Su decimario Premio Cucalambé
en esa sección de CubaLiteraria
En CubaLiteraria, portal de la
literatura cubana, se publica la deliciosa sección Cartas de Rilke, misivas
apócrifas a escritores cubanos, presuntamente hechas por el emblemático Rainer Maria Rilke
(1875-1926), uno de los grandes en la historia literaria universal. En enero
pasado, la sección se refirió por primera vez a un poemario escrito en décimas,
lo cual reprodujimos en Nieves
Rodríguez recibió carta de Rilke. Ahora hacemos lo mismo con la que
“recibió” nuestro hermano poeta Ronel
González Sánchez por su libro Atormentado de sentido. Para una
hermenéutica de la metadécima,
con el cual mereció el Premio Iberoamericano Cucalambé 2006.
Carta de Rilke a Ronel
González
11 de marzo de 2015
Nota del compilador:
Estas cartas fueron encontradas en el metro de París por una anciana de la que se me negó su nombre. Se dice que estaban en un cofrecito de ébano y marfil, unidas por una cinta de color rosa, y que la nieve había borrado todo vestigio de quién las había escrito. Por mis investigaciones pude esclarecer que fueron vendidas en subasta, a un precio casi insignificante, por un comerciante a un turista, el cual las trajo en un viaje a Cuba y se las entregó a un escritor de provincia, cuyo nombre quiero conservar en el anonimato, quien las tradujo al reconocer la firma de Rainer Maria Rilke. Pero era muy difícil augurar si se trataba de sólo diez cartas o si existían más; por las investigaciones que realicé, opino que eran un muestrario del tractus poético de la Isla, que el autor de las cartas de Franz Xaver Kappus había destinado a unos escritores cubanos; pero el poseedor de las mismas, después de traducidas, las había distribuido entre amigos y poetas, quienes las conservaron hasta el día de hoy. Mi intención fue buscar todas las cartas, volver a colocarlas en el cofrecito de ébano y marfil, descifrar si ciertamente era Rilke su autor, y dar fe de todo ello, a destiempo, en esa apuesta por la poesía y los poetas de hoy.
Estas cartas fueron encontradas en el metro de París por una anciana de la que se me negó su nombre. Se dice que estaban en un cofrecito de ébano y marfil, unidas por una cinta de color rosa, y que la nieve había borrado todo vestigio de quién las había escrito. Por mis investigaciones pude esclarecer que fueron vendidas en subasta, a un precio casi insignificante, por un comerciante a un turista, el cual las trajo en un viaje a Cuba y se las entregó a un escritor de provincia, cuyo nombre quiero conservar en el anonimato, quien las tradujo al reconocer la firma de Rainer Maria Rilke. Pero era muy difícil augurar si se trataba de sólo diez cartas o si existían más; por las investigaciones que realicé, opino que eran un muestrario del tractus poético de la Isla, que el autor de las cartas de Franz Xaver Kappus había destinado a unos escritores cubanos; pero el poseedor de las mismas, después de traducidas, las había distribuido entre amigos y poetas, quienes las conservaron hasta el día de hoy. Mi intención fue buscar todas las cartas, volver a colocarlas en el cofrecito de ébano y marfil, descifrar si ciertamente era Rilke su autor, y dar fe de todo ello, a destiempo, en esa apuesta por la poesía y los poetas de hoy.
En algún lugar de Roma,
octubre y 1903
octubre y 1903
Estimado poeta Ronel
González:
Recibí su libro Atormentado
del sentido1, que tan amablemente me envió hace,
aproximadamente, un mes. No le había escrito por problemas de salud, y también
porque siempre pretendo responder a todos los que me envían sus libros, algo
que cada día me resulta arduo.
Pero lo importante es haber leído su poesía que, bajo la forma del octosílabo, una editorial de provincia publica. Me parece extraordinario lo que sucede en su Isla, que tiene el privilegio de editar libros de una alta factura en ciudades aisladas de la capital. Le confieso que cada día me es difícil encontrar buenos libros en cualquier género, pero en Cuba parece que han nacido muchos escritores de valía. Le significo esto porque realmente estoy impresionado por la diversidad de tendencias y estilos; claro está, algunos más que otros me demuestran ese dossier que tanto requieren las letras para marcar un tiempo.
