Una crónica y un poema
El destacado poeta Alexander
Besú Guevara (Niquero, Granma, 1970) ha merecido numerosos reconocimientos, y entre ellos se encuentra el Premio
Iberoamericano de la décima escrita Cucalambé 2007 con el poemario Bitácora de la tristeza. Tiene una
amplia nómina de libros publicados y es presidente
de la Filial
provincial del Grupo Ala Décima en Granma. Desde su página de
Facebook, a propósito de la
compleja situación que atravesamos por la epidemia de la COVID-19, Besú ha
enviado a sus compatriotas este hermoso mensaje, constituido por una crónica y
un poema en el formato del romance, tan cercano a la décima:
CRÓNICA PARA TIEMPOS DE RESISTENCIA
Para mí, la palabra pandemia siempre ha estado encerrada en los libros de
historia. En mis lecturas supe de grandes desastres virulentos que azotaron a
la humanidad, como la Plaga de Atenas que surgió durante la guerra del
Peloponeso, el Tifus que diezmó los guerreros de las Cruzadas, la Peste Negra
que azotó a Europa en el siglo 14, o el Sudor Inglés de la Inglaterra del siglo
16, mucho más temido que la Peste Bubónica, por solo citar algunas. Pero
siempre fueron eso: calamidades epidemiológicas del pasado que permanecen allí,
en las páginas de los libros, empolvadas, lejanas en el tiempo, como tristes
reliquias en las vitrinas del recuerdo.
Hasta que el SAR-COV2, el virus responsable de la COVID-19, llegó no solo
para rectificar que las pandemias no entienden de épocas ni de historia, sino
también para demostrar su intención mortal y para limitar, o casi borrar, las
muestras de afecto en las relaciones personales. Sí, porque en la lucha por
evitar su vertiginoso mecanismo de contagio debemos postergar las emociones, y
prescindir de los contactos directos, y de todas las expresiones afectivas que
han decorado desde siempre las relaciones humanas. Y es duro, porque, ¿cómo
explicarle a un niño, al que hemos educado siempre en el amor y la camaradería,
que no debe extender su mano para saludar, que los abrazos son peligrosos, o
que en un beso puede andar escondida la muerte?
Es duro y triste, pero es también necesario. Digo más: es urgente y
decisiva esta gestión, si sirve para frenar la expansión del virus homicida. En
cortar todos sus caminos debemos concentrar nuestros esfuerzos. Cada ciudadano
debe interiorizar esta necesidad y actuar en consecuencia con su importancia y
con su premura. Cada uno de nosotros tiene un poder en nuestra actualidad para
protegernos a nosotros mismos, a nuestras familias y a la sociedad: tenemos la
potestad de luchar por no engrosar la infortunada lista de infectados, de
negarnos a convertirnos en un eslabón más en la fatídica cadena de
contaminaciones de esta enfermedad. ¿Cómo? Con nuestra conducta.
De los libros antiguos extraigo una frase de Alejandro Magno que tal
parece dicha para estos tiempos grises: “De la conducta de cada uno, depende el
destino de todos.” Para eso hace falta un pensamiento responsable y solidario,
una alta percepción del riesgo y una conciencia cívica y social frondosa y
humanitaria. Dejemos a un lado las acciones mezquinas e imprudentes, los
comportamientos egoístas y especuladores; y unámonos en el ejercicio coherente
y comprometido de acatar con disciplina las orientaciones de nuestras
autoridades sanitarias y de cumplir las disposiciones de nuestros gobernantes
con una actitud consecuente con los tiempos que vivimos.
Si tengo que encerrarme en casa y dejar de verte, lo haré por tu bien y
el mío. Si tengo que esconderte mi sonrisa tras una mascarilla o sustituir con
un toque de codos el cálido apretón de manos, lo haré por protegerte y
protegerme. Si tengo que negarte mi abrazo o mi beso cotidiano del saludo, lo
haré para salvarte y salvarme. Y tú harás lo mismo. Inventaré un gesto para
decirte que te quiero, que sigues siendo mi amigo o mi amiga, mi entrañable
vecino o vecina, mi colega, mi compatriota. Formaré con los dedos de mis manos
un corazón en la distancia y te sonreiré con los ojos, o cerraré mi puño
alzando el pulgar, para hacerte saber que mis cariños siguen intactos, solo que
no puedo expresarlos por la forma tradicional, hasta que lleguen tiempos
mejores, hasta que juntos derrotemos esta malignidad y vuelvan a ser visibles
las expresiones de los afectos humanos, hasta que el coronavirus pase a
engrosar la siniestra nómina de las pandemias del pasado, y quede encerrado,
para siempre, en los libros de historia del futuro.
ROMANCE DE LA ESPERANZA
Después del coronavirus,
alzará la vida un canto
unánime en el planeta,
un himno optimista y largo,
donde el vocablo ESPERANZA
sea de nuevo el vocablo
salvador que nos redima
del dolor y el desamparo.
Será un himno que se escuche
en el resto de los astros.
Después del coronavirus,
sin miedos ni sobresaltos,
volveremos al camino
como Quijotes y Sanchos,
para fundar nuevos rumbos
y buscar nuevos hallazgos.
Los bellos claros del día
serán cada vez más claros,
y hasta el cielo de la noche
lucirá más estrellado.
Retomaremos los besos,
las caricias, los abrazos…,
y enjugaremos las lágrimas
de estos tiempos, tan amargos.
Volveremos a tomar
el futuro por asalto,
levantando el pabellón
del amor reconquistado.
Después del coronavirus,
ebrios de fe y entusiasmo,
seremos, -nadie lo dude-,
mejores seres humanos.
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