Amorosa travesura en Las Tunas
En la mitad
del año 2007, cuando los seguidores de la columna La
tecla ocurrente, fundada y escrita por Guillermo
Cabrera Álvarez en el
periódico Juventud Rebelde, se reunieron con él
en Guaracabulla, en el centro del país, para un intercambio de sus tertulias de
tecleros, la tunera Nieve Molina le prometió que pronto fundarían ese espacio
en la ciudad de Las Tunas. Un infarto, al término de aquel fraterno concilio
guaracabullense, le impidió al Guille ver cumplida la promesa de Nieve en
octubre del referido año.
Ahora, en este octubre, para celebrar los diez años del cumplimiento de
esa promesa y su ininterrumpida actividad desde entonces, Nieve Molina y los
también tecleros Nancy Quintana y Fernando Martínez conquistaron a los poetas y
editores Argel
Fernández y Samuel Perdomo —presidente y miembro,
respectivamente, de la Filial
provincial del Grupo Ala Décima en Las Tunas— para una hermosa travesura:
la edición, en formato de libro, de una selección de la columna La tecla del Duende, con la cual el joven
periodista y poeta Jesús
Arencibia Lorenzo dio continuidad a La
tecla ocurrente de su profe Guillermo.
Y allá le dieron, en un encuentro teclero realizado en el municipio
tunero de Manatí, la linda sorpresa a Jesús, con una modesta pero hermosa
edición —de tirada reducida, como es de suponer— de este compendio amplio y
cariñoso para el que eligieron el título de Regalo
de duendes, guiño cómplice a la sección Regalo
de jueves, que publicaba el Guille en su columna y que en su momento
compiló también en un volumen.
Compartimos
el prólogo de este fruto de la hermandad:
PARA SEGUIR
AL GUILLE
La figura
fantástica del duende, curiosamente, se ha representado en su decurso de
leyenda al mismo tiempo como un individuo muy viejo y como un individuo muy
nuevo: A veces, anciano sabichoso; a veces, niño travieso.
Tal vez la
clave esté en el deseo —consciente o inconsciente, eso no importa— de
compendiar, en un solo ente, la sapiencia y el desenfado, virtudes que, como
sabemos, en nada se contraponen. Antes bien, contra muchas presunciones
inconvenientes, se complementan. Y resulta una delicia hallarlas armoniosamente
enlazadas en una misma proyección vital.
Lo sabía muy
bien El Guille —Guillermo
Cabrera Álvarez,
1943-2007; a quien Fidel puso cariñosamente el mote de El Genio—, el
extraordinario periodista que fundó en febrero del 2001, en Juventud
Rebelde, la columna La
tecla ocurrente. Con ella inició un inusitado periodismo
participativo que pronto generó un movimiento de lectores agrupados en
tertulias, y un gentilicio que dura hasta hoy, tecleros, para orgullo de
quienes lo ostentan a tenor de su protagonismo.
Y no solo
sabía muy bien El Guille las bondades de esa dicotomía, sino que él mismo era
fiel expresión de ella. Sin proponérselo. Él era así, y punto. Como que no hay
que buscarle las cuatro patas al gato averiguando si era o no consciente de
ello. Yo, al menos, nunca se lo pregunté. O tal vez ocurra que es ahora que me
doy cuenta del asunto.
Cuando El
Guille desapareció físicamente, el primero de julio del 2007 —yo estaba en Las
Tunas, en la Jornada Cucalambeana, y recibí allí la dolorosísima noticia—, el
periodismo cubano corrió el riesgo de que se perdiera una rica experiencia que
ya contaba con cientos de seguidores a lo largo del país, agrupados en los
referidos espacios tertulianos.
Pero el
maltrecho corazón del Genio había tenido suficiente fortaleza para dejar
descendencia: Uno de sus cercanos colaboradores, el entonces muy joven
periodista Jesús
Arencibia Lorenzo, por encomienda del periódico de la juventud
cubana, concibió una columna continuadora, quiso para ella el nombre de La tecla del Duende y aceptó asumirla,
con la condición de no firmar con su nombre algo que no era otra cosa que el
seguimiento de la genial idea de Guillermo.
Una selección
de las apariciones de La tecla del Duende han compilado ahora,
en las presentes páginas, tecleros amorosos que de paso han querido honrarme al
pedirme que las presente.
La mano que
no ha querido firmar la columna seguidora es ya la de un avezado periodista
—aunque sigue y seguirá siendo joven—, profesor universitario con categoría de
Máster, y reconocido poeta decimista, para más señas.
Eso es Jesús
Arencibia Lorenzo, para cariño de los multiplicados integrantes del
movimiento de los tecleros en todo el país, a los cuales lidera con su humilde
capacidad de aunar agudeza y picardía. Como buen duende. Como el fiel discípulo
que es de Guillermo
Cabrera Álvarez.
Alamar, La
Habana, octubre de 2017.
MÁS SOBRE TECLA CON ALA
Encuentros similares de “Tecla con Ala” se produjeron antes en mayo
del 2009 y en febrero
del 2010, este último como parte del programa
por el décimo aniversario del Grupo Ala Décima, así como en febrero
del 2011, en junio
de ese año, por el Día de los padres, en febrero
del 2012, en marzo
del 2014, cuando los tecleros de JR celebraron dos cumple, el 13 de la La
tecla y el noveno de las tertulias de los seguidores de esa sección del periódico Juventud Rebelde, y en julio
del 2015, durante el noveno encuentro nacional de las tertulias de JR con sus
lectores, en Guaracabulla. En febrero de este 2017, cuando los tecleros se
encontraron en el patio del Instituto
Cubano de Amistad con los Pueblos (Icap) para festejar los 16 años de la
columna y los 12 de sus peñas ocurrentes en diversas provincias: Periodismo
de familia. Y en julio, Tecla
con Ala en Guaracabulla. Sueños al
centro de Cuba, cuando los tecleros se reunieron en esa localidad
para recordar a Guillermo
Cabrera Álvarez, a diez años de su partida física, oportunidad en
que Juventud Rebelde reconoció el trabajo del periodista y
poeta Jesús
Arencibia Lorenzo al frente de este movimiento.
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