ni discriminación: la décima
Reseña de la tertulia La décima es un árbol,
de abril, con Sergio García Zamora
La imagen es de la pasada Feria del Libro, y recoge el momento en que Miguel Barnet, Presidente de
Por Mariana Enriqueta Pérez Pérez
Una vez más, el grupo de «
En cada encuentro, alguien llega por vez primera; otros se disculpan por no poder asistir, y después visitan a la conductora del proyecto, o al Museo de Artes Decorativas, para conocer cuál es «La pieza del mes» y recoger su ejemplar del Catálogo rimado. Así interactúan los adeptos a la décima. Desde siempre, los poetas repentistas y su público se han unido por una imantación peculiar; entre los autores de la décima escrita y sus lectores hay, obviamente, mayor distancia, pero se sabe que estos últimos están ávidos por adquirir todos los decimarios que se publiquen –¡y son tan pocos!–. En consonancia, «La Décima es un Árbol» se propuso, desde su inicio, enlazar, sin privilegios ni discriminación, las dos manos de esa estrofa. El escritor y el repentista se sientan junto a la conductora, y cada uno juega su papel.
En este 16 de abril, Sergio García Zamora, a la izquierda, y José Manuel Silverio León (con su tres) a la derecha, se encontraron con la anfitriona. Hubo lectura e improvisación; un verso del escritor como pie forzado para el que improvisa; fechas históricas; comentarios; «La pieza del mes» y el Catálogo rimado Nº 30… todo en un ambiente de equilibrio, de poesía reflexiva, pero sin aspaviento retórico, marcada por imágenes frescas, incontaminadas, como la juventud del escritor.
La tarde del viernes iba deslizándose por la tertulia y la imaginación también: esos muebles de mimbre, estilo art nouveau, que nos presentó el Museo, tal vez formaran parte de encuentros similares en una terraza cubana, cien años atrás. ¿Quién lo sabe? La fantasía de los poetas develará su secreto en el Catálogo rimado.
SERGIO SIN ABEJAS
Disfruto mucho del sabor añejo, propio de la poesía que perdura por su natural saber, en la obra de este joven que –¡a los dieciséis años!– escribiera un libro cuyas excelencias y profundidades sorprenden al lector. Autorretrato sin abejas (2003) era ya, a esa tempranísima edad, un libro maduro; y maduro, mucho más, será El afilador de tijeras, de próxima aparición, ambos bajo el sello editorial Sed de Belleza.
Sergio García Zamora (Esperanza, Villa Clara, 1986). Poeta. Estudiante de Filología en
Estos galardones acreditan un quehacer poético acendrado, no sólo en el versolibrismo –típico de la poesía joven– sino también, y tal vez más, en las formas clásicas de la poesía medida y rimada, como el soneto, el romance y, naturalmente, la décima.
En su poesía trasciende la cultura cristiana, sin misticismo; hay en ella una vena humanista que tiene puntos de contacto, aunque él mismo no lo advierta, con la obra de Carlos Galindo Lena –por citar un ejemplo cercano en el tiempo y el espacio–, pero también con la obra de los más valiosos representantes del Siglo de Oro y con la poesía en lengua castellana de todos los tiempos. Sin embargo, no puede afirmarse que Sergio García Zamora «imite» a esos poetas; por lo contrario, el conocimiento de aquellos le permite actualizar su discurso que, por suerte –valga decirlo– se aleja de las corrientes «críticas» a ultranza, las cuales suponen un reflejo «realista» de la vida nacional, en detrimento de valores poéticos reconocidos.
La poesía de este joven autor es sencilla pero no simplista, la amparan buenas y asimiladas lecturas; hay en ella un matiz reflexivo que aporta conocimiento, a la vez que cultiva en el lector valores estéticos porque se encuentra bellamente escrita.
