domingo, 20 de enero de 2008



Un señor
algo viejo,
con una

humildad enorme


Por Ricardo Riverón Rojas
Tomado de Cubaliteraria

A Leoncio Yanes lo recuerdo impecable en su atuendo y proyección, como la nube blanca que desmiente al aguacero. Y me complace incorporarle —en la galante magnitud evocativa— cierta figura de ángel bonachón en cuyas alas poéticas viajábamos, ingrávida y deleitosamente, hacia el inefable reino de la ingenuidad metafórica.

Tal vez las anteriores fueran mis únicas palabras para referirme a este poeta injustamente olvidado si para evocarlo me apoyara solo en la primera impresión que me dejó cuando en 1975 —la humeante pipa como continuidad del alma— improvisó (¿acaso recitó?) el discurso de clausura de un encuentro regional de escritores con sede en Camajuaní.

Éramos como veinte poetas y habíamos gastado la parte más suculenta del día discutiendo, bizantina y beligerantemente, sobre la validez o devaluación total del verso libre. La caja de Pandora se abrió tras una conferencia sobre unos versos entonces inéditos de José Álvarez Baragaño —acompañados de una autocaricatura que el autor de Cambiar la vida garabateara en una servilleta— conservada por el maestro Antonio Díaz Abreu con la misma fruición que hubiera custodiado la prueba material de la existencia de Dios1.

Como los decimistas eran mayoría en aquel coliseo romano (valla de gallos) abundaban los desaguisados y las filípicas rebosantes del criollismo surrealista que caracteriza a la preceptiva naïf. Felo García, El muchacho de Falcón, uno de los más grandes y desconocidos poetas humorísticos cubanos, se mostró implacable:

—Si eso es poesía, cualquiera es poeta, porque ahí no hay rima, medida, ni pies ni cabeza –espetó.

La réplica brotó, inmediata e inesperada, de otro decimista. Y gracias a ella degustamos otra deliciosa joya verbal, proveniente de Eligio Rodríguez Gutiérrez, El bardo de Floridanos, quien defendió con aire docto el poema de Baragaño amparado en el siguiente galimatías:

—Un momento, que yo tengo un octavo grado y por ello sí puedo comprender bien el problema. Ese escrito no tendrá rima ni medida, pero sí tiene lógica y concordancia; por lo tanto es poesía.

Leoncio reía para adentro, y asentía con la cabeza, porque todo, según él, era verdad: «de la extraña manera en que una verdad se puede construir con algunos pedazos de lo obvio y muchos más de lo invisible». Así dijo en su discurso de clausura. Y André Bretón le hubiera agradecido la sentencia, enunciada, por demás, sin pretensiones programáticas ni poses de magister dixit.

No pasemos por alto que quien así se expresaba era un poeta nacido en lo recóndito del campo cubano. Un descendiente de isleños que luego de usufructuar las artes, desventajas y lechones asados colindantes con el repentismo, a través de un fecundo quehacer autodidacto como única vía posible, y sin apartarse mucho de la estrofa de los diez versos octosílabos, hizo crecer su pensamiento y creación hasta situarse, como figura visible, en un sitio de real significación en la poesía de estos territorios.

Hoy, además de suscribir aquellas comparaciones suyas de hace treinta y tres años, no vacilo en afirmar que Leoncio Yanes (1908-1987), cuyo centenario, obviamente, celebraremos en 2008, fue también un hombre salomónico e indulgente, un creador y maestro que le aportó a sus coterráneos-contemporáneos una visión distinta sobre la espinela, al extremo de convertirnos a muchos en cultores de la misma. En mi caso personal no me causa escozor alguno afirmar que —por mi propio desconocimiento de las páginas de Naborí, Navarro Luna, Raúl Ferrer y otros— antes de «chocar» con Leoncio, siempre me acerqué a la décima con prejuicios y la sentía, en su casi totalidad, como un catálogo de melosidades y tremendismos sobre el paisaje, las costumbres y la utilería rurales, sin dejar de lado la denotativa guía de efemérides, ni la galería de mártires dibujados con rima y medida que circularon custodiados por el aval de la mayoría de los premios 26 de Julio y Cucalambé de aquel entonces.

Aunque las primeras ediciones de folletos escritos por Leoncio Yanes datan de 1939, cuando se publicaron Tragedia de amor y Campiña sonora, es Tierra y cielo, de 1959, el libro que empieza a alejarlo del arte improvisativo, pues se adentra el poeta en composiciones de arte mayor y además diversifica su espectro temático. Samuel Feijóo, atento como estuvo siempre al latir del talento silvestre, lo detectó y valoró. Y en virtud de ello le publicó en 1963, desde la trascendente editorial de la Universidad Central de Las Villas, un libro conformado, evidentemente, por varios cuadernos acumulados en años de silencio editorial. Donde canta el tocoloro2 se tituló aquel volumen y en él está expresada una evolución poética que nos lo muestra, a veces bucólico, en ocasiones conceptual, pero aún deudor de un sistema tropológico marcado por la sencillez de las analogías evidentes, estrategia compositiva que siento como una de las apropiaciones inconscientes que los decimistas cubanos del siglo XX hicieron de la estética de Núñez de Arce y, en menor medida, de los creadores de la Generación del Veintisiete española.

