravillosamente bien en lo que hace! Cuando toca mi laúd, no hace falta un mariachi, porque mi laúd lo toca todo, acompañamiento y todo, es decir, maravillosamente, y me gusta esa línea, pero no abandono la línea de José Manuel Rodríguez.

El primer secretario del Partido aquí en Granma, Lázaro Expósito, me pidió que impartiera un curso de laudistas a mayores en Bayamo, a catorce compañeros, en seis meses. Y es increíble, de catorce, salieron doce laudistas en seis meses. Muy buenos, aquí en la provincia Granma. Ahora tengo dos talleres, uno de niños repentistas y tonadistas y otro de laúd, tres y guitarra y hasta bajo. Imparto clases prácticas de bajo.

Tuve el honor, la suerte de haber trabajado en una película que se llama En el aire, con uno de los mejores poetas de Cuba, yo lo considero el papá de la décima guajira en Cuba, el gran e inolvidable Justo Vega. He hecho documentales también en turismo, para diferentes países, con el conjunto Trinchera Agraria de la provincia de Santiago. Hago música campesina, escribo boleros… toda la música que hago es mía, de cualquier género, mejicano, melodías chilenas… El primer número que yo hice fue un caso real: “Tu querer y mi sentir” Eso lo llevó a un festival el Jilguero de Cienfuegos, Inocente Iznaga y su esposa, Martica Morejón, que muy bello que cantan, y ganaron el primer premio con ese número. Incluso está en un documental que me hizo la Televisión Serrana y se llama también el documental Tu querer y mi sentir. Ese es el primero, pero a veces no hay ayuda, porque hay personas que pueden hacer un arreglo pero piden mucho dinero. Hay veces que lo más barato que piden es un guanajo. O 100 pesos, ¡qué 100 pesos!, 200 pesos, yo no quise aprender esas cosas, pero cualquier día me pongo y aprendo porque no es difícil, vaya. Tengo muy pocos números inscritos, porque yo lo que gano aquí en la emisora son 440 pesos y tengo mi situación económica muy corta y no puedo pagar una cantidad de un arreglista que es el director de un grupo que no es el grupo mío, es del grupo “Yacaré”. Y hay que conseguir también papel pautado y no se puede conseguir tampoco un papel pautado. Hay dos cosas que yo quisiera: una es un laúd y otra es el papel pautado. Mira, Pachi Naranjo me ha pedido números y da la casualidad de que todo lo que yo escribo, a la gente le gusta. Y muchas no las he podido dar porque tampoco tengo la facilidad de coger un casete, que me presten una grabadora…

Yo, hace años, a los directores que han pasado por aquí por el Centro Provincial de la Música de Bayamo, les he encargado un laúd. Sí, han tomado nota, pero hasta el sol de hoy, nada. Incluso, el laúd que tengo es de plywood, de unos tres, laúdes y guitarras que están haciendo en La Habana que son de plywood y eso no tiene sonoridad ninguna, sinceramente no tienen calidad, ¡y hay madera en Cuba!…Diferentes tipos de madera para hacer en Cuba las mejores guitarras del mundo. Sinceramente que me perdonen otros países, como España, pero aquí… Hay madera muy buena y fabricantes muy buenos. Incluso aquí en Bayamo hay un fabricante, jovencito él, que te hace cualquier instrumento, te hace violín, te hace bajo. Una maravilla. Incluso tiene un tallercito en la casa y sin embargo, no hay fábrica, no hay calidad. Ese es el único muchacho indicado que debe dirigir esa fábrica y enseñar. Él me está haciendo un laúd maravilloso. Él le presentó un bajo al Ministro de Cultura y le dijeron que le iban a hacer una fábrica y él dice que si le dan las condiciones, él puede hacer una buena fábrica.

