domingo, 6 de marzo de 2016

La décima escrita en la Revolución


Un estudio necesario
 
Las múltiples frecuencias del proceder estrófico; apuntes para una historia de la décima escrita en la Revolución Cubana.

Centro de Promoción Literaria
Pedro Ortiz Domínguez. Holguín.



Al evaluar la historia de la décima escrita en Cuba, de acuerdo con su intensidad y trascendencia, deben distinguirse cuatro momentos fundamentales. Un primer instante nativista, relacionado fundamentalmente con la publicación, en 1857, del libro Rumores del Hórmigo de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé) (1829-1862?), a partir del cual la estrofa nacional cubana alcanzó elevados registros de popularidad, un paréntesis lírico neopopularista en el siglo XX, representado por la obra de Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí), una secuencia intelectiva, y anómala, en el mejor sentido, dentro de los tradicionales rumbos expresivos, inducida por José Lezama Lima, Ángel Gaztelu, Eliseo Diego, Cintio Vitier y Fina García Marruz, poetas inicialmente nucleados en torno a la revista Orígenes (1944-1956) y un período expansivo y transgresor que, por razones cronológicas y metodológicas se identifica con el año 1959, pero que verdaderamente irrumpe en nuestras letras con la publicación de Alrededor del punto (Premio 26 de julio 1971) de Adolfo Martí Fuentes, libro notable por un grupo de espléndidas décimas, empañado no obstante por textos de escaso valor, lamentablemente escritos en relación con las circunstancias de la época.


1.1. La década del 60 del siglo XX

Sin dudas el período más fecundo en la escritura y promoción de la décima en Cuba comenzó en 1959.

Hasta ese año, si tomo como basa epocal la instauración de la República, escasos nombres ilustres habían tributado a la sustancia nutricia del edificio octosilábico nacional. 

Agustín Acosta  (1886- 1979), Mariano Brull (1891-1956), Manuel Navarro Luna (1894- 1966), Eugenio Florit (1903- 1999), Emilio Ballagas (1908- 1954) y, en menor medida, poetas del Grupo Orígenes (1944-1956) como Ángel Gaztelu (1914-2003) y Eliseo Diego (1920-1994) encarnaron el desvío de la tendencia coral del insular sonsonete paisajístico.

Célebres “anomalías” dentro de “la visión paradisíaca y arcádica de la naturaleza antillana” (1), que Cintio Vitier ubica en el nacimiento de nuestra poesía, son Samuel  Feijóo  (1914- 1992) y, sobre todo, Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí) (1922- 2005) a quien Virgilio López Lemus considera el más importante decimista del siglo XX cubano "por  su   carácter integrador  de  lo popular, lo culto,  e  incluso  hasta folklorista de la décima campestre".(2) 

En medio del triunfal desconcierto y el acompasado montaje de la maquinaria política y socioeconómica del 59, la carencia de estructuras orgánicas para respaldar el proceso creativo literario, la ebullición coloquial de nuestra poesía, la pugna ideoestética y  la desorientación cultural de la mayoría de los versificadores, influyeron sobre la casi nula divulgación de la décima.

Autores ya acreditados como Ángel Augier (1910), quien por esos años publicó su Breve antología con prólogo de Samuel Feijóo (1964) e Isla en el tacto (1965); Jesús Orta Ruiz, quien entregó a las prensas los poemarios Sueño reconstruido (1961) y El pulso del tiempo (1966) fueron, junto a Samuel Feijóo (1914- 1992), los principales alentadores de la estrofa nacional.

Hay que señalar, además, que por estos años de gestaciones y discrepancias, de enfrentamientos a la poética de los autores origenistas, en quienes algunos vieron una actitud retardataria respecto al proceso lírico cubano, y de pugna ante los autores integrantes de las Ediciones El Puente por parte de los miembros del Grupo de El Caimán Barbudo, El Indio Naborí fue objeto de una crítica descarnada, por parte del entonces muy joven escritor Jesús Díaz quien, en nombre de la literatura revolucionaria y del arte verdadero, puso en tela de juicio las circunstanciales décimas que publicaba Orta Ruiz en la prensa nacional como muestra de apoyo a la Revolución. (3)

Por esta época, el poeta y exquisito investigador Feijóo, publicó varias de sus esenciales antologías: Los trovadores del pueblo (1960), La décima popular (1961), Refranes, adivinanzas, dicharachos, trabalenguas, cuartetas y décimas antiguas (1962), Cantos a la naturaleza cubana del siglo XIX (1964) y la monumental La décima culta en Cuba (1963), inevitables referencias para conformar la historia de la estrofa de los diez versos.