Pero el momento en que la creación de Leoncio Yanes define una voluntad estética en plena consecuencia con los decires poéticos de la época en que se inscribe, lo hallo en 1974, cuando obtiene el premio 26 de Julio con el libro A la sombra de un ala, compuesto en su totalidad con glosas a los Versos Sencillos de Martí. Si bien es cierto que la impronta popular se mantiene visible, cabe señalar que en este volumen el nivel de referencias del poeta se diversifica, mientras su arsenal tropológico, sin apartarse mucho de las figuras tradicionales, gana en isotopía y se aleja con ello del tremendismo y la alusión evidente. El discurso paralelo al de los Versos Sencillos se erige carta estética que complementa —o proyecta hacia al actualidad— algunos de los postulados dejados en el aire por el Apóstol con el nivel de ambigüedad que la buena poesía, sin pudor, contiene y expone.

Hay un mundo fantasioso
de ferias y de bazares,
mundo de falsos altares
y de infecundo reposo.
Hay otro mundo afanoso
de verdades sin desvíos
y frente a los desvaríos
del credo y el falso altar,
para ponerme a pensar
amo los patios sombríos.

Vendrían después: Canto del pueblo, de 1978; No voy a cantar pesares, de 1981, y Con un cocuyo en la mano, de 1982. El primero de ellos es un breve cuaderno compuesto en Camajuaní, gracias a la gestión del grupo Hogaño, por entonces único proyecto editorial de la provincia. No se trata de una compilación ambiciosa, no obstante recoge algunos textos donde ya Leoncio se sumaba a ciertas experimentaciones, algo realmente inusual en su ejecutoria.

¿Quieres un verso? Converso
con mi corazón a solas;
batallo contra las olas
del mar del tiempo perverso.
El anverso y el reverso
somos del libro mundano.
Te busco, pero es vano;
mi búsqueda es un alarde
porque tú naciste tarde,
porque yo nací temprano.

El segundo libro, en tanto expone una intención de filosofar que hasta entonces solo apareciera ocasionalmente en su poética, estructura un discurso donde lo connotativo refleja ganancias. El último de los volúmenes citados es, evidentemente, una recopilación de textos compuestos sin una lógica estructural previa, pero no obstante contiene poemas de excelente factura, aunque retorna a la tropología silvestre, de aire post-cucalambeano que marcó una extensa zona de su obra.

En los años setenta y primera parte de los ochenta del pasado siglo Leoncio desplegó toda su energía en torno al quehacer de las instituciones culturales, que constantemente lo convocaban a jurados, coloquios y talleres. En todos ellos hizo uso de esa humildad docta y convincente que se asentaba en su modo pausado de hablar, así como en su apariencia, siempre humilde y reflexiva, rica en citas de clásicos. Fue el primer presidente de literatura del comité provincial de la UNEAC de Villa Clara, creado en 1979, y desde esa posición dialogó con los que emergíamos del coloquialismo panfletario, ya en retroceso, hacia los mejores pronunciamientos de una lírica más plural.

También de aquellos años data su activa presencia en la sección «Humordécima» del semanario humorístico Melaíto, donde dio a conocer una faceta de su quehacer que tal vez haya debido explotar más: la décima jocosa.

La inquieta y lúcida promoción de los ochenta, que tuvo un importante azimut en Villa Clara, lo reconoció y aceptó como miembro activo de un debate estratégico donde se trataban de precisar límites temáticos menos atenazantes para la poesía, solo concretables tras una evolución radical de las instituciones en pos de ganar el protagonismo para los procesos creativos y sus gestores.

Aquel señor algo viejo, con una humildad enorme, nunca usufructuó el tono autoritario ni acudió al pedestre paternalismo al que su edad hubiera podido desviarlo. En aquellas discusiones —de corte más riguroso que la vivida en Camajuaní— Leoncio aportó razonamientos de peso, razón por lo cual conquistó el respeto de sus interlocutores.

Sabemos con certeza que este poeta dejó una copiosa obra inédita, donde conviven entre otros: la décima, el soneto, el verso libre, la poesía para niños y el ensayo didáctico. En el número 41 de la revista Signos, publicado en 1995, se da una breve muestra de esa producción:

Mulata de piel lavada,
de ojos negros, expresivos,
hermosos, inquisitivos
y de brillante mirada.
Cintura privilegiada
con un ritmo de armonía,
no adivino todavía
si en tu femenil derroche
está cerrando la noche
o está amaneciendo el día.

Los cien años pueden ser un buen pretexto para tratar de establecer editorialmente, desde las casas con sede en la provincia o cualquier otro espacio, el balance y los aportes finales de la obra de este hombre que, no sé si con octavo o con más grados, supo comprender en su momento que la poesía, ese fenómeno de bordes inasibles e imprecisos, responde a lógicas y concordancias ajenas a lo evidente.

