viernes, 5 de septiembre de 2008



Elier Fonseca,
el laudista

zurdeto


Por Bárbara Hernández
Especialista del CIDVI
(Centro Iberoamericano
de la D
écima y el Verso Improvisado)



Nunca había oído hablar de él. Pero en el año 2004, casualmente, vi un documental de la Televisión Serrana:
“Mi querer y tu sentir”. Me quedé fascinada con aquel hombre de poco más de cinco pies de estatura, con su laúd al hombro por las montañas, tocando en los guateques y también en los camiones que llevan y traen a los pobladores de intrincados pueblos de la Sierra Maestra, alegrando los viajes con su simpatía.

En mayo del 2008 fui a Bayamo al Seminario Nacional de Niños Improvisadores de las provincias orientales. Y me encontré con Elier Fonseca en pleno bulevar, apenas salido de la emisora radial donde acababa de trasmitir el programa campesino. Concertamos una cita para la tarde y allí, sentados, Elier con su laúd entre las manos, hice la entrevista. ¿Cuánto de real? ¿Cuánto de fantasía? Queda al lector valorar la palabra de este hombre maravilloso:


Yo soy Elier Reinerio Fonseca Machado, del municipio Buey Arriba, provincia Granma. Soy nacido en una finca llamada Finca Ramírez en San Pablo de Yao, en el corazón de la Sierra Maestra. A los cuatro años yo vi por primera vez a un hombre tocando guitarra y a una mujer cantando en una junta de amarre de tabaco: campesinos que cortan tabaco y lo amarran con yarey para ponerlo a secar, y hacían juntas, mataban un puerco, y tocaban música y cantaban; y yo, desnudito en pelota, como de cuatro años, voy allí de pendenciero, y a mí aquello se me quedó en la mente y me surge la idea de tener una guitarra para tocar y voy y busco un pedazo de yagua. Un pedazo de palo. Yagua seca. Y busqué liguitas como para hacer tirapiedras, las picaba finitas para hacer las cuerdas o si no, le cogía los blumers a mi mamá y les sacaba el elástico, y los cogía también para cuerdas. Pero bueno, ese instrumento, como que no se oye, yo me lo ponía en la cabeza para sentir el sonido en el cerebro y buscaba el sonido, todo lo que yo tenía en la mente. Entonces, cuando cumplo cinco años tengo un tío que tenía un tres, y le dijo a mi papá: “Mira, yo le voy a prestar el tres, pero si aprende, se lo regalo, que yo hace veinte años que tengo ese tres y nunca he aprendido nada”. El tres lo había hecho un fabricante muy bueno, campesino, pero era un tres muy bueno, de una sonoridad muy dulce y me presta el tres. Me lo lleva para mi casa. Mi papá tocaba, pero no un tres especial, y me lo afinaba. Pero yo soy zurdeto y aprendí con el tres a dar derecho, tocando al revés, de abajo para arriba. Esto que te voy a decir se cuenta y no se cree, pero te lo tengo que decir. El creer es voluntad. El mismo día por la mañana que me presta el tres, yo empiezo y hago tres pedacitos de melodía… Por ejemplo, estaba “La cocaleca” y había otros números de guaracha. Tres pedacitos de esos números. Y por la tarde me lleva con mi tío y le dice: “Mira, para que escuches estos numeritos que él te trae”. Y le toco los tres pedacitos de los números y ¡óigame! me da cuatro nalgadas con los dedos aquellos tan gordos, que me dejó privado. Yo creo que me pegó por la admiración, la sorpresa aquella de ver que él me presta el tres y yo enseguida le saqué la melodía y él al cabo de tantos años no aprendió nada. Entonces mi papá me cargó, cogió el tres y me lo llevó para la casa. Bueno, yo no quería tres ni nada de eso de la gritería que formé. Y entonces, al cabo de unos días yo volví a cogerlo. Incluso me recuerdo cuando nos trasladábamos en una carreta de allá de San Pablo de Yao, y yo venía enhorquetado en un pilón de pilar café. Yo me recuerdo de eso.

Ya a los ocho años empecé a ir a la escuela a aprender las primeras letras: a, e, i, o, u, y esas cosas. Y cuando yo fui a aprender esas cosas ya yo tocaba y cantaba, desde los cinco años. Entonces, ¿qué pasaba?, que tenía que llevar todos los viernes el tres a la escuela a tocar el Himno Nacional. Tú sabes que se cantaba el Himno, se saludaba la bandera y lo cantaban los alumnos y yo lo tocaba en el tres. Bueno, a los ocho años yo dejé el tres y cogí la guitarra. Cogí el mismo tres, mi papá me compró unas cuerdas de guitarra y se las puse y aprendí a tocar la guitarra solo. Eso sin enseñarme nadie, porque la verdad es que yo no fui a ninguna escuela, nadie se preocupó y en aquel tiempo no había nadie que tocara por allí. Y entonces en el mismo tres ya preparado aprendo a tocar la guitarra.

Ya a los catorce años me topo con Mariano Hernández, uno de los grandes poetas de aquí de Cuba, aquí en Bayamo, y me dice: “Oye, ¿tú sabes acompañar punto guajiro?” Y le digo “Bueno, sí, yo creo que sí”, y me lleva a su casa. Él tocaba laúd. Me lleva a su casa y ensayamos y me dice: “¿Vamos a empezar mañana un programa en Radio Bayamo?” Y le digo: “Sí, vamos.” “¿Tú te atreves a acompañarme?” “Sí, no hay problema, vamos.” Y al otro día comenzamos un programa a las cinco y media de la tarde llamado… Deja ver si me acuerdo… Atalaya campesina era como se llamaba. Comenzamos el 3 de febrero del año 59. Y seguimos ese programa después.

Aquí había dos emisoras en Bayamo. Y en las dos emisoras teníamos programa: uno a las siete y media de la mañana y el otro a las cinco y media de la tarde. Al triunfo de la Revolución yo vine para la casa de una tía mía aquí en Bayamo, y me acabó de criar y me quedé aquí con Mariano Hernández, ya haciendo el programa y parando en casa de la tía mía, hasta que por fin a muy corta edad me dio por llevarme a una muchacha que cantaba conmigo.

Realmente a los dieciséis años me dio la idea de afinar la guitarra por el laúd de Mariano. Afino la guitarra por el laúd y le pongo una cejilla en el quinto traste a la guitarra y ya tenía un laúd. Y comienzo en la misma guitarra afinada por el laúd a tocar laúd. Bueno, en el año 63 yo me siento responsable para hacer un programa campesino solo: escribirlo yo, tocarlo yo… Y me voy para Radio Manzanillo. Y al otro día comienzo un programa allí —ahora es Radio Granma— y empiezo el programa Estampas guajiras. Era un programa que recibía cartas, correspondencia, diario, diario, pero bueno, yo no daba abasto, pero siempre complacía todo porque tenía diferentes temas. Escribía adivinanzas, escribía pies forzados, cantaba para cumpleaños, bodas, para todo el que pedía décimas. Cantaba muchas canciones mejicanas, porque yo canto mucho mejicano. Y escribo, porque soy compositor también. Pertenezco a la UNEAC. Yo desde niño, desde el principio, tocaba y me acompañaba, y acompañaba a más personas. Improvisaba y me acompañaba y hasta ahora sigo haciéndolo, claro, con un poquito más de calidad. Yo soy zurdo, pero puedo tocar guitarra también a la derecha. Claro, el derecho no puede hacerlo a la zurda, pero yo sí al revés. Y toco guitarra, guitarra acompañante, guitarra prima, tres, cuatro, laúd, mandolina española, charango, vihuela mejicana… Toco, sinceramente, cualquier instrumento, cualquier género, menos chino y americano, pero me gusta mucho la música latinoamericana. Incluso en el laúd toco números que parecen de arpa, pero ese es un secreto que uno tiene que dominarlo. Y nunca fui a escuela de arte, ni de superación. Nada, nada, yo soy empírico. Es decir que yo de la música no entiendo nada, en papel pautado, ni leer ni escribir ni nada. Sí hago música mental, la grabo… Hago rancheras, corridos mejicanos, hago boleros, toda la música cubana tradicional, hago guarachas. Cuando yo voy escribiendo un numerito, voy escribiendo, pero en la mente, con variaciones y todo y cuando ya está la música, que termino, voy y la grabo. Y la inscribo y se la doy a grupos que me la piden. También me gusta trabajar el humorismo, me encanta.

