miércoles, 22 de noviembre de 2017

Tecla con Ala para un libro


Amorosa travesura en Las Tunas
 
En la mitad del año 2007, cuando los seguidores de la columna La tecla ocurrente, fundada y escrita por Guillermo Cabrera Álvarez en el periódico Juventud Rebelde, se reunieron con él en Guaracabulla, en el centro del país, para un intercambio de sus tertulias de tecleros, la tunera Nieve Molina le prometió que pronto fundarían ese espacio en la ciudad de Las Tunas. Un infarto, al término de aquel fraterno concilio guaracabullense, le impidió al Guille ver cumplida la promesa de Nieve en octubre del referido año.

Ahora, en este octubre, para celebrar los diez años del cumplimiento de esa promesa y su ininterrumpida actividad desde entonces, Nieve Molina y los también tecleros Nancy Quintana y Fernando Martínez conquistaron a los poetas y editores Argel Fernández y Samuel Perdomo —presidente y miembro, respectivamente, de la Filial provincial del Grupo Ala Décima en Las Tunas— para una hermosa travesura: la edición, en formato de libro, de una selección de la columna La tecla del Duende, con la cual el joven periodista y poeta Jesús Arencibia Lorenzo dio continuidad a La tecla ocurrente de su profe Guillermo.

Y allá le dieron, en un encuentro teclero realizado en el municipio tunero de Manatí, la linda sorpresa a Jesús, con una modesta pero hermosa edición —de tirada reducida, como es de suponer— de este compendio amplio y cariñoso para el que eligieron el título de Regalo de duendes, guiño cómplice a la sección Regalo de jueves, que publicaba el Guille en su columna y que en su momento compiló también en un volumen.

Compartimos el prólogo de este fruto de la hermandad:


PARA SEGUIR AL GUILLE

La figura fantástica del duende, curiosamente, se ha representado en su decurso de leyenda al mismo tiempo como un individuo muy viejo y como un individuo muy nuevo: A veces, anciano sabichoso; a veces, niño travieso.

Tal vez la clave esté en el deseo —consciente o inconsciente, eso no importa— de compendiar, en un solo ente, la sapiencia y el desenfado, virtudes que, como sabemos, en nada se contraponen. Antes bien, contra muchas presunciones inconvenientes, se complementan. Y resulta una delicia hallarlas armoniosamente enlazadas en una misma proyección vital.

Lo sabía muy bien El Guille —Guillermo Cabrera Álvarez, 1943-2007; a quien Fidel puso cariñosamente el mote de El Genio—, el extraordinario periodista que fundó en febrero del 2001, en Juventud Rebelde, la columna La tecla ocurrente. Con ella inició un inusitado periodismo participativo que pronto generó un movimiento de lectores agrupados en tertulias, y un gentilicio que dura hasta hoy, tecleros, para orgullo de quienes lo ostentan a tenor de su protagonismo.

Y no solo sabía muy bien El Guille las bondades de esa dicotomía, sino que él mismo era fiel expresión de ella. Sin proponérselo. Él era así, y punto. Como que no hay que buscarle las cuatro patas al gato averiguando si era o no consciente de ello. Yo, al menos, nunca se lo pregunté. O tal vez ocurra que es ahora que me doy cuenta del asunto.

Cuando El Guille desapareció físicamente, el primero de julio del 2007 —yo estaba en Las Tunas, en la Jornada Cucalambeana, y recibí allí la dolorosísima noticia—, el periodismo cubano corrió el riesgo de que se perdiera una rica experiencia que ya contaba con cientos de seguidores a lo largo del país, agrupados en los referidos espacios tertulianos.

Pero el maltrecho corazón del Genio había tenido suficiente fortaleza para dejar descendencia: Uno de sus cercanos colaboradores, el entonces muy joven periodista Jesús Arencibia Lorenzo, por encomienda del periódico de la juventud cubana, concibió una columna continuadora, quiso para ella el nombre de La tecla del Duende y aceptó asumirla, con la condición de no firmar con su nombre algo que no era otra cosa que el seguimiento de la genial idea de Guillermo.

Una selección de las apariciones de La tecla del Duende han compilado ahora, en las presentes páginas, tecleros amorosos que de paso han querido honrarme al pedirme que las presente.

La mano que no ha querido firmar la columna seguidora es ya la de un avezado periodista —aunque sigue y seguirá siendo joven—, profesor universitario con categoría de Máster, y reconocido poeta decimista, para más señas.

Eso es Jesús Arencibia Lorenzo, para cariño de los multiplicados integrantes del movimiento de los tecleros en todo el país, a los cuales lidera con su humilde capacidad de aunar agudeza y picardía. Como buen duende. Como el fiel discípulo que es de Guillermo Cabrera Álvarez.

Alamar, La Habana, octubre de 2017.


MÁS SOBRE TECLA CON ALA


Encuentros similares de “Tecla con Ala” se produjeron antes en mayo del 2009 y en febrero del 2010, este último como parte del programa por el décimo aniversario del Grupo Ala Décima, así como en febrero del 2011, en junio de ese año, por el Día de los padres, en febrero del 2012, en marzo del 2014, cuando los tecleros de JR celebraron dos cumple, el 13 de la La tecla y el noveno de las tertulias de los seguidores de esa sección del periódico Juventud Rebelde, y en julio del 2015, durante el noveno encuentro nacional de las tertulias de JR con sus lectores, en Guaracabulla. En febrero de este 2017, cuando los tecleros se encontraron en el patio del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (Icap) para festejar los 16 años de la columna y los 12 de sus peñas ocurrentes en diversas provincias: Periodismo de familia. Y en julio, Tecla con Ala en Guaracabulla. Sueños al centro de Cuba, cuando los tecleros se reunieron en esa localidad para recordar a Guillermo Cabrera Álvarez, a diez años de su partida física, oportunidad en que Juventud Rebelde reconoció el trabajo del periodista y poeta Jesús Arencibia Lorenzo al frente de este movimiento.







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