El poemario
de Ramón Díaz
Medina de
tributo a Camilo
El pasado año,
el poeta Ramón
Martín Díaz Medina conquistó el premio
en el concurso 26 de Julio en el acápite de décima con su decimario Porque estás vivo
te canto, dedicado al Comandante
Camilo Cienfuegos. El escritor laureado es miembro fundador del
espirituano Grupo
Toda luz y toda mía, de Sancti
Spíritus. Gracias a su fraternal colaboración, compartimos el libro
galardonado.
PORQUE ESTÁS VIVO TE CANTO
Cincuenta décimas en presente
para un adelantado del futuro
Solamente el verdadero héroe
tiene
derecho al canto.
Calino de Efeso
FORJA
es acero firmísimo y querido.
Adolfo Martí Fuentes
Emilia y
Ramón. Asturias
y Cantabria
en una sola
voluntad,
sobre una ola
vienen,
vulneran las furias
tiranas de
las centurias
enclaustradas
sin remedio.
Abre Cuba un
sol sin tedio
a la piel de
los migrantes.
Hay que echar
nuevos andantes
al camino,
medio a medio.
El andante
que corona
la cosecha,
es como un grano,
él no dejará
en la mano
la promesa;
es luz, abona
los surcos
nuevos, entona
los himnos
que no se han muerto.
Él es agua en
el desierto.
Quién sabe si
la agonía
del sediento
tendrá un día
de oasis
gratuito y cierto.
El padre pone
mil fuegos
de justicia
en la mirada,
la madre es
refugio y hada
contra los
poderes ciegos.
Camilo es más
que Cienfuegos,
porque Cuba
es compromiso.
Qué necesario
un hechizo
que borre la
maldición
del odio y la
sinrazón.
Nadie se
muestre remiso.
Escultura,
sueño en flor
que no
alcanza su estatura,
no es posible
la escultura
ni tampoco el
escultor.
Y va naciendo
un rumor
que alguna
vez será grito;
la sangre
trasciende el mito
y la leyenda
sin nombre.
El tiempo
levanta al hombre
sobre su
miedo infinito
si sabe
sentir la herida
del otro como
si fuera
su propia
herida y no espera
más
recompensa en la vida.
Y luego es la
arremetida
contra la
curia inclemente.
Es un hombre,
simplemente,
pero hay
estrellas en punta
y un lucero
que le unta
cien glorias
sobre la frente.
Después el
Norte, vacío
de lo amado
acá, en la tierra
donde cada
palmo encierra
un pedazo del
estío.
Allá el
deambular sombrío
por un mundo
que no es
más que ruina
en la idiotez
de otoños a
medio andar;
pero la
patria es altar,
la patria
será otra vez.
EXPEDICIÓN
La
luz, por lejos que esté,
de
ti será mensajera.
Mirta Aguirre.
Son ochenta y
dos, no más
ni menos,
ochenta y dos
decisiones y
una voz
en pugna con
el jamás.
Viaja la
ilusión. La paz,
detrás de los
farallones,
promete
nuevas lecciones
para luego.
No hay remanso,
tan solo será
el descanso
más allá de
los ciclones.
Cada minuto
se acorta
porque la
pasión se alarga,
pero la
modorra es carga
que el
corazón no soporta.
La mar ha
quedado absorta
bajo la
sombra infinita.
Un amor
dormido invita
a la
evocación; se atreve
un suspiro,
porque llueve
y se
despierta la cuita.
La luna,
mujer tacaña,
niega su
rostro al vacío
y cada
fantasma impío
despliega su
telaraña.
Solo un
lucero acompaña
el paso de la
hombradía.
¿Quién dijo
que la porfía
de la
dignidad es poca?
La noche es
como una boca
que chupa y
se traga al día.
Viajan
hombres, están hechos
del molde de
los titanes,
luego serán
huracanes
por los
caminos maltrechos.
Vienen
bisoños. Los trechos
de la ruta
son retazos
a reinventar,
serán pasos
directos a un
horizonte
donde la
patria se apronte
para espantar
sus ocasos.
No hay duda,
Martí se mueve
por este
siglo de ahora;
busca
levantar la aurora
que se le
hundió al diecinueve.
Viene en el
barco, qué breve
se le antoja
el laberinto;
y viene
Fidel, al cinto
la espada del
caballero;
anda
empujando un enero,
es un Quijote
distinto.
Y está Camilo
Cienfuegos
entre Fidel y
Martí;
Camilo es
otro mambí.
No hay asomos
palaciegos,
en todo caso
labriegos
para la brega
futura.
Las noches
cesan; madura,
un alba llega
de Oriente.
Camilo grita:
¡presente!
El sueño en
ciernes se apura.
MONTAÑA
Habló
como si escribiera
su
palabra en el futuro.
Luis Beiro Álvarez
Camilo
montaña, erguida
gajazón hacia
la estrella.
Verde olivo
en la epopeya
por el cenit
de la vida.
Tanta patria
prometida
y la patria
tan escasa
escalonan, brasa
a brasa,
los fuegos
que van quemando
el cómo, el
por qué y el cuándo
del azote y
la mordaza.
Montañas hubo
también
en los
reveses antiguos,
en los
destinos ambiguos,
en el sueño,
en el desdén
que fue
tajando a cercén
los cantos en
las gargantas;
y hubo
cargas, tantas, tantas…,
se sabe que
fue un total
ambicioso
hasta el final,
pero nadie
sabe cuántas.
Montaña es el
montañés
que transita
los senderos
sin sospechar
los eneros
que habrán de
venir después;
nadie le ha
dicho que él es
la carga que
no se dio,
el machete
que faltó.
¿Qué pudo
hacer el mambí
cuando la
sangre fue un sí,
pero el
olvido fue un no?
Montaña no es
la pupila
regodeándose
en el verde
mientras la
injusticia muerde
la piel a la
retahíla
de míseros,
hoy se ahíla
entre barbas
generosas
por
reivindicar las rosas
blancas, de
pétalos fríos
yacentes
entre dos ríos
como atadas
mariposas.
Y en la fila,
un corazón
con la sangre
de los siglos
descabezando
vestiglos
en nombre de
la razón.
Ágil el paso,
pendón
del mañana,
la sonrisa
sin saberlo
lo eterniza
en labios de
la leyenda.
La gloria le
abre una senda
en la
hojarasca plomiza,
en La Plata,
en El Uvero,
en Pino del
Agua, y…
“nadie diga
por ahí
que soy el
mejor guerrero”.
Mas la
historia es un certero
paladín de
los campeones.
Camilo forja
pasiones
y es, por sus
muchas hazañas,
un domador de
montañas,
un hacedor de
leones.
LLANOS
Sigues
con fusil al hombro
y
la patria en el semblante
Aldo Isidrón del Valle.
La montaña es
la montaña,
pero el llano
yace quieto
cual si
estuviera sujeto
por ancestral
telaraña.
El ojo a
menudo araña
la epidermis
del verdor.
El ojo, si es
redentor,
arrastra
pasos consigo;
donde plante
el enemigo
será la brega
mayor.
Y ¿quién será
el adalid
de la astucia
y el carisma
que ha de
propiciar el cisma,
quién el
campeón en la lid?
¿Quién
resucita a David
para el andar
tesonero?
El índice
justiciero
de Fidel,
traza la ruta
de la
confianza absoluta:
“Camilo, ve
tú primero”.
Los llanos
son un topacio
semihundido
en el sopor;
el Cauto es
como un dolor
que se
arrastrara despacio.
El crimen
ruge reacio
desde todos
sus cubiles,
pero en los
trances hostiles
el suelo le
tiende alfombras
a quienes
extinguen sombras
con su
alborear de fusiles.
Campos, ciudades,
se van
haciendo a la
rebeldía,
pasan
hombres, noche y día
anda el audaz
capitán.
Los frutos
verdes están
madurando;
parten flechas
ávidas de
abrir las brechas
para que el
tiempo rebase
su parálisis,
y pase
un rumorear
de cosechas.
De allá, de
los picos fieles,
baja un
heraldo; sonrisa
joven se
mezcla en la prisa.
Hay saltos de
cascabeles
y abejear de
nuevas mieles.
La sorpresa
está delante:
“Venga ese
pecho, gigante
de la causa
por ganar,
Fidel te
manda estrenar
el grado de
comandante”.
La vesania y
la impotencia
no saben más
que agredir
y es el
tiempo de partir;
Fidel lo ha
dicho: “Experiencia,
voluntad e
inteligencia”
No pasarán.
Por los muertos
que no
duermen, los desiertos
una vez serán
jardines.
Camilo a
nuevos confines;
los llanos
quedan despiertos.
INVASIÓN
Él
es una gran bandera
colmada
de girasoles.
Waldo González López.
Acaso el
valor cimente
la senda de
agua profusa.
Por cada
portillo azuza
sus lobos la
sombra hiriente.
El fango es
ruda serpiente
que rasga los
pies raídos.