Santa Clara, 13 de diciembre de 2007

Notas:

1El poema en cuestión no tiene título y en el libro Éditos e inéditos (Editorial Capiro, 2003) el investigador René Batista Moreno cuenta la anécdota del rescate del texto, que a su vez le relatara el propio Díaz Abreu, quien —decía— se empeñó en titular el poema como "El viejo gordo". Por su brevedad y en aras de que el lector comprenda mejor la razón del debate que desató entre los decimistas, lo transcribo: El viejo gordo / distrae una espiroqueta /detenida y sangrante / sobe un tabaco / de color consagrado. / El fémur de una rosa /grita, golpea /en marejada de yodo / mientras el tabaco / sobre el cuello / de la botella / recita un poema de Elliot.
2En el título original dice «tocoloro» y no tocororo, como es correcto. Al respecto le escuché decir muchas veces a Leoncio que lo había puesto de esa forma para dejarlo tal y como lo dicen los campesinos.

sábado, 12 de enero de 2008



Sobre el poemario
Con el ancla en tierra,
de
Mayda Anias Martínez

Elogio
de la
grandeza



Por Frank Castell
Tomado de Tunarte


Encontrar un poemario en el que la sencillez permanezca y satisfaga es una tarea algo difícil. En la actualidad se escribe buena y mala poesía, pero por encima de todo se escribe casi en jeroglíficos.

No pretendo ser categórico. Sin embargo hay muchos “escribidores” que intentan pasar ante la crítica y los lectores pasivos como “revolucionarios” del verso, y créanme, algunos alcanzan su objetivo.

Mayda Anias Martínez (Amancio, 1965), propone en Con el ancla en tierra llegar a los atardeceres de meditación, a la filosofía exacta, a través del verso puro. Sabe moverse por caminos inhóspitos, a los que convierte en festín. Tiene en sí el oficio de años de lecturas: Machado, Miguel Hernández, César Vallejo y otros que la han dotado de un lenguaje rico en referencias.

Publicado por el sello editorial Sanlope, de Las Tunas, el libro revela a una mujer que le imprime nuevos aires a la décima, partiendo siempre del molde tradicional. Textos de hondos desgarramientos dejan entrever las preocupaciones y sueños de un sujeto lírico cada vez más convencido de los cambios existentes en el mundo contemporáneo:

Un Cristo roto, un Vallejo
se me anuda en la garganta,
un hermano muerto canta
cuando me asomo al espejo.
Un pan sobre el hombro viejo
cargo a diario hasta el hastío,
los jueves con lluvia o frío
cien heraldos me castigan
pero nunca me prodigan
un verso fiero, audaz, mío.

Notable resulta la coherencia estructural al dividir el libro en seis partes, con lo cual posibilita una lectura armónica y reposada. Mayda retrata lo que para ella es la soledad, ese vacío que le acecha.

Aún cuando es la décima un género en alza, gran parte de los textos publicados en Cuba carecen de seguimiento por parte de quienes deben escribir sobre ellos. La mayor parte de los especialistas prefiere guardar silencio porque encasillan a la espinela a los sinsontes, montes y horizontes. ¡Qué lejos están de la verdad!

Libros como Con el ancla en tierra dejan a flor de piel un caudal de sabiduría y honestidad de indudable valor:

Una lámpara en lo oscuro
es aceite por quemar,
no es silencio meditar,
el pecado fue algo puro
porque el corazón más duro
tuvo un antes y un después
como tiene cada vez

su porción de eternidad
y hasta lleva la verdad
su mentira en el envés.

jueves, 10 de enero de 2008




El pensador silvestre,
libro de poemas
de Samuel Feijóo

La selección y prólogo están a cargo
del poeta, ensayista e investigador
cubano Virgilio López Lemus





Por Waldo Leyva
Tomado de Juventud Rebelde

El pensador silvestre, libro de poemas de Samuel Feijóo, cuya selección y prólogo están a cargo del poeta, ensayista e investigador Virgilio López Lemus, es un volumen compuesto por siete cuadernos que, entre 1978 y 1979, el autor de Beth-el dio a conocer a través de las páginas de la revista Signos, bajo su dirección. Algunos de estos poemas se encuentran en otros libros de Feijóo, pero como conjunto, nos indica el autor del prólogo, no habían sido editados en forma de libro. Agradecemos a la Editorial Letras Cubanas esta magnífica entrega que nos permite acercarnos a uno de los poetas más originales de nuestro país. El aparente caos temático y formal, las calidades diversas de estos textos, los variados matices espirituales que llenan sus páginas, dan testimonio del modo de hacer que caracterizó a este incansable peregrino del paisaje y la palabra, para quien ningún elemento de la naturaleza y del hombre resultaba intrascendente.

Cintio Vitier, profundo conocedor de la obra de Samuel Feijóo, recuerda que el tema dominante en la poesía inicial de este autor es «la relación entre el yo y el paisaje»; ese vínculo evolucionará, hasta convertirse en «identificación» entre el poeta y la naturaleza. Si antes ve el paisaje, ahora los arroyos corren dentro de su pecho y, desde él, salen a mojar la hierba. Es innegable que esta relación y vínculo con el paisaje son imprescindibles para entender la primera etapa de su poesía y su evolución posterior hacia una poética donde el yo se confunde en la búsqueda de una trascendencia espiritual en que el ser es el depositario de todas las esencias.

Ninguna de estas preocupaciones está ausente en los libros que integran El pensador silvestre. Aquí anda la naturaleza, vista desde del ojo entrañable del campesino, asumida como una expresión de la voluntad divina, espacio para escondernos de la soledad, escenario para que canten los pájaros, corran las aguas originales, nos anuncien las hojas el rumbo definitivo del viento, trote cantando su décima picaresca o nostálgica el guajiro y pase, como un soplo helado, el carro de la muerte.

