Desde
la Casa de la Décima
Una
reseña de las actividades estivales de la Casa
de la Décima Celestino García, en su sede y en otras locaciones de la
ciudad, nos hace llegar desde Vueltabajo el poeta Lorenzo
Suárez Crespo
Fotos enviadas por el autor.
Cantares
del verano
Siguiendo
la robusta prosa de Ernest Hemingway percibimos que, más allá de su pupila
infinita, el sol siempre sale. Bajo esa luz ancestral el hombre estrenó
sus canciones de trabajo; ya sean los remeros: “…remad, remad…” moviendo los
remos al ritmo de un eco acompasado o quizás los hombres del campo en las
arduas aradas tras el paso de los bueyes al influjo de una salmantina.
De
ahí las culturas originarias que aún hoy preservamos con un doble orgullo:
sentido de pertenencia e identidad.
La
Casa
de la Décima Celestino García asume el verano reivindicando estas
tradiciones que, más que huellas imperecederas, son brújulas al paso luminoso
de la cultura.
Las
fiestas populares tuvieron sus espacios de música tradicional y repentismo
acogidos por la copa fresca del guano y la cercanía murmuradora del río Guamá,
testigo de su existencia por más de diez años.
Estos
hijos, nietos o herederos lejanos de los llamados hombres de la piel curtida
que venían cantando los diversos temas espirituales de la estrofa mágica
desde que viera la luz en 1875 en letra impresa el libro Cantares de
Vueltabajo han llevado su arte a los más diversos escenarios dentro y fuera
de la ciudad como lo fuera en el campismo de Aguas Claras donde asiduamente el
verso improvisado glorifica la cubanía; en este caso con los poetas Anabeivi,
Juanito, Yasel, Julio Pablo Travieso, Adriel Ceballos y Leandro
Camargo con otros invitados. Ocasión en que Leandro
asumiera con su exquisita maestría el pie forzado: Duele, pero no me quejo.
Tengo
un amor en la palma
de
la mano y en los ojos,
por
ella se han puesto rojos
mis
sueños dentro del alma.
Por
ella veo con calma
mis
canas en el espejo;
si
se queda no me alejo
y
le doy lo que me da,
pero
si un día se va,
duele,
pero no me quejo.
¿Dónde
está el secreto que exhibe sus hálitos divinos en los diez versos de hechizo y
en las cuerdas imantadas para los sueños de venturas, desventuras, amores y
desamores, optimismo e ineludible bregar humano? Está en los que mantienen vivo
el punto cubano y en aquellos que en un recinto vestido de canas como la Casa
de Abuelos o lleno de historia como el Museo Provincial, disfrutan del embrujo
de los poetas.
No
solamente es sentirse rodeados de historias, leyendas y reliquias como madejas
que revelan los avatares del hombre en su vasto periplo por una tierra fértil y
hermosa que acogió los primeros asentamientos de canarios; es darle a la décima
el espectro vital de su reinado poético, tanto en lo humanístico como en sus
crónicas.
Debajo
de los árboles de cualquiera de sus parques, parnaso de los que buscan sombra y
brisa como paliativos del verano, la viajera peninsular vierte su savia lírica
en los que pasan a su lado o aquellos que se detienen para disfrutarla y
vitorear a los poetas.
Es
que la décima se despojó de los ariques que la sujetaban al surco, al bohío y
los bateyes para brillar con luz propia en pueblos y ciudades, tronos de la
preferencia popular que la han acogido con infinito amor y se nutren desde su
periferia del legado más raigal de nuestro pueblo, el punto cubano.
Décima
oral y escrita, erigida como uno de los más legítimos estandartes de la patria
martiana en toda Hispanoamérica y que en los jóvenes encuentra sus ecos de
revitalización, enaltecimiento y continuidad.
Es
cierto, no hay nada nuevo bajo el sol, pero los artífices de la
improvisación siguen siendo una raza indómita de trovadores universales en el
conocimiento y en el arte de la palabra: ¡Qué cultos estos analfabetos…! Dirían
de nuestros abuelos y ¡Qué audaces estos guardianes del sentimiento y la
idea!, diríamos de los que jamás dejarán caer estos blasones.
Bajo
el guano del Ranchón o en cualquier lugar donde vayan los poetas a brindar,
como del alma, sus latidos versales, siempre habrá una estrella en la noche
para cobijar los sueños o acaso en el amanecer lo más radiante de un sol que,
ahora en este verano, bendice desde lo alto al templo de los cantores, la Casa
de la Décima Celestino García…
…de
la cual diría en su voz Adriel Ceballos Delgado, el Montunito:
Vierte
más luz el verano
cuando
a la vera de un río
murmura
Pinar del Río
salmantinas
bajo el guano.
Hija
del punto cubano
la
décima firma un cheque
y
sin que nada la trueque,
sino
humanismo y virtud,
tienden
guitarra y laúd
sus
arpegios al guateque.
Pinar del Río, julio de 2019
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