sábado, 8 de marzo de 2008


XVII Feria del Libro

Los tormentos
del sentido (poco) común

Por Pedro Péglez González

(Texto que obtuvo el tercer premio en el concurso nacional de reseñas, convocado por la Editorial Sanlope y dado a conocer el jueves 6 de marzo, en el espacio Flores del alma, como parte del programa de la XVII Feria Internacional del Libro Cuba 2008 en la ciudad de Las Tunas)



En un primer acercamiento a este libro, algún lector interesado y honesto, pero poco versado en los actuales meandros del caudaloso río decimístico cubano, podrá ser presa del desconcierto. Alguno, inclinado más a la superficie de las corrientes fluviales y no a los fondos que laten aun bajo las turbulencias, recogerá con desenfado el manto olímpico para calificarlo de hiperbólico y justificar su abandono de estas páginas. Y habrá, a no dudarlo —ya estamos a ello acostumbrados— quien encuentre asideros para persistir en su faena de execración y denuesto.

No hay que temer a ello, ni evadir el riesgo. Digámoslo sin ambages: Atormentado de sentido. Para una hermenéutica de la metadécima es un poemario difícil, como corresponde a un asunto sumamente complejo, cuya abundancia de sinuosidades revela, precisamente, la contemporánea magnitud de sus alcances: los desafíos del actual momento de la poesía cubana escrita en estrofas de diez versos.

El volumen (136 pp.) fue publicado en 2007 por la Editorial Sanlope —en una cuidada edición a cargo de un equipo encabezado por Alberto Garrido— a resultas de haber recibido el Premio Iberoamericano Cucalambé en su séptima edición (2006), por decisión de un jurado compuesto por Roberto Manzano, Alex Pausides y Enrique Saínz.

Su autor, Ronel González Sánchez (Cacocum, Holguín, 1971) —además de poeta, escritor para niños e investigador—, es suficientemente conocido por su temprana irrupción, merecidamente feliz, en la vida literaria de la nación, entrada tras la cual ha cosechado una notable nómina de premios y una abundante sucesión de títulos puestos en papel y tinta.

No me detengo, pues, en lo sabido, y tampoco soy yo quien va a reiterar las excelencias en forma y contenido ya justipreciadas por un tribunal de reconocido prestigio.

Lo que me interesa es lo que Atormentado… aporta al caudal. Poemario que juega —las más de las veces con guiño irónico, en ocasiones no fácilmente perceptible— con los patrimonios discursivos del ensayo, aparece cuando el proceso de revitalización de la estrofa iniciado a fines de los 80 y alzado a cotas significativas en la segunda mitad de los 90 y el primer lustro del nuevo milenio, comienza a acusar una recurrencia sospechosa de retoricismo que abusa de los procederes escriturales de la dominante cultural de la posmodernidad, en detrimento del temblor humano deseable en la expresión poética más perdurable. Un fenómeno, entre otras causales, prohijado por el desvelo de los escritores de décimas en borrar las virtuales distancias entre las estructuras “abiertas” del verso libre y las estructuras “cerradas” tradicionales. Aguas limpias que trajeron estos lodos.

En ese sentido, Atormentado…, tras la primera mitad del conjunto —que aborda tópicos de corte existencial, ontológico y sociológico ya antes tratados, aquí por supuesto con personalísima proyección— emprende desde el mediodía de sus páginas, y hasta el final, un “empeño intelectivo” —como tal lo calificó el propio Ronel en reciente entrevista— por evidenciar peligros (“también el arte se ahoga entre superlativos”, apunta en el título de uno de sus poemas) y desde las propias entretelas discursivas de tales riesgos, demandar un cambio estético para que el inmarcesible / paraninfo escritural / más que exceso de lo Real / sea carne de lo invisible.

Con su acostumbrado acierto, Roberto Manzano, en el prólogo, llama la atención sobre un ángulo de este empeño, después de calificar como una de las más audaces la exploración estética que ocurre hoy día en la décima cubana: “Los supuestos poetas de vanguardia no se enteran, ni tampoco los supuestos críticos. Y los poetas que ejercen con tanta creatividad y sabiduría esas rupturas dentro de la tradición se ven obligados a ser declarativos”. Pero “hay más allá” —para decirlo con palabras de César López en otro prólogo de otro libro merecedor del mismo premio—: este decimario de Ronel, a un tiempo, “declara” hacia fuera, hacia el ¿inconsciente? e imperdonable desconocimiento de las ganancias considerables que para la poesía del país han obrado los cultivadores de la estrofa, y “declara” hacia dentro los escollos que debe sortear el ya vigoroso movimiento decimístico cubano para no anquilosarse: Pero renombrar lo escrito / por la tradición vehemente / significativamente / implica anular el mito, / elidir el monolito / verbal y fosilizado. / Lo que puede ser nombrado / con palabras y abolir / la sospecha de existir / deberá ser renombrado.

Atormentado de sentido. Para una hermenéutica de la metadécima, pues, opera como una vuelta de tuerca para que acabe de estallar lo pernicioso del dispositivo en marcha. Y, desde la plena demostración de saber esgrimir incluso esas armas que ya apuntan a la decadencia, una interesante y necesaria convocatoria artística: Novedad: yo te conmino / a que te resemantices.

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