domingo, 31 de mayo de 2009


Paisaje
de metáfora
infinita

Por Miguel Terry Valdespino




Ganado tengo el pan: hágase el verso

y en su comercio dulce se ejercite.

José Martí



La metáfora infinita del Festival Internacional de Poesía 2009 pasó por La Habana, específicamente por cuatro de sus municipios: Bauta, Guanajay, Artemisa y Bejucal.

No era para menos. La Habana, desde hace no pocos años, se ha convertido en una plaza donde, además de acoger las sesiones del evento Botella al Mar, relucen un grupo de nombres que, a través de numerosos libros y premios, han hecho crecer la geografía poética habanera. Nombres que ahora, casi a manera de homenaje, señalo aquí.

Tomando en cuenta su venerable edad, comenzaría por la decimista jaruqueña Encarnación de Armas, poetisa de fina lira, llamada por algunos "la Carilda habanera", epíteto que puede ruborizar, pero que no pinta de cuerpo entero a nuestra veterana Encarnación, autora de un discurso muy personal y reconocible, al igual que su coterráneo Ricardo Alberto Pérez., joven de vasta obra y ancho discurso, ganador del Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillen.

De buenas poetisas no anda carente La Habana: una mujer que es poesía ella misma, la neopacina Andrea García Molina, exhibe en su discurso la metáfora más limpia, un cuidado extremo al hilvanar cada idea, cada propuesta de sus razones como mujer inmersa en el muy duro desafío de existir, en tanto otra dama reconocible, la nicolaseña Yasmín Sierra Montes, exhibe un caudal donde demuestra que "la poesía es algo más que sentido y belleza", tal como la vio el escritor Ismael Tío Grenoble.

Con apenas un par de libros publicados, el autor bautense Carlos Jesús Cabrera clasifica como uno de los mejores poetas cubanos de la última década del siglo XX: El restaurador anónimo y La carne transparente, libros donde la más insulsa cotidianidad se arma de los valores poéticos más sorprendentes, para llenarse de una trascendencia conmovedora. Tanto en un libro como en otro, Carlos Jesús parece responder a la máxima talletiana de que "la poesía está en todas partes, sólo hay que encontrarla". Y en los lugares más increíbles la encontró Carlos Jesús.

Como poeta de metáfora tranquila, humedecida por el mar de su infancia, puede calificarse a Jesús Sama Pacheco, siempre a medio camino entre la marinera Bauta y el costero Mariel, sus dos patrias chicas. Con versos que han ido madurando, decantándose con el paso del tiempo, añejándose en buena lid, Sama incursiona también en la literatura para niños, adonde suele llevar este ambiente marino de botes, peces, agua salada…y nostalgias que perviven en el tiempo y acaban habitando sus estrofas.

La décima (parte esencial del corpus poético habanero) encuentra en la güinera Felicia Hernández Lorenzo, el nicolaseño Juan Carlos Garrote, el batabanoense Juan Carlos García Guridi y el marieleño Evasio Pérez a cuatro de sus más altas voces. Cada uno en su tono, desnuda una maestría que pasa por libros esenciales como Con irreverencia y gratitud, Memorial del pulso, Country Club y Con piel de laberinto, en tanto otro decimista, ya galardonado varias veces, el ariguanabense Raúl Hernández Ortega, suele moverse también en otros cielos líricos como el verso libre y la poesía para niños, en los cuales ha obtenido reconocimientos importantes. Como de décima se trata, habría que recordar también a Gisela Rizo, hija del gran improvisador Rigoberto Rizo, pero dueña de su propio decir en el ámbito de la espinela, y al alquizareño Reynaldo Riverón, con dos decimarios editados en Unicornio, y aún con las armas del talento preparadas para incursionar algún día en el verso libre.

Poetas más jóvenes como Polina Martínez, Yorqueidis Acosta, Raúl Hernández Pérez, Mireysi García Rojas, Armando Landa, Joel Iglesias, Elizabeth Álvarez, Misael Aguilar, Shatila Valdés, galardonados y listos para cualquier empeño, representan un abanico de preocupaciones poéticas y existenciales donde pueden relumbrar la naturaleza, el sexo, el rock, la interioridad, ascensos y caídas del hombre…, abanico que les sirve para imbricarse, de manera muy coherente, en el mapa poético cubano de hoy.

Casi todos estos nombres han llegado al lector a través de la editorial Unicornio, donde la poesía cuenta con espacio notable para los muchos poetas con que, ahora mismo, cuenta La Habana.

No son todos los nombres, por supuesto. Pero son nombres que dicen, que sugieren, que sirven para diagnosticar el estado de salud de la escritura lírica en esta provincia, en el espacio que va de Artemisa a Nueva Paz. Aunque la poesía —líbrenos Dios de lo contrario— no suele entender de provincias ni de fronteras, sino de universos más anchos, tal como acaba de enseñarnos, una vez más, el Festival Internacional de Poesía de La Habana.



Vea versión original en el periódico El Habanero.

domingo, 24 de mayo de 2009



Carilda Oliver:
el lugar, el tiempo,
el destino... la poesía

Tal vez me colgaron la etiqueta de erótica porque conocen más esa proyección mía que las otras. Es la que escogen los declamadores, la que aparece en programas radiales y aquella que se ha musicalizado y difundido casi sin yo darme cuenta.

Publicado en 2005 por Opus Habana.
En virtud de su interés lo reproducimos.


Por María Grant

Creo que, en algún momento, cuando hacia las cinco de la tarde suene el teléfono en la casa de la calle Tirry número 81, en Matanzas, involuntariamente su propietaria va a pensar en mí. Otro tanto me sucederá, allá en La Habana. Y es que durante varias semanas, la única forma de comunicarnos fue ésa. Ya desde entonces, sentí que sucumbía ante su distinguida manera de hablar, sus dotes de conversadora locuaz, hacedora incansable de anécdotas, de exquisito trato... Ahora que está frente a mí, comprendo que a semejanza con esos personajes de los cuentos infantiles, Carilda Oliver Labra (Matanzas, 1922) es capaz de encantar por sus modales, la amena charla y el infinito cúmulo de vivencias que cuenta con picardía y un fino sentido del humor.

