El mundo interior de una mujer-poesía
Conversar con la escritora Luisa Oneida Landin, es adentrarse más allá
del alma de una mujer dedicada a la poesía
Foto: Irasema
Cruz
Por Raúl San Miguel
Tomado de Tribuna de La Habana
La escritora Luisa Oneida Landin es una poetisa extraordinaria, uno de
esos seres de luz que prefieren vivir como las luciérnagas, allí donde
aparentemente es más oscuro, lejos de la mirada que las guarde en un esquema y
latente en el bullicio de la esquina de Infanta y San Lázaro, donde labora,
después de jubilada, en la librería Alma Mater, esta mujer-poesía que se define
como promotora cultural-natural. Posee la distinción Gitana Tropical (2011) y
la Distinción Raúl Gómez García (2014).
“La Habana me acogió cuando tenía 18 años de edad. Nos mudamos a la calle
Gervasio 158, entre Ánimas y Virtudes, en el municipio de Centro Habana. Me
enamoré de su malecón adonde acudía todas las tardes. Allí caminaba todas las
tardes con mis hijos. Tenía algún acercamiento a la poesía, pero la ocultaba,
desechaba lo escrito porque pensaba que aquellos textos estaban muy lejos de la
valoración de otros, excepto de mí. Consideraba que no tenía cabida en un
género literario destinado para grandes como La Avellaneda, Dulce María Loynaz,
José Martí, Nicolás Guillén…, incluso hasta la referencia de autores más
contemporáneos como Roberto Manzano.
“La poesía es un don que se moldea, cuando la ética y la estética se
juntan. Nunca sentí que podría convertirse en parte de mi quehacer en la vida.
Fue Manzano, entre otros, a quien agradezco muchas de las técnicas literarias
que hoy conozco”.
—Es autora de siete libros.
“El primero se iba a llamar Versos
de mujer con sombrilla, ¿qué sucedió? Ese libro llegó a Toluca, México, a
través de un profesor de la Universidad toluquense y olvidé colocar el título.
Entonces se publicó con el nombre de Poemas.
Un volumen con una cubierta muy bella. La poesía es introspección. Ese otro
ser: la conciencia hablando en forma metafórica. Resulta un momento de
iluminación, digámoslo así, encontrar las palabras que ilustren ese sentir, esa
hondura que nos lleva a decir algo. No es el deseo, es el impulso mágico,
precisamente, lo que emerge de nuestro interior y desea salir y decir”.
—Desgarradora e íntima es su poesía en el libro Muchacha que baila sobre mis papeles.
“Fue dedicado a mi hija, Kenia, ante su pérdida física, pero este libro,
precisamente, la hace presente, especialmente en una décima que termina: No sé bien si en la ruptura se ha quebrado
mi palabra / y una puntada macabra late endeble en la sutura / si la vida me
procura su encuentro con la verdad / asumo esta realidad sobre el manto que nos
deja… Evito estar triste y hablar de ese dolor que nos lacera”.
—¿La Habana tiene más de un jueves?
“Una secretaria donde yo trabajaba, en el antiguo Ministerio del Azúcar,
actualmente Azcuba, me solicita escribir un poema por el Día de las madres. Leo
aquel texto y sugieren enviarlo a un concurso de la Uneac. Cuestioné la
propuesta por considerarla fuera de lugar de acuerdo con el nivel exigido a los
participantes. No obstante, accedí. No obtuve premio; pero conocí a una
compañera que me invitó a una peña en el Hurón Azul, en los portales de la
Uneac.
“Esto me sirvió para que, en el año 1997, integrara el Grupo de Creación
Nicolás Guillén, asumido por la Fundación con el nombre del Poeta Nacional.
Surge este libro La Habana tiene más de
un jueves, bajo el sello editorial de Extramuros, en 2005”.
—¿La ciudad que construiste…?
“Te refieres a mi tiempo de microbrigadista, constructora, en el
municipio de La Habana del Este. Por supuesto, escribí poemas de la microbrigada,
antes a los azucareros, a los hombres que miran el mar. Nace, entonces, Marcas de agua, un poemario que refleja
la insularidad en la cual vivimos. No podemos negar que somos isleños y de
igual forma estamos signados por la inmigración entre nuestras orillas, las de
allá (Canarias) y las de aquí. Se publicó por la editorial El mar y la montaña,
y resultó mención especial de un concurso Regino Boti y de la Asociación
Canaria de Cuba. Otro volumen: Paisaje en
azul, está dedicado a mis vivencias en La Habana. Impreso bajo el auspicio
de la Universidad de Toluca, México”.
—De un proyecto de letras a la inclusión de la ecología.
“En mis estudios socioculturales participo del proyecto La letra en rosa,
también en La Habana del Este, invitada por la dirección municipal de Cultura
del territorio. Nos reuníamos en una finca agroecológica del Reparto Guiteras.
Un lugar pleno de árboles frutales y maderables. Allí había un tanque de guerra
pintado de rosa, justo donde hacíamos nuestro trabajo, junto a los artistas
visuales.
“Jesús Leyva, a cargo de este lugar, había pintado todo de ese color, los
hierros, todo... Durante cinco años acudíamos cada domingo. Diferentes causas,
ajenas a nuestra voluntad, nos llevaron a trasladarnos a la Villa Panamericana,
a la Galería Mariano Rodríguez, donde actualmente realizamos una invitación a
nuestra peña de todos los sábados.
“Uno de los artistas visuales, el reconocido Ángel Silvestre, forma parte
de este proyecto, a partir de un concurso organizado por el aniversario 500 de
La Habana. Convocábamos a entregar textos de poesía ilustrada y le llamamos:
Ciudad-Poesía. Entonces apareció Silvestre con sus ilustraciones y desde el
2014 hasta el 2018 nos regaló sus obras para los ganadores”.
Versión original en Tribuna:
La poetisa Luisa
Oneida Landín es miembro de la Uneac
y vicepresidenta
del Grupo Ala Décima
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