Con el cuaderno Extremaunción
La autora habanera Irasema
Cruz Bolaños mereció el premio colateral del Grupo
Décima al filo en el VIII
Concurso de décima escrita Toda luz y toda mía, en el Séptimo
Festival Internacional homónimo, en Sancti Spíritus
La poetisa Merari
Mangly (a la izquierda), presidenta del Grupo
Toda luz y toda mía, entregó el premio colateral del Grupo
Décima al filo a la autora habanera Irasema
Cruz Bolaños. Foto: Oscar Alfonso Sosa / ACN.
Uno de los galardones colaterales entregados
en el VIII
Concurso de décima escrita Toda luz y toda mía —cuya premiación se efectuó
en junio durante el Séptimo
Festival Internacional de esa agrupación con sede en Sancti Spíritus— fue
el premio del Grupo
Décima al filo para una obra escrita por mujer, y correspondió al cuaderno Extremaunción,
de Irasema
Cruz Bolaños. Integraron el jurado los poetas Miguel
Mariano Piñero, Antonio
Rodríguez Salvador (Chichito) y Pedro
Péglez González.
La
escritora laureada (La Habana, 1971) es poetisa y actriz, Instructora de
Arte en la especialidad de Teatro, Licenciada en Español y Literatura y graduada
del segundo
curso del Diplomado Historia y práctica de la creación poética (2004-2006).
Por su obra en versos ha obtenido numerosos reconocimientos y publicaciones,
entre estas últimas en el sitio Cubaliteraria,
con análisis de su poesía por parte de Roberto Manzano. Ha sido incluida en
las antologías Unidos por la poesía (Galicia, España, 2008); Otras
islas (La Habana, 2008); El ojo de la luz (Italia, 2009) y Espacio
mínimo (La Habana, 2009). Mantiene una muy activa
participación en espacios literarios, muchas veces como conductora. Mereció
el Premio
Luisa Pérez de Zambrana 2009 en poesía.
Es miembro
del Grupo
Ala Décima en su filial
de San Miguel del Padrón. Como intérprete teatral, ha tomado parte
destacada en el complemento
artístico de actividades de nuestra agrupación, y desde luego, como poetisa
ha leído sus textos junto a otros miembros del Grupo, en encuentros
poéticos con la población en plena calle, como La noche de los libros
y Lecturas en el Prado, y en la Tribu de la palabra, durante las Ferias del Libro.
En el 2008 formó parte de la expedición
al Turquino de un grupo de jóvenes poetas. Ha integrado también, entre
otros colectivos, el Grupo Contexto y sus acciones de poesía andante. Espacios
respaldados por el Grupo
Ala Décima la han tenido como escritora invitada, tal es el caso de la tertulia
Un té, un poema y una canción, en Guanabacoa, y la tertulia Indio Naborí, en San Miguel del Padrón. Integró
el jurado
del XII concurso nacional Ala Décima (2012). Mediante este enlace con
nuestros archivos, sus poemas Kamikazi
del estiaje y Monólogo del tarado.
Rara vez el tiempo yerra
y nos perdona. Me turba
su camisa, la recurva
del llanto pronto se aferra
al ruido de mi fe y cierra
la imagen parcial del lienzo.
Rara vez junto al incienso
acaricio tu retina
perfecta y la abulia fina
de Dios aún no la venzo.
Los días son de un bullicio
aparente. Se dividen
por sombras rectas que miden
las curvaturas del vicio
torpe, duro: el artificio
infalible. A veces mutan
alrededor mío. Enrutan
el aire al exordio. Rara
vez pienso en ti como vara
de sujeción cuando enlutan
los iniciados del templo
mi piel. Respiro profundo.
Pacto con el inframundo
mi voluntad y contemplo
lo que no fuiste. Qué ejemplo
le ocultas a los velámenes
oscuros y los exámenes
de conciencia ya no lucen
afines, solo traducen
algún grito y sus vejámenes.
I-1
Ni una vez diste mi nombre
para yo haberlo nacido.
Comparto con el aullido
la inquietud por algún hombre.
Cuando ya nada me asombre
de los cuerpos, los cobardes
tumores con sus alardes
y mentiras transitorias
vendré a la yerba con norias
a fragmentar esas tardes
de insomnios. Ya no me quejo
ni siquiera de las muertes
apócrifas y las fuertes
arremetidas del viejo
Centurión. Tal vez me alejo
hoy demasiado de mí.
Al bosque lo travestí
imperturbable, omnisciente.
Vivo la patria emergente
del silencio que parí.
I-2
Hay peste sobre la espora
del pabellón semiabierto.
Nos miramos y el acierto
es la sangre, alguien la escora
a hurtadillas, la perfora
y tú ríes por instinto
de supervivencia. Pinto
animales raros. Dios
toca el lienzo, serán dos
mutantes al laberinto:
la cruz oblicua, el ropaje
sardónico tras el atrio.
Dios, tú invocas junto al patrio
universo el fuselaje
omnímodo del estiaje
circundante. Por qué mientes.
Él paga por ti, lo sientes
nosotros, entre psicosis,
vemos tus metamorfosis
de ayunos como indulgentes
maniobras de una verdad
justa. Rara vez el metro
de mis hombros es el cetro
que hincas a mi soledad.
Mi nombre cobra humedad
a los muertos que me habitan,
se entrenan al filo, citan
de facto para no darse
tiempo. Mi nombre es anclarse
a siglos que nos tiritan.
II
Destino, tú me impusiste
esos mármoles de agua.
Tu vientre no fue la enagua
protectora del alpiste
entre dos islas. Pusiste
una red con cien hatillos
para que algunos martillos
torcieran la empuñadura
del sol. Lloré su estatura
atemporal. Los pasquines
rompieron calles, mis ojos…
me vi sola ante la cripta
versicular y proscripta
de los años. Los despojos
de mi carne, menos rojos
a intervalos y las sondas
febriles del pez son hondas
abiertas en mis punzantes
visiones. Yo fui del antes
un después en las redondas
advocaciones del Hijo.
Por qué sus clavos me niegan
libertades. Ellos riegan
turbulencias al prefijo
de la nube. El acertijo
no es la muerte ni los pujos
de Navidad. Los dibujos
del lienzo parten con prisa
a una inmanencia sumisa
que nos odia sin tapujos.
III
Despacio, por la escalera
minúscula del portal
Dios se vende tangencial
al círculo de la espera.
Pináculos y quimera
en las piedras del barranco:
leve trampa del estanco
que de improviso convulsa.
El Hijo sabe, no expulsa
al mercader de su flanco
más izquierdo. Disminuye
de a poco los estertores.
El Hijo tiene sudores
que un perdón no sustituye.
Duda si el dolor construye
álgebras más libres. Entro,
está ungido, muy al centro
de la diana. Dios, sí gime,
no de culpas, lo comprime
un centauro desencuentro.
Rara vez he sido rima
y tu Hijo, más tu lujuria
se reprime en la centuria
del éxodo. Aquella cima
sorprende, ya no se anima
a cruzar los clavos. Basta
de señuelos burdos. Hasta
dónde la audacia del Yo.
El lienzo decreta No.
El hijo huye iconoclasta.
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