Precisamente la soledad y la muerte tienen una presencia casi permanente a lo largo de estos siete cuadernos. El polvo como destino final, germinativo, está disperso en estos versos. Hay una relación muy especial con la hierba, ese silvestre retoño, anuncio de la primavera, eslabón en la cadena alimenticia de las bestias, sitio para el descanso, está llenando muchos poemas suyos, como si el poeta quisiera recordarnos que Dios está en lo simple, en lo originario.

Hay un recurso en toda la obra de Feijóo que no está ausente en esta nueva entrega, me refiero a su manera reiterada de abordar un tema hasta considerar que ya no queda nada por decir. A veces la repetición del mismo asunto se expresa formalmente con recursos estilísticos distintos, otras lo que interesa al autor es darnos los diversos ángulos del tema y así nos ofrece una visión lírica, un acercamiento ingenuo o tierno, para luego demostrarnos, con mordacidad o sarcasmo, otras aristas.

En este libro, el autor de Faz demuestra, una vez más, su versatilidad. Aquí encontrará el lector esa diversidad formal y temática que son el signo distintivo de toda su obra. Así aparecen desde textos de acendrado lirismo y cuidada forma, hasta poemas donde lo coloquial o exterior nos revelan ese espacio de lo común, mal llamado vulgar, que tanto le atrajo y del que se valió más de una vez para recordarnos de donde veníamos y el destino final de todas las cosas. La parábola, la ironía, y la sátira mordaz contra burócratas, mediocres y falsos ídolos, sustentan estos poemas.

Leer El pensador silvestre es una aventura del espíritu; es constatar que la palabra poética no necesita un espacio privilegiado para atrapar esa sombra de la memoria que es la poesía. Feijóo nos dice, con Santa Teresa, que Dios también está en los pucheros.

miércoles, 9 de enero de 2008



Las albas
rumorosas:
Acerca del libro
Jiras guajiras,
de Samuel Feijóo







Por Mariana Pérez Pérez
Tomado de CentroArte
Trabajo presentado por la autora al Coloquio "Ortiz-Feijóo", del 2002, que auspicia la Casa Feijóo en Santa Clara


Acercarse, sin más ni más, a una obra que fue escrita hace ya 65 años puede acarrear el peligro de no alcanzar una visión objetiva del autor ni del instante en que éste se expresara, máxime si se trata de alguien cuya obra nos asombra por su volumen y de quien han escrito antes figuras muy autorizadas de nuestras letras, por lo que el peligro es superior. Sin embargo, hay ocasiones en que un libro nos identifica con el sujeto que un día, aunque sea tan lejano en el tiempo, fuera capaz de atrapar la realidad circundante mediante el audaz entramado de las metáforas y las rimas. Inicié la lectura de Jiras guajiras en busca de la décima, tras el puro objeto de definir en qué grado los poetas actuales, que a veces empleamos esa estrofa como medio expresivo, tenemos deudas con ese "niño Samuel", como él se autocalifica en el poema "Las Vacas", que culmina con el verso: es como un niño Samuel. En este cuaderno ya puede distinguirse en Feijóo el dominio de la estrofa de diez versos, a la que imprime dinamismo a través de la puntuación, que es muy peculiar en el autor y que analizaremos posteriormente con mayor detalle. El decimario, que Samuel Feijóo, con su lenguaje de llana cubanía, ofrece "al arreglador del mundo, Juan Liriano, guajiro lépero como él solo, metido con la mocha en el bleo, en "La Josefa", dedico estas décimas de la tierra, con las músicas y las alegrías de mi juventud campestre", tiene en sí la rara belleza de una poesía "de la tierra" que se funde con las imágenes más exquisitas de la naturaleza cubana, pero que se salva del paisajismo exteriorista –propio de una amplísima zona de la décima cubana– a través de una mirada hacia adentro del ser que "siente" esa naturaleza y ese paisaje como propios. Virgilio López Lemus ha expresado esta idea, presente también en otros autores, con palabras más concluyentes y exactas: "en ella [la obra feijoseana] el paisaje no es sólo ornamento, sino, además, entorno en el cual el ser se debate entre la plenitud de la belleza y las injusticias, para elevarse por la poesía, que es expresión y acción". El poeta capta el instante y el punto donde la imagen puede alzar un vuelo diferente, aunque el tema que canta haya sido tocado hasta el cansancio por todos los poetas del mundo, así: la luna, el gallo, el amanecer, el crepúsculo, el río... alcanzan en Feijóo una dimensión nueva. Tal vez otros estudiosos de su obra argumenten que no siempre logra esa interiorización del paisaje y se queda en la epidermis del poema o que hace lo que los decimistas espinelianos ortodoxos nunca aceptarían, como introducir asonancias junto con las consonantes, como por ejemplo:

Se alza el gallo en la arboleda
del alba, rojo. Deshecha
tiembla su bárbara flecha.
Dibuja en hoja de seda
lucha de amor, suave veda.
Al haz de oro, nimbada
la neblina delicada,
pica de cristal levanta
al fuego mago. Allí canta
hechicería reposada. *

Sin embargo, nuestro punto de vista es que Samuel Feijóo se sitúa por encima de esos detalles para lograr un resultado distinto, como trataremos de demostrar en lo adelante. En la décima anterior hay belleza en el lenguaje, es como una instantánea del momento en que canta el gallo, pero en la cual los versos 2-3, 8-9, en asonancia con el 1-4, 7-10, dan fe de que el contenido ha obviado a la forma, y esto ocurre en muchas de las restantes composiciones, pero de lo que sí no cabe dudas es de que, ya en época tan temprana, fue Samuel Feijóo un importante cultivador de la décima.