En su antigua casona matancera, se mantiene vital y creativa; entusiasmada, sobre todo, por las inminentes novedades editoriales: Prometida al fuego, una recopilación de versos de amor, a cargo de la editorial Matanzas; Antología de décimas, en proceso por la Casa Maya de la Poesía, Campeche, México, y Sombra seré, que no dama, otra compilación, de la Fundación Italo Calvino, Italia, con prólogo de Miguel Barnet. Especial lugar ocupa Error de magia, una antología de toda su obra que, integrante de la Colección Premio Nacional de Literatura, se presentará en La Habana durante la Feria del Libro del 2001. Con exordio de Virgilio López Lemus y selección de Mayra Hernández Menéndez, el volumen reúne en su última sección («Otros poemas») 20 textos, inéditos en su mayoría, dos de los cuales me entrega generosamente para publicar en exclusiva en este número de Opus Habana.

Pero ella, obnubilada, vuelve del futuro y regresa al pasado. Juntas comenzamos a hojear su álbum familiar y me devela, foto a foto, subyugantes facetas de su vida o, lo que es lo mismo, de su prolífera obra poética...

—Usted ha dicho que lo primero que la movió hacia un atrevimiento lírico mayor fue la muerte de su abuela Mercedes, hecho que le sirvió de inspiración para escribir la «Elegía por Mercedes». ¿Qué edad tenía usted entonces?¿Existe en su álbum familiar alguna fotografía de esa época?

—Acababa de cumplir los veintitrés años cuando por primera vez conocí de cerca la muerte; nunca había visto a una persona con los ojos cerrados para siempre. De modo que sufrir esta experiencia –nada menos que con uno de mis familiares más queridos– fue terrible. Mercedes, mi abuela materna, que convivía desde antes de mi nacimiento con mis padres, ayudaba en mi crianza y educación. Había sido un ser extraordinario. Sin darme cuenta, poco tiempo después escribí «Elegía por Mercedes», que –por supuesto– no le hizo justicia. Existe una foto mía en el álbum de familia, pues precisamente por esa fecha me gradué de abogada en la Universidad de La Habana.

—Usted ha sido colocada junto a Gabriela Mistral, Dulce María Loynaz, Fina García Marruz, Alfonsina Storni, Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou… en un grupo de mujeres poetas de las cuales la poesía hispanoamericana no puede prescindir. ¿En qué momento de su vida usted estuvo vinculada con esas figuras? ¿Cuáles aspectos de su poesía coinciden con las de ellas y cuáles la diferencian?

—Admiro a esas mujeres que son figuras capitales de la poesía contemporánea y no imagino que tengamos algún talento común. Es difícil dar satisfacción, con suerte, a interrogante tan peregrina. Me relacioné con Gabriela Mistral cuando Dulce María Loynaz nos invitó a varias poetisas jóvenes para que nos conociera la ilustre Premio Nobel. Sucedió en el primer lustro de la década de los años cincuenta. Gabriela me condujo hasta el jardín y fue muy generosa conmigo. Yo estaba temblando y sin saber qué decir. Guardo ese recuerdo entre los más gratos.

Su modo de dirigirse en verso al «Señor» contagiaron mi «Elegía por Mercedes» y otro de mis poemas: «Elegía por mi presencia», del libro Al sur de mi garganta. Pero fuera de ese giro –más bien de la época, que característico de la poetisa, pues ya nunca volvió a usar esas expresiones–, no creo parecérmele ni en la temática ni en la factura; quizás, sí en cierto aliento maternal, a veces.

Tuve más relación con Dulce María, quien –incluso– me hizo el honor de asistir a mi Tertulia en Matanzas. Era justiciera, audaz, valerosa, culta, original, con ingenio, delicada, terrible... Tuve mucha suerte en haberla conocido. Guardo preciosas cartas suyas. Quiero mucho su novela Jardín, el poema a la casa y esos versos suyos que parecen de agua, pero que pueden mover tempestades. Agradecí lo que, aludiéndome, dijo a los periodistas en la Universidad de Matanzas: «Hubiera querido que fuese además de mi hermana en poesía, mi hermana de sangre». ¿Parecido en nuestras obras? La de ella es profunda, de lenguaje más intimista y recogido, con religiosidad. La mía, a veces trata asuntos hondos, y quizás se desenfada en su tono, aunque no en la raíz.

Fina García Marruz, siempre alta, intelectual, noble, pura, tierna, modesta... hace con el idioma lo que quiere. Convence tanto su prosa como su poesía. Estimo que somos distintas, pero sería un honor parecerme a ella.

Me empariento con Alfonsina Storni por cierta ironía. Es una de las poetisas más auténticas. Aunque soy desolada e inconforme como ella, asumo la esperanza. Era tan libre que, a la fuerza, se fue de la vida.

A Delmira y a Juana las amo por su amor al amor. La primera es más sorprendente por su desnudez lírica, capaz de todo. Quizás estoy más cerca de su ritmo biológico. Juana es una apasionada, un ser telúrico, un arma de la naturaleza...

—Se ha dicho que en Cuba hay un movimiento de mujeres poetas, aunque no de mujeres cuentistas ni de mujeres novelistas. ¿Coincide con esta afirmación?

—No estimo que, de acuerdo con la significación absoluta del concepto «movimiento», tengamos exactamente un vínculo entre nosotras. Lo que sucede es que existen más poetisas que narradoras, pero eso sucede de igual manera en el sector masculino, sin que tampoco podamos considerar que existe tal movimiento entre los poetas, o sea, una acción conjunta cómplice, un tácito acuerdo para regirse por los mismos códigos, una técnica en común, una visión de la Poética esencialmente semejante. Prueba es la diversidad de nuestras poetisas: Nancy Morejón no tiene nada que ver ni en lo sustancial ni en lo formal con Marilyn Bobes; Lina de Feria tampoco con Rafaela Chacón Nardi... y así pudiéramos analizar todos los casos.

—En cuanto al trabajo en concreto, ¿escribe el poema a partir de una frase, una idea o una imagen?

—Generalmente empiezo a partir de una frase, pero también puede surgir por una idea si ésta coincide con mi naturaleza creadora, y hasta una imagen resulta capaz de lograrlo porque tengo una imaginación muy dada a la plasticidad.

—Refiriéndose a sus poemas, usted ha afirmado que en muchas oportunidades ceden a la anécdota… ¿Es posible, entonces, tejer la historia de su vida a través de su poesía? ¿Por qué escogió el camino de la poesía y no el de la narrativa?

—Quizás sería posible tejer el argumento si se desentraña cronológicamente mi trayectoria de vida, pero hay que contar con que no decimos todo sino lo que se escapa, y en esas omisiones puede perderse lo más interesante. Por otra parte, yo no escogí el camino de la poesía. La poesía me escogió a mí.

