Un comentario de Ricardo Riverón
Valoraciones
de nuestro hermano poeta Ricardo
Riverón Rojas, con las cuales se identifica plenamente Cuba
Ala Décima, en solidaridad con la Revolución Bolivariana y el pueblo
hermano de Venezuela
Ricardo
Riverón Rojas
08 de junio
de 2017
Tomado de Cubaliteraria
El pobre que
no haya vivido una revolución, difícilmente sepa lo que es la esperanza. Quien
piense que en su cuerpo termina la humanidad, no puede entender la esperanza de
quienes tienen a la vida como asignatura pendiente. Quien, con los bolsillos
rebosantes, diga que la esperanza constituye un territorio vacío, nunca
aprendió a soñar, porque la posesión descomunal de bienes le desintegró los
sueños.
América
Latina es un continente construido desde el sueño, sobre los sueños. Los
descubridores, conquistadores y colonizadores soñaron con las riquezas de
Cipango y las tierras del Gran Kan. Los que se alzaron contra el dominio
colonial soñaron con la libertad y el establecimiento de repúblicas dignas,
“con todos y para el bien de todos”. Los que frustraron aquellos sueños, solo
hicieron uso de su poderío para poseer, en propiedad exclusiva, lo soñado por
quienes nacimos en estos predios.
Entre el
sueño y la avaricia viene Nuestra América configurándose desde entonces. Los
soñadores nunca tuvieron que tomar somníferos, porque sueñan despiertos, como
bien despiertos han estado quienes pretenden que la historia registre los
sueños como utopías. Los que solo sueñan para sí quieren la esencia y la
materia de nuestros sueños, porque les permiten solazarse en una cotidianeidad
donde nada es necesario porque todo sobra.
En 1999
comenzó a concretarse en Venezuela aquello que con aire burlesco y prepotente
los teóricos del nuevo Apocalipsis llamaron “utopía”. Habían diagnosticado el
“fin de la historia”. Pero la historia es terca, y no solo como registro de
hechos, sino como cimiento del devenir; alguien habló con las palabras de esa
misma historia: “Un mundo mejor es posible”. El espíritu de los grandes
libertadores resurgió, en su sitio primigenio, con los programas de salud,
educación, vivienda, reducción de la pobreza extrema, bienestar ciudadano.
Impulsadas
por el ideal socialista de su indiscutible líder, Hugo Chávez Frías,
en Venezuela cobraron cuerpo real esas misiones. Nunca antes ningún gobierno de
esa gran nación se propuso metas tan nobles, ni reivindicó a tantos seres
humanos, hasta entonces excluidos de la fiesta republicana.
Entre agosto
y septiembre de 2007 trabajé en Venezuela (Maracaibo) en un convenio de trabajo
llamado “Cultura en cursos”. Mi misión consistió en impartir talleres de
edición, pues los venezolanos aspiraban a concretar un proyecto editorial
inclusivo como el que en Cuba conocemos con el nombre oficial de “Programa de
Ediciones Territoriales”.
Con el
deleite del predicador impartí también foros de promoción de la lectura en
comunidades apartadas. Recorrí, en esas tareas, las dos orillas del imponente
lago, y gracias a ello pude catar, sin intermediarios discursivos, el
vertiginoso ritmo de las transformaciones, no solo políticas y económicas, sino
también fertilizadoras de la identidad y la autoestima de aquellas personas que
se sentían, tras casi dos siglos de omisión, parte del proyecto de una nación
culta, cocida para ellos, y con ellos, en el horno de la luz bolivariana.
Me inspiraban
estas palabras de Martí: “Así,
armado de amor, vengo a ocupar mi puesto en este aire sagrado, cargado de las
sales del mar libre y del espíritu potente e inspirador de hombres egregios; a
pedir vengo a los hijos de Bolívar un puesto en la milicia de la paz”. O estas
otras: “De América soy hijo: a ella me debo. Y de la América, a cuya
revelación, sacudimiento y fundación urgente me consagro, esta es la cuna; ni
hay para labios dulces, copa amarga; ni el áspid muerde en pechos varoniles; ni
de su cuna reniegan hijos fieles. Deme Venezuela en qué servirla; ella tiene en
mí un hijo”.
La poesía nos
condujo en aquel trayecto iluminador consistente en obsequiar, vender a precios
irrisorios, comentar y debatir, clásicos como Los miserables, El
Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, Doña Bárbara... y otros
textos, imprescindibles para quien aliente ideales de justicia. Recuerdo haber
dicho, en muchos de aquellos foros, que el socialismo solo cobraría su real
dimensión cuando la poesía tomara posesión de la intimidad de cada ser humano.
