Su
libro premiado en el Kovalivker
En
la presente edición 26 de la Feria Internacional del Libro, durante
su etapa inicial en la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, el Centro
Cultural Cubapoesía, mediante su Colección Sur,
realizó la presentación
del poemario La noche material, con el cual nuestro hermano
poeta Argel
Fernández Granado mereció el Premio Eduardo Kovalivker, alegría grande que
el Grupo
Ala Décima compartió con nuestros visitantes mediante el anterior enlace.
Ahora, gracias a la fraterna colaboración de Argel (1963, Puerto Padre,
Las Tunas; miembro
del Grupo Ala Décima desde el 2006 y desde agosto del 2010 presidente de la
filial
provincial de nuestra agrupación en Las Tunas) reproducimos íntegramente el
poemario laureado.
La poesía de
Argel Fernández Granado se nutre de la sensibilidad popular y de la más honda
tradición lírica cubana. Intercambia vivamente con múltiples voces, de ayer y
de hoy, y expresa con suma fuerza su individualidad creadora al tomar como
asuntos los espacios y seres de su mundo. Sus textos se enuncian desde la
emoción, y gozan de alto nivel asociativo. Un elevado número de sus analogías
son de origen natural, o trabajan con elementos de los cuales tiene experiencia
directa. Es muy conocida su labor en la formación de nuevos valores del
repentismo cubano, actividad en la que ha acumulado éxitos indudables. Muchos
de los rasgos que inculca en esas promesas del canto nacional, proceden de su
educado gusto estético y de su admiración por las grandes venas líricas de
nuestro pueblo. Él mismo es muestra de ello, pues toda su creación conserva la
capacidad de asombro y la teluricidad profunda que caracteriza a la poesía que
no ha perdido sus raíces colectivas. Los
registros emocionales de sus versos revelan una gran bondad interior y un
sentido inclaudicable de la autenticidad en el arte. El lector podrá apreciar
en las décimas […] que presentamos todas estas peculiaridades expresivas, que
revelan la elevada calidad de su escritura.
Tomado de Cubaliteraria, sección Tropos, 14 de mayo
de 2010.
La
noche material
Premio
Cuba Poesía de Décima Eduardo Kovalivker 2016
Fondo
Literario Eduardo Kovalivker
Buenos
Aires, Argentina
Diseño
de cubierta: Elisa Vera Grillo
Diseño
interior y diagramación: Onelia Silva Martínez
Coordinación
editorial: Marlene Alfonso / Melba Tomás
©
Argel Fernández Granado, 2017
©
Colección Sur Editores, 2017
…desde
la sombra hasta el candil,
desde
el silencio al ser.
Eliseo Diego
DÉCIMAS AZULES
Glosando a Adalberto Hechavarría Alonso
Escúchame
ciudad, mi adolescencia
aprendió
a navegar tus olas cálidas,
tú
fuiste la mayor de las crisálidas
donde
durmió segura mi inocencia.
No
sospeché las alas de la ausencia
al
batir con sus plumas seculares
los
rincones más viejos, los lugares
que
visitó mi amor sin atavismos.
y solo, desafiando los abismos,
velero
de tu piel, surco los mares.
El
azul me acompaña, voy tranquilo
hacia
la eternidad y no me asusta
la
certeza del fin, la cruz, la fusta
del
viento contra el rostro, el cuerpo en vilo.
Siempre
que pierdo el rumbo torno al filo
de
tus calles mis ojos y hay albores
renaciendo
en ventanas y vapores
elevándose
al Sol desde tu asfalto.
Tu
luz hincha mis velas y yo salto
escoltado
de peces voladores.
La
quilla de mi voz abre senderos
en
la noche del mundo como un faro,
y
cada verso mío es un disparo
para
dejar sin sombra tus esteros.
No
me importa si faltan aguaceros
y
reseca la sal tus resplandores,
yo
bañaré tu faz con mis sudores
y
salvaré mis labios peregrinos
mientras
tenga a mi alcance esos molinos
que
custodian la sed de mis amores.
Noviembre
se hace luna en la mirada
y
grita soledad en el espejo
del
agua, que se niega a ser reflejo
de
una tristeza líquida y salada.
