Ecos de la Fiesta de la Cubanía
La décima, componente
del entramado fundacional de nuestra nacionalidad, estuvo presente a lo
largo del programa, que obró la maravilla de un verdadero baño de identidad
La gala artística, en la plaza donde se cantara por vez
primera, hace 150 años, la marcha que devino Himno
Nacional, fue una de las páginas más estremecedoras de esta agenda cultural,
y tradujo atinadamente la forja de la cubanía. Foto: Madeleine
Sautié Rodríguez.
Durante la gala artística se escenificó el histórico momento
en que Perucho Figueredo
copió la letra del Himno para entregarla al reclamo de los pobladores. Foto: Luis
Carlos Palacios Leyva.
Tomado de Trabajadores
Estar en Bayamo
durante la Fiesta
de la Cubanía es recibir un dulce baño de identidad nacional. En la recién
concluida edición 24 de esta luminosa cita, la maravilla fue obrada, como
siempre y ante todo, por la concertación y consagración, previamente y durante
el transcurrir de la agenda, de las instituciones culturales, las autoridades
políticas y gubernamentales, y creadores de las más variadas esferas. Eso es
perceptible por quien asiste.
Para el buen cubano es siempre un instante especial el de escuchar o
cantar el Himno
Nacional, de pie y con la cabeza descubierta, como nos pidió Martí
en 1892, cuando publicó en Patria su letra.
Pero cantarlo en Bayamo, en la Fiesta
de la Cubanía, es otra cosa: uno se siente como invadido de emociones
nobles que no se borrarán.
Es que en Bayamo,
durante la Cubanía
—como se le llama familiarmente al evento—, se anda de vibración en vibración.
Puede ser por la mezcla
dichosa de historia y leyenda que nos descubren en el Himno de
Bayamo; puede ser por el suspiro que nos brota inevitablemente en la
rememoración ante la ventana de
Luz Vázquez, destinataria de la primera pieza musical cubana conocida como La Bayamesa, la que le dedicaron Céspedes y Fornaris en 1851, cuando
todavía Céspedes no era el
Padre de la Patria. Cada página del programa tiene su pálpito, y no solamente
proveniente de los sucesos de 1868, sino también en su proyección hacia toda la
trayectoria cultural de la nación cubana, hasta la contemporaneidad.
La poesía en décimas, como componente
del entramado fundacional de nuestra identidad, por ejemplo, estuvo
presente y dio fe de sus rumbos actuales, relacionados con el proceso de
revitalización de la estrofa, que se inició entre fines de los 80 y principios
de los 90 del siglo XX. En la presencia de esa disciplina en la Fiesta,
fue decisiva la preocupación y ocupación del Centro Provincial del Libro y la
Literatura, y su estrecha relación de trabajo con los escritores.
La vertiente oral —léase repentismo y tonadas campesinas— contó en la Cubanía
con figuras cimeras como el improvisador Emiliano
Sardiñas y los tonadistas Marisol Guillama y Tony Iznaga, el Jilguerito. La
vertiente escrita tuvo voces significativas como las de los autores Alexander
Aguilar y Jorge
Betancourt —ambos ganadores del Premio
Cucalambé en el 2012 y miembros de la Filial
del Grupo Ala Décima en la provincia de Granma—, así como Juan
Manuel Reyes Alcolea, veterano cultivador de la estrofa, quienes aportaron
su obra mediante espacios habilitados para el intercambio teórico y la lectura
de poemas.
LA FRATERNA COMPAÑÍA DEL MINISTRO
Una nota expresiva de la alta sensibilidad de la dirección del país fue
la presencia permanente del Ministro de Cultura, junto a Federico Hernández,
miembro del Comité Central del Partido y su primer secretario en Granma, Manuel
Santiago Sobrino, presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular, y
otros dirigentes, en sistemático recorrido por puntos en que se efectuaban
acciones significativas del programa.
