jueves, 8 de marzo de 2012




Búscame
en el horizonte


(Décimas
y otros poemas)


De Leoncio Yanes
Edición del Centenario del Poeta
Compilación, selección y notas: Mariana Pérez
Ediciones Sed de Belleza, Santa Clara, 2008
Edición y diseño: Misael Moya Méndez
Ilustraciones: Adela María Suárez: detalles del sauce Batey (1990)





SECCIONES DEL LIBRO


—Prólogo

—Rumores guajiros (décimas dedicadas al campo, a su condición de guajiro, como “Búscame en el monte” —dedicada a Samuel Feijóo— donde aparece el verso que da título al libro. También incluye décimas relacionadas con la flora y la fauna cubanas, los pueblos y la historia de nuestros aborígenes, Ej. “Casiguaya”).

—Cuba: esencias (como indica el título, incluye décimas dedicadas a los elementos de la cubanía, como la guayabera, el ave, la flor y el árbol nacionales, el tabaco y la mulata).

—Pintor de alas (décimas tomadas de su libro A la sombra de un ala —Premio 26 de Julio en Décima 1974, publicado en 1975— en el que glosa los Versos sencillos de José Martí).

—Quiero un verso de bondad (su poética, defensa de la décima, a través de textos dedicados a otros poetas —Ej. Naborí—. Incluye también décimas de amor).

—Sin olvidar la memoria (los mártires, las transformaciones revolucionarias en el campo. La geografía de Cuba).

—Contraste (la vejez y el amor entre personas de diferentes edades; la muerte, vista desde una óptica muy peculiar).

—Con tanto «entiende» no entiendo (décimas humorísticas).

—Otros poemas (de libros tempranos y de cuadernos inéditos, que incluye poemas para niños).

—Anexo: Bibliografía mínima de Leoncio Yanes.




DOS OJOS VI SIN ENOJOS

Dos ojos vi sin enojos,
dos ojos de luz de estrella:
recuerdo una mano bella
y dos magníficos ojos.

José Martí


Tiempos alegres, tempranos,
de horas plácidas, serenas,
de fragantes azucenas
propicias para mis manos.
Cuando los sueños más sanos
se adueñaban de mis ojos,

cuando amorosos antojos
me llevaban al pensil,
en un semblante infantil
dos ojos vi sin enojos.


Sin los fieros aquilones
que destrozan los jardines,
vi florecer los jazmines
de mis caras ilusiones.
Abrigué las emociones
de la esperanza más bella;
ignoré la senda aquella
donde llora el peregrino:
me alumbraban el camino
dos ojos de luz de estrella.


¡Juventud! ¡Cómo te añoro
por risueña y por florida!

Tú fuiste para mi vida
el más amado tesoro. (1)
Hoy a pesar que te lloro
cuando mi vejez descuella,
aumentando la querella
de mi ilusión desflorada,
siento una voz adorada,
recuerdo una mano bella.


Han pasado algunos años
cuya marcha turbulenta
ha triplicado la cuenta
de mis duros desengaños;

pero pese a tantos daños
que aminoran mis arrojos,
por sobre tantos despojos
aún siento dentro de mí

unos labios de rubí
y dos magníficos ojos.


De A la sombra de un ala



NOTA:
1.- Nótese la intertextualidad con Rubén Darío.





domingo, 4 de marzo de 2012


Sin más
pretensión
que la
maravilla


El retorno del quinto mago
, un libro de relatos sobre el universo familiar del Indio Naborí, fue presentado en esta Feria del Libro por el sello de la Casa Editora Abril


Por Pedro Péglez González
Ampliación de Trabajadores digital


Dice bien Alba María Orta Pérez al considerar su ópera prima, El retorno del quinto
mago, como una sencilla obra de amor filial, sin pretensiones de escritura trascendente. Prefirió dejarse llevar, de la más natural manera, por la necesidad de relatarnos sin afeites y con cercanía tangible, pasaje tras pasaje y anécdota tras anécdota, la vida de su padre Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí.

El saldo es un retablo acogedor y cálido como la atmósfera misma que forjó el poeta en su ámbito hogareño, que se nos ofrece en estas páginas con la candidez conmovedora y la ternura testimonial que solamente la autora o sus hermanos podían lograr, a fuer de escuchas absortos de relatos paternos y maternos, testigos de excepción, y al mismo tiempo retoños de ese bienhechor universo familiar.

La infancia de Naborí, la temprana evidencia de sus dotes, la sagacidad popular de sus mayores en debate permanente con los mitos ahijados por la escasa cultura en que la época sumergía a los humildes, dan inicio al volumen para llevarnos luego de la mano a los dolores tremendos por la pérdida del primogénito, al suspiro aliviado de la pareja por la llegada de otros vástagos, mientras se ve forjando la personalidad artístico y literaria con que se insertó Naborí en la avanzada del panorama cultural de la nación.

Todo aquí está dicho de manera tan vívida, que puede el lector sentirse como en la propia casa, tal si hubiera traspasado mágicamente el umbral hacia un recinto de humanas honduras, al que ha sido invitado acaso al conjuro de aquel mítico Entre, y perdone Usted.

Pero qué voy a decir yo a favor de estas magias de llaneza escrituraria, si ya Virgilio López Lemus nos develó en el prólogo la piedra angular de este misterio: Si Naborí —como acertadamente explica— es por rasgo distintivo un poeta del amanecer; si advertimos —como Virgilio nos advierte— que la autora es la hija única del bardo y su Eloína, hija única nacida entre dos varones llamados Jesús y Fidel, y para la cual quiso la pareja el nombre de Alba, ¿qué de extraño puede tener que “ella haya sabido ver en la muerte del padre la propia resurrección constante del poeta”?

Ya validará el lector estas presunciones de quien escribe. Y convendrá en que lleva razón Alba, la China, al considerar su libro una obra sin pretensiones, sin otra pretensión que la sencillez, la inefable sencillez de los sentimientos puros que nos lleva, precisamente por no pretenderlo, directa y amorosamente a la maravilla.