Aunque los
espurios medios controlados por las transnacionales de la información impongan
un modelo de humanismo basado en abstracciones políticas tales como: democracia
representativa y libertinaje (que no libertad) de expresión, las realizaciones
de los estados socialistas de nuestra América se estructuraron sobre una
poética de la equidad que, sin titubeos, distribuyó reivindicaciones en
sectores nunca antes tocados por la riqueza que ellos mismos creaban.
Con dolor de
poeta pienso en el peligro que corren hoy aquellos programas de remodelación de
sueños tanto tiempo soñados. Como mismo hiciera la Revolución cubana, la
bolivariana comprendió que solo con las armas que provee la cultura un pueblo
puede combatir con buenas luces –y vencer– a la mentira disfrazada de expresión
culta que propaga el monstruo mediático, concebido y sustentado para proteger los
intereses del gran capital. Solo con verdades repetidas con altavoces podremos
desmontar la engañosa distopía que nos ubica en una supuesta “era de la
posverdad”.
Con mentiras
y privaciones inducidas vienen demoliendo la poesía de todo un pueblo involucrado
en la tarea de fundir los cimientos de una nación emancipada a través de una
redistribución equitativa de la riqueza. La oposición, vencidas ya las dos
metas volantes de la invención de falsedades y el desabastecimiento, pasó a la
violencia extrema, iniciada como revuelta interna, pero apostando a la
intervención. A tal propósito se ha prestado, con penosa doblez, la
Organización de Estados Americanos (OEA), azuzada por los incongruentes
pronunciamientos de su secretario general.
El proyecto
venezolano no es solo el de todos los pobres de América Latina, sino también el
de todos los hombres cultos del mundo. Nadie debería quedar en silencio ante el
crimen. Si para Martí poesía y acción revolucionaria se fundían en una sola
estrategia en pos de concretar su ideal de naciones libres, en los postulados
de Chávez estas dos guías también trazan la pauta más lúcida.
Quizás mañana
despertemos con la noticia de que Venezuela ha sido invadida, que la oposición
derrocó al gobierno chavista, o que asesinaron a algún importante líder. Esto
que escribo es solo la toma de posición de un poeta que vio, más allá de las
fronteras de su Isla, hace ya algunos años, la concreción de aquellos sueños
inaugurales con que nuestros próceres fecundaron de esperanzas al continente.
Estoy con Venezuela, porque al apoyarla apuesto por la historia, los sueños, la
justicia.
El crimen que
se cometa hoy (o mañana) contra el proyecto bolivariano, será también un crimen
contra la poesía. Hablemos alto entonces, colegas, camaradas.
Santa Clara 1
de junio de 2017
Versión
original en Cubaliteraria: Deme
Venezuela en qué servirla
Del poemario Bajo
una luz que no existe (Letras Cubanas, 2005),.de Ricardo
Riverón Rojas, autor que es uno de los adelantados del proceso de
revitalización de la décima escrita, es este poema en una estrofa, tomado del
comentario que sobre el libro hiciera el también poeta villaclareño Arístides Valdés Guillermo
(Corralillo, 1960), Premio
Ala Décima 2003 y Premio
Fundación de Santa Clara 2006:
LA MEMORIA Y EL OLVIDO
que olvidé sin percatarme del olvido,
me ha devuelto el color de lo perdido
en los dobleces de la luz viscosa:
está mi madre, demasiado hermosa
para saberla sin color ni vida;
estamos todos, y en la despedida
yo soy el niño que, al portarse mal,
se extravía en su limbo de cristal
sin recordar lo que jamás olvida.
Otros poemas suyos publicados en nuestro sitio puede ver mediante los
siguientes enlaces: Aquí
llego, Visión
primera, Hijo,
Espejismo
rural (II) , Mis
similares, Gesto
y Mi
andina y dulce Rita de junco y capulí.
A Ricardo
Riverón Rojas, además
de su emblemática obra en versos, le debe la décima numerosas aproximaciones de pensamiento, sobre todo en el imprescindible
terreno de la décima popular. De su autoría, vea en nuestra sección
Decimacontexto:
—Un
señor algo viejo, con una humildad enorme, a propósito del centenario de
Leoncio Yanes.
Un estudio
sobre cuatro decimarios de Riverón puede ver, mediante el siguiente enlace, en Y
dulce era la luz… para Ricardo, bao la firma de la poetisa e investigadora Mariana
Enriqueta Pérez Pérez, conductora de la
tertulia La décima es un árbol, miembro
del Grupo Ala Décima y su representante en la provincia de Villa
Clara. En su sitio
web de la tertulia La décima es un árbol, puede ver abundante información
sobre la obra de Riverón, a propósito de su presencia como invitado en esa cita
literaria, haciendo clic aquí, en las páginas 1 y 2.
VEA:
Mediante este
link, otras reseñas en nuestro sitio:
Más acerca de
su obra y de otros autores de la provincia, con este enlace:
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