Antes de los dieciséis años fue mi primer amor, porque ya a los dieciséis tuve mi primera hija, que ella canta también, canta mucho mejicano y canta mucho la décima. Y el segundo hijo que tuve toca mucha guitarra, toca tres, toca bajo y bueno, canta también. Yo tuve seis hijos. Actualmente, ellos viven muy bien, no dejan la canturía. Al mayor le gusta mucho la construcción, y va a las actividades cuando lo invitan, pero no deja la construcción, le gusta mucho la construcción. Y los otros, a pesar de que están en otras cosas, no dejan la música. Incluso, aquí en Bayamo, visita no sé cada qué tiempo, una hija de Jorge Negrete, que hay una peña mexicana aquí en Bayamo que lleva el nombre de Jorge Negrete, y la hija mayor mía pertenece a esa peña, porque ella canta mucho mexicano. A cada rato me dice: “Escríbeme algo para cantarlo en la peña” y tengo que hacerle alguna canción para que la cante: una ranchera, un corrido… Inventarlo, la letra, la música, todo. Tengo un hijo en Manzanillo, tuve dos aquí en Bayamo (que es de los que te estaba hablando, de mi primer compromiso). Y entonces, con la última mujer tuve tres hijos, pero uno se me mató en una máquina. En realidad me quedaron cuatro, porque otro se me murió de Leucemia a los veintitrés años, que tocaba y cantaba también, aunque era técnico electricista. Tengo siete nietos y cuatro bisnietos. Y yo digo, “Oye, pero yo ¿cómo con sesenta y cinco años voy a tener cuatro bisnietos?”, pero eso sí, es que empecé muy temprano; no me daba cuenta. Ahora no estoy solo, estoy acompañado, más o menos, como quien dice, prestado. Porque yo, dentro de poco tiempo quisiera estar aquí en el corazón de Bayamo, pero en el campo, hay poco movimiento de la música, de hacer treseros, el tres y el laúd popular no abundan mucho. Estoy viviendo actualmente en Buey Arriba porque trabajo allí también. Sí, hay muchos de concierto, pero si no es con papel no pueden trabajar. No como en el caso mío, de cualquier género. Entonces, estoy en el campo, en Buey Arriba, impartiendo esos conocimientos.

Ahora tengo un programa campesino en la radio que se llama Panorama campesino, con el grupo “Raíces cubanas”. Soy el laudista de ahí. La gente me dice: “Ven acá, ¿qué tiempo tú llevas en la radio?, ¿cuándo te jubilas?” Ya llevo cuarenta y nueve años en la radio y la televisión. Y lo les digo: “¿Para qué, qué apuro tú tienes?, yo no estoy apto para hacer mandados todavía”. Sinceramente te digo, que yo puedo salir a cualquier parte del mundo que yo no le echo menos a nadie, porque dejando las condiciones de mi familia, que estén bien, que no les falte nada, y salgo a donde sea, ahora, eso sí, con mi laúd, y si se me queda el laúd ahí sí que estoy mal. Yo le digo a la gente que esa es mi novia, esa es mi vida. Todo, me lo da todo. No es como muchas mujeres que lo dejan a uno por celos, porque existe eso de los celos, pero hay una cosa que dice: “Si tu esposa es traicionera, no te sientas enojado, porque un cuerno bien pegado se lo enganchan a cualquiera”, pero a mí mi laúd no me va a pegar ningún cuerno y es el que me da la vida. No solo a mí, a todos los que quieran aprender con el futuro de servir al pueblo con la música.

¿Tú sabes para dónde yo pensaba irme ahora? Para la “Guerrilla de Teatreros”… Oye, eso es loma. A pie, pero bueno, la primera vez que ellos salieron, yo me fui con ellos. A pie, desde Las Coloradas, de Niquero, hasta San Lorenzo, de Bartolomé Masó. Pero bueno, como tengo este proyecto de la enseñanza de los niños, sinceramente que les hace mucha falta, me he dedicado a ellos y pienso seguir dedicándome a ellos, lo mismo en el repentismo que en los instrumentos. Tengo la suerte de que lo que hago en el laúd, lo hago con gusto dondequiera que me inviten. Voy con mucho gusto y no soy ambicioso, ni me gusta la hipocresía. Me gusta que en el mismo plato comamos todos, siempre y cuando tenga calidad el que canta, el que toca. Y cuando oigo a una persona tocando o cantando, laudista o tresero, y oigo que algo está sonando mal, le llamo la atención: “Oye, no te vayas a poner bravo, pero mira, esta nota que pusiste no es esta nota, es esta, es de esta forma, así, así, así”. Y me dicen: “¡Válgame que usted me ha dicho eso!”

