Entrevista
a Lorenzo Suárez Crespo
Desde
Pinar del Río, nos envía el hermano poeta Lorenzo Suárez
Crespo este interesante material, publicado inicialmente en el periódico Guerrillero, bajo la firma de Susana Rodríguez Ortega
Lorenzo Suárez Crespo, escritor y promotor cultural. Foto: Cortesía del
entrevistado.
Homenajear
a los campesinos en su día es el propósito de este trabajo inspirado en la
décima: un signo de identidad cultural anclado muy fuerte a la tradición
guajira de los cubanos.
A
bordo de navíos españoles llegó la décima a las costas de Cuba. Cuentan que
viajaba en la garganta y la memoria de alarifes (maestros de obra, albañiles,
carpinteros y ebanistas) andaluces que añoraban enrumbar su vida en la Isla.
Aquí plantaron la estrofa de 10 versos octosilábicos, como si sembrasen la
semilla de un árbol robusto.
La
“viajera peninsular” quedó prendada del campo cubano y el campo a su vez se
enamoró de ella; la obsequió con cantos de pájaros, mañanas verdes y el aroma
de los mangos y las guayabas maduras. “Vueltabajo fue uno de los territorios
donde se instaló la décima como consecuencia de la migración canaria, originada
desde los predios habaneros en la segunda década del siglo XVIII, debido al
Estanco del Tabaco y a la persecución y masacre que sufrieron los cosecheros
por parte de las autoridades coloniales españolas. A estos lares se
trasladarían los vegueros en busca de tierras pródigas para sus cultivos”,
explicó el escritor y promotor cultural Lorenzo Suárez Crespo.
La
“estrofa mágica” se cantó primero en las iglesias con acompañamiento del tiple
de Canarias. Luego tomó parte en celebraciones domésticas y guateques
campesinos, donde se le incorporaron las sonoridades del tres, el laúd e
instrumentos de percusión menor de origen africano como las claves, el güiro y
el guayo, surgiendo de este modo el fenómeno cultural conocido como El punto
cubano.
Los
poetas populares han elegido a la décima como un modo de expresión literaria
por excelencia. Muchos de ellos han enriquecido el imaginario pinareño con su
gracia natural para crear imágenes plenas de lirismo. Entre ellos podríamos
mencionar a Agobio Hernández Padrón, natural de Sumidero, Minas de Matahambre.
A este juglar alegre y vivaz le gustaba ser llamado “El canario de occidente”,
pues era de raigambre española. Tenía una filosofía de la vida muy hermosa y
resaltaba en sus décimas valores como la hospitalidad y el sentido de
pertenencia. Sobre el lomo de su yegua se trasladaba de un sitio a otro y gustaba
de recitar para los lugareños con que se topaba por el camino.
Otro
destacado improvisador fue Celestino García. Su formación era autodidacta, pero
podía manejar desde los temas más sencillos hasta los más profundos.
“Sin
más escuela que las canturías, los guateques, las verbenas, las fiestas de los
bandos, las infinitas controversias y una vida para nada sedentaria, a pesar de
que tuvo hogar, esposa y cuatro hijos, Celestino fue gallo fino que conmovió el
ruedo de cualquier sitio donde plantó batalla contra los más disímiles
oponentes; siempre con la gracia, la suspicacia y el arraigo criollo que lo
caracterizaban”, apuntó Lorenzo Suárez.
La
Casa de la Décima Celestino García, institución cultural enclavada en el
consejo popular Celso Maragoto en la ciudad Pinar del Río, honra con su
quehacer la memoria de este hombre, catalogado como “El rey de los versadores”.
La
gente de pueblo también recuerda con admiración a Aniano Coro, campesino de la
zona de Herradura que hacía humor a través de sus rimas y a Benito Hernández
Cabrera, “El cantor del Valle”, cuya poesía evoca el ambiente bucólico de
Viñales, la belleza natural de este paisaje y el amor por su terruño.
La
riqueza de la décima radica quizás en su extraño poder de adaptación, esa
capacidad de atemperarse a todos los contextos y tiempos cual si fuera una
invención contemporánea y no una creación poética de varios siglos de edad.
Juan Rodríguez Cabrera y su hija Anabeivi Rodríguez Álvarez. Foto: Susana Rodríguez.
Con
dos poetas repentistas conversé hace unos días: Juan Rodríguez Cabrera
(Juanito) y su hija Anabeivi Rodríguez Álvarez, originarios de San Juan y
Martínez.
