domingo, 28 de marzo de 2010

De la novela en décimas
y un “profanador”

Reseña de la tertulia La décima
es un árbol del pasado 19 de marzo

Bajo los buenos auspicios de la cercana primavera, con cuyo comienzo el mundo dedica un día especial a la Poesía, se inició la tertulia de marzo. Su conductora llevaba todavía los ecos y la euforia del espectáculo «¡Se formó la guajirá!», que nos regalara el poeta Alexis Díaz Pimienta dos días antes.

El tema central: la novela en décimas. Para disertarlo: el poeta Otilio Carvajal Marrero (Chambas, 1968), quien lo ha estudiado profundamente desde hace mucho tiempo. Y, naturalmente, si Otilio Carvajal era el invitado, se hacía imprescindible hablar de su poesía y de los valores que revelan las décimas escritas por él, comenzando por El Libro del profanador, Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 1999, hasta las más recientes, todavía inéditas.

Pero, como siempre, había otros asuntos: la presentación de nuevos participantes; la felicitación a Eloísa Font Ortega y al propio Otilio Carvajal por haber obtenido premios en el Concurso Internacional de Cartas de Amor «Escribanía Dollz», de Sancti Spíritus; la entrega del Catálogo rimado Nº 29; la presentación de «La pieza del mes»; así como el recordatorio –«a vuelo de pájaro»– de algunas efemérides: Día Internacional de la Mujer, muerte de Eduardo Saborit, muerte de Agustín Acosta, Día Mundial de la Poesía y Día Mundial del Teatro, muerte y centenario de Miguel Hernández, aparición en 1927 de la Antología poética en honor a Góngora, y por supuesto el cumpleaños de nuestro Samuel Feijóo.

El tema central de la tertulia despertó un notable interés en el público, de tal manera que, aún después de finalizar ésta, abordaron a Otilio para continuar conversando. Hablamos extensamente del papel jugado por Chanito Isidrón como iniciador de la novela en décimas, que –en opinión del disertador– puede ser considerada un género literario independiente. Como ejemplo de que éste sigue creándose, leímos fragmentos de las dos obras premiadas (1) en el Primer y Segundo Concursos «Chanito Isidrón» de Novela en Décimas, con alcance nacional, que organizara el taller «Carlos Loveira» de la UNEAC en Villa Clara, con el coauspicio de la Casa Iberoamericana de la Décima, en los años 2003 y 2004. Lamentablemente, este concurso no siguió convocándose, pero sería interesante indagar en toda la Isla cuántos poetas están dispuestos a continuar la tradición de este género puramente cubano y si valdría la pena retomarlo.

Naturalmente, decir Chanito Isidrón y que alguien no recuerde sus décimas humorísticas, es algo que jamás sucede; esta vez, Alexis Águila Cabrera, uno de los nuevos en la tertulia, declamó «Las cintas de la corona». Y así, entre preguntas, respuestas, décimas recordadas, café, piezas del museo… llegó la hora de la despedida, pero con la promesa de que ya estamos organizando una «grande», dedicada exclusivamente a ese querido poeta; será en el mes de junio, porque como él mismo contara en sus memorias (2): «El día primero de junio de 1921, salí por primera vez a recorrer el país, sin otro bagaje que una guitarra y un alma llena de ilusiones».

Mariana Enriqueta Pérez Pérez
Santa Clara, 23 de marzo de 2010


1.- En 2003 el premio fue otorgado a Esperanza, de José Manuel Silverio León, y en
2004 a la novela Asunción en la noche de piedra, de Mariana Pérez; esta última fue publicada, por entregas, en Cartacuba (boletín cultural, mensual, de Villa Clara, actualmente titulado Guamo) de abril a octubre de 2005.

2.- Isidrón, Chanito, Recuento: memorias de puño y letra de Chanito Isidrón; compilación: Amor Benítez Hernández, Beatriz Sosa Díaz-Quibus, María Esther Díaz Rodríguez, Editorial Letras Cubanas, 2009, La Habana.


OTILIO CARVAJAL: ¿PROFANADOR DE
LA DÉCIMA?

Por Mariana Enriqueta Pérez Pérez

En el próximo mes de julio se cumplirán exactamente diez años de aquel día en que cumplí, con entera responsabilidad, escasos conocimientos y mucho temor, la tarea de presentar el libro de alguien a quien no conocía. Ese libro había obtenido el año anterior el Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara; su autor era un joven avileño nombrado Otilio Carvajal Marrero. El poemario se titulaba El libro del profanador, así que acudí al diccionario para recordar todas las acepciones de la palabra «profanador». Luego me adentré en sus páginas, de una poesía compleja, compuesta por una simbología, para cuya comprensión, a veces, es necesario conocer un poco la vida y el resto de la obra de su autor (ya he dicho que sólo sabía el nombre). Y, además, en el libro encontré una sección donde el gallo, como símbolo bíblico, era el protagonista; de manera que también tuve que consultar La Biblia para revisar los «Proverbios» y otros pasajes. Al final, creo que no lo hice del todo mal –aunque tampoco excelente– y se me dio la oportunidad de conocer personalmente al autor.

