domingo, 23 de febrero de 2020

Alexander Besú y su poema Buzo


mientras el mar continúa
entrando por sus retinas.

Tomado de su página de Facebook, compartimos este poema de Alexander Besú Guevara (Niquero, Granma, 1970), quien ha merecido numerosos reconocimientos, y entre ellos se encuentra el Premio Iberoamericano Cucalambé 2007 con el poemario Bitácora de la tristeza. Es presidente de la Filial provincial del Grupo Ala Décima en Granma. También de su muro de Facebook, ofrecemos el poema Soy masón, de su autoría y leído por él, en el siguiente video:


BUZO

Mientras la vida rueda su instante perecible,
¿será mejor acaso nadar en la apacible
planicie de la mar?

Virgilio López Lemus


Entra en un mundo callado,
un mundo denso y sufrido,
donde el hombre siempre ha sido
un intruso desclasado.
Desciende como un ahogado,
o un garante de la apnea.
Se inmiscuye en la marea
que lo acaricia, afectuosa.
Una angustia majestuosa
y líquida lo rodea.

El mar es una planicie
rica en cloruro de sodio,
donde el fermento del odio
se queda en la superficie.
Que sea el mar quien enjuicie
su paso desaprensivo.
¿Será ese ademán furtivo
y esa mirada diabólica,
la anticipación simbólica
del hombre definitivo?

Nada hay aquí putrefacto:
ni óseo ni cartilágine.
Todo es aquí una vorágine
de pureza. Estupefacto,
recorre el edén intacto,
sucio de pecios, de vidas
malvadamente perdidas,
armas, cofres, antiguallas…,
restos de viejas batallas
y otras historias hundidas.

Esos letárgicos pecios
que yacen en lo profundo,
despiden olor a mundo,
melodramas, menosprecios...
Aunque sus penas son recios
pedazos, no se desalma.
Sus penas, (y eso lo calma),
aunque se petrificasen,
también son pecios que yacen
en el fondo de su alma.

Y flota entre diminutos
desastres y enormes tópicos.
Los hundimientos utópicos
son naufragios absolutos.
Quedan severos minutos,
(minutos que son sus jueces)
que debe pagar con creces,
como pagan los granujas:
juntando con sus burbujas
las burbujas de los peces.

Un silencio demergido
se propaga, se amplifica.
El fondo lo incomunica
con el mundanal rüido.
Allí se borra el sonido
más tenebroso, más lempo.
Él sigue nadando, a un tempo
tan grato que le remuerde,
hasta que por fin se pierde
en las cavernas del tiempo.

Entre sombras solitarias,
-como él-, sueña con lampos,
rodeado por hipocampos
y por medusas corsarias.
En su mente suenan arias
volubles y submarinas.
Y ya ante sus propias ruinas,
se reduce, se atenúa,
mientras el mar continúa
entrando por sus retinas.


MÁS SOBRE EL AUTOR:









No hay comentarios: