miércoles, 22 de julio de 2009


Sobre
Quebraduras,
de Bertha María
Gómez

Palabras de presentación del poemario Quebraduras (Editorial Extramuros, 2009), de Bertha María Gómez, por Pedro Péglez González, en la tertulia Indio Naborí, San Miguel del Padrón, sábado 18 de julio de 2009.


PARA OTRA VISIÓN DE LA PARSIMONIA

Cuando escribí los apuntes que sirven de prólogo a este volumen, no conocía las valoraciones que sobre el discurso poético de la autora había hecho Roberto Manzano al incluirla en la antología Bienaventurado el árbol que camina. De modo que la coincidencia valorativa entre nuestro querido profesor y este humilde presentador no es atribuible a otra cosa que no sea la coherencia formal y estilística que ha logrado Bertica con Quebraduras.

La fluidez “hacia la naturalidad del misterio”, de la cual llama la atención Manzano, su capacidad evocativa y rememorativa sin estridencias, su eficacia estética al develar, mediante la expresión poética, los “nervios vivos del recuerdo”, se emparentan así con la “dificilísima sencillez” azoriniana que le atribuyo en el introito, y con ese transcurrir como de arroyo que solapa con la tranquila superficie lo que la corriente arrastra, responsable de esos ocasionales saltos de agua al contacto demasiado inevitable con la piedra.

Véase si no piezas como la décima “Viernes santo”, parsimoniosa y compacta rebeldía, rescatadora ante el dolor de lo ineluctable, o el soneto “Despedida con alas”, donde la evocación nostalgiosa hace inconforme comunión con su propio salvamento, o el poema en versos libres, de vivísima introspección batalladora, bajo el título “El espejo”. Piezas que, de paso, validan la aseveración de Manzano de las estructuras como meros soportes en este conjunto, y ratifican los dominios que en punto de recursos nos ofrece, sin que sea propósito, la autora.

Demos pues la bienvenida, al panorama literario cubano contemporáneo, a estas Quebraduras, que si algo desarticulan es el concepto, si en alguien perdura, de que la parsimonia es contemplativamente opuesta al enfrentamiento de la vida. Quebraduras, de Bertha María Gómez, nos propone una (su) visión otra de esa presunción.



HENDEDURAS DEL AGUA

(Prólogo del libro)


La dificilísima sencillez por la que abogaba Azorín en punto de estilo, asoma en estas páginas.

Entras a ellas y te arropan con un sencillo fluir de agua, a veces de apariencia sosegada, a veces con la ligera brusquedad del salto a que obliga alguna piedra. Pero siempre, debajo, el latido inquietante de la vida.

Agua de regadío es ésta para surcos del recuerdo, en los cuales, una vez irrigados, de seguro reverdecerán angustias y certidumbres, quemaduras y esperanzas. Agua que comparte con la tierra sus propias hendeduras y le transfiere, al cabo, su voluntariosa capacidad de autosalvarse.

Porque —no se engañe el lector— no es ésta un agua mansa. Parsimoniosa sí, pero rebelde a fin de cuentas, empeñada en mantener a flote no el guijarro, sino la flor que viaja en el torrente.

En Quebraduras, Bertha María Gómez Sedano, con oficio poético airoso por igual en estructuras abiertas y cerradas, nos deja, en la memoria de la herida, la vocación del pétalo que la restaña. A pesar —avisa— de que la lluvia empañe el horizonte: queda un rayo de luz en el sendero.


Pedro Péglez González




NOTA DE CONTRACUBIERTA

(Tomada de la antología Bienaventurado el árbol que camina)


En líneas rápidas y concisas avanzan los versos de Bertha María Gómez Sedano, hechos para la comprensión ágil de lo intuitivo. Con emociones decantadas rememoran lo sucedido, presentizan lo que ha dejado insondables huellas, valoran el decurso y las proyecciones del destino. Las estructuras son meros soportes, sin protagonismo formal: son los vehículos para las emociones, ya convertidas en nervios vivos del recuerdo. Sin rebuscamientos ni alardes entonacionales, su verso fluye hacia la naturalidad del misterio.


Roberto Manzano


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