Los que van
a vivir
te saludan
Prólogo del decimario Los Césares perdidos (Premio Iberoamericano Cucalambé 2008; Editorial Sanlope, 2009), de Odalys Leyva.
La recreación de contextos históricos de relevancia para el devenir de la humanidad —en especial los enmarcados en lo que alguna vez se dio en llamar Edad Antigua— ha sido uno de los procederes más frecuentes en la literatura contemporánea, a resultas de la dominante cultural de la posmodernidad.
Dentro de ese panorama, la poesía cubana escrita en décimas —en franca y nutritiva revitalización desde finales de los 80, con cotas muy gananciosas en la finisecularidad— ha evidenciado cierta preferencia, en una apreciable nómina de autores, hacia la referida opción escritural. Las más de las veces, con saldos estéticos de interés, cuando la búsqueda trasciende la mera evocación de lo pretérito y la hace derivar hacia replanteos escrutadores de conflictos vigentes.
En esa línea exploradora se inscribe Los Césares perdidos, un bien construido retablo recontextualizador de aquella Roma clásica de república y esclavos y senado y dictadores, con cuya arquitectura grave y aristocrática se diría que ha sabido Odalys Leyva contaminar la armazón léxico-tropológica de su conjunto poético.
Beneficiada por un atinado aprovechamiento de legados de la época, en campos como la oratoria, el teatro y el coro polifónico, por su parte la atmósfera discursiva que teje la autora alcanza una elegante vehemencia embridada por su mano con pasión que no se recata, pero evita la estridencia.
En punto de mesura, precisamente, merece párrafo aparte el redescubrimiento que hace Odalys del desenfado transgresor en lo sexual a que asistió el período, filo de navaja por el cual acierta a transitar la autora sin rebasar los lindes deseables para el arte:
…Como un escudo / el goce es tempestad, concierto agudo / (varias hembras se tuercen en la cama / y los machos se inquietan). ¿Quién derrama / esa sofocación de prole oculta?...
Y no se trata, por cierto, de una simple contemplación acrítica del desbordamiento libérrimo del Eros. Versos antes, había deplorado el desencadenamiento de la pasión carnal desvestida de la humana sublimidad:
…(El incesto provoca la agonía / entre Roma y Egipto.) Quien se asombre / ha de perder lugar en su desnudo, / y morirá por siempre en esa Roma / donde el sexo es fugaz y nadie asoma / parlamentos de amor…
Pero con todo, lo apuntado hasta aquí, si válido, quedaría solamente en mero regodeo, en fisgoneo deleitoso dentro de un abultado tomo de la historia humana. No es este el caso. En Los Césares perdidos hay mucho más allá.
Del texto asciende un clamor de Cleopatra relegada, un reclamo de protagonismo merecido y escamoteado, una denuncia lírica de las máscaras, de la intolerancia a la otredad, del fasto avasallador de los ensueños, de la engañosa veneración que esconde un verdadero enclaustramiento de las almas:
…Cuántas bahías secretas / guardan las antiguas redes / que rompen en sus paredes / el grito de los profetas.
Y esto es ya tomar fulgores del pasado para arrojar más luz sobre el presente e incierto rumbo. Porque estos Césares no son perdidos por haber quedado ha mucho en páginas remotas: Su perdición estriba en el extravío de lo esencial humano, y ello pasa por el olvido de la veneración a que convoca el maravilloso origen natural de la criatura.
Odalys Leyva Rosabal es la segunda poetisa que merece el Premio Cucalambé en su etapa iberoamericana (la anterior fue María de las Nieves Morales en el 2002) y lo ha logrado con la conversión, poesía mediante, de estos Césares que ya no son hombres ni mujeres, a pesar del discurso genuinamente femenino de que puede preciarse el volumen. Son, luego de su escritura, más allá de toda ubicación en algo tan poco sustantivo como el género, Césares humanos, ante los cuales vale la paráfrasis: Los que vamos a vivir, te saludamos.
Pedro Péglez González
Alamar, Ciudad de La Habana,
noviembre del 2008.
1 comentario:
Odalys Leyva es una escritora muy madura, muy trabajadora y muy merecedora de este premio. "los césares perdidos" me parece un libro de total madurez. Felicidades a ella. Péglez, un abrazo. Te sigo, aunque no lo parezca
Publicar un comentario