Un
poema del Indio Naborí
A
propósito de que la Central
de Trabajadores de Cuba realiza su XXI Congreso,
una rememoración personal sobre Lázaro Peña y un texto
poético del Indio
Naborí, Héroe
del Trabajo de la República de Cuba
Tomado
de Trabajadores
Cuando
tuve uso de razón, uno de los primeros valores espirituales que me trasmitió mi
padre —entonces joven herrero y dirigente sindical de base— fue su orgullo
de que Lázaro Peña me hubiera
tenido en brazos, cuando era yo apenas un niño balbuceante y mis progenitores
me llevaban a sus reuniones en el comité de barrio del Partido Socialista
Popular.
La
anécdota, repetida después en corrillos familiares —las más de las veces en voz
baja por la represión batistiana— y enriquecida con otras que me revelaban,
poco a poco, la dimensión de aquel hombre, pasó a formar parte del incipiente
cofre de mis propios, pequeños e intangibles tesoros personales, siempre
advertido por los mayores de que, en lo personal, debía comprenderlo como un
premio del azar, que yo mismo podría hacer valedero con mis futuros pasos.
En
los primeros meses de 1959, mis andares adolescentes junto a mi
padre me llevaban cada mañana a buscar el periódico Hoy, de los comunistas
cubanos, y yo le escamoteaba la primera plana para disfrutar la aún
incomprendida fascinación que me producían los versos de la sección Al son de
la historia, escritos por el Indio
Naborí. Debe de haber sido entonces que leí, entre
aquellos textos, las primeras alusiones poéticas al Capitán
de la clase obrera.
En
1960, con 15 años, mi estreno como activista sindical —en tareas de propaganda
en el entonces Sindicato de Carros y Camiones donde a la sazón se desempeñaba
mi viejo— me puso ya en contacto definitivo con la trascendencia humana y
revolucionaria de Lázaro
Peña, cuya huella en mi propio decurso fue entonces para siempre
inmarcesible más allá de su vida física, tras cuyo doloroso apagamiento
escribió el Indio
Naborí, como para retenerlo en versos, este poema:
CANTO
POPULAR A LA CTC
DE
CUBA, Lázaro Peña
extrajo
tu roja enseña
de
un mar de sangre y sudores.
Él
—con otros fundadores—
despertó
la mutua fe
del
proletariado en pie,
te
alzó como una montaña
y
sintetizó su hazaña
con
las siglas CTC.
Fragua
de Mella y Martí
fundidora
de ideales,
bandidos
y criminales
se
rompieron contra ti.
Ante
el ciego frenesí
de
ellos, fuiste faro y guía,
central
de Jesús, que ardía
en
fuego de luchas recias,
barco
de Aracelio Iglesias,
timón
de José María.
Cuando
a la Patria volvió
el
tiempo gris de Machado,
tu
palacio fue asaltado,
pero
tu espíritu, no.
En
todas partes ardió
la
lucha —hoguera de grana—,
por
ti, que eras la guardiana
del
pan de la clase obrera:
Amancio
que a la caldera
dio
el azúcar del mañana.
Fueron
grandes tus conquistas
desde
los tiempos ingratos:
y
han sido tus Sindicatos
Escuelas
de Comunistas.
Y
cuando los fidelistas
junto
a su Titán de Acero
volvían
por el sendero
del
heroísmo y la gloria,
tú
sellaste la victoria
con
la Gran Huelga de Enero.
Ahora
impulsas y compasas
el
ritmo de producción,
polea
de trasmisión
entre
el Partido y las masas.
Tus
hombres construyen casas
y
hospitales dondequiera;
y
si llama la trinchera
se
visten de verde olivo,
como
si Lázaro vivo
¡Adelante!
les dijera.
Hoy
dices a cada obrero
que
vaya desajustado:
—Acuérdate
del pasado
y
despierta, compañero.
No
midas por el dinero
el
tiempo de tus labores,
sino
por días mejores.
Piensa
que Lázaro Peña
extrajo
su roja enseña
de
un mar de sangre y sudores.
Versión
original en Trabajadores:
En
ese propio órgano de prensa de la CTC:
No hay comentarios:
Publicar un comentario