Busco
entonces tu voz donde la Nada
al
chocar con tu nombre hace collares
con
cuentas de palabras y cantares,
así
tu imagen nunca se congela
y
encuentro siempre el brillo de tu estela
en
la espuma de playas insulares.
Ya
me acostumbro –pertinaz barquilla-,
al
sino del velamen que en su empuje,
al
impulsar el maderamen cruje
y
comparte el dolor de cada astilla.
Pero
amo el magnetismo de tu orilla
donde
más dulces son los manantiales,
escucho
mis latidos viscerales,
soy
un beso, te lloro y el relente
de
toda esta nostalgia de hijo ausente
bordeo
por tus labios litorales.
Las
líneas dibujadas con fulgores
en
el cielo de Oriente son la queja
que
la existencia en mis costados deja
y
sólo son preludios, estertores.
Y
siento los deseos remadores
revelando
misterios ancestrales
a
mis ojos, que ya serán cristales
cuando
ocupe un espacio entre tus muertos
y
no consigan nombres de otros puertos
navegar
en mis venas siderales.
CREPÚSCULO CONSCIENTE
Glosando
a Naborí
Si
se duerme mi voz ¿Dónde me escondo
para
que Cronos no pregunte nada?
¿En
qué cuerpo me ajusto la alborada?
Ante
el juicio final ¿Cómo respondo?
¿Seré
un silencio pávido, sin fondo,
o
el vuelo flébil de una mariposa?
Imposible,
mi lengua luminosa
es
un rayo con versos en la punta
y
responde con luz a quien pregunta:
-me
queda por decir no sé qué cosa-.
Ignoro
el filo de la oscuridad
que
han de vivir los hombres del futuro
si
del presente los separa un muro
de
vidrieras que engañan la ciudad.
Hay
voces predicando falsedad
y es muy fácil morir sin dejar huella,
por
eso, al convocar mi voz-centella
cuando
la sombra dura me amenace,
entre
mis labios brillará una frase
que
me parece inusitada y bella.
No
me asusta morir… sólo lamento
ser
sordo como el frío de las losas
cuando
vengan las músicas gloriosas,
cuando
una larga risa sea el viento.
No
aspiro a la insulsez de un monumento,
y
mientras la ignorancia me atropella,
jamás
el miedo mis acciones mella.
No
temo la mordida del olvido,
ni
temo al odio, si en mi recorrido
he
gastado palabras como estrella.
Los
anónimos gritos de la herrumbre
junto
al polvo hallarán los ventanales,
las
prostitutas, los intelectuales
y
los fieles a Dios y a la costumbre.
Serán
las calles, con su falsa lumbre,
remedos
de Sodoma lujuriosa;
entonces,
contra mugre bochornosa,
drogadicción,
lujuria, proxeneta,
lanzaré
sortilegios de poeta:
rocío,
rosicler, sonrisa, rosa.
GIROS SOBRE LOS MUROS
A lo mejor, hombre al fin,
las espaldas ungidas de añil
misericordia,
a lo mejor, me digo, más allá no hay nada.
César Vallejo
Irreverentes,
dos pies
martillan
sobre tu asfalto.
Puedo
salvarme de un salto
sobre
las olas, después
dirás:
qué importan los Diez
Mandamientos;
cómo, hereje,
has
renunciado a ser eje,
destino,
supervivencia.
No
se agota tu paciencia
viril,
sombra que desteje
ex
profeso su mortaja
predicadora
–sin miedo-
mientras
abortas el ruedo
donde
Cordura le encaja
a
un loco su desventaja
por
estar. Siempre escondida
como
Verdad reprimida
por
torres de agua y marfil
Pegaso
-animal civil-,
destroza
siempre la brida.
Giro
a estribor, busco altura
añil
al dorso del pan,
pero
mis huesos están
en
ti, ciudad-escultura,
siempre
a babor, sepultura
suburbana
con pobreza
fósil
y cristales. Presa
de
los íntimos escombros,
sobrecargando
tus hombros
hundo,
ciudad la cabeza,
como
una luz, en el templo
donde
tantas manos se hunden
para
salvarse y confunden
los
caminos. No contemplo
más
que el inútil ejemplo
de
tus hijos. Las deidades
me
vigilan. Sus edades
gobiernan,
pero yo juro:
Cuando
termine este muro
comenzaré
otras ciudades.
