para Mayra
Especial para
el programa
Entre libros,
de
A punto de iniciarse el procesamiento de mi poemario Rumor de Pan en Letras Cubanas, me dijo con alegría Roberto Manzano: “Vas a tener una editora de lujo, Mayra Hernández”. Aunque sonreí y le aclaré que yo mismo había pedido que fuera ella, no se me escapó que la frase del querido poeta amigo era sintetizadora de un prestigio que, no por conocido, resulta menos agradable su corroboración para quienes la admiramos y queremos.
Claro que, como casi todo aserto, la frase era sólo punta de iceberg: Mayra Hernández Menéndez es mucho más que “una editora de lujo”, y mi hermano interlocutor lo sabía. Mayra es una mujer de pensamiento, una escritora de hondo cálamo, que junto a sus vastos desempeños en la respetable profesión a que en lo fundamental se dedica —caracterizados de siempre por el rigor, la pulcritud y el respeto a sí misma y a los autores—, ha desplegado paralelamente —con la misma vocación de autoexigencia intelectual— un valiosísimo quehacer investigativo, sobre todo encaminado a revelar, demostrar y hacer visible la ubérrima presencia femenina en el panorama de la poesía en estrofas de diez versos.
De tal suerte, el enriquecedor proceso de revitalización de la décima cubana, iniciado hacia fines de los 80 y vigente en el hoy y ahora, gracias a Mayra ha podido contar con volúmenes de ejemplar utilidad y obligada referencia, como Recado para Jonás y Hombres necios que acusáis, entre otros estudios que examinan creadoramente, para sorpresa de muchos, la inestimable huella de la voz de la mujer en la expresión poética decimística.
A ello se suma más recientemente, junto a su compañero en la vida y las letras, el relevante escritor Waldo González López, la cristalización de dos panoramas —en este caso de autores de ambos géneros—, abarcadores como nunca antes, de la décima cubana: Navegas, isla de oro, que explora la creada con destino al público infantil y juvenil, y Esta cárcel de aire puro, que en un primer tomo recoge a los escritores nacidos entre 1900 y 1959.
De modo que el caso de Mayra es el de una escritora que ha puesto su amplia experiencia y rigor profesional en el nunca suficientemente justipreciado ejercicio de la edición, al servicio de una vocación de servicio de alcances aún mayores, con una vehemencia ejemplar necesaria y agradecible todavía más, por tratarse de una zona del panorama literario del país en buena medida insuficientemente conocido y también, por desdicha, insuficientemente reconocido en toda la repercusión que tiene para la identidad nacional.
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