Me han puesto tantos seudónimos artísticos que de tantos que me han puesto no tengo ninguno. El primerito que me pusieron, fue “El orgullo de Tínima”, en Bueycito, y el otro día me mandan una carta con unas décimas y lo único que decía en el sobre era “Elier Fonseca” y ese seudónimo y la carta llegó. Me gustaba ese seudónimo, pero bueno, cambió el locutor del programa y se acabaron esos seudónimos. Entonces he hecho Palmas y cañas en provincias, y me dice Guardado, el locutor del programa: “El rey del laúd”. Hay quien me dice “El mago del laúd” también, porque lo toco en el pecho, lo toco en la cabeza, lo toco en el cerebro también, lo toco en la espalda y antes lo tocaba debajo de una pierna también, caminando con un solo pie, pero eso ya, al cabo de muchos años ya no es lo mismo. Pero todas esas maldades… Y hay mucha gente que me dice: “Oye, ¿por qué tú haces eso de ponerte el laúd ahí en la cabeza?, eso es monería”. Y yo le digo: “No, eso no es monería, eso es hacer del instrumento lo que uno quiera, eso se llama dominación del instrumento”. Y cuando yo estoy tocando lo mismo lo hago por debajo del diapasón que por arriba. A veces me pongo con un solo dedo a hacer una melodía ahí. Y dicen: “Oye, pero ¿por qué esa locura?”. Y digo: “No, yo no sé por qué sale esa locura así”. Y sale bien. Yo he tocado un número hasta con un vaso, una botella, una sola cuerda —igual que un violín—, con una fosforera mecánica. Una descarga. Esas son cosas que no aprendí con nadie, nada, que le salen a uno así. Nada, la idea de hacer algo en un instrumento que nadie ha hecho.

Yo siempre me llevé por la línea de uno de los mejores laudistas de Cuba que se llama José Manuel Rodríguez, del grupo “Los montunos”, porque ese era el papá del laúd, por el que yo me llevé siempre y también he imitado a Miguel Ojeda. Pero me gustó más, siempre, toda la vida, José Manuel Rodríguez. Incluso hay un laudista ahora que está con Ernestina Trimiño: ¡que no se aparte de esa línea, que está maravillosamente bien en lo que hace! Cuando toca mi laúd, no hace falta un mariachi, porque mi laúd lo toca todo, acompañamiento y todo, es decir, maravillosamente, y me gusta esa línea, pero no abandono la línea de José Manuel Rodríguez.

El primer secretario del Partido aquí en Granma, Lázaro Expósito, me pidió que impartiera un curso de laudistas a mayores en Bayamo, a catorce compañeros, en seis meses. Y es increíble, de catorce, salieron doce laudistas en seis meses. Muy buenos, aquí en la provincia Granma. Ahora tengo dos talleres, uno de niños repentistas y tonadistas y otro de laúd, tres y guitarra y hasta bajo. Imparto clases prácticas de bajo.