El Indio Naborí, por su parte,  fundó junto a Manuel Navarro Luna el programa radial «Balcón de América» en 1964, a través del cual se comentaba la actualidad cultural hispanoamericana, y presentó a la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) el proyecto de la Jornada Cucalambeana, implícito homenaje al poeta tunero del siglo XIX Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, «El Cucalambé», y espacio para salvaguardar la cultura campesina que se hizo efectivo en 1966.

Dentro de ese importante evento que se celebra en la provincia Las Tunas se convocó el Premio Cucalambé,  en el que fueron distinguidos desde entonces poetas improvisadores y escritores de décimas, que posteriormente formarían parte de lo más representativo de la tradición espineliana en Cuba. Otros certámenes de menor alcance y duración de esos años fueron los concursos Zafra del pueblo, 28 de enero y el Premio Nacional que otorgaba la ANAP y que concluía con una gala en el Teatro Mella de Ciudad de La Habana.

Es importante señalar el ánimo fundador de los primeros talleres literarios y de decimistas del país, entre los que merecen citarse el Taller de decimistas Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (1968) de Florencia, y  el primer Taller de decimistas de Tamarindo (1968), todos de la actual provincia de Ciego de Ávila.

Otros autores que publicaron libros que contenían décimas, aunque no alcanzaron la estatura de Naborí y Feijóo, fueron los repentistas Francisco Riverón (La Habana, 1917-1975), autor de Caimán sonoro (1959), La voz que no se perdió [1959], Amor: 365 días (1960),  El huésped de la voz (1961), Postigo al amor (1962),  Todo el amor (1963),  La voz de los objetos (1964) y Las mejores décimas de amor [1965];  Rafael Rubiera (La Habana, 1922-1996), el autor de Sin fecha  (1963);  Pedro Sergio Amaral Padrón (Villa Clara, 1935), autor de El decimista  (1961), entre otros.


1.2. La década del 70

Fue uno de los períodos más complejos vividos por el país que afectó sensiblemente la vida cultural y, por supuesto, la literaria.

A las permanentes agresiones imperialistas de la etapa anterior y las tensiones extremas, se sumaron profundas contradicciones ideológicas y culturales, diseños políticos desacertados, tomas de decisiones equivocadas por parte de sectores dirigentes de la sociedad y el ejercicio deliberado de la censura y la exclusión. (4)

1971 trajo la primera división de la historia de la Revolución a raíz de los sucesos del llamado Caso Padilla, cumbre de un funesto proceso que había comenzado a finales de los sesenta.    

En materia literaria, al decir del crítico Arturo Arango:

Salvo honrosísimas excepciones, la poesía cubana del período exhibe un muestrario de libros desustanciados, vanos esencialmente despolitizados, incluso oportunistas. Era el tipo de poesía, de literatura, oficialmente promovida […] y la ausencia de escritores motivó la apresurada búsqueda de nuevos nombres con qué llenar los espacios que quedaron vacíos. […] esa búsqueda condujo a la invención de poetas que no lo eran, que intentaron aprovecharse de la revoltura del río, y también de la promoción de jóvenes a quienes les correspondía aparecer justamente en ese instante. (5)

La tradición del canto a la naturaleza cubana, asentada en los mismos orígenes de nuestra poesía, que en la décima se hizo más diáfana a partir de la obra de El Cucalambé en el siglo XIX y progresó sensiblemente con El Indio Naborí, y una tendencia, llamémosle con cautela reformadora, que según avanzó la década se fue haciendo más visible, fueron las dos grandes vertientes o posibilidades expresivas avistadas por los cultores de la estrofa nacional.

Entre los escasos libros de décimas publicados en los 70 merecen citarse A la sombra de un ala (Premio 26 de julio 1974) del repentista Leoncio Yanes (1908) y dos singulares cuadernos: Estampas en blanco y negro (Premio 26 de julio 1973) del improvisador Bernardo Cárdenas Ríos (1927) y el libro que inició el Premio 26 de julio del MINFAR en 1971, Alrededor del punto, de Adolfo Martí Fuentes (1922-2002).
Un libro significativo de esos años fue el cuaderno Sobre la tela del viento (1974) por el que Renael González Batista (1944) obtuvo el Premio José María Heredia en 1973.

Finalmente, otros decimarios destacables en el período fueron: El autor intelectual (1975), conjunto de glosas con versos martianos de David Chericián (1940), Décimas de Justo Vega (1979), sombría compilación de estrofas escritas o improvisadas por el popular Caballero de la décima cubana, Justo Vega (1909) y un libro que contiene algunas espinelas meritorias, Viajero sin retorno (1979), de Raúl Ferrer (1915).