—Para usted, «cada acto de la vida es creativo». Entonces, ¿no cree en la inspiración? ¿Es acaso usted una especie de mujer-poesía, de mujer-obra para quien la existencia como ser humano está indisolublemente unida al acto de creación?

—Me referí a que la vida es creación, no a que yo fuera «una especie de mujer-poesía». Eso hubiera sido ridículo e imposible. La poesía escoge su lugar, su tiempo y su destino. Creo en la inspiración. Sirve de prueba el hecho de que no podemos escribir todos los días, ni hacerlo cada vez con la misma fortuna.

—A contrapelo con la opinión de muchos, usted considera que su condición no es «la de la poetisa erótica, pero sí es la de la poetisa que se ve más inspirada por la cosa cotidiana, de la familia, de la relación de la pareja...» Entonces ¿cuál es el origen de toda la aureola erótica que rodea a su persona y a su poesía? ¿Por qué tantos la consideran una poetisa erótica y hasta libertina?

—Lo que he intentado decir –y pocos me entienden– es que mi poesía no resulta absoluta y totalmente erótica. Que suelo ser reflexiva y hasta filosófica en temas de esa índole, que he cantado a la familia, al exilio, a la patria y a sus héroes y mártires, y me he ocupado de las rosas, las hormigas, los huérfanos, la soledad, la justicia, el dolor humano... en fin, que hasta la identidad nacional puede descubrirse en mi obra.

Tal vez me colgaron la etiqueta de erótica porque conocen más esa proyección mía que las otras. Es la que escogen los declamadores, la que aparece en programas radiales y aquella que se ha musicalizado y difundido casi sin yo darme cuenta. No existe un conocimiento popular de mis libros ni una cultura colectiva sobre la totalidad de mi obra. Y si alguien me considera –por error– libertina, que busque pronto en un diccionario el verdadero significado de esa palabra (perversa, libidinosa, licenciosa, liviana...) Como dama que soy, prefiero disculpar la ignorancia.

—¿Ésa u otras consideraciones propiciaron que alguna vez en su carrera como poeta sufriera algún tipo de marginación o censura que provocara un mutismo en su obra publicada? ¿Ha sido consciente usted de este hecho editorial?

—Estoy consciente de ello pues sufrí ese silencio durante diecisiete años, pero tal veto –que era imaginario pues no se propugnó en ley alguna– fue compartido por muchos creadores admirables. Como ese error fue superado hace tiempo, creemos que es más prudente olvidarlo.

—¿Qué otros momentos de su vida puede evocar como propiciadores de sentimientos (la muerte, la amistad, el amor, la vida…) que le han inspirado poemas específicos? ¿Podría nombrar personas notables, hechos importantes y poemas de relevancia escritos entonces?

—El amor y la muerte son motivaciones de las cuales no he podido escapar. Escribí dos poemas luego de haber perdido a mi padre: «Sonetos a mi padre» y «Cuando papá». Me sobrecogió la muerte de mi segundo esposo, Félix Pons Cuesta, en plena juventud, y le dediqué todo un libro compuesto en distintos metros y rimas y en versos libres: Se me ha perdido un hombre. Me sentí afectada con el suicidio de mi primer esposo: Hugo Ania Mercier, quien entonces –ya divorciada– me inspiró los sonetos que llevan por título: «En vez de lágrima».

El hecho de haber atendido en mi casa al poeta Rolando Escardó una hora antes de su mortal accidente en Matanzas, y el haber sido yo a quien el destino señaló para identificarlo en la entonces Casa de Socorros, las peculiaridades del infausto suceso y el cariño que nos unía, me armaron el poema «Conversación última con Rolando Escardó».

El asesinato de Abel Santamaría me conmovió profundamente, pero «Súplica a la mirada de Abel Santamaría» no acertó a ser tan elocuente como mi dolor. Julián Alemán, líder de nuestros henequeneros, que conocía mi «Canto a Fidel» y tantos secretos de la clandestinidad, se dejó arrancar la lengua y matar sin decir una palabra. Esto me hizo tanto daño que demoré en escribirle dos poemas, que no pueden plasmar su arrojo ni su heroísmo.

Cuando Reynold García atacó el cuartel Goicuría lancé a la noche unas décimas que removieron la pena y la pólvora por la ciudad. Frank País y José Antonio Echeverría también movieron mi pluma. Otros dos jóvenes, aún hoy casi desconocidos para el pueblo: Franklin Gómez y Miguel Sandarán, que fueron colgados en El Pocito, aquí en Matanzas, y que alumbraban mi Calzada de Tirry con su audacia, resultaron destinatarios de otro poema.

Se me escaparon unas décimas detrás de Camilo (Cienfuegos) cuando nos lo robó el mar y me di cuenta de que nunca iba a devolvérmelo, pues se había enamorado de él. También con décimas me abracé al cuerpo superhumano, lleno de soledad, roto como una estrella que cayese en la humilde mesa de la escuelita de La Higuera. Mis pobres versos no pudieron tocar su eternidad.

Un canto juvenil salió como flecha para alcanzarle cuando supe que Fidel estaba en la Sierra con un puñado de locos celestiales. Si hubiese consultado entonces la bola de cristal habría entendido –previo al conocimiento de todo lo que ha pasado durante los últimos cuarenta años– que a este hombre no se le puede saludar con versitos sino con armas que están por inventarse, y que no alcanzan los Neruda, los Vallejo, los Darío, los Miguel Hernández, los Güillén... para escribirle la epopeya justa.

El exilio político de toda mi familia, me produjo una crisis que no ha reflejado en su intensidad mi poesía. Esperé a que el sentimiento se acostumbrara, a que el dolor me mintiese, pero la tragedia –sedimento ya– arma sus horas malas, me pervierte, me desarticula, y sólo puedo sobrevivirla cuando me agarro a la patria.

En otro orden de cosas, quedé asombrada cuando por primera vez vi a Alicia Alonso bailando. Dejé mi admiración, mi amor, en un soneto, pero para escribirle merecidamente a ella hay que tener alas como las suyas.

También escribí a mi gato Mini, ángel endemoniado que, al morir, saludó con la cola, y a mi gatico Ichi, que era ciego pero me veía, porque –como dijo Martí– «el amor es quien ve».

Hasta aquí debo limitar esta respuesta pues, desde luego, que el amor me ha inspirado versos específicos –como usted dice–, pero son íntimos, sagrados y los sepulto en el misterio de la poesía.

—¿Es usted del criterio de que el acercamiento del poeta al público debe traspasar los límites de la edición de un libro, es decir, propiciar otras formas tales como lecturas, grabación de un disco, recitales o tal vez en conjunción con otras manifestaciones artísticas: música, danza…?

