Con Pucho por los sagrados
territorios de la poesía
Semblanza expuesta en la tertulia de la Filial del Grupo Ala Décima de Velasco con motivo del cumpleaños 80 del poeta, en agosto del 2017
Pucho (a la izquierda) con los poetas Marcelo Leal y Gilberto Fernández, el día del homenaje de la tertulia.
Por Agustín Serrano Santiesteban
Presidente de la Filial del Grupo Ala Décima.
Foto tomada de su blog aserranoss
Gilberto Justo Cruz Rodríguez (Las Bocas, Gibara, 6 de agosto de 1937). Poeta, narrador e historiador. Miembro de la UNEAC. Tiene publicados varios libros de poesía, entre los que se destacan: “Motivos”, “Sobre un viento de recuerdo”, “Transeúntes del tiempo” y “Un punto en la lejanía”. Premio Cucalambé de las provincias orientales. Premio Nacional Uneac-ANAP en Décima. Con diversas publicaciones en Cuba, Chile, Estados Unidos, Venezuela y en Antologías de Cuba y el extranjero.
Para nosotros, Pucho, padre, defensor y devoto de la décima, a quien algunos ilusos han pretendido tildar de paisajista, de poeta bucólico, sin haber hecho un análisis profundo de su obra.
No pretendo en estas pocas reflexiones hacer un estudio para refutar esos falsos criterios, solo quiero caminar por los territorios de la décima, como diría el buen amigo Renael González Batista, escritos por este juglar velasqueño, a quien me unen fuertes lazos de amistad.
Al decir de Ronel González: “La publicación, en 1988, de Motivos, cuaderno de décimas de Gilberto Cruz Rodríguez (Velasco, 1937); es el hecho que tomamos como punto de partida para argumentar la fuerza alcanzada por la décima en Holguín en la década final del siglo XX, porque ese libro marcó el nacimiento de lo que consideramos un verdadero movimiento de decimistas en Holguín.
Es Motivos a mi entender el cuaderno que lleva la décima holguinera a un reconocimiento a nivel de país por las circunstancias de su publicación y es a la vez un punto de referencia para varios autores, entre los que me cuento con mucho orgullo.
En él hay décimas antológicas como:
CANDIL
Candil de humo pertinaz,
Cilindro de lata oscura,
Tu mecha quemo una dura
Historia de muy atrás
A la memoria, fugaz
Llegan tus lumbres inquietas,
Lo mismo que las siluetas
Que con tu llama tiznaste,
En los años que alumbraste
Sus noches analfabetas
TABURETE
Taburete, criollo asiento
De cuero crudo y madera,
Donde le puse a mi espera
Rutas con el pensamiento
Razón por la cual te siento
Tan íntimamente mío
Que no olvido el tiempo frio
De aquella época mala
Que fuiste un lujo en la sala
De mi modesto bohío.
Y EN EL PARQUE
Subí hasta el parque a pasear
Por darle al aburrimiento
Por lo menos un momento
Algo nuevo en que pensar.
Me sorprendió contemplar
Tantos rostros compartidos
Por los bancos repartidos
Que animosos conversaban,
Pero todos los que estaban
Me eran desconocidos.
Pensé estar equivocado
Y que el parque no era aquel
En que refugiara en él
Mis noches de enamorado.
Tan extraño, transformado
Lo vi que me entristeció
Hasta mis ojos subió
La realidad del lugar,
Y el parque me hizo pensar
Que allí el extraño era yo.
No encontrará en Motivos un monólogo descriptivo del paisaje, espacio en el que algunos, por suerte los menos, han querido encarcelar a Pucho, encontrará como algo novedoso en algunas décimas la ruptura de la estructura formal de la espinela y junto al óleo de la palabra que dibuja de manera espléndida el paisaje, hallará la filosofía de la vida, la niñez, la juventud, las tradiciones, el dolor, las frustraciones, el amor, en una muchacha de senos duros, que se juntan y como puñales de punta se clavan en la brisa; o en otra que pasa de largo y le deja un sabor amargo en el corazón, y aparece en algunas décimas la ruptura de la estructura formal de la espinela.