Por esta época, justamente en el año 1977, la Editorial Arte y Literatura de La Habana publicó la edición de las Poesías completas de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé) prologadas por Jesús Orta Ruiz.


1.3. La década del 80

Los años 80, instante de florecimiento económico y cultural de la Isla, pese al aciago y primer éxodo masivo de cubanos en 1980 por el puerto habanero de El Mariel, aportaron exiguas, pero importantes páginas para la insular historia de la décima escrita. 

De esta etapa resulta loable el trabajo realizado por el movimiento de talleres literarios de la Isla y la realización de sus tradicionales encuentros-debates, a través de los cuales se dieron a conocer numerosos decimistas que, a partir de la década siguiente, constituirían la vanguardia en la escritura de esta estrofa.

Volúmenes como El libro de las décimas (1980) de Nicolás Guillén (1902-1989),  otro texto continuador de la herencia repentista: No voy a cantar pesares (1983) de Leoncio Yanes; De donde crece la palma (1986), nueva selección de glosas con versos martianos de David Chericián, y los libros Manuel García; rey de los campos de Cuba y Camilo y Estrella, novelas en décimas extremadamente signadas por el folletín radial de Chanito Isidrón (1903), estuvieron entre lo más representativo de la década.

Asimismo otros corpus de décimas publicados, pero con una mejor elaborada factura poética, fueron Paisaje y pupila, de Rodolfo de la Fuente Escalona (1954) (Primera Mención en el Concurso 26 de Julio 1981, 1982), Cordeles de humo (1987) de Alberto Serret (1947-2000); Y dulce era la luz como un venado (Premio 26 de Julio 1986,  1989) de Ricardo Riverón Rojas (1949) (6), Una cosa es con guitarra (Premio 26 de Julio 1987,  1990) de José Luis Rodríguez Alba (1932) y Sueño de una noche de verano (1989) del joven poeta matancero José Manuel Espino (1966).

Finalmente, hay que destacar la publicación de dos importantes investigaciones acerca de la estrofa nacional: Décima y folclor (1980) de Jesús Orta Ruiz y La décima escrita (1986) de Adolfo Menéndez Alberdi, pioneras en nuestro país en su afán de dar organicidad a la historia de la décima.


1.4. La década del 90

Caracterizada por la creciente depauperación económica, a raíz del derrumbe del campo socialista y el arribo del llamado Período Especial, esta década fue testigo de un nuevo éxodo masivo en los meses de verano de 1994.

La sensible escasez de recursos materiales influyó en la disminución de la cantidad de libros publicados en los primeros años del decenio y en un paulatino incremento,  producto de la búsqueda de alternativas editoriales, en el segundo lustro.

Entre los libros de décimas más representativos de este lapso se encuentran el antológico Viajera peninsular (1990) de Jesús Orta Ruiz; Elogio del caminante (Premio de la Ciudad de Holguín 1990) de Daer Pozo Ramírez (1965); los cuadernos decimísticos iniciales de Ronel González Sánchez (1971) también distinguidos con el Premio de la Ciudad de Holguín Algunas instrucciones para salir del sueño (1991), Todos los signos del hombre (1992), Dictado del corazón (1993) y Rehén del polvo (1994); Donde rompe la crecida (Premio Cucalambé de las provincias orientales 1992) de Domingo Mesa Acosta (1961); Hambre del piano de Carlos Téllez Espino (1960) y Terrenal de Antonio Borrego Aguilera (1962) (Primera Mención y mención respectivamente en el mismo certamen).

Nuevos y significativos libros de décimas de estos años fueron: Las puertas de cristal (1992) de Arístides Valdés Guillermo (1960), Otro nombre del mar (1993) de Jorge Luis Mederos (1963), Robinson Crusoe vuelve a salvarse (Premio Nacional Cucalambé 1993, 1994) de Alexis Díaz Pimienta (1966) y David Mitrani Arenal (1966);  El mundo tiene la razón (Premio Cucalambé 1995, 1996) de Ronel González y José Luis Serrano (1971); Días de naipes de Nieves Rodríguez (publicado en 1994, aunque había sido Premio 26 de julio en 1990); Sitios de la voz Premio Nacional Cucalambé 1996, 1997) de Agustín Serrano; La sexta cara del dado, libro publicado en Islas Canarias en 1997 por Alexis Díaz Pimienta; Bufón de Dios (Premio Fiesta de la Joven Décima 1996, 1997) y Aneurisma (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 1998, 1999) de José Luis Serrano; Sueños sobre la piedra (1998) de Alberto Garrido Rodríguez (1966), Decálogo del retorno (1998) de Antonio Gutiérrez y Perros ladrándole a Dios (1999) de Carlos Esquivel Guerra (1968), libros con los que sus autores obtuvieron el Premio Nacional Cucalambé en 1997 y 1998, respectivamente. Finalmente el libro premiado en el Concurso Cucalambé de 1999 fue Con esta leve oscilación del péndulo, de Yunior Felipe Figueroa, quien hasta la fecha es el autor más joven que ha recibido el codiciado reconocimiento para los decimistas.