—Sí, soy partidaria de diversificar mi comunicación con todos. Amo al pueblo –que soy yo misma– y aprendo con su inocencia, con su sabiduría, con su pobreza, con su humildad, con su compañerismo... Me han grabado cassettes y mis poemas han sido representados por distintos artistas plásticos. Ofrezco lecturas en instituciones, centros de trabajo y de estudio, universidades, hospitales... Algunos de mis textos fueron musicalizados en Nicaragua, Chile, Estados Unidos, España... y, desde luego, en La Habana y Matanzas.

Al menos una vez se danzó en la televisión con un poema mío como tema. René Fernández escribió y montó una obra dramática con base en mi poesía, y un grupo de aficionados en Cabaiguán, con sonetos de amor que escribí, creó una película que resultó galardonada. Mi «Canto a Matanzas» sirvió para un documental sobre la ciudad que filmó el realizador Oscar García para el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Para la televisión cubana me han grabado documentales: Ángel Ferrer, Daniel Diez, Lolina Cuadras, Adolfo Llauradó y Lizette Vila.

El venezolano Juan Loyola y el director español Antonio Drove me incluyeron en sus obras fílmicas; este último en La otra mirada.

—Ya sé que en su obra no existe momento alguno dedicado a La Habana, aunque incluso cursó estudios superiores en esta urbe. También conozco que de vez en vez viene a la capital. ¿Qué sitios de nuestra ciudad prefiere recorrer y evoca desde su querida Matanzas?

—En mi producción publicada no existe momento alguno dedicado a La Habana, como afirma usted, pero pudiera haber añadido que tampoco referente a algún otro lugar de Cuba, excepto a Matanzas que es donde choco con la vida.

De estudiante viví en La Habana y en años posteriores he visitado sus museos, parques, teatros, centros, nocturnos, tiendas, sitios de recreo, bibliotecas, casas de cultura y cuanta librería, iglesia o monumento pude. Sin contar la Bodeguita del Medio, el Hurón Azul y el Floridita, que me traen recuerdos de juventud y de bohemia. Lo que más amo de La Habana es el malecón, trascendente en mi memoria. Lo que más visito y me conmueve es la Catedral, cuya visión a medianoche persigo mientras me arrasan las lágrimas. Rindo culto también al Prado, a la Plaza de Armas, a las antiguas calles y a esa Habana Vieja secular, mística, cubana, misteriosa, inmortal... Todas sus piedras han dado en mi corazón. Un humilde manuscrito, en prosa, inédito, espera desde el fondo de una de mis gavetas. Vive en secreto, como todos los grandes amores...


Versión original en Opus Habana

domingo, 17 de mayo de 2009





Siembra,
sembrador

Foto: Agustín Borrego


Salgo al amanecer
y junto al hombre que siembra amor,
tengo una canción que darle a la luz del alba.

Ada Elba Pérez, Siembra, sembrador.



Por
Olga Lidia Pérez

Antes de 1959, nada teníamos, nada nos pertenecía. Ni la tierra común a todos antes de que los habitantes primeros de nuestro archipiélago descubrieran, allá por 1492, a unos invasores que de todo se adueñaron y que les hicieron incluso desaparecer.

Los africanos que tanto aportaron luego a nuestra nacionalidad y cubanía, fueron traídos como esclavos para hacer producir riquezas a la tierra robada por los colonialistas españoles, y tampoco fueron jamás dueños de ella. Cuando los cubanos iniciamos nuestra primera guerra por la independencia en La Demajagua en 1868, los campesinos, los pequeños agricultores de la región oriental, junto a los muchos esclavos liberados, fueron quienes nutrieron en masa las tropas mambisas y forjaron juntos en nuestros campos, no ya con la producción, sino en el combate, el concepto de patria y dignidad nacional. Y luego, en la guerra necesaria, mantuvieron su entrega y patriotismo.

Pero la tierra fue pasando a otras manos también usurpadoras, ahora norteamericanas en su gran mayoría, y el campesino que la cultivaba, que la hacía producir sin recurso alguno, nada de ella poseía. Así lo retrató el poeta:

“Es una perla olvidada, / escondida en una ostra / de harapos, y en una costra / de vianda desenterrada. / Descalzo, con la mirada / terrosa, con la sonrisa / terrosa, mientras la brisa / dulce del central salobre / se asombra de verlo pobre / sobre el tesoro que pisa”.

Explotados, oprimidos, privados del sustento, atropellados, parias en su propia tierra, los campesinos eran desalojados una y otra vez por los grandes latifundios y latifundistas. Por reclamar sus derechos, por defender y unir, por hacerse escuchar, Niceto Pérez, un líder campesino, fue asesinado por la Guardia Rural, y ante dos de sus hijos, el 17 de mayo de 1946.

Diez años y siete meses más tarde desembarcaba en el sur de Oriente, en la playa Las Coloradas, un grupo de revolucionarios dispuestos a reconquistar para el pueblo y para la patria, lo que les pertenecía. Y a aquel incipiente Ejército Rebelde se le fueron incorporando también decenas de campesinos, y otras muchas familias del campo les colaboraban, les apoyaban, les protegían. Así se fue fortaleciendo en toda la Sierra Maestra, así bajó luego y avanzó indetenible hasta un 1ro de enero, cuando la Revolución triunfante derrotó a la tiranía batistiana.

Antes, en plena guerra y en plena Sierra, el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde, Fidel Castro Ruz, había celebrado una asamblea con los cosecheros de café, el 25 de mayo de 1958, en las Vegas de Jibacoa, y el 21 de septiembre del propio año, en el poblado de Mayarí Arriba, en el II Frente Oriental “Frank País”, se inauguraba el Congreso Campesino en Armas con 201 delegados.

Como homenaje a Niceto, el 17 de mayo de 1959 firmó Fidel en la Comandancia de La Plata, en la Sierra Maestra, la Primera Ley de Reforma Agraria, con la que se ponía fin a los grandes latifundios y devolvía la propiedad de la tierra a sus legítimos dueños: los campesinos que la trabajaban. Y también en honor a Niceto, se instauró el 17 de mayo como “el Día del Campesino”.

Hoy son otras las circunstancias. Electricidad, desarrollo científico-técnico, equipamiento industrial, escuelas... A cincuenta años de la firma de aquella primera Ley de Reforma Agraria, otro es el reclamo: hacer producir la tierra que nos fue devuelta, hacerla reverdecer, tomar de ella el alimento necesario y que solo nos lo ofrece cuando bien se trabaja.