En 1989 llegaría “Surcos azules”, ganador de uno de los premios regionales de décima "Cucalambé" pero que lamentablemente no fuera publicado pues en aquel momento el concurso no se comprometía con la publicación de la obra ganadora.
En 1990 se publica “Sobre un viento de recuerdos”, premio de la Ciudad de Holguín en Décima, cuaderno con un mayor grado de madurez y oficio, donde el poeta revive en sus décimas el pasado y redescubre el paisaje con una nueva mirada, donde el árbol lleva un sueño de clorofila que quiere llegar al cielo bajo cuya frente el arcoíris se pinta. Donde el poeta vuelve a la semilla, a la lluvia que es una lágrima abierta sobre la sed de la huerta, a la melancolía por el día perdido en las luces que se apagan, a la ciudad donde los maniquíes le saludan con su sonrisa de yeso, al tiempo que va en silencio llenando de nostalgias cada arruga y al amor:
El pueblo todo vestido
De domingo para fiesta,
Y tu mirada en la puesta
De un sol que apenas se ha ido.
Tu voz llegando a mi oído
Dulce como una campana,
La tarde se hace liviana
A sacrificio de muerte,
Y van mis ojos por verte
Desde el parque a tu ventana.
Pero ya no estás en ella,
Ni en el parque ni en la calle,
Es triste cada detalle
Que no conserva tu huella.
Todo es distinto, se mella
El filo del viento y pasa,
Mi paso lento retrasa
La realidad que se asombra,
Cuando creí ver tú sombra
Sentada frente a la casa.
Después vendría “Transeúnte del tiempo” en 1992 que lamentablemente no pudimos consultar por problemas de tiempo y por no contar con un ejemplar del cuaderno.
De su más reciente cuaderno de décima y sonetos “Un punto en la lejanía” sólo repetiré si me lo permiten las palabras que leí en la presentación de este y que titulé:
LA LEJANÍA QUE NOS ACERCA
Un hombre llega a un lugar/ tranquilo, que ya no existe, /recuerda, se pone triste/ al ver los años pasar./ Sabe que para empezar/ no le alcanzan los antojos /y reprime sus enojos / cuando comprende, al final,/ que el tiempo en trampa mortal/ le ha puesto viejos los ojos./ Con este maravilloso preludio abre sus puertas el poemario Un punto en la lejanía, que viera la luz en junio de 2003, en la Colección Comunidad de Ediciones Holguín.
Un punto en la lejanía es para Gilberto la gran obra de su vida, el cuaderno cuenta para suerte con un sintético pero atinado prólogo de Renael González Batista, a quien pedimos permiso para citar algunas de sus palabras: “Abrir este libro es encontrar un mundo de colores y sonidos; un mundo que aún no existe, pero que se va en una carreta de sueños, llevada por bueyes amarillos de la infancia que vio el poeta y aún ve… poeta que aprendió a serlo en las aulas de la tierra, donde sembró semillas y ahora recoge una nueva cosecha”.
Pucho es capaz de reconocer y demostrarnos a través de estas décimas y sonetos la existencia real de un momento de la vida donde el alud de sensaciones y recuerdos que llevamos dentro, viene a desbordarse ante nuestros ojos para hacernos saber que el tiempo ha pasado y, como en este caso, vale la pena dejar esta huella con palabras hermosas, sencillas, sinceras, de un lirismo auténtico para felicidad de las presentes y futuras generaciones de lectores.
Un punto en la lejanía no es una excepción y temas como el amor, la vida, la muerte, el paisaje, la nostalgia y la propia filosofía del poeta no faltan. Hay voces incansables desde el silencio que lo llaman, lo toman de la mano y lo conducen por el entorno familiar donde la casa de los abuelos reta al tiempo con sus rojizas tejas, en un viaje del presente al pasado y viceversa, donde el poeta juega con el tiempo y nos transporta inesperadamente y nos hace vivir junto a él, parte de esa vida que nos canta. Caminante y soñador recorre los fértiles campos de la niñez, la infancia triste sin amapolas, ni reyes magos, de tiempos que para suerte de todos fueron borrados del paisaje cubano hace ya muchos años.