MUCHACHA DE PIEL Y MUROS
Glosando
a Alberto Garrido
A
la ciudad de Las Tunas
Tus
columnas no son piernas abiertas,
se
yerguen vírgenes, con llamaradas
antiguas
en la piel. Tienen tatuadas
señales
de otros tiempos, guardan puertas.
Develaré
tus ganas encubiertas
como
antorchas que viven esperando,
lloverá
fuego en tus aceras cuando
las
calles se confundan con mis pies.
Seduciré
los muros, y después,
ciudad,
voy a medirte a contrabando.
En
tu plaza tan tibia como un vientre
levantaré
una flor y sin recelo
me
acogerás. He de rasgar el velo
conque
te cubres cuando en ti me adentre.
Asta
seré donde tu luz encuentre,
no
pabellón que el tiempo deshilacha
seré
la punta azul, seré una racha
de
luceros que burlan intervalos.
Seré
la fe sin náufragos recalos.
Voy
a meterme en ti como en muchacha.
FANTASMA
Glosando a Renael González
Besé a una adolescente sin memoria
donde seduce el mar a mi ciudad,
era relámpago de amor su edad
y golondrina su alma migratoria.
Fugaz, por el reloj, pasó la historia
entre su juventud y mis espejos,
sólo dejó en mis ojos sus reflejos
que perturban las noches más serenas
y un susurro brillante en las arenas:
una muchacha escribe
versos, lejos.
En sus pupilas Noche era Alborada
y un poema en los labios le nacía
como un árbol, como una profecía
que conjuraba el Caos y la Nada.
Hoy pido al mar: -¡Devuelve su mirada!
y las olas replican: -No presumas,
por sus ojos miraban las yagrumas-.
Yo les respondo: -El aire la percibe-,
e imagino los versos que ella escribe
y los echa a
volar como las plumas.
Sus palabras alivian mis fracasos,
me salvan de morir con tantos grises,
de quedarme sin voz y sin raíces,
de caminar sin brújula y sin pasos.
Ella humedece todos mis ocasos
y cuando me salpica en las espumas
sus manos se transforman en las sumas
sacerdotisas de algún dios dormido,
que al sentir la amenaza del olvido,
mariposas de luz,
rompen las brumas
Su voz regresa siempre hasta mi orilla,
la escucho murmurar en el relente
ese antiguo poema recurrente
que dice el mar cuando la luna brilla.
Llega como un fantasma, se arrodilla
acosada por míticos vencejos,
y haciendo alas de papeles viejos
sobre las aguas, con extraños ritos,
ella deja volar sus manuscritos
y un poeta los
halla en sus espejos.
TRENES
Como
soles manchados pasan trenes
en
lucha versus Cronos, controversia
de
los perpetuos gritos de la inercia
y
una ansiedad de pies en los andenes.
Qué
importa adónde van, no importa quienes
son
los cuerpos que viajan, cuál paraje
acogerá
sus nombres con ultraje
o
con honores, sólo es perceptible
un
llanto de metal que se hace audible
en
la pintura abstracta del paisaje.
EL VIEJO AURELIO
Al
pueblo de Velasco, en Holguín
El
anciano se mueve a paso lento,
al
hombro pesa un azadón gastado,
camina
taciturno, ensimismado,
como
una sombra en busca de sustento.
Su
piel quemada ya perdió el aliento
porque
el Sol que la hiere no ilumina,
y
cada arruga es una huella endrina
del
absurdo hormiguear de su experiencia.
El
viejo sigue andando… mi conciencia
lo
seguirá al perderse tras la esquina.
RÉQUIEM POR EL MENDIGO
La
ciudad, a todas luces,
es
trapecio y es cadalso
para
el mendigo descalzo
que
sobrevive de bruces.
Su
culpa pende (son cruces
simbólicas
las antenas)
de
las torres; y las venas
del
tráfico son culpables.
Verdugos
insobornables
son
la noche y sus cadenas.