El libro se inicia con "Juegos" –en ediciones anteriores la titula "Juego"–, cuyo rasgo distintivo es la armonía imitativa y el retozo con los sonidos:

Guitarras, güiros, guarachas,
Forman la G de mi canto;
De la U tu azul encanto,
Y brindan A las muchachas.
J en jiras juegas –bachas
jaraneras–; I, es suspiro;
la R el rostro que miro,
y la O, el son que cayó
cuando dijiste que no
para mi canto GUAJIRO.

"Negocios" está compuesto por dos décimas, donde el humorismo característico de este poeta constituye la razón de ser, y luego le sigue "Milagro", cuyo recurso principal es la hipérbole, dos décimas al estilo de los mentirosos o "cuenteros" que tanto han abundado en nuestros campos. "Los brujos", en cambio, aunque escrita en 10 versos, no presenta los rasgos distintivos de la espinela, ya que es una estrofa en verso libre con algunas asonancias distribuidas irregularmente, como por ejemplo:

1ª estrofa: rima asonante del 1er. verso con el 3º (brujo – nocturno)

2ª estrofa: rima asonante del 2º con el 6º (siguiendo – fuego) y del 3º con el 10º (clara – palmas).

Las siguientes décimas, tituladas "Guajira", con una cita del Cucalambé: Por la deliciosa orilla / que el Cauto baña en su giro, también son irregulares y asonantes, aunque conservan el verso octosílabo; se aprecia en su estructura lo siguiente: en la primera estrofa (o décima) riman 1º - 5º y 4º - 6º - 7º versos; en la segunda, riman 2º - 9º y 4º - 5º -7º; mientras que en la tercera décima la rima se produce entre 6º - 8º y 7º - 10º. Con ello se demuestra que, si bien, Feijóo domina la estructura de la espinela, no siempre se vale de ella para expresarse, en lo cual tal vez tuviera que ver el espíritu inquieto de este hombre y su iniciativa innovadora. En otros casos lo que varía es la presentación tipográfica, como en la décima que sigue, "Momento", en la cual aparecen 6 versos iniciales y 4 finales, separadas ambas series por una línea en blanco, con lo cual se invierte la forma tradicional de 4 y 6. Pero, junto a esos cambios estilísticos, podemos encontrar espinelas perfectas, como "Albores": Sobre el campo en madrugada / la aurora encalma su vuelo / y su sombra alumbra el suelo, / nimba la faz hechizada. / Lanza el gallo su llamada / de cristal. Blancas gallinas / picotean clavellinas. / Las albas van rumorosas / al cantero: hacen con rosas / las más nórdicas colinas.

Con este ejemplo, quedaría salvado cualquier recelo que aún pudiera existir acerca de Feijóo como buen decimista, no tan sólo por la forma exacta de la décima en cuanto a estructura, rima y acentuación, sino también por su alto contenido poético en la captación del instante, el uso de imágenes alejadas de la sencillez común, como "la aurora encalma su vuelo", y de un lenguaje culto: "nimba la faz hechizada". Pero lo más interesante puede ser que, junto a esos vuelos de alta poesía, aparece la belleza de lo sencillo: Blancas gallinas / picotean clavellinas, para ascender nuevamente: Las albas van rumorosas / al cantero...; de esa manera, el creador alza o distiende la tensión poética en un rejuego, cuyo producto será un conjunto sonoro que reconforta espiritualmente al lector o al escucha.

El libro continúa con una fantasía humorística, "Sueño", que también será una espinela. Debe destacarse que Samuel Feijóo empleó la glosa, a la que consideraba –según expresara en su artículo "Breve décima culta"7– "una forma arcaica de la décima", así como que "Glosar fue fuerte demostración del «saber» de un decimista completo". También nos informa que "la abundancia de glosas como estilo corriente de la décima culta sobrevino en el XIX. En estas formas, placenteras casi siempre, se unieron los gustos folclóricos y populares cubanos con los gustos del decimista culto." De modo que en Jiras guajiras, donde se imbrican inteligentemente el gusto por lo culto y el gusto por lo popular, la inclusión de "Glosas de un guajiro satisfecho en su sitio", sobre una cuarteta popular, no resulta extraña. Asimismo nos corrobora lo expresado por el poeta español Lope de Vega acerca de que "las décimas son buenas para quejas" cuando imita el estilo repentista guajiro para sus décimas de amor "Del que anhela cariño" y en las cuales existe predominio del encabalgamiento, como punto de encuentro con la décima culta. En segmentos posteriores del libro estará presente también la poesía amatoria, como en "Décimas enamoradas", en las que se emplean indistintamente la expresión popular: No me he dormido: ven antes / de que me coman gusanos, y el refinamiento de la metáfora: árbol de libre sinsonte / donde, en sombra, te suspiro. En "Décimas del que se quiere casar" nos encontramos con el repentismo guajiro impregnado de un toque bucólico y romántico.

Luego regresa al humorismo con seis décimas: "Lluvias", "Viento de agua", "Pretensión", "Amorosa" y "Canuto". Despierta curiosidad, sin embargo, el hecho de que un poema, cuyo título es "Décima trágica", de crítica social acerca de la penosa situación del campesino cubano en esa época, emplee un tono ligero y con matices de humor: Agustín vendió la tierra, / vendió su tierra Agustín, / y ahora vive en el confín / comiendo nubes y sierra. / Agustín su vida aterra / Por deshacer su conuco. / El americano cuco / le ofreció mil concesiones / cuando vendió sus terrones / y ahora se come el bejuco.

Contrariamente, en la décima "Grito cubano", así como en otras, sí aparece la queja, el lamento, en forma similar a otros autores de su tiempo.

Presente estará también, dentro de los variados matices que encierra el libro, el costumbrismo campesino con la cobija, la fiesta y la botija como instrumento musical típico de nuestros campos, los cuales son rescatados por Feijóo en "Llamada al botijero".

El estilo de los romances, signo de que a este poeta nada relativo a la tradición le resultaba ajeno, aparecerá en "Décimas de Angelito el cantor" y en "Escapada de la guajira Ana María Morales", constituida esta última serie por seis décimas de tema costumbrista, entre las cuales resaltan, por su belleza expresiva y cierta reminiscencia lorquiana, la primera y la sexta. Apréciese, por ejemplo, el lenguaje metafórico en los dos versos que inician la primera: Suena su ojo la guitarra / redondo, con son de vega; y a continuación, hasta el último verso, sorprenderán imágenes visionarias como: cigarras / trituran sombra, o, Vacilan las candilejas / con sus cabezas de viejas / cansadas. La estructura descansa en la puntuación y el encabalgamiento, nada usuales en la décima tradicional; veamos: los dos primeros versos cierran con punto; en el cuarto verso aparecerá punto y seguido después de la quinta sílaba, para dar paso a un encabalgamiento que culmina en el verso quinto, también en la quinta sílaba, con un punto y seguido. Allí se inicia un encabalgamiento que se extenderá hasta el séptimo verso y cierra con punto. El último segmento encabalgado aparece en el octavo, se mantiene en el noveno y termina, después de la tercera sílaba del décimo verso, con un punto y seguido que apunta a la última idea de la décima con cinco sílabas: La noche dura. Si nos hemos detenido en este particular ha sido sólo con el interés de demostrar que, ya en época tan lejana, Feijóo tenía un modo no ortodoxo de hacer la décima y pudiera apuntarse hipotéticamente, para estudios posteriores más profundos, que dichas innovaciones formales constituyen un antecedente importante, en 50 años, de las características que comenzó a presentar la décima en nuestra región a partir de la década de 1980.

Anteriormente nos habíamos referido a la variedad temática y estilística presentes en Jiras Guajiras, y, naturalmente, un hombre que recorría insistentemente los campos de Cuba en busca de sus tradiciones, estaba muy impregnado de las tonadas con que se canta la décima. En "La crecida del Yaguaramas" –por tanto– apela al efecto sonoro de una tonada-ritmo de Cruces y lo inserta en las décimas tal como la interpretaría un cantor: ¡Caray!, ¡Señor!, ¡Qué horror!

El poeta, en ocasiones, apela a neologismos, como "goterío" o "estertoroso", este último en la décima "Calimbando" –donde describe el marcado de las reses– y que, a pesar de lo rudo del tema, concluye con dos versos hermosos: (A la abrasante calimba / crudo amor quema los ojos).

Otros rasgos, aún no mencionados, que se aprecian en este libro son: lo onírico ("Sueño de cundiamores"); la fantasía, la ternura, la ingenuidad que entronca con la cancionística ("El pozo"); la cubanía, expresada en productos como la raspadura, que aparece en dos lugares con diferente connotación, además de la flora y la fauna del país; la enumeración; el dialogismo; la melancolía y la nostalgia; la trova tradicional; el tránsito de lo concreto a lo abstracto ("Desdén al sol").

Temas recurrentes dentro del libro constituyen el gallo y la luna, en una contraposición entre la luz del sol anunciada por el primero y la noche, simbolizada por la segunda. En el poema "Gallos bajo la luna", compuesto por cuatro décimas en las que el sujeto lírico dialoga con el astro, le expresa sus interrogantes: ¿Dónde están los gallos de / este instante en tu sigilo / luna densa? Ya tranquilo. En ellas se aprecia una apropiación melancólica del paisaje nocturno, del hecho simbólico en que se inserta el propio sujeto lírico para trasmitir un sentimiento de vaguedad, ternura, tristeza. Él forma parte del conjunto de elementos que describe: ¿O acaso caerá de mí / rocío de tu figura?, es naturaleza en sí mismo. Al final sólo quedará la duda en el aire, lo que contribuye a acentuar el sentido perturbador del texto: (...) Por los racimos / del sueño te perderás / luna bella, ¿y quién vendrá / que augure lo que perdimos?

Debe apuntarse que el libro fue escrito en los años juveniles de su autor, en una época en que predominaban las corrientes de vanguardia, y a pesar de que Feijóo se mostró opuesto al vanguardismo ortodoxo, no hay dudas de que muchos logros formales vanguardistas fueron empleados por él. Sin embargo, cuando realizó la edición definitiva, insertó al final décimas escritas en el año 1962. En éstas lo que prima es el lenguaje coloquial, con menos recursos poéticos y una estructura más conservadora, son décimas cercanas al repentismo, en correspondencia con el espíritu de la época en que primaba el tono conversacional dentro de la poesía.