Yo tengo 65 años y me parece que tengo 30 cuando toco el laúd. Esa es la vida mía. Fíjate si es la vida mía el laúd y la décima que yo digo:

Yo quiero cuando me muera,
bajo mi azulado cielo,
que me despidan el duelo
al lado de una palmera.
Y en marcha lenta quisiera
que el silencio y la quietud,
se rompan en mi ataúd
con mil décimas guajiras
y que resuenen con ira
las cuerdas de mi laúd.

Mi laúd es un sinsonte
que con doce plumas de oro
abre su pico sonoro
para trinar en el monte.
Claro como el horizonte
cuando le paso mi mano
por su estómago soprano
todo me huele a campiña
como la caña y la piña
así es mi punto cubano.


Tomado de Diversarima

martes, 2 de septiembre de 2008



Está el Señor Don Gato
en libro nuevo sentado

Por Olga Lidia Pérez

El más conocido y popular felino cubano ya no está solo. A las muchas voces que le han cantando, Vinagrito suma ahora la compañía de otros ochenta y tantos mininos que como él son los protagonistas de los poemas, fábulas, mitos, trabalenguas, canciones, leyendas y cuentos cubanos agrupados en la antología Un libro con muchos gatos que Ediciones Unión acaba de publicar.

El volumen, dirigido fundamentalmente a niños, adolescentes y jóvenes, nace del sueño (empeño) del escritor, ensayista y editor Enrique Pérez Díaz quien, además de sumergirse en una abarcadora búsqueda de textos literarios (y musicales) que tuviesen al gato como actor central, convocó a otros colegas a la escritura de obras sobre la temática.

Así, en las tres partes en las que fue dividido el libro (Poemas gatunos, Canciones gatunas, Cuentos fábulas y leyendas gatunas) aparecen desde el Romance de Don Gato, de autor anónimo y edad indeterminada, que la tradición oral –y Herminio Almendros también- han mantenido con una frescura envidiable, hasta otros muchos recién salidos del horno, e incluso, algunos inéditos hasta ahora.

Dora Alonso, Samuel Feijóo, Teresita Fernández, Emilio Ballagas, María Álvarez Ríos, Eliseo Diego, Fayad Jamís, David Chericián, Miguel Barnet, Julia Calzadilla, Teresa Cárdenas, Carilda Oliver, Olga Marta Pérez, Omar Felipe Mauri, Luis Cabrera, Celima Bernal, Ana María Valenzuela, Ivette y Enid Vian, Alberto y Mirta Yáñez, Waldo González, Pedro Péglez, Félix Guerra, Alberto Hernández, Excilia Saldaña, Nelson Simón, Magali Sánchez Ochoa…, sesenta y un autores con sus visiones múltiples, sus estilos y lenguajes diferentes, sus fines varios. Aquí encontrará el lector tantas miradas y modos como gatos puedan haber. Y sentimientos, y actitudes.

Por otra parte, aunque este libro nació, según confiesa su seleccionador, a partir de “una circunstancia triste y especial”, no es tristeza lo que de él emana. A veces humor, otras, amistad, misterio, amor, solidaridad, ternura…, pero al final el lector quedará ‘gatunamente’ atrapado por ese “animal cotidiano, tan querido por muchos y desafortunadamente muy aborrecible en la opinión de otros”, pero jamás ignorado.

Esta ‘gatuna’ antología cubana está simpática e inteligentemente ilustrada por Alein Somonte (¿habrá alguien que haya dibujado más gatos que él?), y contó con una edición al cuidado de Thelma Jiménez. Enrique Pérez Díaz, a cuyo cargo estuvieron la selección, las notas y el prólogo, ha publicado además otros muchos libros, entre ellos, Inventarse un amigo, Sombras del circo, Minicuentos de hadas, La sombra y su árbol, El (des) concierto de los gatos, La gran fiesta de los bichos, El payaso que no hacía reír, ¿Se jubilan las hadas? y Escuelita de los horrores, así como varias antologías como ¡Mucho cuento!, Cuentos sin edad, Entre brujas vuela el cuento y Cazador de sueños.

Un libro con muchos gatos será una obra de la que numerosos lectores -niños y padres sobre todo- se harán acompañar. Tal vez porque junto a la magia narrativa y poética de sus autores, lleva consigo las muchas vidas de todos sus gatos, y porque tal vez como ellos, y en palabras de Pablo Neruda, “nació completamente terminado, / camina solo y sabe lo que quiere”.