“Mi
abuelito materno me cargaba sobre sus piernas y comenzaba a improvisar acerca
de los temas más diversos para entretenerme. Yo le oía recitar y me fascinaba
aquello. Fue así como con seis o siete años empecé a hilar mis primeras rimas;
pero mi hija tuvo un comienzo aún más temprano”, me contó Juanito.
–¿Cierto,
Anabeivi?, le pregunté a la muchacha.
–A
los tres añitos, aseguró ella.
“Voy
a narrarte la historia completa”, prosiguió el padre. “Nosotros vivíamos en un
asentamiento bajo y mi abuelo, en la punta de una loma. Un día fui a visitarlo
con la niña chiquita. Ella estaba cansada e insistía en que la cargara.
–Camina,
Anabeivi, le ordené. Yo quería que caminara; fue entonces cuando me sorprendió
con sus primeros versos:
–Papi
te voy a decir/ que me cargues un ratico/ o me monto en un potrico/ y te
enchucho a Oniesis Gil.
“Oniesis
es un poeta amigo de la familia a quien constantemente mencionábamos en casa
por sus dotes como improvisador. Muchas veces Anabeivi nos vio cantar juntos,
de ahí lo conocía. Cuando escuché a mi pequeña decir aquello, tan graciosa, la
tomé en brazos y la cargué el resto del trayecto como pedía: ‘Me acabas de
enseñar un tesoro, mi´ja‘, le dije y a partir de ahí empecé a trabajar con ella
y a enseñarle todo cuanto sabía”.
“Papá
ha sido mi guía por este mundo de la décima improvisada. Me siento orgullosa de
seguir sus pasos”, confesó la muchacha, quien estudia contabilidad en el
politécnico de San Juan y Martínez.
“Voy
a cumplir 18 años y nunca he sentido complejo de lo que hago, aun cuando son
otras las músicas que prefieren los jóvenes de mi generación. Todos mis
sentimientos los expreso a través de la décima: cuando estoy triste, cuando
tengo alegría… Pienso que ser poeta es una manera de vivir. El poeta no es
vulgar, grosero o hiriente; no discrimina ni a los guajiros porque sabe que lo
que defiende viene del campo y busca las palabras más bellas para traducir el
mundo”, concluyó.
La
defensa de la décima es el derrotero común de Juanito y Anabeivi. Se trata de
un lenguaje de amor heredado de sus ancestros, un sello de identidad que llevan
prendido muy adentro, en ese sitio invisible donde se hallan las raíces de una
persona.
Al final de nuestra entrevista, les pedí a ambos que
improvisaran acerca de cómo ven ellos a la “estrofa nacional” y este fue el
resultado:
(Anabeivi)
La décima es una niña
con
peinetas de instrumento,
(Juanito) que pasa a través del viento
adornando la campiña.
(Anabeivi)
Usa coronas de piña
como
guajira que es
(Juanito) y puede ser a la vez
criolla como la huida
(Anabeivi)
de la tórtola perdida
de
Jacinto Milanés.
Versión
original en el periódico Guerrillero:
EN NUESTROS ARCHIVOS:
Lorenzo
Suárez Crespo (Bahía Honda, Pinar del Río, 1943) Emblemática figura de la
poesía en décimas en la provincia. Licenciado en Literatura y Español. Cuenta
con una amplia trayectoria de trabajo cultural que le valió en 1999 el Premio
Nacional de Cultura Comunitaria, numerosos premios literarios y varios libros
publicados, entre los cuales tiene un peso considerable la poesía para niños.
En el 2012 recibió el Premio
José Vasconcelos, otorgado por el Frente
de Afirmación Hispanista de México. De su autoría puede ver mediante estos
enlaces los poemas La
rosa y el pincel, Definición,
¿Por
quién doblan las campanas?, así como otras tres décimas de su poemario La
brújula del viajero. También, su comentario
sobre el decimario Con mi guitarra de invierno, de la doctora
Lourdes de la
Caridad Gutiérrez Álvarez, publicado por la Editorial Loynaz.
Lorenzo es un destacado colaborador de este sitio, al que mantiene informado
sobre las actividades de la pinareña Casa
de la Décima Celestino García; entre ellas, las tributadas a los fallecidos
José
Miguel Mederos y Polo
Montañez.
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SOBRE EL AUTOR:
SOBRE ESCRITORES DECIMISTAS DE ESTA PROVINCIA:
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