Otilio Carvajal Marrero nació en Chambas el 13 de agosto de 1968. Es miembro de la UNEAC. Ha sido destacado por el Ministro de Cultura por realizar talleres especializados de Poesía y Literatura para niños y jóvenes. Posee disímiles premios en certámenes literarios, entre los que se destaca el Premio Ciudad del Che 2009, en Poesía, así como el Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara en: Poesía, Novela y Novela para jóvenes. Ha sido jurado de concursos nacionales e internacionales. Se encuentra antologado en más de cincuenta recopilaciones de diversos países. Colaborador de publicaciones periódicas, como La Gaceta de Cuba, Revolución y Cultura, Alhucema, y muchas más. Fue invitado a Venezuela e interactuó con talleres literarios de esa nación. Tiene publicados cinco libros de poesía –El libro del profanador, Oda al pan, Los navíos se alejan, Prohibido soñar en esta casa, Thank giving day–, así como dos libros de teatro y cinco novelas.

La décima en El libro del profanador: corresponde a la segunda sección, titulada «Manual de las negaciones». En la misma se ofrecen claves para advertir en qué consiste la «profanación». Hay dos décimas esenciales: «Cantálida del profanador» y «Cantálida del profanado»; la primera –sustentada en la enumeración anafórica «y por si…»– se enfrenta a lo que se «quiere», lo que se «duda», la «herida» y la fortaleza (lo fuerte; el profanador hiere con su lanza y riega «los rojos unicornios de la muerte» –que no el hermoso «Unicornio azul». El «Profanado», por su parte, reconoce que también tiene cadenas y culpas.

La sección se encuentra precedida por un texto de Roberto Méndez: «Ninguna música podrá rescatarte de ese instante en que la máscara se adapta a tu rostro con la sencilla expresión de la tristeza». Y hay aquí dos palabras claves: máscara y tristeza. Creo que son dos calificadores de la poesía que escribe Otilio Carvajal; toda su poesía donde, por supuesto, se incluye la décima, está permeada de «tristeza», pero ésta a veces, o mejor casi siempre, se «enmascara» con la ironía, la sátira, en una aparente sencillez del lenguaje. Detrás de todo hay una amargura muy profunda del sujeto lírico, con una filosofía pesimista ante las realidades que viven nuestro país y el mundo actual (filosofía que pasó a primer plano en la literatura cubana finisecular del XX y de este s. XXI). Los propios títulos dan fe de lo anteriormente dicho: «Las horas del hielo», «Cantálida del profanador», «Cantálida del profanado», «La siega del ave», «La negación del suicida» y «La negación del que niega».

También he tenido la oportunidad –gracias a la gentileza del autor– de conocer un decimario inédito, Había otra vez un cuento. Está dividido en cinco «episodios» y cada uno, excepto el primero, es precedido por fragmentos de canciones, cuentos y juegos infantiles («Rataplán…», «Los pollitos dicen…», «El cuento de la buena pipa», «Camaroncito duro»). En este juego del título y los exergos está, precisamente, la máscara de que se habló antes.

Este poeta no emplea un sistema tropológico y estructural complejo –como estilan actualmente otros– sino que sustenta sus tesis en la sencillez (aparente) de la espinela, aunque por momentos hace uso del endecasílabo y de otras fórmulas atípicas en la disposición de las rimas. Tampoco emplea mucho la diversidad de recursos poéticos formales que posee nuestra lengua, solamente la anáfora es recurrente. Ahora bien, en los contenidos, en el aspecto ideo-temático, es donde el poeta tiende la emboscada y despliega su visión del mundo con gran talento y fluidez, para mostrarnos un universo profundamente angustioso, que desacraliza verdades consabidas, hechos diferentes a la mirada «oficial», pero que –finalmente– dejan en el lector la certeza de que ese universo «otro» también es real. De manera que el poeta, a través de la palabra del sujeto lírico, del simbolismo que emplea –a veces peculiar y a veces conocido– y de la intertextualidad, muestra un estado de cosas y opiniones que solamente la poesía es capaz de revelar. Sin embargo, que nadie se confunda, el libro, detrás de toda su crítica, a veces lacerante, deja ver un sincero amor a la Isla, a la Patria.

Un inventario de los temas principales que se encuentran en Había otra vez un cuento puede demostrar lo dicho hasta aquí: el miedo, el temor a expresarse libremente; la guerra, lo que se pierde, lo que queda; el éxodo, el exilio –la jinetera que se va a otro país y sueña con el regreso– la añoranza de la Patria; la duda del sujeto lírico ante el riesgo de expresar sus verdades –¿ser o no ser?–; el dolor, el vacío, la sombra, la muerte…; la necesidad de inventar realidades ficticias; los problemas cotidianos del pueblo: prostitución, fisco, divisa, guerra, amargura, religiosidad popular, miedo, balseros, racismo (todo ello en una amalgama que sugiere rumor) –por ejemplo: «Reguetón para la 3ª. guerra municipal» y «Punto guajiro en el que Sancho Panza le explica a un policía por qué lleva a cuestas un saco de pan». También estarán presentes: la familia, la elegía familiar (tradición de la poesía cubana); el dolor personal, la intimidad del individuo… y otros.

Como se ve, el poeta se adentra en la realidad circundante para «crear» ese universo al que ya se hizo alusión. El sujeto lírico, un «profanador», cuenta «otra vez» el «cuento» para mostrar aristas que el ojo común no puede, o no se atreve, a ver. El sujeto lírico «profana» el anquilosamiento discursivo, las ideas manidas, pero no profana a la décima porque, en su fluir, se evidencia un profundo conocimiento de la estrofa y de los recursos que utiliza. La décima cubana –con toda su historia de crítica político-social, de sentimientos amorosos, de poetización de temas universales– sale airosa y desprende sus máscaras, porque la buena poesía nunca será profanadora, y los buenos poetas tampoco son profanadores, aunque sean tristes.


Santa Clara, 19 de marzo de 2010.


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