Tuve el honor, la suerte de haber trabajado en una película que se llama En el aire, con uno de los mejores poetas de Cuba, yo lo considero el papá de la décima guajira en Cuba, el gran e inolvidable Justo Vega. He hecho documentales también en turismo, para diferentes países, con el conjunto Trinchera Agraria de la provincia de Santiago. Hago música campesina, escribo boleros… toda la música que hago es mía, de cualquier género, mejicano, melodías chilenas… El primer número que yo hice fue un caso real: “Tu querer y mi sentir” Eso lo llevó a un festival el Jilguero de Cienfuegos, Inocente Iznaga y su esposa, Martica Morejón, que muy bello que cantan, y ganaron el primer premio con ese número. Incluso está en un documental que me hizo la Televisión Serrana y se llama también el documental Tu querer y mi sentir. Ese es el primero, pero a veces no hay ayuda, porque hay personas que pueden hacer un arreglo pero piden mucho dinero. Hay veces que lo más barato que piden es un guanajo. O 100 pesos, ¡qué 100 pesos!, 200 pesos, yo no quise aprender esas cosas, pero cualquier día me pongo y aprendo porque no es difícil, vaya. Tengo muy pocos números inscritos, porque yo lo que gano aquí en la emisora son 440 pesos y tengo mi situación económica muy corta y no puedo pagar una cantidad de un arreglista que es el director de un grupo que no es el grupo mío, es del grupo “Yacaré”. Y hay que conseguir también papel pautado y no se puede conseguir tampoco un papel pautado. Hay dos cosas que yo quisiera: una es un laúd y otra es el papel pautado. Mira, Pachi Naranjo me ha pedido números y da la casualidad de que todo lo que yo escribo, a la gente le gusta. Y muchas no las he podido dar porque tampoco tengo la facilidad de coger un casete, que me presten una grabadora…

Yo, hace años, a los directores que han pasado por aquí por el Centro Provincial de la Música de Bayamo, les he encargado un laúd. Sí, han tomado nota, pero hasta el sol de hoy, nada. Incluso, el laúd que tengo es de plywood, de unos tres, laúdes y guitarras que están haciendo en La Habana que son de plywood y eso no tiene sonoridad ninguna, sinceramente no tienen calidad, ¡y hay madera en Cuba!…Diferentes tipos de madera para hacer en Cuba las mejores guitarras del mundo. Sinceramente que me perdonen otros países, como España, pero aquí… Hay madera muy buena y fabricantes muy buenos. Incluso aquí en Bayamo hay un fabricante, jovencito él, que te hace cualquier instrumento, te hace violín, te hace bajo. Una maravilla. Incluso tiene un tallercito en la casa y sin embargo, no hay fábrica, no hay calidad. Ese es el único muchacho indicado que debe dirigir esa fábrica y enseñar. Él me está haciendo un laúd maravilloso. Él le presentó un bajo al Ministro de Cultura y le dijeron que le iban a hacer una fábrica y él dice que si le dan las condiciones, él puede hacer una buena fábrica.

Antes de los dieciséis años fue mi primer amor, porque ya a los dieciséis tuve mi primera hija, que ella canta también, canta mucho mejicano y canta mucho la décima. Y el segundo hijo que tuve toca mucha guitarra, toca tres, toca bajo y bueno, canta también. Yo tuve seis hijos. Actualmente, ellos viven muy bien, no dejan la canturía. Al mayor le gusta mucho la construcción, y va a las actividades cuando lo invitan, pero no deja la construcción, le gusta mucho la construcción. Y los otros, a pesar de que están en otras cosas, no dejan la música. Incluso, aquí en Bayamo, visita no sé cada qué tiempo, una hija de Jorge Negrete, que hay una peña mexicana aquí en Bayamo que lleva el nombre de Jorge Negrete, y la hija mayor mía pertenece a esa peña, porque ella canta mucho mexicano. A cada rato me dice: “Escríbeme algo para cantarlo en la peña” y tengo que hacerle alguna canción para que la cante: una ranchera, un corrido… Inventarlo, la letra, la música, todo. Tengo un hijo en Manzanillo, tuve dos aquí en Bayamo (que es de los que te estaba hablando, de mi primer compromiso). Y entonces, con la última mujer tuve tres hijos, pero uno se me mató en una máquina. En realidad me quedaron cuatro, porque otro se me murió de Leucemia a los veintitrés años, que tocaba y cantaba también, aunque era técnico electricista. Tengo siete nietos y cuatro bisnietos. Y yo digo, “Oye, pero yo ¿cómo con sesenta y cinco años voy a tener cuatro bisnietos?”, pero eso sí, es que empecé muy temprano; no me daba cuenta. Ahora no estoy solo, estoy acompañado, más o menos, como quien dice, prestado. Porque yo, dentro de poco tiempo quisiera estar aquí en el corazón de Bayamo, pero en el campo, hay poco movimiento de la música, de hacer treseros, el tres y el laúd popular no abundan mucho. Estoy viviendo actualmente en Buey Arriba porque trabajo allí también. Sí, hay muchos de concierto, pero si no es con papel no pueden trabajar. No como en el caso mío, de cualquier género. Entonces, estoy en el campo, en Buey Arriba, impartiendo esos conocimientos.

