Un poeta homenajeado
El Séptimo
Festival Internacional Toda luz y toda mía, cita de la agrupación
decimística homónima, celebrado en junio en Sancti
Spíritus, estuvo dedicado, como es costumbre, a dos creadores espirituanos;
en este caso fueron los homenajeados el improvisador Diosdado Naranjo y al
escritor Reinol
Cruz. De este último traemos un poema en décimas que gentilmente nos
facilitó.
Foto tomada de su página en Facebook.
Reinol
Cruz Díaz (Sancti
Spíritus, 1969) cuenta con numerosos reconocimientos en certámenes
provinciales y nacionales. Tiene publicados los libros La última puerta,
2001; Bajo el signo de los olvidados, 2005; y (A)tributos de la luz,
2011 (Ediciones Luminaria). Textos suyos, para niños y para adultos, aparecen
en varias antologías, así como en publicaciones periódicas.
MOTIVOS DEL LOCO QUE ANDA
Y DESANDA LAS CALLES DE UNA CIUDAD
Soy un caballero andante,
el Quijote de la esquina.
Sin adarga se adoquina
todo sueño galopante.
¿Dónde está mi Rocinante
que en silencio merodea
la ciudad? ¿Qué Dulcinea
en mi pecho se estremece
y una lámpara me ofrece
cada luna? Mi Odisea
no termina, devanea
porque no tengo corcel
ni fantasmas en la piel
cuando sube la marea
de los siglos. ¿Quién voltea
su destino a mejor suerte?
¿Quién se atreve? ¿Quién advierte
los molinos de su amada?
Como estoy falto de espada
llevo el corazón inerte
desde el sitio en que la muerte
va ganando su partida
entre máscaras. La vida
con la parca se divierte.
Mi estandarte menos fuerte
se diluye. Mi escudero
no divisa otro sendero,
nada sabe de doncellas.
Entre todas las estrellas
una guía al forastero
de la noche. Solo quiero
cabalgar la soledad
prisionero de mi edad,
ermitaño prisionero.
Soy el último guerrero,
polvareda en la contienda.
Me refugio en esta senda
milenaria. Me extravío.
En mi tiempo no confío.
El recuerdo es una ofrenda
para la razón. Me arrienda
la existencia su locura.
Puede ser una aventura
tanto fuero. No hay leyenda
que a mi inspiración le tienda
emboscadas. No me alcanza
la virtud como bonanza
que ensombrece mi memoria.
Vuelvo a remedar la gloria
de un orate. La esperanza
acontece en la balanza
de la incertidumbre. Valgo
la demencia de un hidalgo
en el filo de su lanza.
No me doy en alabanza
ni me ofrezco al desatino
de una fábula. Me inclino
por los predios de la fe.
Nada espero, nada sé,
nada acecha en el camino
de un iluso. Mi destino
avizora una derrota.
¿Qué farándula me agota
bajo un yelmo clandestino?
La cordura es un molino
convirtiéndose en gigante.
¿Quién me aguarda? ¿Rocinante?
¿Dulcinea? Como un Cid
torna el juicio en adalid
a este caballero andante.
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