domingo, 6 de enero de 2008




Voces
que se unen
par
a siempre




Por
Frank Castell
Tomado de Tunarte


Desp
ués de leer Casi todo, la noche y lo demás, me convenzo de que Argel Fernández Granado (Puerto Padre, 1963), es un poeta de voz profunda. Defiende lo más auténtico mediante el verso hábil y sonoro.

Escribir desde la búsqueda de una sensibilidad lejana de ornamentos es el orden de este singular cuaderno, un homenaje a la desaparecida Ada Elba Pérez, sin dudas una autora necesaria para el más exquisito lector.

Catorce sonetos y dos décimas retratan el espíritu limpio lleno de música con el que Argel traza sus imágenes. En el prólogo a esta edición, Olga Lidia Pérez resalta que ellos son dos poetas que nunca se conocieron pero que han sabido intimar en el fascinante misterio de la palabra.

A través de sus páginas se produce un alumbramiento, prolongación de una vida signada para crear. No es sólo glosar algunos versos de la autora de Fin del pájaro Sur, sino es re-descubrir el universo creacional, las preocupaciones existenciales y volver al origen, a Jarahueca, donde nació y donde cada año se recuerda la obra de Ada Elba.

Hay ecos tan profundos en las horas
que reviven tu nombre en los portales,
en las tablas y tejas ancestrales,
como el ciclo vital de las auroras.

Argel domina el endecasílabo y el alejandrino, los esgrime para concederle mayor resonancia a su discurso. Nada de artificios. Verso a verso, el sujeto lírico se desdobla e insiste en mostrarnos a una mujer sencilla, pero a la vez llena de mundo:

Sospecho que anduviste por caminos de duda
sin hallar el consuelo que da la comprensión.
Sé que un ángel sin rostro dio a tu cuerpo la ruda
mansedumbre del alba como compensación.

Casi todo, la noche y lo demás, publicado por la Editorial Sanlope, y que se presentara en la Feria Internacional del Libro, es una excelente idea, primero porque atraerá a quienes deseen acercarse y conocer un poco más la impronta de la poesía verdadera, la que nace desde el compromiso con uno mismo para llegar a todos libre e inmortal.

Sólo me queda concluir con Ada Fénix, texto que cierra con altura el cuaderno:

He visto el paraíso cotidiano,
rincón donde tú, Fénix, resucitas.
Conozco esa nostalgia donde habitas
y la costumbre de tu brillo arcano.
La noche material te acosa en vano,
porque frente al reloj no te desplomas,
y sobre Jarahueca así te asomas,
ave, sin 5to punto cardinal
de olvido, sin la prisa universal,
“en una ardiente lluvia de palomas.”

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