A manera de resumen, podemos enumerar algunas observaciones que permiten sintetizar los rasgos particulares de la décima de Samuel Feijóo en Jiras Guajiras:

Este decimario es, primordialmente, un libro de la naturaleza y el paisaje cubanos.

El paisaje es interiorizado y expresado con un tono sentimental, melancólico. Aun en los momentos en que trabaja la décima popular tradicional, se percibe un tratamiento más elaborado de las imágenes, cuyo resultado poético resulta auténtico y sensible.

Aunque el campesino cubano no utiliza el romance como vía de expresión poética, la décima con ese estilo sí ha sido empleada. Feijóo, apegado a las tradiciones, también la cultiva acertadamente.

El humor y el costumbrismo criollos están presentes en una buena parte de las décimas que forman el libro.

La noche, la luna y los gallos constituyen elementos recurrentes.

Presencia permanente en sus décimas son, entre otros rasgos: lo onírico, la fantasía, la melancolía y la ingenuidad.

Feijóo generalmente trabaja la décima a partir de dos redondillas, enlazadas por el 5º y 6º versos, que conforman una unidad independiente, en lugar de una redondilla y una serie de seis versos, como hacen la generalidad de los decimistas.

El encabalgamiento es un recurso altamente empleado y, como parte de ello, el uso de una puntuación peculiar, que permite un ritmo más dinámico en la décima inserta dentro de la vertiente culta.

Se aprecia el uso de neologismos que permiten al autor adaptar su lenguaje a las necesidades del tema tratado.

Las décimas del año 1962 difieren sustancialmente de las escritas en años juveniles del autor, tanto por su forma como por su contenido.

Algunas décimas presentan cambios de versos o palabras, respecto a ediciones anteriores.

Jiras guajiras constituye –a nuestro modo de ver– un libro de capital importancia para valorar a Samuel Feijóo como decimista, por cuanto se imbrican en estas composiciones el talento y la inspiración del poeta culto con la sabiduría campesina, rica en matices y apreciaciones, sin desdeñar la innovación lingüística y estructural, para ofrecer al lector un conjunto de esencias nacionales, que el poeta supiera develar en medio de esas "albas rumorosas" donde el canto feliz de los gallos se contrapone a la oscuridad y la tristeza nocturnas.


NOTAS Y REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. FEIJÓO, SAMUEL. Cuerda menor (1937-1939). – ed. definitiva. – La Habana : Ed. del Consejo Nacional de Universidades : Universidad Central de Las Villas, 1964. – 157 p.

2. FEIJÓO, SAMUEL. Jiras guajiras (1937-38). – [s.l. : s.n., 1949]. – 1 t. (s.p.) : il. – (Cuaderno de la alegre noticia)

3. Padrón, Silvia y Noel Castillo. "La Poesía inicial de Samuel Feijóo (1931–1942)". Signos (Santa Clara) 43:161–190, julio–diciembre 1996.

4. Ibidem.

5. En la edición de 1964 aparece la palabra Desdecha, lo que es un error. En otra versión de la décima, publicada en la revista Signos Nº 19, sep.–dic. 1976 bajo el título de "Gallo Campero", aparece la palabra Derecha. En Gallo campero (Libro de apuntes) se encuentra deshecha, la cual asumimos aquí.

6. FEIJÓO, SAMUEL. "Breve décima culta". Signos (Santa Clara) 5:175-208, enero-abril 1971.

martes, 8 de enero de 2008



Feria Internacional
del Libro
Cuba 2008
está a las puertas


Suceso cultural, que convoca anualmente a millones de cubanas y cubanos, se celebrará del 13 al 24 de febrero en La Habana y hasta el 9 de marzo en 40 ciudades del país

Por Magda Resik Aguirre
Tomado de Juventud Rebelde

El culto al libro y a la lectura como elementos esenciales en el camino de la emancipación humana y el desarrollo de una sociedad más plena será otra vez el animador de la Feria Internacional del Libro Cuba 2008, que se celebrará del 13 al 24 de febrero en La Habana y hasta el 9 de marzo en 40 ciudades del país.

Este suceso cultural, que convoca anualmente a millones de cubanas y cubanos, y a hombres y mujeres relacionados con el universo editorial y el arte y la literatura de todo el mundo, pondrá en circulación alrededor de ocho millones y medio de ejemplares y más de mil nuevos títulos, a los que se suman los saldos de años anteriores. Se trata de un aporte sólido a la ilustración de nuestro pueblo, cuyas expectativas de relación con las novedades editoriales y los clásicos de la literatura universal son proverbiales.

La cultura de Galicia —invitada de honor a esta XVII Feria—, en su notable y vasta historia de relaciones con el devenir cubano, estará presente en muy diversas manifestaciones artísticas y literarias. Al mismo tiempo, a dos escritores representativos de Cuba, Graziella Pogolotti y Antón Arrufat, merecedores del Premio Nacional de Literatura (2005 y 2000, respectivamente), se les dedicará esta edición de la fiesta del libro, ocasión en la cual saldrán a la luz nuevas propuestas de sus obras y reediciones de otras muy apreciadas.

Como es usual se desarrollará un programa profesional para editores, escritores, académicos, traductores y diseñadores; se analizará la ingente relación entre literatura y nuevas tecnologías, propia del mundo contemporáneo; se entregarán los más importantes premios nacionales del universo del libro y se sucederán espectáculos musicales, danzarios, teatrales, exposiciones de artes plásticas, exhibiciones cinematográficas... en ese diálogo intercultural que siempre propone este evento.