No encontrará en esta obra el uso abusivo del encabalgamiento, salvo en casos que realmente lo ha considerado necesario, ni un lenguaje académico, ni cambios estructurales de la estrofa, con excepción de su décima Limonero donde el primero, el cuarto y el quinto verso de cada décima tienen solamente cuatro sílabas.
El patio donde corría de niño, la elegía triste por lo que no pudo ser realidad, la presencia de su madre que ya no pasa por los rincones de la casa, ni besa su frente, viven en su recuerdo y constituyen inagotables fuentes que lo impulsan a escribir.
El poeta sabe que, en los parajes del niño que perdió, la vida sigue andando como años atrás y se multiplica en otros niños que ven renacer el árbol sin vida con el verde de la enredadera, sabe que aunque la tarde se quede silenciosamente muda, las aves seguirán su rumbo en el cielo, las olas continuarán golpeando en la playa con su música milenaria y Gibara seguirá vestida de novia eternamente a las orillas de la mar.
Comentario aparte merecen su novela en décimas y sus décimas humorísticas.
De su novela en décimas “Cuando la noche termina” que vimos nacer y crecer día a día, hablaremos en algún momento futuro, es una obra monumental, conseguida con mucho esfuerzo, con mucha paciencia, con mucho amor.
De sus décimas humorísticas puedo decir sin temor que son excelentes y que cuentan con numerosos admiradores, no solo en el círculo popular, sino en las esferas intelectuales de la UNEAC, incluso en aquellas que dicen que los poetas falsos se escudan en la rima, de ellas una muestra genial:
EL COJO.
Un cojo con una inmensa
Necesidad de encontrar
Otro cojo similar
Puso este anuncio en la prensa.
Cojo derecho que piensa
Encontrar por esta voz
Cojo izquierdo que por Dios
Quiera con juicios sensatos
A ver si un par de zapatos
Compramos entre los dos.
Mención aparte merecen sus décimas de amor, muchas de ellas recogidas en una propuesta que aún no ha visto la luz y que lleva como título Melancolía, donde Pucho nos habla del gran amor de su vida, ese que tal vez no se ha consumado totalmente, pero que en algún lugar de la esperanza, que en algún lugar del futuro está esperando al poeta, para recibirlo en los años que le queden de esta vida o en las futuras vidas que le corresponda por vivir, un amor intenso que no ha dejado que se apaguen en su ya maduro corazón los fuegos voraces de los anhelos y pasiones de la juventud, un amor que al decir del poeta que aunque no sepa cuando desde su silencio seguirá esperando todo el tiempo preciso que tarde en llegar.
TE BUSCO
Te busco aquí, entre las cosas
que ya no tienen sentido;
en la tarde que se ha ido
con sus nubes presurosas;
en las viejas mariposas
que dejaron de volar;
en el sueño sin llegar
de aquel instante de antojos,
que te fuiste de mis ojos
por una esquina del mar.
HABRA UN DÍA
Habrá un día, un simple día
distinto a todos, vendrás
del sitio donde ahora estás
llenando una lejanía.
Será entonces la alegría
del encuentro y de existir.
Nos sentaremos a oír
sin reproches en la voz,
todo lo que entre los dos
se nos quedó por decir.
Amigos, he tratado de acercarme, hacia un mundo maravilloso de la poesía que Pucho generosamente ha regalado para el placer y el enriquecimiento de nuestra cultura y nuestros sentimientos, visite las páginas de sus libros y viaje con su autor, acompáñelo en sus nostalgias y alegrías, en la vida y la muerte, vale la pena hacerlo.
Amigo
Gilberto, los velasqueños, los gibareños, los holguineros, los cubanos, que te
conocemos y hemos tenido el honor de disfrutar tu obra, te deseamos toda la
suerte del mundo, mucha salud y lucidez, para que la luz de tus palabras y tus
versos siga iluminando nuestro camino y señalando al futuro, muchas felicidades
en tu próximo ochenta cumpleaños, que Dios te dé muchos años más y te mantenga
con esa agilidad, con esa energía, con esos deseos enormes de vivir y servir a
la patria y a tu pueblo.
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