De quien la conoce y labra, dijo Martí:

“Y los campesinos, sin embargo, son la mejor masa nacional, y la más sana y jugosa, porque recibe de cerca y de lleno los efluvios y la amable correspondencia de la tierra, en cuyo trato viven. Las ciudades son la mente de las naciones; pero su corazón, donde se agolpa, y de donde se reparte la sangre, está en los campos”.

viernes, 15 de mayo de 2009

La décima guajira presente
por primera vez
en el Cubadisco




















Por Olg
a Lidia Pérez

A principios del mes de septiembre de 2008 y en una tarde-noche ya huracanada se presentó, en los portales del Ministerio de Cultura en La Habana, un álbum doble producido por la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM), que recogía una importante variedad de tonadas que durante años han reinado entre los poetas improvisadores cubanos. Soy la décima guajira opta hoy por premios en el Cubadisco 2009.

Nominada en las categorías de ‘Música folclórica’ y ‘Notas musicológicas’, esta producción de la EGREM tiene un valor indiscutible: no solo rescata una vertiente de nuestra cultura popular y tradicional —que si bien se extiende por todo el territorio cubano, en campos y ciudades, no siempre ha sido tratada y valorada como reclama su arraigo en nuestra identidad—, sino que también permite la preservación y difusión más acertadas de disímiles tonadas, tanto en punto cruzado como libre, que en su desuso fueron quedando como parte del recuerdo, a pesar de su riqueza melódica, su belleza y capacidad comunicativa.

Fue a partir de proyecto original —y del empuje tremendo— de Patricia Tápanes y Haydée Hernández que surgió Soy la décima guajira. Luego vendría la excelente producción musical de Sonia Pérez Cassola y Bárbaro Torres, el acompañamiento “elevado y vital” del villaclareño Quinteto Criollo y de Las Cuerdas de Güines, y la presencia indispensable de tonadistas y repentistas de Camagüey, Villa Clara, Cienfuegos, Matanzas, Pinar del Río y Provincia Habana.

Muchos no habían entrado jamás a un estudio de grabaciones, y acostumbrados a la libertad de los escenarios en las canturías, al intercambio constante con el público, al resto de la improvisación inmediata, se sentían fuera de su medio entre micrófonos, audífonos y repeticiones. Pero dieron todo lo mejor que sabían ofrecer, y no solo tal vez por amor a la décima, sino porque se supieron portadores en su canto de los cientos que la han cultivado, defendido y promovido durante años “a pesar de avatares, indiferencias y olvidos inexplicables”.

Y esa pasión, ese amor, ese respeto, emanan sin duda de los dos álbumes, y es otra de las grandes virtudes de Soy la décima guajira. Orestes Pérez, Luis Paz, Héctor Gutiérrez, Aramís Padilla, Ernestina Trimiño, Yusniel Piloto, Bárbaro García, José E. Paz, Conchita Torres, Tuto García, Juan A. Vera, Luis Quintana, Leandro Camargo, Gina García, Jorge Sosa, Héctor Peláez, Yoslay García, Jorge Sosa y José M. Silverio pusieron voz, modo y pasión para abordar temas eróticos, humorísticos, patrióticos, cotidianos…, y defender obras de cultores imprescindibles del género como Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, Premio Nacional de Literatura, Troadio “Nono” García y Manolito García, etc.

En aquella primera presentación, en el lluvioso y aciclonado septiembre, uno de los poetas presentes, el matancero Jesús “Tuto” García, sentenció: “La décima campesina/ ya no es tan de tierra adentro/ hoy que feliz al encuentro/ de las ciudades camina./ Ahora es casi más vecina/ del asfalto que del lodo/ y desde que vio sin yodo/ su herida cicatrizada/ se cansó de no ser nada/ para convertirse en todo”.

Por ello, Soy la décima guajira constituye en sí mismo un premio, tanto para los poetas, tonadistas, músicos, investigadores y estudiosos, como para la cultura nuestra, para nuestra raíz. Sus nominaciones al Cubadisco 2009 son, de hecho y también, premios merecidos, y si no alcanzara al final alguno de los galardones por los que opta, esperamos que al menos devenga estímulo para que nuevas labores de rescate se emprendan y nuevos álbumes se produzcan, que la décima cubana y nuestro patrimonio así lo demandan.


Publicación original, mediante este enlace, en Habana en línea, de Radio Ciudad de La Habana.

Para otras informaciones relacionadas con Cubadisco´09, pulse aquí.



Niña de agua

Por María Ezquerro
Tomado de Tribuna de La Habana



Una doctora en Estomatología, Elizabeth Lores Torrell, deja volar su imaginación y al encuentro con la fantasía humanizó un cepillo de dientes, que brindaba útiles consejos a los niños entre poemas muy bien urdidos, en su primer libro Don Cepillo canta, publicado por Ediciones Extramuros, en 2003.

Cinco años después, cuando trabajó arduamente en el taller literario Rubén Martínez Villena, del Cotorro, la propia editorial auspicia su segundo libro: Niña de agua, presentado en la 17ma. Feria Internacional del Libro Cuba 2009, imbuido de acento lorquiano en símbolos, imágenes, sintaxis, en el ritmo interior cuya musicalidad vibra en la palabra y que podrían ser cantadas por el lector.

Su inspiración no se ciñe a exigencias de la métrica, pues alterna las rimas asonantes y consonantes y elige el verso libre cuando las metáforas no admiten riendas, como en el poema que sirve de introducción al volumen y utiliza a la luna como protagonista de las aventuras descritas en cada verso: “desde el cielo, cerquita de las estrellas/ vino la luna a sumergirse en el mar./ Se inventó canciones, colores/ jugó a ser niña y lo fue.”

Inventa palabras cuya sonoridad otorga un sentido musical al texto: “El farolero/ tiene un lucero/que va encendido en su farol/ farotilando/ tilintilero/ va el farolero/ con su canción”. Esta intencionalidad queda inscrita en Giro que baila, de impetuoso ritmo: “clave canela/ maraca, miel/ baile que baila/ la voz rumbera/ del carrusel”.

El amor a la familia está presente en poemas como A papá y A dormir, con espontaneidad y fluidez; en forma ingeniosa, impele a cantar a sus receptores, en El teléfono y Enanitos; recuerda el peligro que constituyen las agresiones a la capa de ozono en S.O.S. Y describe a la niña de agua, en el poema homónimo, donde expresa en su primera estrofa: “niña que vas por el mar/ y cantas/ estoy presa de la luna/ inmóvil soy, la ventana”.