El
hombre pierde la aurora
pernoctando
a la intemperie,
su
existencia es una serie
de
fugas, que rememora.
En
cada salto avizora
la
insensatez del castigo,
si
el hambre es un enemigo
que
acecha en la sombra adicta,
pero
es la aguja quien dicta
la
sentencia del mendigo.
MUTISMO
Al hermano Péglez
A
veces los poetas somos mudos,
las
palabras nos niegan su sonido
y
los labios, como volcán dormido,
amenazan
romper los pétreos nudos.
Avanzamos
detrás de los escudos
por
temor a decir nuestras verdades.
Por
testigos tenemos las edades
aunque
todo el orgullo se nos pierda,
pero
somos el Sol, siempre recuerda
que
en silencio se toman las ciudades.
HEREJÍA
Mi
verso, como la espada
de
Damocles, vive alerta.
El
papel es una puerta
para
burlar tu estocada,
Olvido,
pero la Nada
acecha
del otro lado.
Una
voz en mi costado
anuncia
no sé qué dioses
y
mis dedos lanzan coces
contra
el Aguijón sagrado.
PLEGARIA DEL HEREJE
Glosando a Adalberto Hechavarría Alonso
Para
llegar erguido adonde está Caronte
me
convertí en retoños, hojarasca y raíces,
fui
Yagruma y fui Ceiba de místicos matices
y
cañada, que fresca sajó el pecho del monte.
Señor,
tú me conoces, acércate, disponte
a
trazar con tu verbo la línea del destino,
no
dejes que mi tronco se convierta en espino
que
en estéril protesta se yergue contra el cielo,
quítame
de los hombros la cruz del desconsuelo,
enséñame
la ruta más corta del camino.
Vuélvete
caminante y encamina tus pasos,
por
este mismo rumbo que entender no consigo,
alúmbrame
la senda caminando conmigo,
enciéndeme
la zarza, recoge mis pedazos.
No
dejes que desangren mi rostro los zarpazos
del
miedo y de la envidia con filo promisorio.
Yo
quiero que mi huella termine en promontorio
mientras
dono mi savia al suelo en que viví;
y
que nazcan violetas sencillamente en mí
para
dejar señales, un rastro meritorio.
Ansío
ser el agua que el peregrino bebe
de
la fuente sin dueño, para calmar su sed;
enseñar
a los peces cómo romper la red;
y
brotar junto al trigo a través de la nieve.
Vencer
como Job mismo la maldad que me pruebe
con
la fe de ser justo renovada y viril,
llevar
la frente en alto, amar incluso al vil;
y
entender los secretos designios del manzano
sin
ninguna serpiente que malguíe mi mano
cuando
lleguen las lluvias y florezca en abril.
Condéname
al silencio si te provoca ira
esta
hereje plegaria que de mis labios brota,
deja
que mi holocausto presagie la derrota
de
sabios y profetas que adoran la mentira.
Pero
no dejes nunca de alimentar la pira
donde
quemo el pecado de este pecho cansino;
hazme
volver al polvo, volar en torbellino
sobre
la tierra exhausta, saber que soy minúsculo,
y
así se habrá colmado al llegar el crepúsculo
mi
anhelo de poeta con voz de campesino.
ANOTACIONES EN EL PULSO
DE UNA ESTRELLA
Y Dios
seguía sordo.
Había que
hacer más ruido.
Jesús
Orta Ruiz
Vives
tatuado, desprecio,
en
la pared. Una grieta
nace.
Descubro, profeta
ciego
del polvo, tu precio.
Se
queda a oscuras el necio,
rompe
su cántaro, estalla;
implora,
pero no halla
ninguna
estrella. Es muy tarde
para
esconderse. No arde
en
holocausto.
Dios calla.
EXORCISMO
Y el alma se me abre al pensamiento!
Regino E. Boti
De
versos se me llenan los pulmones
y
me siento a escribir porque presumo
que
son pétalos leves como el humo
elevándose
al sol – premoniciones-.
Por
un limpio papel corren legiones
de Pegasos civiles, y es lo mismo
que
si fuera un milagro, un exorcismo
si
le doy libertad a unas palabras
insólitas,
amor, como esas cabras
que
pastan siempre al borde del abismo.