Por estos años se publicaron algunas investigaciones importantes relacionadas con la historia de la décima cubana, entre las que cabría mencionar La décima; Panorama breve de la décima cubana (1995), Décima e identidad. Siglos XVIII y XIX (1997)  y La décima constante (1999) del investigador Virgilio López Lemus, Teoría de la Improvisación. Primeras páginas para el estudio del repentismo (1998) de Alexis Díaz Pimienta, inicialmente publicado en el País Vasco y luego en La Habana (2000) y la selección Décimas cubanas de dos orillas (Miami, 1998) de Francisco Henríquez,


1.5. La décima posterior al 2000

Al inicio de esta década los acontecimientos más importantes relacionados con la promoción de la décima fueron la institución con carácter iberoamericano del Premio Cucalambé, que antes tuvo categorías regional y nacional, y la fundación en La Habana del Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado (CIDVI) dirigido por el poeta Waldo Leyva.

Los libros más significativos de décimas publicados en el período son: La furiosa eternidad (2000) de Ronel González Sánchez, (In)vocación por el paria de Pedro Péglez González (1945) (Premio Cucalambé 2000, 2001), Soldado desconocido (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2000, 2001) de Yamil Díaz Gómez (1971),  El racimo y la estrella (Premio 26 de Julio 1993, 2002) de Roberto Manzano (1949), Examen de fe (Premio Cucalambé 2001, 2002) de José Luis Serrano, Otra vez la nave de los locos (Premio Cucalambé 2002, 2003) de María de la Nieves Morales (1969), Confesiones de una mano zurda (Premio Cucalambé 2003, 2004) de Alexis Díaz Pimienta, un singular conjunto de décimas incluyó también el poeta y narrador Jesús David Curbelo (1965), en su libro Éxodo (2004); Cántaro inverso (Premio Cucalambé 2004, 2005) de Pedro Péglez González, Toque de queda (Premio Cucalambé 2005, 2006) de Carlos Esquivel Guerra, Canto de amor a Pinar del Río (2006) de Nieves Rodríguez,  Atormentado de sentido; para una hermenéutica de la metadécima (Premio Cucalambé 2006, 2007) de Ronel González Sánchez,  Tardos soles que miro (2007) de Alpidio Alonso Grau,  El sueño eterno (2008) de Edelmis Anoceto, Meditaciones del náufrago (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2006, 2007) de Arístides Valdés Guillermo (1960), Bitácora de la tristeza (2007, 2008) de Alexander Besú, Los césares perdidos (2008, 2009) de Odalys Leyva Rosabal, Al revés de lo contrario (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2008, 2009) de Herbert Toranzo (1972), la antología de décimas Cárcel, memoria y abrigo de Jesús David Curbelo (1965), Cicatrices de sal (2009) de Irelia Pérez Morales; El libro de los desterrados (2010) de Carlos Esquivel y Diusmel Machado, Palabras en la arena (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2010, 2011) de José Manuel Espino Ortega, Nosotros los cobardes (2012) de Jorge Adrián Betancourt y Alexander Aguilar, la antología Tráfico de influencias (2012) de José Luis Serrano Serrano, El aeroplano amarillo (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2012, 2013) de Herbert Toranzo.

Valiosos libros contentivos de décimas pertenecientes a poetas de anteriores promociones publicados por estos años son Décimas por un tomeguín (2001) de Roberto Fernández Retamar (1930), Por tu milagro sonoro (2001) de Jesús Orta Ruiz (1922), Décimas para la historia (controversia del siglo entre Naborí y Angel Valiente) (2004),  El sitio existe, es hermoso (2006) de Raúl Luis (1934), Guitarra gris con arcoíris (2006) de Renael González Batista (1944), El relámpago en la espiga (2007) de Roberto Manzano, La mano clara del día (2011) compilación de las décimas de Renael González y la extensa novela en décimas publicada por la Editorial Abril Carmen Rosa Milanés, la hija de don Joaquín de Iris Travieso Oliva (1948). 