Azul con luna, integrado por siete décimas, constituye una elegía al cuerpo celeste, preferido por los bardos del planeta: “Luna, encendido jazmín/ a quien el sol dio su traje/ la noche sirvió tu encaje/ y canto de tomeguín./ El día alude carmín/ verde lira, regocijo/ el día es un acertijo/ cuando pálida te vuelves./Te atrapa luna, disuelves/ en la niña que cobijo”.


Versión original en el periódico Tribuna de La Habana

miércoles, 13 de mayo de 2009


Obituario
y “postalitas”

Por Mariana Pérez Pérez


En la publicación cultural villaclareña Guamo (Año 2, Nº 22, diciembre de 2008) apareció mi crónica «Postales y tradición: la décima de Rodrigo Rodríguez Gómez». En ese momento se decidió, por falta de espacio, insertar una selección de sus décimas en el número correspondiente a marzo de 2009, atendiendo que el cumpleaños 93 de ese poeta se celebraba el día trece de dicho mes. Y precisamente ese día, el del cumpleaños, el poeta José Manuel Silverio León y quien escribe fuimos a felicitarlo. Le llevamos refrescos y un ejemplar del Guamo Nº 22. Rodrigo se sintió muy feliz con nuestra visita y se emocionó con el texto de la crónica. Estuvimos conversando más de una hora. Fue la última vez que lo vi. Yo había planeado llevarle sus «Postales» tan pronto se presentara la revista, pensaba que mi visita, como las dos anteriores iba a ser recibida con alegría por él y por su familia. Lamentablemente, falleció al amanecer del sábado 18 de abril; la noticia me dejó conmovida, pero ya no tenía tiempo suficiente para llegar a su sepelio. Desde aquí, le rindo mi homenaje póstumo, sé que él, en la raíz de la tierra, a la que cantó en su décima auténticamente guajira, me lo agradecerá. Nada más puede hacerse. Prefiero imaginar que, a estas horas, se encuentra en una canturía dominical junto a sus amigos Leoncio Yanes Pérez, Andrónico Cruz Luna, Joaquín Díaz-Marrero, y tantos otros, con el laúd y la palabra, que puede irse al viento o quedar grabada en una «postalita».


POSTALES Y TRADICIÓN:
LA DÉCIMA DE RODRIGO RODRÍGUEZ GÓMEZ

Él todavía está ahí. En su callecita del reparto Camacho, en Santa Clara. Yo lo vi muchas veces, pero lo había olvidado con los años. Forma parte de un grupo de poetas negados a cambiar su décima tradicional, la de las canturías guajiras, la del verso llano, la que rinde culto permanente a El Cucalambé. Él siempre estuvo en el lado de Leoncio Yanes; yo estaba en otro lugar. La vanidad, la inexperiencia y la filiación generacional me alejaban de aquellos «viejitos», aunque personalmente continuaba, sin reconocerlo, por los caminos más antiguos de lo que, para mi ignorancia, era poesía. Por ese tiempo no me interesaba la décima, la cual, en verdad, ya mostraba síntomas de agotamiento. Y entonces vinieron los más jóvenes, con sus cambios, con su tropología intrincada, con sus encabalgamientos excesivos. Los mayores quedaron en silencio y, poco a poco, la muerte iba reclamándolos. Mientras, yo seguía en la zona intermedia, lejos de unos y de otros.

En la década final del siglo XX, bajo tantas contingencias, los polos de la décima escrita comenzaron a buscar un ecuador equilibrado, y la décima oral –con una nueva promoción de poetas repentistas– elevó sus contenidos para aproximarse a la creación de la escritura. El nuevo siglo nos ofrece una poesía escrita en décimas más rica, diversa, que obedece al gusto y estilo de cada autor, pero se mantiene un intercambio fructífero entre las distintas promociones de poetas; existe tolerancia y todos, los mayores y los más jóvenes, desembocan en un centro de gravedad donde la ganancia es para la estrofa de diez versos.

Año 2002: comencé a investigar el movimiento de la décima escrita en Villa Clara a partir de 1959. Entonces conocí verdaderamente a esos que veía, durante los encuentros debates de talleres literarios –finales de los años setenta y década de los ochenta– como un grupo muy lejano. A través de su escritura, supe mejor quién era Leoncio Yanes Pérez (1908-1987); pero también pude acercarme a Joaquín Díaz-Marrero Torres (1903-1983), Andrónico Cruz Luna (1918-1994) y Rodrigo Rodríguez Gómez (1916), a los cuales solo conocía de vista.

Varios amigos y vecinos de Rodrigo Rodríguez Gómez me alertaron de su presencia en una callecita del reparto Camacho; muchos planes para ir a su casa nunca se realizaron. El domingo 22 de septiembre del 2008, Elba Yanes –hija de Leoncio– me llevó a conocerlo. Estaba dormido en su butaca y nos daba pena despertarlo. Algo aturdido por el sueño nos recibió; Elba se hizo reconocer, me presentó, y vi la alegría en su rostro. La conversación duraría cerca de tres horas.

Él sigue aquí, entre nosotros; lo que sucede es que, a veces, los achaques de la edad van escondiendo a los mayores en sus hogares, y dejan de sentirse en la vida social. Pero Rodrigo Rodríguez Gómez, con sus 92 años, continúa ligado a la décima. Me muestra un cuaderno repleto de lo que él llama «Postalitas», y me dice que el primer domingo de cada mes, en el gimnasio de la Carretera a Malezas, por la tarde, dirige la peña campesina «El Cucalambé».

Nació el 13 de marzo de 1916, en la calle «José Gregorio Rodríguez» del reparto donde vive actualmente, aunque pasó toda su infancia y parte de su juventud en el campo, en Malezas. Comenzó a escribir sus décimas a la edad de dieciséis o diecisiete años, además de participar como repentista en las fiestas campesinas. Alrededor del año 1927 sintió el impulso de darse a conocer en La Política Cómica, publicación periódica que salía los sábados, pero temía que publicaran su décima en la sección «Inspírate vate indiano», donde eran incluidos los malos poetas; finalmente se decidió, después tuvo mucho miedo al recibir el periódico pero, afortunadamente, vio su décima en primera plana. Todavía puede dictarla de memoria: Deseo a cada trovero / en el comienzo del año / libre de penas y daño /un porvenir placentero. / Un éxito verdadero / para que puedan triunfar, / y que llegue a progresar / el más rico y el más pobre, / y la Caridad del Cobre / vele por su bienestar.

