Jerarquización e institucionalidad
El poeta Jesús Sama Pacheco, de larga trayectoria literaria y amplia nómina de reconocimientos y libros publicados, miembro del Grupo Ala Décima, ofrece su valoración sobre hechos recientes
Con cierta perplejidad he visto por la televisión algo que me incita a una reflexión profunda. Me refiero a los hechos del 27 de enero frente al Ministerio de Cultura. Y en tal sentido, deseo analizar algunos aspectos relacionados con nuestra cultura en el terreno artístico literario. Desde joven siempre escuché hablar de la jerarquización en las artes, lo que a mi modo de ver y lo que siempre se ha patentizado: implica derechos y espacios ganados con la creación de una obra sustentada por ciertos valores, lo cual contempla determinados reconocimientos no otorgados por el propio artista y que no son fáciles de alcanzar en las primeras etapas de la vida, salvo algunas excepciones.
Por otra parte, está el hecho de la institucionalidad en Cuba, específicamente, dentro de lo que deseo expresar, la relacionada con la cultura artística literaria. El Ministerio de Cultura tiene una ramificación que abarca todos los sectores y segmentos de la sociedad, sostenida por una enorme variedad de pequeñas, medianas y grandes instituciones y centros que patrocinan y atienden toda la labor cultural a todo lo ancho y largo del país. Lo que propicia que todo artista, sea joven o no, tenga la posibilidad de una o varias entidades, dentro de esa ramificación, a las cuales puede pertenecer y dirigirse para exponer sus inquietudes, proyectos, preocupaciones o desacuerdos.
Pero en el caso de que esos jóvenes artistas se consideren independientes, el análisis sería otro. Porque ser independiente infiere no subordinarse, no pertenecer a institución alguna. Y si fuera así, qué sentido tiene que se dirijan al Ministerio de Cultura a plantear inquietudes o desavenencias. Y si no son independientes, me parece un gesto de demasiada arrogancia creerse con el derecho de ser atendidos por el ministro o un viceministro.
Considero válido exigir que las cosas funcionen correctamente. Pero me pregunto: ¿Es al Ministerio de Cultura a donde debo acudir? ¿Es el ministro o un viceministro quienes me deben atender? ¿Me he ganado como artista ser atendido a esos niveles y por esas personas? ¿En qué otro país un joven artista es recibido por un alto funcionario para acoger sus inquietudes o inconformidades? Creo que las cosas ―está muy claro― andan por otro rumbo. Si tengo ese grandísimo honor de que me reciba el ministro o un viceministro, algo que no he ganado por los valores de mi obra, simplemente me siento con ellos y debato todo lo que he llevado en la agenda.
No conozco a ninguno de los jóvenes que se presentaron el 27 de enero ante el Ministerio de Cultura, por lo que no tengo nada personal en contra de ellos. En cambio, sí conozco a Fernando Rojas y a Alpidio Alonso, dos excelentes intelectuales, con toda una vida dedicada al fomento y desarrollo de las artes y la literatura en nuestro país, además de poseer una obra personal de incuestionable valor. Y para hablar con toda claridad, lo que sucedió ese día frente al Ministerio de Cultura, como mínimo, es una falta de respeto, de ética y decoro por parte de los que armaron el show mediático y no supieron valorar siquiera la condescendencia de los dos altos funcionarios.
A los artistas y escritores que trabajan con honestidad en la creación de su obra, al cubano ―en sentido general―, no se nos puede dar gato por liebre. Los hechos hablan por sí solos y son evidentes la manipulación y las malas intenciones. No creo en esos que buscan un protagonismo a ultranza, un galardón a costa del perjuicio de la mayoría, de esos que se creen el ombligo del mundo por considerarse ellos mismos buenos artistas o buenos periodistas. La libertad y los derechos tienen sus límites; y cuando estos se propasan, se convierten en libertinaje, en espuria conducta.
Si algo, en este caso, debo criticarle al Ministerio de Cultura, a sus dirigentes, es la benevolencia. Es necesario tener en cuenta las jerarquías, los niveles para la atención a las inquietudes y preocupaciones de los artistas, los mecanismos e instancias apropiadas para cada hecho o individuo que solicite ser atendido. La cultura cubana es patrimonio de la nación y el Ministerio de Cultura y sus trabajadores, junto a los creadores, intérpretes y demás personas y organismos involucrados, sus principales representantes. Como reza en un refrán popular: no se debe permitir que alguien venga a bailar en la casa del trompo.
Si hay artistas y periodistas honestos en ese pequeño grupo del 27 de enero ante el Ministerio de Cultura, que lo demuestren con una actitud correcta y con el respeto que se merecen nuestras instituciones y el personal que las representan.
Por último, un consejo para los jóvenes artistas: hagan su obra y luchen por ella con decoro. La batalla del artista es a través del arte. Y recuerden siempre a José Martí cuando dijo: ¡La Patria es ara, no pedestal!
Jesús Sama Pacheco (1950, Mariel, hoy perteneciente a la provincia de Artemisa). Actualmente reside en la ciudad de La Habana. Cuenta con una amplia trayectoria literaria. Fue fundador del taller literario Javier Heraud, de Bauta y del taller Rabindranth Tagore, de Caimito. Es poeta y narrador. Ha publicado poemarios como En público secreto los amores, Habitante de la bruma, El hijo del hombre, Versos de arena, Ante la espada y la pared, y libros de cuentos para adultos y para niños. Ha obtenido premios y menciones en concursos nacionales e internacionales, en los géneros de cuento y poesía. Parte de su obra aparece, además, en periódicos, revistas y antologías de Cuba, México, Chile, Perú, Brasil, España, República Checa, EEUU y Angola. Practica también el periodismo cultural y ha publicado artículos y reseñas en periódicos y revistas especializadas. En el 2018 ingresó al Grupo Ala Décima.
Original en
Trabajadores:
Jerarquización e institucionalidad
De su libro Las culpas del inocente, una breve
selección:
I
Del canto la luz más pura
se filtra por los celajes
donde jardines de encajes
muestran sutil la figura.
Para el
cantor la estatura
no está en la joya pueril
ni en el estrecho redil
donde pasta el artificio…
¿Será el canto cruz y oficio
en las llamas de un candil?
XV
1
Porque vivir es luchar
y defender la alegría
recurro a la idolatría
para soñar y cantar.
Mi sino es
peregrinar
entre angustias y pavores
entre añoranzas y ardores
en busca de luz y canto.
¡La vida no tiene encanto
si se callan los tambores!
2
Vuelvo al dolor, siempre vuelvo
porque el dolor desafía.
Uso al cantar la ironía
la luz en que me disuelvo.
Presto a
batallar me ensuelvo
en un coro de clamores
ni vedas ni sinsabores
logran mitigar mi ardor.
En un Mundo de dolor
¿de qué sirven los temores?
MÁS
INFORMACIÓN SOBRE SU OBRA:
—Jesús
Sama Pacheco - EcuRed
EN NUESTROS
ARCHIVOS:
—Jesús
Sama visto por Roberto Manzano
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