Ahora tengo un programa campesino en la radio que se llama Panorama campesino, con el grupo “Raíces cubanas”. Soy el laudista de ahí. La gente me dice: “Ven acá, ¿qué tiempo tú llevas en la radio?, ¿cuándo te jubilas?” Ya llevo cuarenta y nueve años en la radio y la televisión. Y lo les digo: “¿Para qué, qué apuro tú tienes?, yo no estoy apto para hacer mandados todavía”. Sinceramente te digo, que yo puedo salir a cualquier parte del mundo que yo no le echo menos a nadie, porque dejando las condiciones de mi familia, que estén bien, que no les falte nada, y salgo a donde sea, ahora, eso sí, con mi laúd, y si se me queda el laúd ahí sí que estoy mal. Yo le digo a la gente que esa es mi novia, esa es mi vida. Todo, me lo da todo. No es como muchas mujeres que lo dejan a uno por celos, porque existe eso de los celos, pero hay una cosa que dice: “Si tu esposa es traicionera, no te sientas enojado, porque un cuerno bien pegado se lo enganchan a cualquiera”, pero a mí mi laúd no me va a pegar ningún cuerno y es el que me da la vida. No solo a mí, a todos los que quieran aprender con el futuro de servir al pueblo con la música.

¿Tú sabes para dónde yo pensaba irme ahora? Para la “Guerrilla de Teatreros”… Oye, eso es loma. A pie, pero bueno, la primera vez que ellos salieron, yo me fui con ellos. A pie, desde Las Coloradas, de Niquero, hasta San Lorenzo, de Bartolomé Masó. Pero bueno, como tengo este proyecto de la enseñanza de los niños, sinceramente que les hace mucha falta, me he dedicado a ellos y pienso seguir dedicándome a ellos, lo mismo en el repentismo que en los instrumentos. Tengo la suerte de que lo que hago en el laúd, lo hago con gusto dondequiera que me inviten. Voy con mucho gusto y no soy ambicioso, ni me gusta la hipocresía. Me gusta que en el mismo plato comamos todos, siempre y cuando tenga calidad el que canta, el que toca. Y cuando oigo a una persona tocando o cantando, laudista o tresero, y oigo que algo está sonando mal, le llamo la atención: “Oye, no te vayas a poner bravo, pero mira, esta nota que pusiste no es esta nota, es esta, es de esta forma, así, así, así”. Y me dicen: “¡Válgame que usted me ha dicho eso!”

Yo tengo 65 años y me parece que tengo 30 cuando toco el laúd. Esa es la vida mía. Fíjate si es la vida mía el laúd y la décima que yo digo:

Yo quiero cuando me muera,
bajo mi azulado cielo,
que me despidan el duelo
al lado de una palmera.
Y en marcha lenta quisiera
que el silencio y la quietud,
se rompan en mi ataúd
con mil décimas guajiras
y que resuenen con ira
las cuerdas de mi laúd.

Mi laúd es un sinsonte
que con doce plumas de oro
abre su pico sonoro
para trinar en el monte.
Claro como el horizonte
cuando le paso mi mano
por su estómago soprano
todo me huele a campiña
como la caña y la piña
así es mi punto cubano.


Tomado de Diversarima

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