Es un gran conversador y tiene buena memoria, si bien las fechas exactas se le escapan. Recuerda un almuerzo, en Camajuaní, donde conoció al Indio Naborí; Rodrigo improvisó con un poeta de apellido Torres que venía acompañando a aquel. Junto con Leoncio Yanes, fue a Camagüey [en 1960] para asistir al Primer Encuentro Nacional de Poetas y Artistas Revolucionarios, convocado por Nicolás Guillén. Dice que era amigo del poeta cienfueguero Luis Gómez, y que se encontraban en la barbería «El Parnaso» –en la Plaza del Mercado de Santa Clara– donde se reunían tanto los poetas de la región como los que pasaban por ella. Por los años 30 actuó en el teatro La Caridad junto a Rafael Castilla, otro repentista que «tenía buena voz». Fue fundador de la Universidad Central de Las Villas, en cuya Biblioteca Central trabajó durante veinte años, de modo que recordamos algunos amigos comunes que han pasado por ésta. En Quemado de Güines conoció a Emiliano Sardiñas, quien entonces era muy joven; durante el regreso, en el auto de otro poeta, Erasmo Núñez, comentaron que era un excelente improvisador y llegaría lejos en el oficio.

Mientras conversamos, bebemos café; la biznieta mayor hace pompas de jabón, la más pequeñita –de seis meses– toma la merienda en el pecho de su mamá, después Elba le canta y ella la atiende con una mirada muy inteligente, heredada de su bisabuelo tal vez; yo sigo hojeando el cuaderno de Rodrigo y leo en voz alta algunas de sus «Postalitas», selecciono las que me gustan más y las copio en mi libreta... Todo casi a la vez. Pasadas las cinco, nos despedimos con el compromiso de nuevos encuentros.

Ahora puedo decir que Rodrigo Rodríguez Gómez sigue vivo, en su callecita del reparto Camacho, con «Postales» que hablan de Martí, de la Revolución, de las fechas históricas, pero también de la luna, del «Astro Rey», del amor, de sus biznietas, del libro, de la cultura, del sinsonte, y hasta de las discriminadas, pero útiles, tiñosas... Las postales de Rodrigo son palabras vivas dentro de una sencillez que él prefiere y defiende, aunque sabe que ya la décima usa otros ropajes: Yo vivo en este planeta / en constante evolución / recostado en el balcón / de mis sueños de poeta. / Ya rebasada la meta, / mi lenguaje se acomoda. / Mientras la décima toda / estrena un nuevo ropaje, / la nuestra se pone un traje / ya viejo, fuera de moda.

Lamento contradecirlo. No existe un traje «viejo» ni «fuera de moda» en la décima, simplemente es un ropaje tradicional, que forma parte del repentismo, de la cultura popular, y por tanto, no debemos echarlo al olvido. Antes, cuando mi vanidad juvenil y mi inexperiencia no me permitían comprenderlo, yo estaba en la orilla opuesta de aquellos poetas mayores en edad. Hoy me acerco desprejuiciadamente a su creación y me siento feliz de mostrársela al mundo. No importa la forma del traje, su valor dependerá de que Rodrigo Rodríguez Gómez continúe vivo dentro de él por muchos años.


“POSTALES” DE RODRIGO RODRÍGUEZ GÓMEZ


1916-2008

Hoy cumplo 92
años de existencia plena
con la bendición serena
que me ha concedido Dios,
y voy de la vida en pos
sin perder ningún segundo
en el ambiente fecundo,
por lo que a nada le temo
mientras permita el Supremo
que yo viva en este mundo.

Y voy siguiendo el camino
que de lo insano me alerta
con la inspiración despierta
del poeta campesino.
Mantengo así lo divino
que he podido concebir
y hasta podrán recibir,
como siempre, mis lecciones
las nuevas generaciones
del mundo que ha de venir.

(13-marzo-2008)


EL PUENTE AMARILLO

Ayer pasé por el puente
que Amarillo se llamó
en un tiempo que pasó
y que tengo muy presente.
Y evoqué la floreciente
vegetación de aquel plan,
y hoy los que pasan verán
cómo a su libre albedrío
se están bañando en el río
las flores de framboyán.

(Junio 2007)


DÍA DEL AMOR

Amor, que viva el amor
si con todo su elemento
es el vital sentimiento
que al humano hace mejor.
Se advierte con mucho ardor
desde la misma inocencia
y como que está en presencia
de todo lo bien nacido,
de esta manera está unido
al mundo de la existencia.


EL SINSONTE

Ayer detuve el camino,
de paso por los verdores,
al escuchar los rumores
de un sinsonte sobre un pino.
Aquel melodioso trino
del ave alegre y parlera
me impresionó, de manera
que hasta pensé que el sinsonte
le estaba diciendo al monte:
“yo canto aquí donde quiera”.

(Enero, 2008)


EL AURA TIÑOSA

La admiro por mantenerse
por un tiempo indefinido
en su vuelo sostenido
sin ver sus alas moverse.
Por las tardes, puede verse
en grupo, como un rebaño;
y en su proceder extraño
en lugares que frecuenta,
de carroña se alimenta
pero a nadie le hace daño.

(2006)


EL ASTRO REY

Desde nuestra tierna vida,
apenas me incorporé,
emocionado observé
del Astro Rey la salida.
Su incandescencia vertida
sobre la faz del planeta,
ayuda, cuida, completa
lo que al Hombre se le dio
y, en mi caso, despertó
la inspiración del poeta.

(2006)


LA LUNA

La luna, la luna hermosa
en noches claras de enero
nos ilumina el sendero
con su luz maravillosa.
Es lámpara poderosa
alumbrando los alcores,
y allá en los tiempos mejores
de la juventud que aflora
se convierte en detectora
de unos ocultos amores.

(Verano, 2007)

viernes, 1 de mayo de 2009



La noche
octosilábica;
panorama
de la décima
escrita en Holguín

(Fragmento)


Por
Ronel González Sánchez
(Toma
do de Monografías.com)


INTRODUCCIÓN

Una de las pocas virtudes de la postmodernidad ha sido su incapacidad para contener o excomulgar los dictados de la tradición. Si en otras épocas fue plausible el permanente enfrentamiento entre lo nuevo y lo viejo y la discusión rebasó la epidermis circunstancial para definir actitudes ante la propia vida, ahora asistimos a una era donde se validan nuevos códigos y se revitalizan otros, al margen de tradiciones inexcluibles que continúan llamando la atención.