El poeta Alpidio
Alonso Grau, Ministro de Cultura, participó en numerosas propuestas del
programa. En la imagen, a la izquierda, tras la develación de la estatua en
cera del Indio
Naborí, junto a uno de sus creadores. Foto: Luis Carlos Palacios Leyva.
Como parte de
su amplio periplo, estuvieron en la inauguración
de la escultura en cera a tamaño natural del emblemático poeta Jesús Orta Ruiz,
el Indio Naborí, en el Museo de Cera, enclavado en el centro de la ciudad,
la cual contó con la actuación de poetas decimistas, tanto de la escritura como
de la oralidad. Antes, en Manzanillo, habían rendido homenaje
a Carlos Manuel de Céspedes en el sagrado altar patrio de Demajagua.
La apertura de un singular espacio comunitario contó también con la
asistencia de los dirigentes: el Proyecto Acento, una librería casera que
atesora libros raros y valiosos para mediante ellos prestar diversos servicios
a la población en favor de la cultura del territorio. Asentada en la vivienda
de los destacados escritores granmenses Luis
Carlos Suárez y Lucía
Muñoz, este espacio materializa un sueño de ambos, y su cristalización fue
posible por el respaldo material y espiritual de las autoridades de la
provincia.
Con una representación del barrio dentro de la casa, recorrieron la nueva
instalación cultural los visitantes. Emocionado, la ponderó con palabras
sencillas Alpidio
Alonso Grau, Ministro de Cultura, y quizá pocos podían imaginar cuánto
debió significar para él tal acontecimiento. Pocos sabían tal vez que a su
condición de alto dirigente suma la de ser uno de los poetas iniciadores del
antes mencionado proceso de revitalización de la poesía cubana escrita en
décimas, de lo cual dan fe sus varios poemarios, entre ellos La casa como un
árbol (1995); Alucinaciones en el jardín de Ana (1995); El árbol
en los ojos (1998); Ciudades del viento (2000) y Tardos soles que
miro (2007), así como los lauros merecidos por su obra en versos.
Al final, el público allí reunido pidió a los anfitriones que dijeran
poemas, a lo cual accedieron Luis
Carlos y Lucía,
para después pedir al Ministro que dijera versos suyos. Con ejemplar sencillez
mezclada con fino humor criollo, Alpidio
(nacido en Venegas, Sancti Spíritus, en 1963)
asintió a la solicitud diciendo que en vez de decir textos de su autoría, él
prefería compartir “unas décimas de un joven poeta”, en las cuales, cuando las
dijo, los conocedores pudieron identificar el poema Glosa, de Nicolás Guillén, que recrea
versos del poeta venezolano Andrés Eloy Blanco:
Como la espuma sutil
con que el mar muere deshecho,
cuando roto el verde pecho
se desangra en el cantil,
no servido, sí servil,
sirvo a tu orgullo no más,
y aunque la muerte me das,
ya me ganes o me pierdas,
sin saber que me recuerdas
no sé si me olvidarás.
Flor que sólo una mañana
duraste en mi huerto amado,
del sol herido y quemado
tu cuello de porcelana:
Quiso en vano mi ansia vana
taparte el sol con un dedo;
hoy así a la angustia cedo
y al miedo, la frente mustia...
No sé si es odio esta angustia,
ni si es amor este miedo.
¡Qué largo camino anduve
para llegar hasta ti,
y qué remota te vi
cuando junto a mí te tuve!
ave de pluma fugaz,
ahora que estoy donde estás,
te deshaces, sombra helada:
Ya no quiero saber nada;
yo sólo sé que te vas.
¡Adiós! En la noche inmensa
y en alas del viento blando,
veré tu barca bogando,
la vela impoluta y tensa.
Herida el alma y suspensa
te seguiré, si es que puedo;
y aunque iluso me concedo
la esperanza de alcanzarte,
ante esa vela que parte,
yo sólo sé que me quedo.
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