Es precisamente esta idea de marcar un tiempo lo que denota su decimario, que —innecesariamente— subtitula: “para una hermenéutica de la metadécima”, pero que juega con un tractus alrededor de la espinela donde las ganancias escriturales afloran desde la primera lectura y la atmósfera denota una sabiduría que enriquece: pareciera estar leyendo el libro de un abate en una lejana montaña. Ese espíritu asumido por la imagen se me hace un gran divertimento ante cuestiones tan medulares para el hombre como, por ejemplo, la muerte: “La muerte siempre es la muerte, / pero uno muere a su modo / porque morir, sobre todo, / pudiera ser una suerte”.
La fina ironía en una cuarteta del texto “Nueva estación” recorre todas las páginas de este libro. La ironía en función de agujerear una verdad que se asume como contemplación de la existencia misma. Allí la imagen gana mayores aciertos y se difumina, dejando al lector toda una experiencia renovadora, personal o quizás diferente. Eso es lo que busco en mis aproximaciones a la imagen, en estos viajes incontinentes alrededor de la palabra desde este lado del mundo.
Ronel González, me ha sorprendido su suerte de que cuanto toca se convierte en décima. Es como si tu poesía fuera realmente un lujo para estos tiempos, un misterio órfico —diría el maestro Lezama—, alrededor de lo que se debe dejar como trazo en la literatura, al final, reflejo también de nosotros mismos, de nuestras humildades y glorias. Cada texto se dispone a la concreción del otro, para ratificar una idea, un punto de vista; eso veo de positivo en su libro.
Aprovecho para agradecer su dedicatoria. También yo le deseo el castigo sempiterno de triunfar, como sentencia el último verso de esa décima que, a modo de presentación, me envía con el texto.
Atormentado del sentido es uno de esos libros que juega con el lector para asumir una profecía, a manera de juego de abalorios, donde la verdad está en lo que resulten, para cada uno de nosotros, estas décimas escritas con la riqueza de la vida y la necesidad de la fe.
Le abrazo siempre,
Pero lo importante es haber leído su poesía que, bajo la forma del octosílabo, una editorial de provincia publica. Me parece extraordinario lo que sucede en su Isla, que tiene el privilegio de editar libros de una alta factura en ciudades aisladas de la capital. Le confieso que cada día me es difícil encontrar buenos libros en cualquier género, pero en Cuba parece que han nacido muchos escritores de valía. Le significo esto porque realmente estoy impresionado por la diversidad de tendencias y estilos; claro está, algunos más que otros me demuestran ese dossier que tanto requieren las letras para marcar un tiempo.
Es precisamente esta idea de marcar un tiempo lo que denota su decimario, que —innecesariamente— subtitula: “para una hermenéutica de la metadécima”, pero que juega con un tractus alrededor de la espinela donde las ganancias escriturales afloran desde la primera lectura y la atmósfera denota una sabiduría que enriquece: pareciera estar leyendo el libro de un abate en una lejana montaña. Ese espíritu asumido por la imagen se me hace un gran divertimento ante cuestiones tan medulares para el hombre como, por ejemplo, la muerte: “La muerte siempre es la muerte, / pero uno muere a su modo / porque morir, sobre todo, / pudiera ser una suerte”.
La fina ironía en una cuarteta del texto “Nueva estación” recorre todas las páginas de este libro. La ironía en función de agujerear una verdad que se asume como contemplación de la existencia misma. Allí la imagen gana mayores aciertos y se difumina, dejando al lector toda una experiencia renovadora, personal o quizás diferente. Eso es lo que busco en mis aproximaciones a la imagen, en estos viajes incontinentes alrededor de la palabra desde este lado del mundo.
Ronel González, me ha sorprendido su suerte de que cuanto toca se convierte en décima. Es como si tu poesía fuera realmente un lujo para estos tiempos, un misterio órfico —diría el maestro Lezama—, alrededor de lo que se debe dejar como trazo en la literatura, al final, reflejo también de nosotros mismos, de nuestras humildades y glorias. Cada texto se dispone a la concreción del otro, para ratificar una idea, un punto de vista; eso veo de positivo en su libro.
Aprovecho para agradecer su dedicatoria. También yo le deseo el castigo sempiterno de triunfar, como sentencia el último verso de esa décima que, a modo de presentación, me envía con el texto.
Atormentado del sentido es uno de esos libros que juega con el lector para asumir una profecía, a manera de juego de abalorios, donde la verdad está en lo que resulten, para cada uno de nosotros, estas décimas escritas con la riqueza de la vida y la necesidad de la fe.
Le abrazo siempre,
Nota:
1- Editorial Sanlope, Las
Tunas, 2007.
Versión original, mediante
el siguiente enlace: Carta
de Rilke a Ronel González.
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