Si bien los tópicos de la "confusión", la "pérdida de valores", la "muerte de los paradigmas", la "caducidad de ciertos discursos", han ocupado un sitio preponderante en las valoraciones de muchos teóricos del postmodernismo, en el tema que nos ocupa hemos podido comprobar la coexistencia de voluntades y de inquietudes dentro de lo que pudiera considerarse –y de hecho lo es– una genuina expresión de la tradición literaria iberoamericana.

La estrofa de los diez versos, con distribución de rimas abbaaccddc, denominada décima espinela por su supuesto creador el músico español Vicente Espinel, después de atravesar distintos períodos en que fue culta, popular, humorística, de combate, etc., en el umbral de la centuria XXI aparece empecinada en perdurar a través de cultores que le garantizan inusual salud y no están interesados en separar sus componentes de tradición y modernidad.

O sea, a la luz de los estudios literarios, dentro de un molde clásico de cuatro siglos de existencia, el discurso tradicional y la renovación se reúnen y la décima sale airosa, para hacer posible que algunos especialistas hayan emitido criterios acerca de la apertura e inclusión de la estrofa en el postmodernismo poético, categorización que si bien puede llamar a la polémica no es un argumento desatendible.

Estudiar la décima como complejo cultural, entendido como la relación existente entre la décima y el conjunto de elementos culturales con los que interactúa en sus manifestaciones oral y escrita, durante un proceso evolutivo de más de tres siglos, es motivo suficiente para emprender el rastreo bibliográfico y el arribo a conceptualizaciones en torno a un fenómeno autóctono que, a pesar de haber sido minimizado, excluido, menospreciado por diversos investigadores y poetas a lo largo de nuestra historia literaria, hoy se erige como uno de los rumbos más auténticos de la poesía cubana.


LA DÉCIMA
: DESDE SU SURGIMIENTO
EN EL SIGLO XIX EN CUBA Y EN HOLGUÍN

En Holguín –territorio donde se centra este estudio– el momento más significativo de interacción de las partículas tradición-modernidad es el período 1988-2002 por la organicidad y solidez del movimiento poético y, en particular decimístico, de la provincia. Sin embargo, como su título indica, este libro irá más allá de la exposición y análisis de los componentes de un fenómeno literario específico en un momento significativo para el arte y la literatura holguineros.

La noche octosilábica, a pesar de su subtítulo conclusivo "panorama de la décima escrita en la provincia Holguín (1862-2003)" no pretende agotar el tema de la espinela en el territorio estudiado sino llamar la atención acerca de la escritura de nuestra estrofa nacional en una localidad que, sobre todo en las décadas finales del siglo XX, atrajo la atención de los estudiosos y promotores cubanos y extranjeros.

Como casi todas las historias literarias que se escriben desde La Habana, la de la décima excluye las particularidades provinciales, limitándose a la capital y a individualidades aisladas del resto del país, actitud que escinde un fenómeno nacional y ofrece una visión parcial y parcializada hasta la fecha en que se realizan estudios como este, necesario deslinde para incluir, en el panorama decimístico cubano, el olor del gemebundo bosque espineliano provincial, donde en silencio crecen árboles robustos y se respira un oxígeno transgresor, si se compara con el de otras regiones del archipiélago. La ganada cubanía de la décima, ínfimamente analizada por un minarete de nuestra cultura como es Cintio Vitier, en su siempre necesario volumen Lo cubano en la poesía, al son del tiple y el güiro locales absorbe el ethos de solitarios cantores y el fatum de auténticos escribas, empeñados en desterrar el fatalismo imprimiéndole al octosílabo el aliento de los nuevos aires que soplan sobre y desde la décima.

La espinela, defendida del olvido en las páginas de esta investigación que nació como un proyecto financiado por la Delegación Provincial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) ha salido airosa en épocas disímiles como son el siglo XIX, el lapso republicano y el período de la Revolución y, específicamente en Holguín, posee un inusual vigor dentro de la tradición escrita.

Más de cinco años de rastreos bibliográficos en varias ciudades del país y en todos los municipios holguineros mostraron la escasez de textos anteriores a 1959 y la abundancia de los mismos en la época revolucionaria, en plena sincronía con lo sucedido en el país posterior a 1971, fecha de publicación de Alrededor del punto, renovador cuaderno del poeta Adolfo Martí Fuentes que inauguró la lista de libros premiados en el Concurso "26 de julio".

Que la décima escrita en Holguín es un suceso trascendente quiere decir este libro, titulado con un verso de ese portento de la literatura cubana que es José Lezama Lima, para hacer alusión a los tanteos escriturarios de nuestra espinela a partir de 1862, año de introducción de la imprenta en la región por el hermano mayor de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé), y mostrar cómo se fue haciendo la luz para la estrofa de Vicente Espinel en las décadas últimas del milenio segundo e inicios del tercero después de Cristo, tal debe ser la comprobación de la inicial hipótesis.

La fecha escogida para el cierre de la investigación es el año 2003 porque coincide con la publicación del primer florilegio de la espinela holguinera: Antología de la décima cósmica de Holguín (México, Frente de Afirmación Hispanista), la presentación durante la XII Feria Internacional del Libro de Holguín del decimario Examen de fe, de José Luis Serrano, la obtención por decimistas de la provincia de la mayoría de los premios (incluido el Gran Premio de la muy talentosa Yordanka Haramboures) en el I evento nacional de décima femenina celebrado en Camagüey, el Premio obtenido por el poeta Freddy Camilo Morffe en el Concurso Nacional "Villazul" , convocado por el grupo Espinel-Cucalambé que preside Renael González, entre otros importantes reconocimientos nacionales obtenidos por decimistas de la provincia.

Ahora nos permitimos una acotación final, esta provincial historia (que no provinciana) quiere interesar a nuestros jóvenes poetas en la escritura de la espinela y motivar a los investigadores de otras localidades acerca del tema, para que podamos tener, dentro de algunos años, una verdadera historia de la décima cubana. Si tales propósitos, se logran este libro no será uno más dentro de la copiosa bibliografía holguinera.


VEA EL LIBRO COMPLETO, MEDIANTE LOS SIGUIENTES
ENLACES, EN EL SITIO MONOGRAFÍAS.COM:

Introducción

La décima, desde su surgimiento hasta el siglo XIX en Cuba y en Holguin

La décima cubana (1900-1958)

La décima en Holguín (1931-1958)

La décima espinela posterior a 1959 en Cuba

Conclusiones

Bibliografía

Anexos