En esta década fue plausible el creciente interés por la investigación de la décima y así lo prueba la publicación de Recado para Jonás; sobre el discurso femenino en la décima para niños en Cuba (2001) y Hombres necios que acusáis; estudio sobre el discurso femenino de la décima en Cuba (2001) de Mayra Hernández Menéndez (1950), la antología de la décima cubana Viajera intacta del sueño (2001) de Waldo González López; la vasta selección decimística que agrupa, desde los primeros autores de esta estrofa en nuestro país hasta un poeta nacido en 1995, Esta cárcel de aire puro (2010 y 2011), obra en dos tomos de Mayra Hernández Menéndez y Waldo González; La décima renacentista y barroca (2002) de Virgilio López Lemus; Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, el desaparecido (2003) de Carlos Tamayo Rodríguez (1954), Tropología y décima (2009) de Jesús Fuente Guerra (1951);  selecciones provinciales de décimas publicadas por el Frente de Afirmación Hispanista de México realizadas por Aurelio Giraldo Aices (Las Tunas),  Francisco Henríquez (Matanzas), Francis Sánchez (Ciego de Ávila),  Ronel González (Holguín), Yasmín Sierra y Jorge Enrique González (La Habana), Raúl Tápanez e Iván Suárez (Matanzas), Marisol García y Rigoberto Fernández (Chambas, Ciego de Ávila), Lorenzo Suárez Crespo (Pinar del Río), la antología La brevedad de lo eterno (2008) de la décima en Matanzas entre 1797 y 2008 publicada por Fernando García García, e investigaciones acerca de la décima  escrita en provincias como La sombra en la espiga canta; Panorama de la décima avileña (2004) de Francis Sánchez y La noche octosilábica; Historia de la décima escrita en Holguín (1862-2003) (2004) de Ronel González.

Finalmente se señala como un dato importante, la publicación de la antología de décimas de amor cubanas Para llegar hasta ti, compilación realizada por el poeta Alpidio Alonso presentada en la XXIV Feria Internacional del Libro de La Habana y de varias provincias en 2015.

El itinerario cubano de la décima escrita de las dos últimas décadas ha hecho comparecer ante los lectores a la continuidad y la ruptura del canto a la naturaleza cubana que irrumpió en nuestras letras con el Espejo de Paciencia (1608) de Silvestre de Balboa, la dilatación de las improntas cucalambeana  y naboriana (costumbrismo, folclorismo), la variedad temática y conceptual, y el abundante empleo de la estrofa octosílaba en el humor, la poesía para niños y en ocasiones vinculada a la narrativa; la intelectualización del discurso, la manifiesta voluntad de renovación en lo referido al par dialéctico contenido/forma; el profuso empleo de encabalgamientos, la preocupación por eliminar virtuales fronteras entre el verso libre y el rimado, la búsqueda de elevadas intensidades líricas; un subrayado interés por ahondar en las circunstancias sociohistóricas del país con una visión desprejuiciada y una, digamos tendencia, a establecer la primacía del lenguaje y la sonoridad por encima de los mismos contenidos; elementos que dan fe de la vitalidad de la estrofa nacional y que piden a gritos nuevos y amplios estudios que ubiquen a la décima en el sitio que le corresponde junto a (y en) la poesía, a la que, pese a sus detractores, jamás ha dejado de pertenecer.



NOTAS:

1.- Lo cubano en la poesía,  La Habana, Instituto del Libro, 1970, p.23.

2.- López Lemus,  Virgilio: La décima; breve panorama de la décima cubana, La Habana, Editorial Academia, 1995, p. 48.

3.- Datos acerca de este altercado cultural pueden consultarse en el volumen Polémicas culturales de los 60, de Graziella Pogolotti,  La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2006, pp. 329-363.

4.- Entre los numerosos materiales publicados en los últimos años que pueden consultarse acerca del llamado Quinquenio gris (Ambrosio Fornet), Decenio oscuro (Rine Leal) o Trinquenio amargo (Mario Coyula), recomiendo especialmente los reunidos en el volumen La política cultural del período revolucionario: memoria y reflexión. La Habana, Centro Teórico-Cultural Criterios, 2007. 

5.- Arango, Arturo: “Con tantos palos que te dio la vida (…)” Ibid, p. 118. 

6.- Otros libros de décimas publicados posteriormente por Riverón Rojas, que dan continuidad al discurso de este importante cultor de la décima, aunque no rebasan las cotas de su libro premiado en 1986, son: La próxima persona (1993), Azarosamente azul (2000), Bajo una luz que no existe y Otra galaxia, otro sueño (ambos en el 2005).


 







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