Tributo de dos periodistas
amantes de la poesía
Este
miércoles falleció a los 96 años la emblemática poetisa Carilda
Oliver Labra, en su Matanzas. Dos periodistas amantes de la poesía, Yuris Nórido y Madeleine
Sautié, como otros muchos, publicaron sus tributos
ELOGIO DE CARILDA
Por Yuris Nórido.
Publicado en Trabajadores
Carilda
Oliver Labra ha muerto en la misma ciudad que la vio nacer, hace 96 años. El
amor de la poetisa por su tierra ha quedado inmortalizado en varios poemas.
Escribió
Carilda, en el célebre canto a su ciudad: Matanzas:
bendigo aquí/ tus malecones mojados,/ los árboles desterrados/ del Paseo de
Martí/ y el eco en el Yumurí./ Y van mis lágrimas, van/ como perlas con imán/ o
como espejos cobardes/ a vaciar todas las tardes/ sus aguas en el San Juan.
En Matanzas
hizo vida y obra; en Matanzas tejió su leyenda de poetisa romántica y
apasionada, enamorada de las cosas y los espíritus de su patria chica.
Pero la
ciudad correspondió esos amores: la erigió monumento vivo, símbolo y emblema de
una cultura, hasta el punto de que hoy no se puede hablar de Matanzas sin
hablar de Carilda. Y viceversa.
Su casa de la
Calzada de Tirry devino espacio de tertulias deliciosas, en las que confluían
todas las artes. Allí recibía últimamente a sus admiradores, a tantas personas
que querían ofrecerle homenajes. Porque Carilda Oliver Labra fue una poetisa
popular; ese es el privilegio mayor de los buenos poetas: que sus versos sean
patrimonio de muchos, crónica múltiple, sentimiento compartido. Hay poemas de
Carilda que forman parte del acervo esencial de nuestra lírica, y del
patrimonio vivo de la gente.
¿Cuántos en
Cuba desconocen estos versos memorables?: Me
desordeno, amor, me desordeno/ cuando voy en tu boca, demorada;/ y casi sin por
qué, casi por nada,/ te toco con la punta de mi seno.
Carilda
Oliver Labra era poetisa de raptos y arrobamientos, pero su poesía era mucho
más: la nutrían (la nutren, porque es poesía para toda la vida) corrientes
subterráneas, raíces que bebían de la gran tradición lírica de su ciudad, de su
país, de la inmensa poesía hispanoamericana.
Ella supo
recrear, con aparente desenfado, juguetona y sutil, los eternos caminos del
amor y el desamor, las claves de la pasiones humanas… y también, los dolores y
las aspiraciones de su pueblo, las peripecias de una gesta.
En 1957, en
los años duros de la tiranía batistiana, escribió otro de sus más conocidos
poemas: No voy a nombrar a Oriente,/ no
voy a nombrar la Sierra,/ no voy a nombrar la guerra/ —penosa luz diferente—,/
no voy a nombrar la frente,/ la frente sin un cordel,/ la frente para el laurel,/
la frente de plomo y uva:/ voy a nombrar toda Cuba:/ voy a nombrar a Fidel.
Carilda
recibió grandes homenajes de su patria: el Premio Nacional de Literatura, la
Orden Félix Varela… pero atesoró siempre, incluso en los años de relativo
silencio, el cariño y el respeto de sus lectores, que son un pueblo. La ciudad
que hoy la llora la mantendrá viva, en el recuerdo y en sus muchos libros, que
son garantía de permanencia.
Carilda
Oliver Labra fue ayer, y será mañana, la eterna novia de Matanzas.
Versión original:
LA MUJER QUE HA MUERTO DE DICHOSA
Publicado en Granma
Carilda ha
partido de la Calzada de Tirry, de Matanzas, de la patria que, en su decir, es
tanto que no puede resumir la poesía, para existir en ese otro espacio hasta
donde no puede llegar la muerte.
¿Con qué
palabras podremos escribir a Carilda? ¿Qué imagen tendríamos que construir, que
no le quede chiquita, o estrecha o inconsistente a la mujer – poesía – ciudad –
eros – belleza – leyenda – eternidad, para que se ajuste a sus dimensiones?
Carilda ha
partido de la Calzada de Tirry, de Matanzas, de la patria que, en su decir, es
tanto que no puede resumir la poesía, para existir en ese otro espacio hasta
donde no puede llegar la muerte. La encomienda es, por tanto, su vida y su
obra. Ellas pintan el retrato que nadie sabrá esbozar porque sus trazos de
versos y talantes se adelantan, a cualquier propósito, desde siempre.
Renuentes a
verla despojada de su eterna juventud, Carilda se nos niega al silencio. No hay
forma de pensarla en el abatimiento, la congoja, la inutilidad de los años
blanquecidos, aunque como ser amantísimo que fue, haya conocido el desengaño y
la pena, aunque sus 96 años le encanecieran la edad real, no la que se siente.
Su voz se nos ofrece a las mujeres como la tabla de salvación, si leemos su
poesía; como aquella que ojalá hubiéramos sido, cuando nos sentimos pequeñas;
como la respuesta irreverente y necesaria que habríamos querido dar cuando no
supimos qué decir.
La abogada,
la poetisa, la joven hermosa y valiente que fue más ella que otra cosa de las
tantas que fue, la apasionada e impulsiva joven, autora de uno de los poemas
más tremendos con que se honra la lengua española (Me desordeno, amor, me
desordeno), una de las más descollantes figuras del neorromanticismo cubano,
desvelador de gazmoñerías y puritanismos, tuvo también una postura justa ante
los sucesos que vivió su país, y como tal se pronunció.
Sin pensarlo
dos veces escribe y después recita en público un poema en defensa de Alicia,
cuando el gobierno batistiano desagravió al Ballet de Cuba retirándole la
subvención; o encomia al asalto del Cuartel Goicuría; o le hace llegar a la
Sierra Maestra, a quien lo ha inspirado, su hermoso Canto a Fidel.
«Me parece
imposible que haya muerto, siempre pensé, y quise, morir primero que él», dijo
en una entrevista al saber la noticia nefasta del deceso del Comandante: «No
podemos despedirnos, el adiós es una palabra que se ocupa del pasado, tal vez
lo menos tangible se constituya en lo imperecedero, lo casi fugaz, eso que
llamamos poesía, lo que apenas hemos sentido y evapora su presencia dejando un
raro aroma y una levedad tremenda. A esto nos atrevemos, a tocarlo en el poema,
en el poema que nunca es él, y sin embargo, no hay otro modo de tenerlo».
Razón no le
faltó a la autora de Al sur de mi
garganta y Se me ha perdido un hombre
cuando refiriéndose a Fidel expresó la imposibilidad de la partida cuando se
trata de algunos seres. Morir como tal es inevitable. Pero hay modos, como el
que hallaron ellos, de pactar con ciertas «aguas cósmicas», capaces de
presencias inextinguibles.
sino el dolor
constante de la vida:
algo para
fingir que estoy dormida
detrás de
este temblor de escarcha grave.
Busco un agua
cósmica que lave
la lágrima
terrible que me oxida;
busco el
morir distinto, y voy herida
por la pena
vulgar que nadie sabe.
Y así me
marcho, sonriendo a todos,
luminosa de
gracia y desventura,
con el
secreto horror hasta los codos;
callándome en
el verso y en la prosa,
para que
escriban en mi tierra dura:
esta mujer ha
muerto de dichosa.
Versión
original:
INFORMACIONES
RELACIONADAS:
De Carilda
Oliver Labra (Matanzas, 6 de julio de 1922), Premio
Nacional de Literatura 1997, Artista
Emérita de la UNEAC y Premio
Rafael Alberti 2009, entre otros muchos reconocimientos, puede ver en
nuestros archivos su Canto
a Fidel, texto que cumplió 60 años en el 2017, o versos
desbordados de pasión, como los de su Libreta
de la recién casada,
así como sus décimas
recogidas en Esta
cárcel de aire puro. Panorama de la décima cubana en el siglo XX (1900-1959), primer tomo de la importante
antología preparada por Mayra
Hernández Menéndez y Waldo
González López, publicada por la Casa Editora Abril. También sus Décimas
a la Virgen, así como
nuestras reseñas cuando
cumplió 88 años, el homenaje a Carilda
en El autor y su obra y el recital
de poesía Con Fidel y por la paz, en el que Carilda
recibió de Luis
Morlote Rivas, entonces presidente de la
Asociación Hermanos Saíz, el Premio Maestro
de Juventudes. En nuestra sección
Decimacontexto: Carilda
Oliver: el lugar, el tiempo, el destino... la poesía y Los
primeros poemas
a Fidel fueron escritos en décimas.
MÁS SOBRE ESCRITORES DECIMISTAS DE ESTA PROVINCIA:
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