En la nota de contracubierta de Autorretrato sin abejas, el reconocido escritor Yamil Díaz Gómez, quien realizó la corrección, sintetiza atinadamente:
Sin estridencias ni alardes metafóricos entra Sergio García en la literatura cubana. Su carta de presentación –Autorretrato sin abejas– da fe de un temprano oficio tanto en la décima como en el verso libre, y de esa armónica alternancia entre sentimiento y reflexión, las dos posturas básicas de su escritura. El poeta regresa al diálogo del hombre con Dios, revestimiento literario del monólogo de un ser humano particular cuando se enfrenta a su destino. Pero lo deslumbrante de su autorretrato está en que quien pregunta con candidez de adolescente, se responde a sí mismo como dueño y señor de largos siglos de sabiduría.
No sería oportuno ahora, después de esta caracterización, intentar un desmenuzamiento de cada uno de los seis poemas en décima que componen el libro, pero sí, al menos, debo citar sus títulos y apuntar algunas generalidades. En la primera, «Lamento», se emplean como recursos la interrogación (a Dios) y la anáfora; el cierre, todavía preguntando, guarda cierta similitud con el ovillejo; usa igual rima en los versos 2 y 3. «Ecce Homo» es una espinela donde reflexiona con Cristo. «Oración del balsero» –única alusión directa a los acontecimientos nacionales– se compone de cuatro décimas espinelas perfectas, que llevan como exergo dos versos de Alexis Díaz Pimienta: Sostenme balsa bendita / sobre mi propia esperanza; es una muestra de la mejor décima popular, centrada en la devoción ingenua y el ruego a
El afilador de tijeras, cuando vea la luz, será presentado como merece, pero haremos una anticipación, por cuanto significa un escalón superior en la obra de nuestro invitado. Consta –hasta ahora– de cinco secciones muy bien definidas en su contenido y forma.
De la décima en El afilador de tijeras hay que decir, en primer término, que se encuentra muy bien elaborada desde el punto de vista formal. En el aspecto ideo-temático, continúan apareciendo esos personajes-tipo, privilegiados por la literatura universal, que refieren determinadas posturas ante la vida, y que Sergio García Zamora ha sabido actualizar, aunque no tanto como para que se pierda el sabor de añeja elegancia y sabiduría. Así, encontraremos a: «El ciego» (con referencias a Borges y Milton); «El amenazado» (una fauna salvaje que le acecha); «Arte poética» (el autor demuestra, sin pedantería, la solidez de sus estudios literarios); «El poeta»; «El pintor» (Vincent Van Gogh); «El ladrón»; «El jugador»; «El labriego» (oración para el advenimiento de la lluvia, con una cita de Jorge Manrique, donde se advierte la recurrencia de García Zamora al tema de la tierra); «El perdido» (reitera el diálogo con Dios, el ruego por la salvación).
De todos esos textos pueden extraerse imágenes hermosas y profundas, pero no debo citarlas, es mejor que se descubran a través de la lectura, única vía para el perfecto disfrute de la buena poesía.
Aquí está Sergio García Zamora, un joven que sabe, desde la adolescencia, cómo fabricar miel sin abejas, y cómo mantener afiladas las tijeras para cortar los males causados por el hombre.
Santa Clara, 14 de abril de 2010
Muestras de la obra poética de Mariana, pueden verse mediante los siguientes enlaces con el blog Álbum nocturno y la antología on line Arte poética. Rostros y versos, ambos del poeta salvadoreño André Cruchaga. Varios estudios realizados por Mariana Pérez Pérez aparecen en nuestra sección Decimacontexto: POLIZÓN EN LA ALJABA DE EROS, sobre la décima de amor escrita en Villa Clara. LAS ALBAS RUMOROSAS, acerca del libro Jiras guajiras, de Samuel Feijóo. LA DÉCIMA CUBANA DURANTE LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA: LOS POETAS DE LA GUERRA, interesante aporte sobre ese período. LA DÉCIMA ESCRITA EN VILLA CLARA, sobre la poesía concebida en estrofas de diez versos en esa provincia.
Para comunicar con Mariana vía email: marianaenriqueta@gmail.com
Visite el sitio web de la tertulia La décima es un árbol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario