martes, 6 de octubre de 2020

Agustín Serrano: Otra vez la luz


De su cuaderno A corazón abierto

Uno de sus poemas en el Maratón Poético


El hermano poeta Agustín Serrano Santiesteban (Velasco, Holguín, 7 de octubre de 1958) es Máster en Ciencias y profesor universitario. Es uno de los escritores decimistas más significativos en su provincia y en el país. Cuando mereció, en 1996, el Premio Nacional Cucalambé con su libro Sitios de la voz (Editorial Sanlope, 1997), ya atesoraba reconocimientos en concursos como el Vicente Espinel (1995), poemas publicados en revistas locales y nacionales, y su inclusión en la antología Poetas del mediodía (Editorial Sanlope, 1995). Entre otros lauros posteriores, está el Premio Ala Décima en el XI concurso nacional de poesía Regino Pedroso (2006) por su obra A corazón abierto, y el Tercer lugar en el II concurso internacional de poesía El mundo lleva alas, en el 2010. De su autoría, en nuestros archivos, entre otros, sus poemas Consejo para los que no tienen una ciudad y Monólogo de las contradicciones. En el 2015 vio cristalizado su empeño de organizar la antología de poetas velasqueños La extraña brevedad (Ediciones Holguín, 2015). En el 2016 mereció diversos reconocimientos en certámenes internacionales. Agustín es presidente de la Filial del Grupo Ala Décima en la localidad de Velasco, perteneciente al municipio holguinero de Gibara.

 

OTRA VEZ LA LUZ ME SALVA


Arde una guitarra sola,
un hombre cambió de barca;
el mar se vuelve una charca,
sin horizonte, sin ola.
Hoy el recuerdo tremola,
presagia la despedida.
No queda margen, la vida
cayó en duelo ante Caronte.
Ya no hay trino, ni sinsonte;
hay ternura en estampida.

Una cuerda dolorida
muere de espasmo en el humo
de la nostalgia y el sumo
pontífice se suicida
en Vaticano. La herida
cambia de rumbo, de dueño.
El hombre cercena un sueño
de palabras que no digo;
el ocaso es buen amigo
si el corazón es pequeño.

Tengo deudas con la vida,
con el amor, con la muerte,
deudas tal vez de no verte,
de una tarde sin salida;
de la tierra prometida
sin el amparo de Abraham.
Tengo deudas por el pan
que no asiste a los hambrientos,
deudas por los sentimientos
que sabe Dios donde están.

Me falta el verso, un acorde,
un rumor de tesitura;
he perdido mi armadura,
voy a caer desde el borde
al abismo. Monocorde
es la canción del que llora.
Una virgen se desflora
en una plaza del mundo.
Quién nos salva del segundo
postrero de cada hora.

Ya la guitarra es ceniza
en las manos del cantor
y el pobre verso de amor
entre sombras agoniza.
Se hace mueca la sonrisa
en los labios del mendigo.
Una estatua es fiel testigo
si Dios llama desde el cielo,
pero no hay visa y el celo
nos regala un enemigo.

Y nos quedamos sin voz,
sin guitarra y abjuramos
del destino y nos marchamos
como una sombra veloz.
Duele la tristeza. Adiós.
Nos falta una melodía,
lanzaron al mediodía
mis mentiras, mis secretos;
incineran amuletos,
insultan la profecía.

Pero alguien canta a lo lejos
rimas de un antiguo poeta,
el trino de una saeta
hace añicos los espejos.
No aceptamos los consejos
de los apóstoles falsos.
yo y Jesús, los dos descalzos,
echamos a suerte todo;
eran sombras sobre el lodo
siluetas en los cadalsos.

Jesús en sala de espera,
oyendo el sonar lejano
de cencerros y su mano
que ausculta la primavera.
Un niño con su quimera
de creer la vida un juego.
Esta muestra del trasiego
inmaduro de los dioses.
Esta soledad de voces
derretidas en el fuego.

No voy a morir de ausencia,
de SIDA, de indecisión,
inmune es mi corazón
al infarto de conciencia.
No me salva la creencia,
ni apellido de renombre.
No me salva el sobrenombre
pirograbado a la cruz;
me salva toda la luz,
de ser mortal, de ser hombre.

 

El blog de Agustín: aserranoss

 

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