domingo, 2 de junio de 2019

Queriendo bien a la décima


Comentario sobre el libro
Con diez que se quieran bien


A pesar de que cualquier manual de redacción periodística recomienda no comenzar (ni terminar) los textos con largas citas, no puedo sustraerme de pedir prestado un extenso párrafo al Maestro Roberto Manzano para iniciar esta reseña:

«Si hay un nombre del campo poético cubano que reúne en su vida y obra toda un área de creación, capital para la justicia y el entendimiento global de la escena lírica cubana actual es el de Pedro Péglez González (La Habana, 1945). No solo es uno de los cultivadores de la décima escrita esenciales de los últimos tiempos, sino también su promotor más leal y eficaz. Disfruta de respeto y admiración en todo el país y mucho más allá del país (…). Nadie tan autorizado (…) para hablar de las circunstancias, los valores, las figuras, las maneras, los obstáculos, las ganancias, los itinerarios y los horizontes de la extraordinaria poesía que se ha escrito en décimas siempre y ahora mismo entre nosotros».

Con la habitual capacidad de síntesis del extraordinario poeta y educador que es, Manzano introduce así el que considero plato fuerte de Con diez que se quieran bien. Acercamientos a la actual décima escrita cubana (Editorial José Martí, 2017), una entrevista en la que, aprovechando las sagaces preguntas del pedagogo, Péglez desarrolla, con profundo calado ensayístico, su visión sobre la creación decimística en nuestros lares, a la par que confiesa, casi disculpándose por hablar de sí mismo, su apuesta vital por esta forma creativa.

Además de ese enjundioso diálogo, publicado originalmente en la revista Amnios, y ahora colocado con inteligencia como cierre del libro, Con diez que se quieran bien… reúne comentarios, miniensayos y reseñas publicados por Péglez desde la década del 90 hasta la actualidad, para dar cuenta de la ruta existencial de la estrofa, esa que, según dicen que dijo José Fornaris, constituye el molde poético consustancial a nuestro pueblo. No en balde refiriéndose a esta hechura lírica, la también poetisa y académica Mirta Aguirre sintetizó, en versos que a juicio del erudito Virgilio López Lemus valen por un ensayo: «porque ella nació primero/ y nuestro pueblo después».

Un motivo recurrente en la extensa e intensa creación lírica de Péglez es el del abad y la abadía. Quien se asome a las líneas de este volumen podrá advertir, como en un recogimiento de alma, que eso ha sido para el autor su devoción por la décima: una fecunda misión de monasterio, en la que, como buen padre, ha ido sacrificando todo, especialmente su tiempo, en función de que irradie más allá de cualquier frontera el sol rotundo de la «viajera peninsular».

Sin estridencias, sin poses, «sin llamar al mundo para que lo vea», como reza el precepto martiano, este Poeta de figura diminuta y recia estirpe, ha ido labrando un campo de análisis en torno al complejo artístico-cultural (como él prefiere denominarlo) de la creación en estrofas de diez versos. Y dicho campo, con surcos visibles en el la página cultural del semanario Trabajadores y en el sitio web Cuba Ala Décima, que ahora, gracias al libro, podemos apreciar de conjunto, pone al descubierto los principales frutos y las poderosas malezas que día a día enfrentan los que aman la forma expresiva que dignificó Jesús Orta Ruiz (el Indio Naborí), en el siglo XX. No en balde a esta figura tutelar está dedicado el volumen.

Dentro de los núcleos conceptuales diseccionados por Péglez destaca el que ha denominado: revitalización de la décima escrita cubana contemporánea, proceso que, considera, se extiende desde la década del 80 del pasado siglo hasta nuestros días, con periodos de mayor intensidad que otros, pero siempre en espirales ascendentes y gananciosas para la poesía cubana toda.

No escapan al ojo clínico del analista las esenciales figuras, instituciones, eventos y movimientos que, al interior del citado complejo, han ido multiplicando en más tres décadas el radio de acción de la décima, como tampoco las fuertes barreras de prejuicios, olvido, utilización instrumental-propagandística y falta oportuna de promoción y jerarquización que ha debido vencer esta vertiente del lirismo.

De igual modo el libro es valioso testimonio de la sorda lucha entre «el fantasma del menosprecio con que cierta zona de la intelectualidad cubana ha tratado históricamente a nuestra estrofa» y el «terco amor» de otra zona de los intelectuales: quienes la cultivan y/o defienden. Entre estos últimos destaca, singularmente, la fraternidad que define al movimiento agrupacional de los escritores, cualidad que —bien razona Péglez—, se traduce en enriquecimiento espiritual constante.

Y si alguien puede dar fe de ese enriquecimiento es él, porque conoce y ha apoyado como ningún otro cultor o investigador, desde el más minúsculo taller literario decimístico en un municipio intrincado del país hasta los más refulgentes eventos, con carácter iberoamericano, que incluyen a la estrofa. Aunque no lo diga, porque un abad nunca menciona su propia cosecha, la agrupación que él dirige, el Grupo Ala Décima, así como el concurso anual auspiciado por este —entre los más prestigiosos del panorama literario del país— y, especialmente, el mencionado espacio en Internet: Cuba Ala Décima, con más de 4000 reseñas sobre este cauce creativo —mayor reservorio de información digital al respecto en Iberoamérica—, constituyen baluartes insoslayables a la hora de hacer balance de lo que ha sido y podría ser la forma elevada por Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé) en el siglo XIX cubano.

Periodista y actual Jefe de Redacción del periódico de la CTC, militante antidogmático del pensamiento emancipador, historietista, bardo multilaureado en concursos (con dos Premios Iberoamericanos Cucalambé en su currículo), hombre y amigo respetado en tertulias y espacios de pensamiento y poesía a la largo de la Mayor de las Antillas y allende los mares, Péglez debía tener publicado hace mucho, entre su ya amplia bibliografía, este volumen. Por tanto, es de agradecer hondamente a la Editorial José Martí que haya hecho, al fin, justicia poética con darlo a la luz, aun cuando sea en letra diminuta y con papel de tan mala calidad.

Y no digo más, que un reseñador solo debe re-pasar algunas señas. Cierro, como abrí, con una máxima del profesor Manzano, a la que se afilia naturalmente Pedro Péglez González: «La mejor poesía es querernos». Con diez… son páginas para eso, para querer y querernos.


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