La sangre
impone crujidos
a los pechos
en zozobra.
Todo falta,
solo sobra
la noche; sus
alaridos
viven en
gargantas rotas
en cuatro
siglos de sed.
Cuánta
tiniebla y pared
frente al
andar de otras botas
cuánta
paciencia de ilotas
en el tiempo
de la espera;
pero habrá
también manera
de redimir al
cautivo,
los hijos del
verde olivo
sabrán saltar
la barrera.
Comandante de
la urgencia,
Camilo sabe
el secreto
de la brega
sin asueto,
el mordisco y
la carencia.
Se reconoce
en la herencia
de fuego del
invasor:
Maceo es
todo: temblor
de piernas en
los canallas
y un rosario
de batallas
ganadas para
el amor.
Allá en Pinar
―el perfil
definitivo de
un nombre―
cada mogote
es un hombre
que reclama
su fusil.
Hay que ser
nervio y buril
a un tiempo
para la hombrada.
Van hombres
por la cruzada
sin término
del acoso.
¿Quién se
acuerda del reposo,
si la vida es
todo y nada?
Camagüey es
el infierno
que ni Dante
se imagina,
la luna, solo
mezquina
pestaña,
mísero cuerno
sin siquiera
un rayo tierno
para el paso
itinerante.
Sin embargo
allá, distante,
a despecho de
las millas
el ojo
escruta. ¡Las Villas!
Fin del
calvario. ¡Adelante!
Jobo Rosado
es la puerta,
el monte se
abre en portillos
generosos.
Hay mil trillos
para la
confianza cierta.
Camilo
explora, y acierta
su olfato de
luz temprana:
el tirano se
empantana.
Ya no hará
falta llegar
a los brazos
de Pinar,
la patria es
casi mañana.
YAGUAJAY
Y
Yaguajay, con su guerrilla alerta,
esperando
tus barbas en la puerta
para
burlar una vez más la muerte.
Raúl Ferrer Pérez.
Frente Norte.
Frente al hambre
de justicia
bullen juntas,
se
atropellan, las preguntas;
quieren
romper el estambre
de la abulia
y la cochambre.
Camilo tensa
los hilos
y les van
creciendo filos
al monte por
cada esquina.
Parece que a
la neblina
le están
naciendo Camilos.
Es Camilo
comandante
de la
dignidad también,
hombre que
resume cien
quijotes en
un andante,
es la llama
trashumante
quemando la
noche vieja
enredada en
la madeja
de quebradas
y rompientes.
Ah, plantador
de simientes
en la
planicie, en la ceja.
La pólvora
guerrillera
tiene su olor
singular,
una especie
de azahar
extraño en la
bejuquera
como si el
monte supiera
del plomo en
pleno ajetreo.
El barbado
Prometeo
apunta, ríe,
dispara
promesas,
todo lo ampara,
es la vida en
apogeo.
Juan
Francisco. Suerte aguda
de destinos
masacrados.
El tiempo
tiró los dados
y fue la
muerte más cruda;
pero hay
gente testaruda
hecha de
nervio y vigor,
un comandante
―el mejor
augurio― y
está Rosalba,
tierno regalo
de un alba
que asoma por
el amor.
Yaguajay,
duro cuartel.
El aire
quema. Tensión,
Bombas,
metralla, Dragón
Primero, y no
habrá papel,
ni acuarela,
ni pincel
que eternice
la batalla.
Se impone
medir la talla
de los
fantasmas atroces
y reunir
todas las voces
en un grito
sin regreso.
Diciembre al
final. Viraje
en el imperio
del hampa.
Yaguajay es
una estampa
de año nuevo
en el paisaje.
Cantos de
amor y coraje
al pecho de
los bohíos.
Vítores:
¡Camilo! Ríos
de besos al
corajudo.
Luego hay que
alzar el escudo
en La Habana.
Quedan bríos.
OTRA GUERRA
Duermes
tan bien, comandante,
que
el mar es ya verde olivo.
Carilda Oliver Labra.
La Habana de
verde olivo,
guajiros en
el asfalto;
el fruto
brilla más alto
cuando es más
hondo el cultivo.
Camilo
ecuestre, motivo
para una
pluma suntuaria.
¡Viva Fidel!,
grita un paria
que nunca supo
de leyes,
y vasallos
hechos reyes:
¡Viva la
Reforma Agraria!
Trinidad,
agosto trece.
La escoria
viene de lejos,
pero sobran
catalejos
De pronto el
cielo estremece
su sopor. La
noche acrece
las pupilas,
los semblantes.
