El libro premiado de Elizabeth
La aparición del más reciente poemario publicado a resultas del Premio
Francisco Riverón ratifica una pareja de facetas de la actual décima
escrita cubana
Ampliado de Trabajadores
En la reciente Feria
del Libro, a su paso por la provincia de Mayabeque, apareció, bajo el sello
de la Editorial
Montecallado, el poemario Striptease
de la memoria, con el cual Elizabeth
Reinosa Aliaga alcanzó el Premio
Francisco Riverón Hernández en su capítulo convocado en el 2015 y entregado
en el 2016. El volumen, que por solicitud de su autora se presentó también, en
días posteriores a la fiesta literaria, en la peña
semanal que sirve de sede al Grupo
Ala Décima, me seduce a comentarlo en dos planos: el enunciado y el suceso.
El primero —el más importante, lo que dice la obra desde la poesía— se
inscribe en la vertiente de mayor concurrencia en la poesía cubana en estrofas
de diez versos de las últimas décadas, la del discurso revelador de angustias
existenciales que el autor o la autora necesita exorcizar versos mediante,
tabla de salvación para un mundo que a nivel planetario parece poner a prueba a
cada instante la capacidad humana para mantener a flote la espiritualidad, en
medio de un océano de profundas aguas, de flujos y reflujos entre sí
contradictorios.
En el caso de Striptease
de la memoria, los referidos desasosiegos nos llegan desde la
rememoración familiar, asunto de larga data también en nuestra literatura en
décimas —baste recordar las de corte elegíaco a Doña Martina, de Manuel Navarro Luna, o
las que Jesús
Orta Ruiz, el Indio Naborí, dedicó a su hijo Noel—, matizadas en el libro
que nos ocupa por la rebeldía adolescente que pugna por encontrarse, a
contracorriente de las sujeciones vividas desde las estaciones de la niñez.
Con un tino excepcional el poeta granmense Alexander
Besú Guevara ha dicho acerca de los versos evocadores de Elizabeth
Reinosa que “asaltan al mundo, y lo conmueven, porque todo lo que germina
desde la añoranza porta la autoridad de conmover. (…) una espiral oferente y
suplicante, fasta y nefasta, que se autodestruye y se regenera a la vez, una
espiral uróboros, que se muerde la cola como la serpiente infinita, y que nos
arrastra consigo hacia el ciclo de los renacimientos. Una compulsión de
retorno, una ansiedad de desandar sobre viejas huellas al reencuentro con el
pasado, una urgencia paroxismal de retomar la infancia”.
El segundo de los planos que mencioné al inicio, el del suceso, revalida igualmente
un aspecto de las letras decimísticas actuales, específicamente en el terreno
de la vida literaria. En ese campo de notable dinamismo a través de sus
múltiples factores, la articulación en sistema de los certámenes —desde la
breve extensión, pasando por la dimensión media hasta llegar a los que reclaman
un libro de magnitudes más exigentes— ha devenido positiva herramienta que los
autores han podido emplear para poner a prueba los temas y empeños expresivos
en general, de ahí que muchas veces un proyecto abarcador ha tenido antes
manifestaciones a menor escala que el escritor de décimas ha colocado sobre el
tapete como parte del ejercicio de conformación de su objetivo final. Estamos
ante uno de esos casos.
Elizabeth
Reinosa Aliaga (Bayamo, Granma, 1988;
formada como escritora en Holguín), antes de alcanzar el galardón con el libro
que merece estas líneas, había conquistado sucesivamente otros lauros mediante
conjuntos de más limitado alcance, verbigracia el Gran
Premio Décima al filo 2014, el Premio
Toda luz y toda mía 2016 y reconocimientos accesorios en el concurso
nacional Ala Décima, entre ellos con sus poemas Striptease
de la memoria y Formas
de contener el vacío, que ahora integran este otro Striptease
de la memoria, donde una muchacha desviste sus recuerdos, cargados de luces
y tinieblas, de avenimientos y desavenencias, de hallazgos y desencuentros,
pero siempre con el empeño de forjar la voluntad propia en la persistente
búsqueda de un camino.
Versión original en Trabajadores: Un striptease
en dos planos
De Striptease
de la memoria, el siguiente poema en una estrofa:
DESPERTAR
es el cordel
de Ariadna sobre la cama,
gota de luz que reclama
veneno sin cascabel.
Rosa de esperma y papel,
la espina que ya no toco.
Es la rutina de un loco
que descarta las fronteras,
un laberinto, quimeras...
Soñar es morir un poco.
PREMIOS
FRANCISCO RIVERÓN:
—I concurso
(1999) Viril
mariposa dura, de Pedro
Péglez González (La Habana, 1945).
—II concurso (2013) El libro del ángel gris, de Elizabeth Álvarez
Hernández (Güines, Mayabeque, 1976).
—III concurso
(2014) Fe
de mí, de Juan
Carlos García Guridi (Batabanó, Mayabeque, 1968).
—IV concurso
(2015) Conversación
con las piedras, de Luis
Hernández Serrano (Calabazar, La Habana, 1943).
—V concurso
(2016) Striptease
de la memoria, de Elizabeth
Reinosa Aliaga (Bayamo, Granma, 1988;
formada como escritora en Holguín).
—VI concurso
(2017) Escape
del tiempo, de Carlos
Ettiel Gómez Abréu (Jagüey Grande,
Matanzas, 1978).
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