ADA FÉNIX
Con Ada Elba Pérez
He
visto el paraíso cotidiano,
rincón
donde tú, Fénix, resucitas.
Conozco
esa nostalgia donde habitas
y
la costumbre de tu brillo arcano.
La
noche material te acosa en vano,
porque
frente al reloj no te desplomas,
y
sobre Jarahueca así te asomas,
ave,
sin 5to punto cardinal
de
olvido, sin la prisa universal,
en
una ardiente lluvia de palomas.
CICATRICES
Glosando a Y. Molina
Yo
no soy el aguacero,
ni
la imposible llovizna
de
una lágrima de Krishna
en
los párpados de Homero.
No
soy líquido agorero
donde
la simiente espera
con
su rencor de madera
por
el mañana del tallo.
Yo
jamás he sido mayo
yo
no soy la primavera.
Yo
nunca di a mi pupila
colores,
pétalos, nada,
el
Sol secó esta mirada
con
su fuerza que obnubila.
Bajo
las plantas de Atila
pasto
fui, de los vencidos,
árbol
sin hojas, sin nidos,
con
fuego en vez de raíces.
Mis
ojos son cicatrices
sobre
tréboles floridos.
DISCURSO DE LA ABEJA
Glosando a Agustín Acosta
A Puerto Padre, la Villa Azul de los molinos
Para ti son sencillas mis palabras,
y me olvido de la grandilocuencia
porque soy tan pequeño en tu presencia
como el trillo escabroso de las cabras.
El misterio de asfalto donde labras
tu ocaso o tu esplendor no necesita
mis flores de cemento, ni la cita
de sublimes poetas, ni sus nombres;
sé que es grande el orgullo de los hombres,
pero
nada dirá mi ansia infinita.
Hablará por mis labios la madeja
de sueños
que he tejido estando ausente,
hablará el corazón, mas, quedamente,
sin euforia, sin lágrimas ni queja,
y será mi discurso el de la abeja
que luego de correr distancia ruda,
retorna a su colmena, testaruda,
pues yo, como una abeja, estoy cansado,
y esta máxima guardo en mi costado:
si
es inmenso el amor, la pompa es muda.
No por mucho decir, una esperanza
se torna realidad, los torbellinos
acaban por morir, y a tus molinos
no los mueven sus vientos de alabanza.
Yo sé que tú prefieres la bonanza
y el mar tranquilo a aquel que se encabrita.
Tú sabes que no te ama más quien grita
su amor y te
reclama por derecho,
amas la sencillez de quien da el pecho
y
el corazón en la palabra escrita.
Sencillamente haré mi testamento
cuando me acerque al borde del olvido,
para dejarte todo lo vivido
con letras invisibles en el viento.
Mas, mi legado no será un lamento,
ni tendrá la apariencia amarga y cruda,
de una cruz o una flor de espina aguda,
a ti no puedo darte las espinas,
porque mi alma, cuando la iluminas,
no
sabe si se viste o se desnuda.
TARDE CON ESPEJO
Glosando un soneto de Naborí
Estoy con el paisaje cara a cara,
y no sé si el paisaje es un espejo,
o el espejo soy yo, y en mí reflejo
las formas que el paisaje me depara.
Mi sombra con su sombra se compara,
mi luz en su verdor se sintetiza,
y escondo en mis pulmones a la brisa
que clava su dolor en mi alarido,
por eso estoy aquí, lejos del ruido,
contemplando la tarde que agoniza.
Hay una estrella que espiritualiza
la tierra en derredor y eso me alegra,
mi cuerpo al alma universal se integra
y sé que volveré de la ceniza.
Avanzo como el sol, siempre sin prisa,
también mi paso es firme y no me para
un mal augurio, porque a mí me ampara
la estrella espiritual como un amigo;
y camina a mi lado, va conmigo
al horizonte, como si pensara.
Reina una sombra todavía clara,
es la sombra de Dios que se proyecta
en un brochazo de quietud perfecta
contra el bullicio ruin que la retara.