Camilo,
Fidel, y antes
que Trujillo
abra los ojos,
su maldad
vuelven despojos
los hermanos
comandantes.
Traición.
Camagüey espera.
Sobre la
llanura indócil
anda un
pensamiento fósil
tratando de
hacer trinchera.
Hubert Matos.
Madriguera
que en sus
lobeznos se alarga.
Prole
injusta, prole amarga
sucia de voz
y de manos.
Los
comandantes hermanos
retoman la
misma carga.
Desde el
mármol, Agramonte
besa en la
frente a Camilo,
aventajado
pupilo
de barbas,
estrella y monte.
Aeropuerto.
El horizonte
aguarda en su
letanía
de
incertidumbres; vacía
parece la
inmensidad.
Allá Ciudad
Libertad,
acá el
declive del día.
Absurda
ráfaga, clave
del lloro y
de la zozobra.
El destino a
veces cobra
a las
estrellas, se sabe,
pero no
cierra la llave
de la memoria
que advierte
del amor y de
la suerte
de no morir
de verdad.
La vida es la
eternidad
después que
pasa la muerte.
―¿Adónde va
esa cruzada
nutrida y
multicolor?
―Van en busca
del Señor
de la luz
mejor ganada.
―¿Él no se
encuentra en la nada
que le ganó
la porfía?
―Camilo
adelanta un día
de tiempos
menos huraños.
Cuando se
acaben los años
lo buscarán
todavía
MAR
…porque su vida
nos
da la estrella encendida
desde
un secreto del mar.
Luis Compte Cruz
¡Camiloo! y
el mar responde
con un
silencio de cera.
Brota un ala
―qué manera
de dar luz―
pero se esconde
y no me
contesta: ¿dónde
las almas, en
la utopía
de una voz ya
muy tardía
para revivir
el eco?
¿Será que el
mar está seco
de tanta
melancolía?
El mar―qué
pobre―, no puede
con tanto
secreto a cuestas,
pero guarda
sus respuestas
y deja que el
tiempo ruede
sobre sí
mismo; no cede
ni un ápice
al caminante
que indaga;
cuán espumante
hálito de
años sin sueño
frustra la
intención; el ceño
del horizonte
es bastante
para la
ilusión deshecha,
pero no ceja
el coraje:
el hombre, la
flor, el traje
de montañas
¿y la fecha
que mutó de
llanto a mecha
para una
explosión de trinos?
¿Cómo no
hallar los caminos
verdeantes
allá en el fondo
si hay allí
un canto en redondo
que preside
los destinos?
Debe haber un
sobresalto
de corales
insurrectos,
y también
muchos proyectos
esperando a
dar el salto.
Seguramente
es muy alto
el resplandor
de la hoguera
allí, donde
la quimera
deviene fruto
y andanza
pastoreando
la esperanza
de la vida,
de una era
más del
hombre; más raigambre
que semilla
estéril, ―honda
promesa que
no fue fronda―
decrépita en
el estambre
engañoso del
enjambre
donde la vida
fracasa.
Debe haber
lluvia y coraza
para los
tiempos nacientes
y una ofrenda
de alicientes
ante el
futuro que pasa.
Debe estar,
en las cavernas
remotas, la
voz del tiempo
limpiándole
el contratiempo
a las
verdades eternas
si hay
epístolas modernas
que el mar
guarda en el sigilo
de su dormir
intranquilo
casi vigilia
en vaivén
y todas
dicen: “Qué bien
andan tus
sueños, Camilo”.
OCTUBRE 28
Pero
no hemos dejado de buscarte.
Jesús Orta Ruiz
Van, a ritmo
de añoranza,
El mar es el
gran esteta
que sostiene
la esperanza.
El sol apenas
alcanza
un palmo de
su estatura.
Vamos todos,
hay albura
de flores
sobre la muerte.
Qué suerte,
amigo, qué suerte
que no tengas
sepultura.
¿Quién de una
sonrisa pudo
sacar luz de
la tiniebla,
mellar el
filo a la niebla
con el
corazón desnudo?
¿Quién se
convirtió en escudo
tras el
último avatar?
¿Quién logró
del muladar
hacer corola
y pistilo?
¿Quién supo
antes que Camilo
sembrar de
sueños el mar?
El ganador junto a los integrantes del jurado. De izquierda a derecha, Rolando
Ávalos Díaz, Luis
Hernández Serrano, Ramón
Martín Díaz Medina y Luisa
Oneida Landín. Foto:
Cortesía de Roly.
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