…y del Yayabo, un Jacinto
El espirituano Grupo Toda luz y toda mía, siempre al
cuidado de la décima, se insertó en las actividades por el cierre de este
verano, sobre el puente entre la cultura y la historia. Nos reporta la poetisa Merari
Mangly Carrillo, presidenta de esa agrupación y representante del Grupo
Ala Décima en Sancti
Spíritus.
En la historia, Milanés;
y del Yayabo, un Jacinto
Fotos: Amelia
Fernández Mangly
La pasión por la décima, ese
complejo artístico literario, patrimonio cultural de la nación cubana; nos
insertó en las actividades por el cierre de este verano. Toda luz y toda mía, espacio
sociocultural del Centro Provincial del Libro y la Literatura en la villa del
Espíritu Santo, volvió a colocar la estrofa sobre el puente entre la cultura y
la historia. La sala de arqueología nos recibió con una muestra de los hallazgos
encontrados en el parque Serafín Sánchez Valdivia,
a raíz de las labores allí realizadas en el marco del medio siglo de fundada la
villa y los cristales de sus vitrinas sumaron luces a este encuentro tras la
invitación que nos hiciera el Museo Provincial de Historia. Mientras degustamos
un té frío como rival de la calurosa mañana, el espacio estuvo dedicado, en
primer lugar, al bicentenario del poeta, dramaturgo y ensayista matancero José
Jacinto Milanés y Fuentes, justo en el mes de su nacimiento (agosto 16 de
1814).
Uno de nuestros invitados,
el poeta Reinol
Cruz Díaz, nos aproximó a la vida y obra de aquel considerado “primer
ingenio poético cubano”. El acercamiento a sus décimas resultó muy atractivo,
al partir de palabras del propio Milanés cuando refirió que debía publicarse
poesía con un tono sencillo, el que los
cubanos tenemos, que pinte nuestras cosas, para que nos agrade. Reinol se
refirió a la preocupación estética de José Jacinto, a pesar de ser muy
criticado en su tiempo y llamársele “changuero”. La lectura de sus espinelas
mostró algunos de sus recurrentes temas, como la esclavitud, la pureza y el
amor por su prima Isabel Jimeno Fuentes, Isa.
El poeta espirituano se refirió a un folleto de décimas, publicado en Matanzas
1941, titulado Los cantares del Montero.
Glosas cubanas y escrito por José Jacinto (seudónimo Miraflores), en coautoría con su hermano (seudónimo el Camaroqueño), algo que resulta poco
conocido. Compartimos una de estas estrofas. La primera, inicio del conjunto
por la redondilla glosada:
El sinsonte y el tocoloro
Entre las aves del monte,
ídolos que ardiente adoro,
brilla más el tocoloro,
canta mejor el sinsonte.
Dos Monteros te adoramos,
linda flor de Canasí,
los dos esperamos tu sí
y esperándolo penamos.
Mientras el sí no gozamos,
que hasta el cielo nos
remonte
a escuchar mi amor, disponte
la idea que concebí
de mi rival y de mí
entre las aves del monte.
Una de las razones por la
que se le ha atribuido la locura a Milanés fue aquella pasión imposible por Isa, pero conociendo el antecedente en
su vida, cuando entre los ocho y veintiún años de edad de José Jacinto, murieron
nueve hermanos menores que él, se muestran Eros y Philia con sus herencias de
amores otorgadas a la vida humana; por lo que son una especie de protagonistas
en el andar emotivo de los hombres. Permítaseme compartir estos poemas
escuchados por los contertulios, escrito por aquel sensible matancero bajo el
espíritu de Eros y aparecido dentro del período enmarcado por el romanticismo
de la literatura española:
Su alma (Fragmento)
Pero la cosa que ignoro
poder pintar cómo es ella
es el alma pura y bella
de la hermosura que adoro.
Como es tanto su decoro,
su compasión, su ternura;
a veces se me figura
que un ángel debe de ser
que ha bajado a ser mujer
por consolar mi amargura.
Oh fatalidad (1943)
Porque mediste, Señor,
un alma triste y sensible,
esclavo de un imposible
por los lazos del amor.
Mi tormento, mi dolor
no la mueve a compasión,
sin su amor, sin su pasión
encuentro el mundo vacío.
Para olvidarla ¡Dios mío,
arráncame el corazón!
El segundo momento, dedicado
a la institución anfitriona de Toda luz…, recibió a nuestra
invitada Grethel Díaz Hernández, especialista de este centro. A propósito del
tema anunciado, nos acercó a un Jacinto espirituano. Jacinto Gomer Fernández
Morera, después del Padre Ortigueira, fue quien llevó la instrucción a las
personas adineradas en la villa espirituana a finales del siglo XVIII. Fue el
administrador de la casa Valle-Iznaga y más adelante, fundador (junto a su
hermano Anastasio) de la revista Hero,
la que generó un importante movimiento cultural en la tierra del Yayabo. Del
título de aquella revista, hoy se identifica el sitio web de la cultura en
Sancti Spíritus. El pensamiento de este hombre se puede descubrir en una
muestra de este museo en una de sus salas, las que recorrimos en respuesta a la
invitación que se nos hizo.
Y Toda luz y toda mía, diferente cada vez, al hablar de
literatura en este cierre del verano, se complació en otorgar un reconocimiento
a Clotilde Hernández Carús, correctora de Ediciones
Luminaria por más de diez años. El honor de poner en sus manos el
diploma artístico confeccionado por el pintor Luis García Urrutinier, le
correspondió al Dr. Guillermo Díaz, profesor universitario y ex director de la
casa editora; por haber tenido el atinado gesto de incluirla en el equipo de
trabajo por aquellos días de 2013. En el emotivo momento, imposible dejar de
decir que cada libro corregido por Clotilde resulta una clase del idioma. Los
ojos de corregir vertieron gotas de sal tras la emoción, compartida con
Grethel, nuestra invitada y su hija. Al decir de Guillermo, Clotilde no es una profesora más. Cuando se
escriba la historia de la educación espirituana, su nombre estará allí, porque
brindó una colaboración importante desde su altísima ética profesional. Es una
mujer que se hizo haciendo […] por la educación y la cultura en Sancti
Spíritus.
Una ronda de lecturas de
décimas se le dedicó a la especialista de Español, a los Jacinto y al Museo. No
faltó un pie forzado dejado al aire al principio del encuentro. Apuntó hacia
aquel hallazgo en nuestro parque con algunas muestras tras las vitrinas. Allí
aparecen un fragmento de lápida con una inscripción (el primero en encontrarse)
y un fragmento de verja, (el último encontrado); ambos del siglo XVIII, por lo
que tras el pie De la lápida a la verja,
nuestro poeta José Rodríguez improvisó:
Ciudad: si mi canto fuera
sombra de tu sombra fiel,
el sueño del mirabel
se abriera a la luz primera.
Si fuera la primavera
de una lluvia que converja
cuando la rima me emerja
por la ventana del alma,
se transportara con calma
de la lápida a la verja.
Las muchas y buenas energías
fundieron sonrisas con diálogos satisfechos entre los
contertulios. Los vitrales del museo formaron parte del armonioso destello que
anunció la promesa de volver a encontrarnos, siempre, al cuidado de la décima.
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