Para las niñas y los niños, este 2008 la Feria contemplará la apertura de nuevos espacios destinados al juego, el disfrute del placer de la lectura, los concursos y los espectáculos musicales y de teatro. En La Habana, el Pabellón Cuba y el Anfiteatro de la Avenida del Puerto se sumarán los fines de semana al ya tradicional Pabellón Infantil, que regresa al interior del recinto ferial en la otrora fortaleza militar de San Carlos de La Cabaña.

Para quienes asistan al capítulo habanero de la Feria se venderán anticipadamente más de 350 novedades editoriales en 44 librerías de la capital desde el 6 de febrero. También se sumarán a la venta de nuevos títulos y de saldos de ferias anteriores, desde el día 11 de febrero, el Pabellón Cuba, la Feria Agropecuaria de Rancho Boyeros, una gran carpa que estará en áreas del Parque 13 de Marzo, los centros recreativos de El Castillito, el Balneario Universitario y el José Antonio Echeverría, y el Palacio de Computación, sito en el Parque de la Fraternidad.

Las sedes no capitalinas de la Feria se dividirán esta vez en dos grupos: Occidente y Oriente. El primero estará conformado por las provincias desde Pinar del Río hasta Sancti Spíritus, y sesionará del 25 de febrero al 2 de marzo. El segundo abarca las provincias desde Ciego de Ávila hasta Guantánamo y sesionará del 2 al 9 de marzo.

Pero lo más representativo del espíritu que anima a los promotores y organizadores de la Feria, quienes intentan extender a lo largo del año y a la vastedad del archipiélago esta avalancha literaria, no es solo que llegará a centros de alta concentración juvenil, como universidades y unidades militares, sino también que en marzo, una vez concluido el evento en la región oriental, se iniciarán las miniferias del libro en los municipios no incluidos entre las 40 sedes. Además, en el mes de abril acontecerán las Ferias del Libro en la Montaña, en las nueve provincias pertenecientes al Plan Turquino.

El libro y la lectura, como podemos conjeturar, llegarán durante intensas jornadas a manos de sus cultores y serán recomendados por autores y editores, quienes en muy diversos territorios de toda Cuba disfrutarán el privilegio de encontrarse cara a cara con sus lectores.

Será una fiesta nunca antes vista, por el número creciente de sectores poblacionales a los que alcanzará la Feria y por el esfuerzo de nuestras casas editoriales e imprentas a lo largo del país, para colocar en circulación un volumen millonario de ejemplares. Ellos no saciarán del todo, pero mitigarán en mucho la sed de lectura que se evidencia en toda su magnitud durante estas fiestas literarias, cuando los libros giran en su órbita ideal.

domingo, 6 de enero de 2008




Voces
que se unen
par
a siempre




Por
Frank Castell
Tomado de Tunarte


Desp
ués de leer Casi todo, la noche y lo demás, me convenzo de que Argel Fernández Granado (Puerto Padre, 1963), es un poeta de voz profunda. Defiende lo más auténtico mediante el verso hábil y sonoro.

Escribir desde la búsqueda de una sensibilidad lejana de ornamentos es el orden de este singular cuaderno, un homenaje a la desaparecida Ada Elba Pérez, sin dudas una autora necesaria para el más exquisito lector.

Catorce sonetos y dos décimas retratan el espíritu limpio lleno de música con el que Argel traza sus imágenes. En el prólogo a esta edición, Olga Lidia Pérez resalta que ellos son dos poetas que nunca se conocieron pero que han sabido intimar en el fascinante misterio de la palabra.

A través de sus páginas se produce un alumbramiento, prolongación de una vida signada para crear. No es sólo glosar algunos versos de la autora de Fin del pájaro Sur, sino es re-descubrir el universo creacional, las preocupaciones existenciales y volver al origen, a Jarahueca, donde nació y donde cada año se recuerda la obra de Ada Elba.

Hay ecos tan profundos en las horas
que reviven tu nombre en los portales,
en las tablas y tejas ancestrales,
como el ciclo vital de las auroras.

Argel domina el endecasílabo y el alejandrino, los esgrime para concederle mayor resonancia a su discurso. Nada de artificios. Verso a verso, el sujeto lírico se desdobla e insiste en mostrarnos a una mujer sencilla, pero a la vez llena de mundo:

Sospecho que anduviste por caminos de duda
sin hallar el consuelo que da la comprensión.
Sé que un ángel sin rostro dio a tu cuerpo la ruda
mansedumbre del alba como compensación.

Casi todo, la noche y lo demás, publicado por la Editorial Sanlope, y que se presentara en la Feria Internacional del Libro, es una excelente idea, primero porque atraerá a quienes deseen acercarse y conocer un poco más la impronta de la poesía verdadera, la que nace desde el compromiso con uno mismo para llegar a todos libre e inmortal.

Sólo me queda concluir con Ada Fénix, texto que cierra con altura el cuaderno:

He visto el paraíso cotidiano,
rincón donde tú, Fénix, resucitas.
Conozco esa nostalgia donde habitas
y la costumbre de tu brillo arcano.
La noche material te acosa en vano,
porque frente al reloj no te desplomas,
y sobre Jarahueca así te asomas,
ave, sin 5to punto cardinal
de olvido, sin la prisa universal,
“en una ardiente lluvia de palomas.”