Con la madura sobriedad de un ara
la tierra ve llegar una cobriza
mansedumbre de tonos, que la pisa,
pero el día se niega a despedirse
y en vano trata de al paisaje asirse.
El día es una terquedad rojiza.
¡Qué lenta rapidez en la plomiza
hora crepuscular, cuando el ocaso
se torna corazón y late al paso
de ese reloj con máquina precisa!
¡Qué triste paradoja en la sonrisa
creciente que la luna me dispara
y la menguante que le da una rara
expresión a mi rostro! ¡Qué tristeza
me atasca el alma con su peso en esa
hora que de la noche me separa!
Hay una carga de nostalgia en todo
este soñar despierto, este delirio,
muere la tarde como muere un cirio
que una mano fatal hunde en el lodo.
Agoniza la luz, muere de un modo
trágicamente humano y su lamento
toca mi piel con el erizamiento
que nos da la certeza de la muerte,
todo, como en las fotos, queda inerte,
todo se queda en un recogimiento.
Nada a la calma
violentar se atreve,
suspendido en el aire hay un aroma
de misterio con alas de paloma
que por temor jamás sus alas mueve.
Silencio y vacuidad halla el percebe
si intenta hallar para su voz acento;
callar es el onceno mandamiento,
todo es quietud, ni el mar mueve sus olas,
ni rompen su letargo las corolas,
los cálices, los pájaros, el viento.
Nada viola el silencio vespertino,
ninguna voz se arriesga al desacato,
ni llaman las canoras a rebato
con las
campanas presas de su trino.
Ni siquiera susurra el alto pino
—gigante arrullador y tararira—,
prefiere hacer callar su verde lira
cuando nos dice adiós calladamente,
como un pañuelo rojo en Occidente,
la luz que sosegada se retira.
Se retira la luz clara del día,
y como herencia deja un resplandor
que contagia al paisaje del color
ambiguo y secular de la herejía.
Armado sólo con mi poesía
ante Natura estoy, terco y minúsculo,
y a la luz mortecina del crepúsculo
se pierde entre latidos mi arrogancia
sin poder despertar en la distancia
la yerba leve y el palmar mayúsculo.
Ya sé que si me busco en el cristal
del cielo no hallaré todas mis señas,
en el blasfemo monte y en las peñas
mi huella será humana y sideral.
Y cuando el Sol —inquisidor astral
cansado de su oficio— se retira,
la tarde es un hereje en una pira
con todos sus pecados al desnudo.
La tarde es un soldado sin escudo
y yo —la tarde que a la tarde mira—.
La tarde y yo —sencilla paradoja—,
vamos cayendo juntos por la cuesta
y Dios sólo nos da como respuesta
un cáliz de dolor y de congoja.
El tiempo es una tensa cuerda floja,
el día, en grave levedad de opúsculo,
tira de mí como invisible músculo,
me arrastra al cotidiano cataclismo;
y en el oscuro borde del abismo
soy la parte consciente del crepúsculo.
NAUFRAGIOS
La
suerte monta en sobres amarillos.
Los
muchachos blasfeman con el dedo
señalándome
al Norte. Yo me quedo,
sin
Ariadna no valen los ovillos.
Mis
hermanos naufragan en los trillos
azules;
y en silencio, como peces,
agonizan
después de tantos meses
con
este susto líquido que anida
en
el fondo salado de mi vida
que
a veces tiene lumbre, sólo a veces.
NICTÁLOPE
Urge la muerte de la noche
para que el alba surja y cante.
Jesús Orta Ruiz
Bien
adentro la campana
y
el corazón. Ya tus voces
guardo
a oscuras,-los precoces
ritos
y estigmas-. Qué arcana
costumbre
abre una ventana
noctámbula
que respira
por
mis pies. Soy una pira
y
quemo todo el orgullo.
Aquí
te nazco, así fluyo
como
silencio que inspira
inverosímiles
pasos.
He
visto morir tus calles
madrugadoras,
detalles
por
vivir, aldabonazos
que
no llegan a los brazos
de
ninguna puerta. A veces
sabes
llorar. Mis reveses
te
perdono, sí me importa
tu
dolor. La noche acorta
los
muros si tú amaneces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario