viernes, 2 de agosto de 2019

Cantares del verano en Pinar del Río


Desde la Casa de la Décima

Una reseña de las actividades estivales de la Casa de la Décima Celestino García, en su sede y en otras locaciones de la ciudad, nos hace llegar desde Vueltabajo el poeta Lorenzo Suárez Crespo

 Fotos enviadas por el autor.

Cantares del verano
 
Siguiendo la robusta prosa de Ernest Hemingway percibimos que, más allá de su pupila infinita, el sol siempre sale. Bajo esa luz ancestral el hombre estrenó sus canciones de trabajo; ya sean los remeros: “…remad, remad…” moviendo los remos al ritmo de un eco acompasado o quizás los hombres del campo en las arduas aradas tras el paso de los bueyes al influjo de una salmantina.

De ahí las culturas originarias que aún hoy preservamos con un doble orgullo: sentido de pertenencia e identidad.

La Casa de la Décima Celestino García asume el verano reivindicando estas tradiciones que, más que huellas imperecederas, son brújulas al paso luminoso de la cultura.

Las fiestas populares tuvieron sus espacios de música tradicional y repentismo acogidos por la copa fresca del guano y la cercanía murmuradora del río Guamá, testigo de su existencia por más de diez años.

Estos hijos, nietos o herederos lejanos de los llamados hombres de la piel curtida que venían cantando los diversos temas espirituales de la estrofa mágica desde que viera la luz en 1875 en letra impresa el libro Cantares de Vueltabajo han llevado su arte a los más diversos escenarios dentro y fuera de la ciudad como lo fuera en el campismo de Aguas Claras donde asiduamente el verso improvisado glorifica la cubanía; en este caso con los poetas Anabeivi, Juanito, Yasel, Julio Pablo Travieso, Adriel Ceballos y Leandro Camargo con otros invitados. Ocasión en que Leandro asumiera con su exquisita maestría el pie forzado: Duele, pero no me quejo.

Tengo un amor en la palma
de la mano y en los ojos,
por ella se han puesto rojos
mis sueños dentro del alma.
Por ella veo con calma
mis canas en el espejo;
si se queda no me alejo
y le doy lo que me da,
pero si un día se va,
duele, pero no me quejo.


¿Dónde está el secreto que exhibe sus hálitos divinos en los diez versos de hechizo y en las cuerdas imantadas para los sueños de venturas, desventuras, amores y desamores, optimismo e ineludible bregar humano? Está en los que mantienen vivo el punto cubano y en aquellos que en un recinto vestido de canas como la Casa de Abuelos o lleno de historia como el Museo Provincial, disfrutan del embrujo de los poetas.

No solamente es sentirse rodeados de historias, leyendas y reliquias como madejas que revelan los avatares del hombre en su vasto periplo por una tierra fértil y hermosa que acogió los primeros asentamientos de canarios; es darle a la décima el espectro vital de su reinado poético, tanto en lo humanístico como en sus crónicas.

Debajo de los árboles de cualquiera de sus parques, parnaso de los que buscan sombra y brisa como paliativos del verano, la viajera peninsular vierte su savia lírica en los que pasan a su lado o aquellos que se detienen para disfrutarla y vitorear a los poetas.


Es que la décima se despojó de los ariques que la sujetaban al surco, al bohío y los bateyes para brillar con luz propia en pueblos y ciudades, tronos de la preferencia popular que la han acogido con infinito amor y se nutren desde su periferia del legado más raigal de nuestro pueblo, el punto cubano.

Décima oral y escrita, erigida como uno de los más legítimos estandartes de la patria martiana en toda Hispanoamérica y que en los jóvenes encuentra sus ecos de revitalización, enaltecimiento y continuidad.


Es cierto, no hay nada nuevo bajo el sol, pero los artífices de la improvisación siguen siendo una raza indómita de trovadores universales en el conocimiento y en el arte de la palabra: ¡Qué cultos estos analfabetos…! Dirían de nuestros abuelos y ¡Qué audaces estos guardianes del sentimiento y la idea!, diríamos de los que jamás dejarán caer estos blasones.

Bajo el guano del Ranchón o en cualquier lugar donde vayan los poetas a brindar, como del alma, sus latidos versales, siempre habrá una estrella en la noche para cobijar los sueños o acaso en el amanecer lo más radiante de un sol que, ahora en este verano, bendice desde lo alto al templo de los cantores, la Casa de la Décima Celestino García

…de la cual diría en su voz Adriel Ceballos Delgado, el Montunito:

Vierte más luz el verano
cuando a la vera de un río
murmura Pinar del Río
salmantinas bajo el guano.
Hija del punto cubano
la décima firma un cheque
y sin que nada la trueque,
sino humanismo y virtud,
tienden guitarra y laúd
sus arpegios al guateque.


Pinar del Río, julio de 2019



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