viernes, 31 de agosto de 2018

Carilda, novia por siempre


Tributo de dos periodistas
amantes de la poesía

Este miércoles falleció a los 96 años la emblemática poetisa Carilda Oliver Labra, en su Matanzas. Dos periodistas amantes de la poesía, Yuris Nórido y Madeleine Sautié, como otros muchos, publicaron sus tributos
 


ELOGIO DE CARILDA

Publicado en Trabajadores

Carilda Oliver Labra ha muerto en la misma ciudad que la vio nacer, hace 96 años. El amor de la poetisa por su tierra ha quedado inmortalizado en varios poemas.

Escribió Carilda, en el célebre canto a su ciudad: Matanzas: bendigo aquí/ tus malecones mojados,/ los árboles desterrados/ del Paseo de Martí/ y el eco en el Yumurí./ Y van mis lágrimas, van/ como perlas con imán/ o como espejos cobardes/ a vaciar todas las tardes/ sus aguas en el San Juan.

En Matanzas hizo vida y obra; en Matanzas tejió su leyenda de poetisa romántica y apasionada, enamorada de las cosas y los espíritus de su patria chica.

Pero la ciudad correspondió esos amores: la erigió monumento vivo, símbolo y emblema de una cultura, hasta el punto de que hoy no se puede hablar de Matanzas sin hablar de Carilda. Y viceversa.

Su casa de la Calzada de Tirry devino espacio de tertulias deliciosas, en las que confluían todas las artes. Allí recibía últimamente a sus admiradores, a tantas personas que querían ofrecerle homenajes. Porque Carilda Oliver Labra fue una poetisa popular; ese es el privilegio mayor de los buenos poetas: que sus versos sean patrimonio de muchos, crónica múltiple, sentimiento compartido. Hay poemas de Carilda que forman parte del acervo esencial de nuestra lírica, y del patrimonio vivo de la gente.

¿Cuántos en Cuba desconocen estos versos memorables?: Me desordeno, amor, me desordeno/ cuando voy en tu boca, demorada;/ y casi sin por qué, casi por nada,/ te toco con la punta de mi seno.

Carilda Oliver Labra era poetisa de raptos y arrobamientos, pero su poesía era mucho más: la nutrían (la nutren, porque es poesía para toda la vida) corrientes subterráneas, raíces que bebían de la gran tradición lírica de su ciudad, de su país, de la inmensa poesía hispanoamericana.

Ella supo recrear, con aparente desenfado, juguetona y sutil, los eternos caminos del amor y el desamor, las claves de la pasiones humanas… y también, los dolores y las aspiraciones de su pueblo, las peripecias de una gesta.

En 1957, en los años duros de la tiranía batistiana, escribió otro de sus más conocidos poemas: No voy a nombrar a Oriente,/ no voy a nombrar la Sierra,/ no voy a nombrar la guerra/ —penosa luz diferente—,/ no voy a nombrar la frente,/ la frente sin un cordel,/ la frente para el laurel,/ la frente de plomo y uva:/ voy a nombrar toda Cuba:/ voy a nombrar a Fidel.

Carilda recibió grandes homenajes de su patria: el Premio Nacional de Literatura, la Orden Félix Varela… pero atesoró siempre, incluso en los años de relativo silencio, el cariño y el respeto de sus lectores, que son un pueblo. La ciudad que hoy la llora la mantendrá viva, en el recuerdo y en sus muchos libros, que son garantía de permanencia.

Carilda Oliver Labra fue ayer, y será mañana, la eterna novia de Matanzas.

Versión original:



LA MUJER QUE HA MUERTO DE DICHOSA

Publicado en Granma

Carilda ha partido de la Calzada de Tirry, de Matanzas, de la patria que, en su decir, es tanto que no puede resumir la poesía, para existir en ese otro espacio hasta donde no puede llegar la muerte.

¿Con qué palabras podremos escribir a Carilda? ¿Qué imagen tendríamos que construir, que no le quede chiquita, o estrecha o inconsistente a la mujer – poesía – ciudad – eros – belleza – leyenda – eternidad, para que se ajuste a sus dimensiones?

Carilda ha partido de la Calzada de Tirry, de Matanzas, de la patria que, en su decir, es tanto que no puede resumir la poesía, para existir en ese otro espacio hasta donde no puede llegar la muerte. La encomienda es, por tanto, su vida y su obra. Ellas pintan el retrato que nadie sabrá esbozar porque sus trazos de versos y talantes se adelantan, a cualquier propósito, desde siempre.

Renuentes a verla despojada de su eterna juventud, Carilda se nos niega al silencio. No hay forma de pensarla en el abatimiento, la congoja, la inutilidad de los años blanquecidos, aunque como ser amantísimo que fue, haya conocido el desengaño y la pena, aunque sus 96 años le encanecieran la edad real, no la que se siente. Su voz se nos ofrece a las mujeres como la tabla de salvación, si leemos su poesía; como aquella que ojalá hubiéramos sido, cuando nos sentimos pequeñas; como la respuesta irreverente y necesaria que habríamos querido dar cuando no supimos qué decir.

La abogada, la poetisa, la joven hermosa y valiente que fue más ella que otra cosa de las tantas que fue, la apasionada e impulsiva joven, autora de uno de los poemas más tremendos con que se honra la lengua española (Me desordeno, amor, me desordeno), una de las más descollantes figuras del neorromanticismo cubano, desvelador de gazmoñerías y puritanismos, tuvo también una postura justa ante los sucesos que vivió su país, y como tal se pronunció.

Sin pensarlo dos veces escribe y después recita en público un poema en defensa de Alicia, cuando el gobierno batistiano desagravió al Ballet de Cuba retirándole la subvención; o encomia al asalto del Cuartel Goicuría; o le hace llegar a la Sierra Maestra, a quien lo ha inspirado, su hermoso Canto a Fidel.

«Me parece imposible que haya muerto, siempre pensé, y quise, morir primero que él», dijo en una entrevista al saber la noticia nefasta del deceso del Comandante: «No podemos despedirnos, el adiós es una palabra que se ocupa del pasado, tal vez lo menos tangible se constituya en lo imperecedero, lo casi fugaz, eso que llamamos poesía, lo que apenas hemos sentido y evapora su presencia dejando un raro aroma y una levedad tremenda. A esto nos atrevemos, a tocarlo en el poema, en el poema que nunca es él, y sin embargo, no hay otro modo de tenerlo».

Razón no le faltó a la autora de Al sur de mi garganta y Se me ha perdido un hombre cuando refiriéndose a Fidel expresó la imposibilidad de la partida cuando se trata de algunos seres. Morir como tal es inevitable. Pero hay modos, como el que hallaron ellos, de pactar con ciertas «aguas cósmicas», capaces de presencias inextinguibles.

Busco una enfermedad que no me acabe
sino el dolor constante de la vida:
algo para fingir que estoy dormida
detrás de este temblor de escarcha grave.
Busco un agua cósmica que lave
la lágrima terrible que me oxida;
busco el morir distinto, y voy herida
por la pena vulgar que nadie sabe.
Y así me marcho, sonriendo a todos,
luminosa de gracia y desventura,
con el secreto horror hasta los codos;
callándome en el verso y en la prosa,
para que escriban en mi tierra dura:
esta mujer ha muerto de dichosa.

Versión original:


INFORMACIONES RELACIONADAS:


De Carilda Oliver Labra (Matanzas, 6 de julio de 1922), Premio Nacional de Literatura 1997, Artista Emérita de la UNEAC y Premio Rafael Alberti 2009, entre otros muchos reconocimientos, puede ver en nuestros archivos su Canto a Fidel, texto que cumplió 60 años en el 2017, o versos desbordados de pasión, como los de su Libreta de la recién casada, así como sus décimas recogidas en Esta cárcel de aire puro. Panorama de la décima cubana en el siglo XX (1900-1959), primer tomo de la importante antología preparada por Mayra Hernández Menéndez y Waldo González López, publicada por la Casa Editora Abril. También sus Décimas a la Virgen, así como nuestras reseñas cuando cumplió 88 años, el homenaje a Carilda en El autor y su obra y el recital de poesía Con Fidel y por la paz, en el que Carilda recibió de Luis Morlote Rivas, entonces presidente de la Asociación Hermanos Saíz, el Premio Maestro de Juventudes. En nuestra sección Decimacontexto: Carilda Oliver: el lugar, el tiempo, el destino... la poesía y Los primeros poemas a Fidel fueron escritos en décimas.




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