Sobre un
libro premiado de Garrote
Tomado de Trabajadores
Lo que me
cautivó de este decimario, durante la primera lectura, fue su elegancia. Con Memorial del pulso, el reconocido poeta Juan
Carlos Garrote y Gil (San Nicolás de Bari, actual provincia de Mayabeque, 1951-2019) conquistó en 1997 el
Premio La Habana, según veredicto de un jurado integrado por estudiosos de
larga trayectoria: Virgilio
López Lemus, Ana
Núñez Machín y Fermín
Carlos Díaz.
El libro
—dado a la luz por la Editorial
Unicornio en el 2000— ofrece un conjunto de textos, la mayoría en una sola
estrofa, que pudiera asumirse como un único y amplio poema, una sucesión que
canta toda a la esperanza, a la apoyatura en sus latidos, con un muy propio
menaje filosofal que tiene fuentes en la sabiduría popular de tierra adentro,
para afrontar los conflictos vivenciales inherentes a la vida humana:
Me visto de
un mar abierto
de sonrisas…
¿En qué puerto
conseguiré mi
carena
de asombros,
quién me condena
al asalto de
lo incierto?
La fuerte
tradición de la oralidad decimística que reina en las llamadas provincias
habaneras (hoy Mayabeque y Artemisa)
contamina para bien estos decires latientes en la escritura de Garrote:
PENSARES
Otra palabra
se fuga
de los labios
del orate.
El ciervo
herido combate
cuando la
muerte madruga.
La vida es
como una arruga
filmada en
cámara lenta.
Lo mediocre
se sustenta
desovillando
presagios.
No sólo de
los naufragios
mi océano se
alimenta.
El sujeto
lírico advierte, eso sí, que no hay braceo posible sin asumir los riesgos:
De amar las
aguas percibo
la dimensión
de la sed.
Salgo a
recoger mi red
y soy el
primer cautivo.
La inmersión
donde me exhibo
ningún alarde
propone.
Si la muerte
predispone
tal vez
auxilie la suerte.
Agua
es agua y muerte es muerte
no gana quien
no se expone.
Resistencia
es una palabra que tal vez no aparezca en Memorial
del pulso, y tampoco me importa mucho si aparece o no. Resistencia, ese
vocablo tan gastado por el uso y abuso del discurso sociopolítico
contemporáneo, emerge aquí, de la lectura de estas décimas, en su valor
prístino, y por lo tanto emerge como si fuera nueva, como patente de corso
ineludible para dar el rostro a la existencia.
Este es un
poemario para volver a él más de una vez, en busca de armas espirituales para
la brega cotidiana. Tras el recurso sentencioso que vertebra el volumen, Juan
Carlos Garrote y Gil nos legó aquí —sin olvidar el resto de su obra—
latidos muy favorecedores para el pulso con la vida a que el ser humano se ve
obligado para adelantar sus pasos.
Versión
original en Trabajadores:
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